"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 28 de junio de 2023

Celebración de Ariadna y Minotauro

 




- ¿Y dices, Ariadna, que has tirado el ovillo y te has deshecho de Teseo porque te parece un aburrido?

- Digo que prefiero escucharte a ti, que tienes experiencia y sabes contar las historias, a soportar los impulsos de un joven pretencioso que solo deseaba acabar contigo para hacerse el héroe y que todas se arrojaran en sus brazos.

- Me halagas, Ariadna, porque si bien soy ya viejo me está reconfortando el generoso narrador de lo vivido que llevo dentro.

- Pero se supone, por lo que van cantando por ahí los vates ciegos, que apenas has salido de este recinto. ¿Cómo puedes haber adquirido tanto conocimiento? 

- No siempre estuve aquí dentro y tuve mis correrías.

- Pero un encierro priva de seguir sabiendo más.

- Acaso no, porque parar viene bien para reflexionar, es decir, sacar conclusiones y valorar lo andado. Eso es saber más.

- ¿No corres el riesgo de pensar solo en pasado, Mino, y quedarte obsoleto?

- Por eso he absorbido cuanto me han transmitido los efebos y las doncellas que me fueron entregados a lo largo de este tiempo. La obsolescencia es un término que tiene que ver con la utilidad, y a mí ya no me preocupa lo útil sino que me entusiasma lo gratificante.

- Poco podrían saber ellos de la vida, tan jóvenes como inexpertos que serían.

- No creas, los había espabilados. Además muchos sabían contar la vida vivida por otros y yo siempre me interesaba.

- Te podían estar contando lo que les parecía, Mino. Todo fuese por quedar bien contigo y evitar tus desmanes.

- Primero, que quede claro que nunca cometí desmanes de ninguna clase y que siempre me plegué a sus deseos. ¿Que deseaban que accediera a ellos? Se lo concedía. ¿Que me tenían pavor y rogaban piedad? Les facilitaba la salida del laberinto de un modo secreto. Pero, ojo, esto no lo sabe nadie y no puedo dejar en evidencia al mito. Y segundo, ¿y qué si cuantas historias me relataban eran recreaciones o fantasiosas invenciones? ¿Acaso no es la vida de todo humano la aceptación de una narración ficticia?

- De cualquier manera, Mino, lo que más me prende de ti es tu actitud reposada y el juego de tus palabras. Sea o no verdad cuanto dices, sabes decirlo, convirtiendo lo recreado en razonable.

- Es que lo razonable siempre es aleatorio, Ariadna. Dos que se interpelan se reclaman de tener razón, cuando acaso ninguno la tiene.

- Precisamente eso es lo que más admiro de ti. Teseo era tan seguro de sí mismo, de ideas tan fijas como simples, que apenas tenía imaginación para divertirme y escasa para saber amarme. Y tú, con tu hablar cachazudo, sin vehemencia alguna, sin solicitudes gravosas, consigues atraer no solo mi atención sino abrir la llaga de mis deseos recónditos.

- ¿Debo considerar lo que dices como un brindis a los buenos ratos?

- Considéralo como quieras, Mino. No he llegado al laberinto ni para torturarme ni para huir y menos para aspirar a presuntos mundos ideales, tan inalcanzables. Algo me decía que aquí dentro también hay disfrute y goce. Y si nos cansamos, ¿no podríamos utilizar esa salida arcana que has mencionado sin que nadie lo advirtiera?

- No planeemos, Ariadna. Estemos a gusto en este corredor de las edades, pues no otra cosa es un laberinto, y dediquemos a las divinidades de la contemplación y del placer las energías, convirtiendo en fortaleza nuestras flaquezas.

- Que sea como dices, Mino. Compartamos, pues, con entusiasmo el cáliz sabroso que conjura tanto la ignorancia como la discordia y el aburrimiento. 



 

* Grabado de Pablo Picasso, perteneciente a la Suite Vollard.

lunes, 26 de junio de 2023

Y el toro se puso a pensar

 



"¡Oh blanco muro de España!
 ¡Oh negro toro de pena!"

De Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, Federico García Lorca.


Si hay un animal más manipulado y sometido en la historia española es el toro. Se le adorna de casta, bravura, energía animal, símbolo por excelencia del país y no sé cuántas cosas más y el toro se lo cree todo. Se lo cree para acabar llegando al destino aciago que de él exige el consumidor medio de las tradiciones patrias. Su braveza torna en mansedumbre, su independencia en sumisión, su habilidad en torpeza, su tesón en callejón sin salida, su ansia de vida en padecimiento y fatalidad. Es su destino, claman los espectadores moderados pero también sedientos de circo. El toro existe para la muerte, gritan los más virulentos, que no sabe bien si exaltan al toro o a la muerte. Y así una y otra vez, entre el toril del pasto cotidiano y la puerta de arrastre de su sacrificio el toro es toreado con arreglo a unas normas que no entiende. ¿Habrá algún momento de nuestro acontecer en que el toro negro se plante y no siga las leyes del ruedo ibérico?¿Llegaremos a ver en él la bravura de la inteligencia que rompa su sino? 

En el cuento para niños de hasta cien años titulado Ferdinando el toro, de Munro Leaf, se habla de un toro calmo, que ya de novillo no entraba a pelearse con los demás, y que se pasaba el día contemplando la naturaleza, no manifestando nunca signo alguno de bravura, por lo que los dueños de la dehesa lo consideraban inútil para una corrida. Hasta que un día espoleado por la picadura de una abeja echó a correr dando cornadas al aire, pataleando como energúmeno de aquí para allá campo a través. Esta actitud sorprendió tanto a los ganaderos que creyeron ver en Ferdinando un toro de primera casta que podía dar mucho juego en la plaza. Y así se lo llevaron para la feria de la capital...

Pero aquí debo pararme por si alguien quiere conocer el cuento y no quiero desvelar su encanto. No tengo claro del todo cómo es el toro de España actualmente, aunque algo barrunto. No sé si va a demostrar el coraje de la inteligencia o la falsa bizarría de quien sigue al pastor que mejor le maneja. Yo quisiera que el toro español fuera el toro pensante de Josep Granyer i Giralt que parece introspeccionar desde el podio de Rambla de Catalunya. Quisiera que no se dejara arrastrar por los cantos de sirena mediáticos, las voces desmesuradas de los falsarios, la estupidez repetitiva de las redes sociales que no dejan margen a reflexionar, la ceguera del cheque en blanco. Tal vez el toro de Granyer i Giralt y el de Munro Leaf son el mismo toro. Pero mucho me temo que en las próximas elecciones generales los propietarios de toda la vida de la finca española reconduzcan a una buena parte de la sociedad al toril. Y una vez en el toril ya se sabe qué destino cabe esperar.





 

jueves, 22 de junio de 2023

La Piedad, según W. Eugene Smith


"Mis fotografías
dicen muy suavemente…

Mira, tú; mira
esto y escucha…
Mira, tú; mira
esto y piensa…
Mira, tú; mira
esto y reacciona…
Y lo haces.
No porque te haya compelido a ello,
sino porque has reaccionado.
Mis fotografías, con urgencia,
pero suavemente, te mueven a
pensar y sentir.
Eso es lo que espero de ellas".


W.Eugene Smith

 

No es iconografía cristiana, aunque recuerde obras renacentistas y barrocas. Es conducta humana, más que imagen, que cualquiera puede reproducir pero de la que nadie debe arrogarse la propiedad en exclusiva. La piedad es una virtud universal compartida por unos e ignorada por otros. ¿Está a la baja la piedad? No lo sé, pero no lo creo. Sucede que con frecuencia la piedad es secreta. No miro a la piedad como exaltación de un culto sino como ejercicio de compasión. En este sentido la piedad no puede ni debe exhibirse alegremente, sino solamente llevarse a cabo bien en la intimidad o bien como una asunción colectiva que repare y corrija las abundantes prácticas de inhumanidad. Pero sobre todo es la piedad íntima la que sin alharacas ni manifestaciones publicitarias tiene lugar de ordinario en el silencio de muchas familias. 

Estos pensamientos me han asaltado al observar de nuevo una fotografía del reportero gráfico W.Eugene Smith. Realizada entre 1971 y 1973, una de tantas de la serie que él y su mujer Aileen tomaron sobre la tragedia de Minamata, al sur de la isla de Kyushu, Japón, en colaboración con los vecinos. A principios de los años 70 una extraña enfermedad de tipo neurológico, con diversas y graves secuelas físicas, cuando no mortales, se extendió entre la población de Minamata, principalmente entre los pescadores. Pronto aquella gente empezó a sospechar de los vertidos que la empresa química Chisso Corporation arrojaba a las aguas donde los pescadores faenaban, elevando el nivel de mercurio hasta extremos fatales. Los habitantes se movilizaron con protestas y exigencias a la empresa para que detuviera los vertidos, pero la Chisso hacía caso omiso. Y las autoridades miraron para otro lado. W. Eugene Smith, que trabajaba para Life se enteró del asunto y se presentó allí, implicándose a fondo con los pobladores. 

W. Eugene Smith fotografió muchas situaciones y muestras íntimas del padecimiento de personas, de las desdichas familiares y de la piedad humana desarrollada que, al fin y al cabo, se traduce como cuidados, atención, apoyo y en la medida de lo posible salvamento de la dignidad. No fue un camino de rosas ni para los habitantes de Minamata ni para Smith, que fue salvajemente golpeado por partidarios de la empresa química, la larga lucha contra Chisso pero la emisión de fotografías y su publicación causaron impacto y llevó a un cierto reconocimiento por parte de la empresa de la criminal práctica. Pero las indemnizaciones no tuvieron lugar en toda su extensión, mientras que las secuelas del envenenamiento no caducan nunca.

Hay una película titulada El fotógrafo de Minamata, de 2020, dirigida por Andrew Levitas y con una interpretación muy notable de Jhonny Depp y el resto de elenco. 



https://espai-marx.net/?p=9848

https://www.nippon.com/es/images/i00051/


lunes, 19 de junio de 2023

Concierto de Aranjuez, sublime cómplice y protector

 







"Qué lejos siempre entonces ya de todo,
incluso de mí mismo; 
qué solo y qué perdido yo, 
aquí o allí.”

Ángel González, de Otoños y otras luces.

Cuando yo me jugaba la juventud, que también la vida, dice Max, me refugiaba en los acordes melodiosos y sublimes del Concierto de Aranjuez, y no era ningún refugio nostálgico, de joven no sientes nostalgia de ninguna clase, era más bien como una capa protectora poner un casete a volumen elevado, para que eclipsara el rugido de una multicopista a todo trapo, y jugaba un doble papel, ahuyentaba el sonido enronquecido de las vueltas de aquel cilindro de tinta y hacía creer al vecindario que quien se alojaba en el piso era un melómano empedernido, además de un tipo normal, simpático con todos y condescendiente y amable en especial con las personas de edad, al que se le podía disculpar el sonido estruendoso porque eran las melodías de toda la vida, que a eso les sonaba a la mayor parte de los vecinos, sin tener ellos demasiado conocimiento de música, porque hoy era ese concierto del maestro Rodrigo, pero mañana podía ser un repertorio de coplas, esas cuyas letras tan bien recopiló años más tarde Vázquez Montalbán, y hasta en cierta ocasión de urgencias impresoras hubo que recurrir a las saetas sevillanas, que esas sí, ablandaban hasta los corazones más adictos al régimen, porque de este modo quién podía sospechar que un subversivo ocupase aquel piso de viviendas de empleados del Estado, a qué sedicioso, si bien pacífico, se le ocurriría poner a todo trapo saetas o coplas o a un Luis Mariano tan admirado, por ejemplo, y lo comprobé de buena tinta, pues en el edificio vivía un funcionario de gobernación que nunca sucumbió a la curiosidad morbosa, algo que jamás me expliqué, al que recogía puntualmente un coche oficial todas las mañanas, el hombre tan empeñado como estaba en escalar en los puestos de la delegación y no cayó en que lo habría tenido fácil de haberse entrometido algún día en mi ámbito, al que hubieran incluso premiado, pero mi tacto con su esposa fue siempre exquisito y prudente, y ella ponía de su parte, y tal vez lo que comentase aquella fiel, y ciertamente culta, esposa le otorgaba credibilidad, así que hoy, con los acordes iniciales del Concierto de Aranjuez en la audición de cámara a la que he asistido, no he podido por menos que dejarme embargar por una emoción olvidada, y con la memoria he revivido ciertas situaciones arriesgadas, incluso de pronto he sentido el latigazo de aquel miedo, la presura por detener todo, la máquina y el casete, y ventilar para que el espeso olor a tinta no infectara la nariz de quien llamaba inoportunamente a la puerta, y mi reacción de inquilino se demoraba temiendo lo peor, mirándome los zapatos, asegurándome de que los cordones estuvieran bien atados, por si había que salir a la carrera, y era de una lentitud gravosa aquel recorrido del pasillo hasta la puerta de entrada, escocido por el sudor evidentemente frío, la respiración agitada e imaginando lívido y ausente mi propio rostro, forzando el ascenso de la saliva, hasta gritar a distancia un voy, voy, así repetido, para llegar a la puerta y pensar que sea lo que quiera que sea, alea jacta est, que nos habían adelantado anecdóticamente al traducir la Guerra de las Galias, si bien la frasecita venía de después, de cuando lo del Rubicón, y paralizarme al ir a descorrer en última instancia el pestillo, dudando si hacerlo del todo, removidas las tripas por el pánico, fatigado por la angustia, sobrecogido por el estremecimiento, qué ridículo es el miedo, qué espantosa es la idea de estar cometiendo in extremis un error irreparable, qué cruel la convulsión ante la soledad y el abandono que se abrían bajo los pies, viéndote ya trémulo y desasistido en un futuro negro que se hacía presente, y a continuación el prodigio, un impacto emocional de otro signo, un golpe instantáneo de relajación, un suspiro sonoro al comprobar con regocijo contenido que quien llamaba se trataba sencillamente del revisor del contador de la luz o de un vecino que te pedía un favor o sencillamente un error de llamada, y luego cerrabas de nuevo, sin dar pie con bolo, silbando los acordes del Aranjuez, para proseguir la tarea resistente a medio hacer que tenía que ser entregada a una hora prefijada por razones de seguridad, y tú casi sin ganas de continuar, reblandecido por la tensión física recién padecida, pero repuesto y estimulado moralmente, una batalla ganada, de momento, te decías mientras conectabas de nuevo el concierto protector, al que nunca uno le estará suficientemente agradecido por su acción benéfica, por su arropamiento, y entonces sentarte ante la pila de folios impresos, contemplar la modestia de la edición, enardecerte con los mensajes de la misma que te parecía que también, en tu pequeña escala, hacían historia, sin darte cuenta aún de que sobre todo se hacía historia de ti mismo, y por un instante parar la mente, si es que el cerebro sabe de paradas, y dedicar una oración laica al bendito maese Rodrigo, y abandonarte al paseo por los desconocidos jardines de la localidad palaciega, sabiendo que la partitura, de apariencia neutral, había tenido mucho de beneplácito con la nueva situación del país cuando se compuso, pero sabiendo también que a la larga el arte se impone y trasciende a los bárbaros y la belleza acaba dando la espalda a estos, ¿no te parece?, dice Max, y yo: no estoy seguro.



* Lo siento, el vértigo por el recuerdo de aquel tiempo me ha llevado a expresarme con el vértigo de las palabras. Escribo esta ocurrencia pensando en aquellos que alguna vez supieron del paciente valor de la resistencia voluntariosa por mantener en la brújula, a pesar de todos los vientos y todos los oleajes, la orientación del Norte. Es necesario evitar la deriva hacia las rocas, porque rota la embarcación el naufragio puede arrancarnos la vida. 


(Fotografía tomada de la Memoria del Archivo de la Universidad Complutense de Madrid)

viernes, 16 de junio de 2023

Escribir para que haya alguien al otro lado

 




"Me durmieron con un cuento…
Y me he despertado con un sueño.”

León Felipe, de Llamadme publicano.



"Escribo porque yo, un día, de adolescente, me incliné ante el espejo y no había nadie. ¿Se da cuenta? El vacío". Dicen que esto le respondió la escritora mexicana Rosario Castellanos a un periodista ante la estereotipada pregunta de por qué escribe usted. La respuesta, nada convencional, sobrecoge. ¿Confesaba así la poeta una circunstancia de carencia de identidad en la adolescencia o ya hacía relato de sus primeras pulsiones literarias porque no podía admitir el vacío y la inacción? 

Tal vez escribir sea situarse ante el vacío. No tanto el literal de quien apenas tiene experiencias de vida cuanto el del que siente la necesidad de enfrentarse, a cualquier edad, con la mentira y la vaciedad de todos los cuentos que le han ido contando. Sin embargo, cómo nos han nutrido todos los mitos e historias hasta metamorfosear nuestra identidad. Ignorándonos y obligándonos a preguntarnos si no habremos sido, o somos, otros.

Ya me lo dice con sarcasmo Max. Mirémonos en el espejo, antes de que el desgaste o el óxido lo enturbie del todo y no nos deje reconocernos en él. Quién sabe si nunca será tarde para hallar la imagen perdida.



miércoles, 14 de junio de 2023

Guten morgen, gute nacht

 




"...deja que al fin yo por siempre en tu fondo el silencio recuerde".

Der Archipelagus. Friedrich Hölderlin



Alguna vez fue. Y se quedó en la bruma. El saludo, antes que el alba, llegaba atravesando el continente a través del teléfono. Guten morgen, mein mann. La voz acogedora sostenía la suavidad de la madrugada apenas iluminada por las farolas del parque. El chapoteo de unos pies sobre la nieve llegaba a los oídos del hombre desnudo. ¿Entendió alguna vez ella que el hombre, en los riesgos de la pasión, era la desnudez rotunda que se acercaba al abismo? Cómo se cubría de calor la piel del hombre en la llamada desde la lejanía. Ella: Ich werde arbeiten, voy a trabajar, y están cayendo sobre mí los copos como si fueran tus palabras. Enardecido sobrecogimiento a este lado de la otra voz. Él: yo estoy ahí, mi nombre es nieve. Alguna vez pudo ser. Pudieron retenerse las madrugadas. Pudieron encontrarse los alientos. Pero la bruma ocultó las voces y diluyó las presencias. Y sepultó el anhelo entre las hojas de un cartapacio con los retratos que la mujer dibujó de sí misma.





lunes, 12 de junio de 2023

Ensimismamiento

 



"Si atrapas el instante antes de que madure,
conocerás el llanto del arrepentimiento;
mas si alguna vez dejas escapar el instante,
jamás podrás librarte del llanto del dolor".

Poemas manuscritos. William Blake.


Ensimismamiento. Ese estado breve en que se impone una ausencia sobre lo inmediato. En que nos abduce un recuerdo pretérito, de satisfacción o de rechazo, o nos imaginamos un acontecimiento, anhelado o temido, que aún no ha llegado. En ese instante la mente abandona nuestra presencia, relega los quehaceres, aplaza las intenciones. Hay algo de mística en esa fuga que nos hace navegar a través de un oleaje desordenado.  Mirando abstraídos hacia el cielo o concentrados en el horizonte o absortos en el ángulo de una habitación, ¿percibimos imágenes reveladoras que escapan a nuestro discurrir? Ese punto embelesado no nos devuelve lo perdido y no nos consigue lo que pretendemos. Ni siquiera, probablemente, nos aporte una dirección clara. Esperamos sin esperanza. Intentamos recuperar lo que no es ya retentivo. Nos entregamos, endulzados por la perplejidad, a la vacuidad del momento. Hay una sustancia de la Sibila perdida en cada uno de nosotros, que nos concede el don de interpretar el pasado pero nos niega la claridad del porvenir. Jamás saldremos de la incertidumbre.


 


(Sibila, obra de Alonso Berruguete. Museo Nacional de Escultura de Valladolid)

sábado, 10 de junio de 2023

Aproximación a un poema geométrico del todo

 



"GALILEO.-(Lavándose el torso con alegres resoplidos) Pon la leche en la mesa, pero no cierres ningún libro.
ANDREA.- Mi madre dice que tenemos que pagar al lechero. Si no, pronto empezará a dar vueltas alrededor de nuestra casa, señor Galilei.
GALILEO.- Di mejor que describirá un círculo, Andrea.
ANDREA.- Lo que usted diga. Si no le pagamos, describirá un círculo alrededor de nosotros, señor Galilei.
GALILEO.- Mientras que el alguacil del juzgado, el señor Cambione, vendrá hacia nosotros derecho, ¿y qué linea eligirá entre dos puntos?
ANDREA.-(Haciendo una mueca) La más corta." 


Vida de Galileo. Drama de Bertolt Brecht.




Aproximación a un poema geométrico del todo


De lo particular a lo general. 
De lo diminuto a lo crecido. 
De lo baladí a lo considerable. 
Del detalle a la totalidad. 
De lo sectorial a lo global. 
De lo lineal a lo transverso. 
De lo singular a lo plural. 
De lo figurativo a la abstracción. 
Del trazo a la línea. 
Del renglón al discurso. 
De lo horizontal a lo erecto. 
De lo personal a lo colectivo. 
De lo desmenuzado a lo integrado. 
Del significante al significado. 
Del balbuceo al lenguaje. 
De la secuencia a la serie. 
Del desorden a la armonía. 
De una arista al volumen.
De una cara al conjunto. 
Del ángulo a la extensión. 
De lo paralelo a lo convergente. 
Del segmento a la unidad. 
De la tangente a la secante.
De la dispersión a la proporción.
De la parcela al territorio. 
De la aldea al mundo. 
Del área local a la dimensión universal. 
Del recogimiento a la expansión. 
Del destello a la plenitud. 
Del silencio a la voz.
Del griterío al silencio.
De la imaginación a la representación.
De lo representado a la duda.
Del azar a la voluntad. 
Del error conceptual a la claridad provisional. 
De la escasez al aprovisionamiento.
De lo perentorio a lo acomodaticio.
De lo absoluto a lo relativo.
De lo ideal a lo comprobable.
De la impericia a la aptitud.
De la ignorancia a lo razonable.
De la vaciedad al esfuerzo.
De lo naciente a su ocaso.





miércoles, 7 de junio de 2023

Del escondite al esconderite



"Uni, doni, treni, catoni, quini, quineta, estaba la reina sentá en su silleta, picandola, el que no se ha escondido que se esconda..."

La voz de aquel chaval con deje andaluz se volvía estruendosa al cantar el comienzo del juego. Todos los demás corríamos a escondernos. Quien tras una tapia, otro bajo un carro, el de más allá entre los juncos, aquel tras el brocal del pozo, y la niña avezada se me pegaba obstinada y por más que intentase apartarla me seguía en busca del mismo escondite que yo. No sé si por indecisión, porque yo tenía ascendencia sobre ella o porque se sentía indefensa; nunca lo supe, pero cuidado que era pegajosa. Y mi lugar elegido siempre era un espacio intrincado, calculado al albur para que los demás no me encontrasen fácilmente ni a la hora de la merienda. ¡Cielos!, ahora que lo pienso creo que aún mantengo en secreto mis escondites y rehabilito con el pensamiento aquellos rincones recónditos cuando quiero esconderme a mi edad. 

El escondite era mi juego preferido entre todos los juegos infantiles. Porque me llevaba al límite de la tensión y a la emocionante alerta. Porque se adaptaba a mis posibilidades, o yo a las suyas. Porque casi nunca me encontraban y salía y libraba yo antes. Porque aprendía, en los minutos que permanecía oculto, a abstraerme y a encontrarme con alguno de mis otros yo. Porque me gustaba en ocasiones impacientar a la tribu hasta que se olvidaban de mí y me dejaban por imposible. 

Resuena en los oídos de mi memoria una melodía inocente. Esconderite lerite lerón, cien guripas y un ladrón...Lo de tres gallinas y un capón era demasiado suave y lo traducíamos a algo más emocionante, la persecución del delincuente por los del orden. Me pregunto ahora, en que ya no distingo si soy el ladrón o el guripa: ¿Sigo jugando todavía al escondite?. Y esconderme, ¿de qué? ¿De quiénes? ¿Probablemente de mí mismo? No es infrecuente que uno busque esconderse ante situaciones adversas, lo cual resulta de necios, y rechazar o demorar la realidad suele agravar la resolución de un problema. Pero la tentación lúdica nos persigue, aun sabiendo que tenemos que salir a campo abierto. De momento y mientras me lo pienso voy a buscar un grato y discreto rincón donde ponerme a salvo.


 

martes, 6 de junio de 2023

Sobrevivir

 


"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."

Y esta vez el hombre no murió. Si bien cada día todos seguimos muriendo un poco más, y no solo es eufemismo pues la biología nos va explicando el proceso del cuerpo. Pero mientras tanto recorremos el camino, queriendo tener, saber y disfrutar. Verbos que no dudan en entrar en colisión si cada una de las aspiraciones es frenada por otra. Vivir es sobrevivir, porque la intensidad es siempre circunstancial y alterna. Y la supervivencia un imperativo y una constante. Hemos creado términos ceremoniosos para sublimar la existencia. Plenitud. Salud. Posesión. Aceptación. Reconocimiento. Satisfacción. Etcétera. Piezas del ajedrez, unas veces arriesgando alocadamente, otras dudando la elección, a veces enrocándonos sin una clara salida. Y ya sabemos quién es el contrincante siempre. Sancho lo tenía claro, seguramente Alonso Quijano también pero estaba en las últimas. Sigamos con la partida. No adelantar el acontecimiento fatídico. No dejarse agotar, que es como decir vencer, por la impaciencia melancólica. Al menos no antes de tiempo, factor este avasallante al que no lograremos reducir jamás.


domingo, 4 de junio de 2023

No solo es cuestión de cabeza dura

 



"Aunque me tiren el puente/ y también la pasarela/ me verás pasar el Ebro/ en un barquito de vela.
 
Diez mil veces que lo tiren,/ diez mil veces lo pondremos,/ tenemos cabeza dura/ los del cuerpo de ingenieros."

Al recordar, por la lectura en otro blog, estas estrofas de una canción de la guerra civil española, aquella tan hermosa como melancólica de Si me quieres escribir, he sentido cierta conmoción. Utópica, supongo, porque uno ya no se presta con facilidad al mero sentimiento como guía de conducta y menos de intervención. Puede ser metafórica en las actuales circunstancias históricas. Las metáforas obran en ocasiones como estimulantes, pero tienen efectos secundarios y con frecuencia adversos. Bueno, tal vez muchos necesiten la terapia. Sabiendo la deriva de la historia y de la vida uno concluye que no basta la cabeza dura. Porque el mal que se padece no se cura con canciones. Y la ceguera de pensamiento, menos. Y si no, pregunten a Tiresias.




(Foto: Tiresias, en modo atlante, en el claustro de las Dueñas, de Salamanca)

viernes, 2 de junio de 2023

El maniquí articulado a la solana

 



Caminamos siempre sobre el filo de la navaja. O por el perfil del acantilado. O junto al límite. Lo sospechamos pero preferimos ignorarlo. Elegimos imaginar que el cuchillo afilado no corta, que los bordes rocosos son seguros, que el límite es ilimitado. Pero de vez en cuando una interferencia en la vida nos recuerda que somos frágiles y que nuestra extrema ignorancia aumenta la debilidad. Y esa interferencia que puede llegar desde el exterior, en alguna de sus innumerables formas, incluidas las del cuerpo social, o desde el interior del cuerpo físico del que dispone cada cual, pone en la balanza por un escaso margen de tiempo si se nos permite la continuidad o se nos concede el acabamiento. Somos necios con nosotros mismos y harto estúpidos en la trabazón colectiva. Claro, que siempre quedará un heraldo negro que vocee: sálvese quien pueda. ¡Al estiércol con él! Voy a ponerme a la solana. Como elegante maniquí.