(...) Siendo de tierra llana y seca, sumamente erosionada, donde un cerro o un otero parecen una montaña, descubrió la piedra fuera de su entorno inmediato. Aún no podía entender aquello, en parte literario y en parte doctrinal, de la piedra sobre piedra. Los sillares de templos y palacios se le revelaron bastante tiempo después. Antes, su percepción fue más bruta...Con su familia se desplazaba periódicamente apenas cien quilómetros al sur. Hasta una ciudad que toda ella era piedra. Que por estar tan casada con la piedra se encontraba rodeada de una muralla del mismo material. Piedra en estado natural y piedra trabajada, no menos natural por ello, pues su esencia, más allá de la forma externa de los bloques, era la misma. Bastante antes de llegar a la ciudad de piedra, cuyo silencio en aquella infancia lejana, curiosamente, era semejante al de una cueva, ya aparecían diseminados por el campo los grandes bloques de piedra redondeada. Daban la impresión de haber sido colocadas allí la víspera, en posiciones virgueras, alardeando de un equilibrio que tenían asegurado. La erosión no es sino caricia de la ausencia de tiempo. La naturaleza se la disputan los elementos, el agua, el fuego, el viento. Nunca el tiempo...Fue ya de mayor cuando supo que las convulsiones habidas al formarse las sierras del sistema Central las había expulsado tan lejos. Avanzar en tren, cada vez más cerca de la ciudad de piedra, y descubrir aquellos caprichosos volúmenes le impactaba. Parte del aliciente de aquel viaje repetido con frecuencia era encontrarse con la piedra, no solo con los primos con los que iba a jugar un día o una semana. El tren circulaba a una velocidad propia de la época y le dejaba ver, admirar, contar, casi palpar desde la ventanilla. Las trincheras del ferrocarril exhibían sin pudor las entrañas de piedra del suelo. El niño pensaba entonces que aquellos pedruscos gigantescos podían rodar. Nunca vio ninguno que lo hiciera. Jamás se sintió amenazado, aunque se metiera debajo de ellos, en oquedades y pasillos casuales que en su ancestral carrera habían formado. No sabía todavía que muchas de aquellas piedras eran como icebergs de tierra adentro. Con tanta o más masa de piedra oculta que la emergente (...)