sábado, 30 de enero de 2021
La que sirve
jueves, 28 de enero de 2021
La que enseña
lunes, 25 de enero de 2021
El desgarramiento
jueves, 21 de enero de 2021
El grafiti de la maldición
¿Has visto lo que está escrito en esa pared tabernaria? Que quien ame prospere, que muera quien no sepa amar. Y que muera dos veces quien prohíba el amor*. ¿No te parece divertida esta imprecación, Lucrecio? Parece la invocación de un sátiro, pero seguramente es cosa de los que frecuentan el lupanar de Priscila, opina Holconio, su amigo de aventuras y desventuras. Y añade: ¿Te parece que es ahí donde se puede encontrar lo que vitorean? Lucrecio se lo piensa. Depende. Hay quien concibe el amor como desahogo y quien lo persigue como compromiso, que es tanto como padecimiento. Sin duda el primero es más llevadero, intenso en sí mismo pero libre de ataduras. Holconio: No cambiarás en tu sarcasmo razonado, pero a mí me hace pensar el escrito. ¿Hasta qué punto hay que desear el mal al ignorante? Entiendo que a aquellos que van por la vida prohibiendo a los demás ser mínimamente felices no les aceptemos. Se merecen lo peor. Pero quien no sepa amar, ¿acaso no tiene alguna clase de salvación? Tal vez no sabe porque no ha tenido suerte. O porque no ha permitido ser amado, salta Lucrecio. El que pone vetos a las oportunidades o no acepta la aproximación de otra persona alimenta su propia ignorancia. Y pienso: ¿No será que esos individuos se quieren de manera tan ciega a sí mismos, o eso creen, que no son capaces de abrirse a los demás? ¿Qué pueden perder? De ahí a ser un enfermizo solo hay un paso y más adelante se perturban y puede que incluso afecte a otros su comportamiento. Holconio no está por entrar en una discusión envolvente y cambiar el rumbo de un paseo que venía siendo recreativo. ¿Es posible que una simple gamberrada de palabras en una pared nos lleve a tantas conjeturas? Lo evidente es que quien la ha plasmado ahí estaba cargado de euforia, el muy ingenuo. O bien hace propaganda de Priscila y sus vestales, dice con ironía su compañero. ¿Probamos a ver si sabemos o a ver si prohibimos? Y el otro: podemos probar a prosperar. Ambos se confunden en una carcajada desenfadada.
martes, 19 de enero de 2021
El esclavo y las horas
sábado, 16 de enero de 2021
La que presagia
jueves, 14 de enero de 2021
La que escribe (fragmentos del Diario de una pompeyana)
(...) Llevo varios días tratando de componer un poema sobre la vida apacible y el retiro a mi villa, pero lejos de sugerirme algo la tranquilidad que se disfruta aquí me sumo en la abulia. ¿Será que la poesía está reñida con la falta de actividad? ¿Tendré que estar sometida a la agitación cotidiana de la urbe imperial, a pesar de las conjuras y las difamaciones, para que mi labor sea fructífera?
(...) Hoy ha venido a visitarme Cayo, el recaudador de impuestos, a quien conocí en una celebración que dio mi tío Sixto, a propósito de sacar a la luz mis Epigramas eróticos. Ni le esperaba ni deseaba su presencia. Hay gente que se empeña en ser inoportuna o que interpreta mal al prójimo. Le he dedicado escaso tiempo, con la excusa de que tenía que preparar con los del teatro el montaje de una obra que la crítica demanda desde hace tiempo. Quería venir. ¿Será pegajoso? He huido por la puerta de atrás, la que da al jardín, y no me da vergüenza alguna. Yo no le había reclamado y más vale que se ocupe de su oficio y cuide no meter la mano en el erario, en prejuicio del Imperio y del mismo César. Que de todo se entera una.
(...) Como saben de mi facilidad en la escritura algunos amigos de Roma quieren que me involucre con ellos en animar sus conspiraciones. Les he dicho que no cuenten con ello. Que yo escribo por libre y que si me cuesta interpretar mis sentimientos, ¿cómo podría prestar mi cálamo ante lo que desconozco? ¿Para decir lo que algunos quisieran que dijese? Ahora que a las mujeres se nos considera más en el ámbito de las ciudades, ¿voy a apoyar tesis contra los gobernantes que nos favorecen? Escribir es tanto esforzarse como identificarse con una idea que te motiva. No me veo prestando el pliego en blanco a las exageraciones e infamias que algunos invocan, por muy amigos que sean. Es más, tal vez a partir de ahora me plantee si se merecen contar con mi amistad. Hay que escribir para arrojar luz y proporcionar placer. ¿Qué sentido tiene hacerlo para emponzoñar situaciones y oscurecer aún más las mentes demasiado aviesas de tantos individuos?
(...) La nueva esclava africana me espía. Lo hace cuando escribo en el jardín. También por la noche. Es discreta y servicial, pero tiene una manera especial de estar pendiente de mí. Cuando se retira no lo hace. Me observa desde la penumbra de los rincones. Sus movimientos son imperceptibles pero sus ojos brillan en la oscuridad y la delatan. Sabe contener la respiración y permanecer inmóvil largo tiempo. Su olor es inconfundible. Me azora.
(...) Leyendo al filósofo su texto sobre la felicidad me aturdo. El placer, dice, justamente cuanto más deleita, se extingue; no tiene mucho espacio, con lo que enseguida se colma, y causa tedio y se marchita tras el primer arrebato. Eso leo y no puedo llevarle la contraria. ¿Habla el filósofo por hastiado o por anciano? Sin embargo, aunque el placer sea efímero, qué insensato aquel que lo rehúya. Entre lo efímero y la carencia elijo lo efímero. ¿Acaso lo breve no es intenso, aunque no sea medible en lo temporal?
(...) Días en que una prefiere dar un paseo a la orilla del río. Las viñas, adquiriendo su plenitud. Los chopos, arrullando los pasos. La corriente, juguetona. Me cruzo con otro paseante solitario. Nadie de los dos quiere cháchara y nos limitamos a una inclinación de cabeza. Como mucho una sonrisa cortés. Me olvido de todo. Ojalá todos se hayan olvidado de mí.
(...) Hoy me he acercado a los ensayos que realizan los cómicos con vista a entretener a los que han venido a disfrutar del buen tiempo. Quieren que les ayude a corregir algunos textos. También que les dé mis impresiones sobre su actuación. Con el libreto del autor griego no me ha sido difícil modificar algunas partes para que sean entendidas mejor. Sobre el modo de interpretar me he mostrado más rigurosa. No sabía qué decirles. Unos no pronunciaban con carácter. Otros no se identificaban lo suficiente con su papel. Cuando les he dado mi opinión se han desentendido. El público se va a reír igual, me han dicho. Pues entonces es que no saben reírse, les he soltado. Se han quedado un poco confusos. No me ha gustado estar dura, pero es que una no sirve para complacer. Quieren que vuelva mañana para que les saque del atolladero. Ya veré.
(...) Noto al respirar un aire raro estos dos últimos días. Cuando se lo comento a mis criados me responden que soy muy sensible. Pueden hacerme dudar con otras cosas pero nunca con los sentidos.
(...) Fui en vano al encuentro de los cómicos. Cuando les señalo que van a lo fácil insisten en que lo que quiere la plebe es lo fácil. Pero traicionáis el alma de los autores que hicieron grande el teatro, les he intentado hacer ver. ¿O es que para vosotros lo cómodo es no esforzaros? Emporión, joven talento de la escena, me ha dado la razón. Escuchad a nuestra poeta, les ha reprendido a los demás, que no se casa con nadie. La comedia morirá si se queda en series chistosas. Para eso no hace falta montar representaciones. Las tabernas y las calles ya interpretan con grosería pero no ahondan en las razones que caracterizan a los ciudadanos. Otro actor con luces le ha apoyado. Quizás hay que replantearse el futuro del grupo o buscar textos menos endebles. ¿Qué opina nuestra poeta? Me he encogido de hombros, yo puedo echarles una mano, pero que sean ellos y sus tablas las que decidan.
(...) He regalado mis perros a algunos libertos e incluso a un comerciante de paso. No aguantaba más verlos con la cadena puesta, cumpliendo un oficio para el que la naturaleza nos les crio. Y siempre esclavos del interés humano. Que los hados les deparen un futuro con mejor suerte.
(...) Me escribe Lucio, a quien trato desde hace tiempo. Sigue trabajando en los escritos del filósofo al que hace unos años incitaron desde instancias del poder al suicidio. Lucio había trabajado para él y ha conseguido estos últimos años recuperar obra que se creía desaparecida. Me dice en su misiva que le gustaría hablar conmigo de las ideas de su maestro. Y que no acaba de entender algunas de sus contradicciones. Si tenía talante para saber afrontar la vida con menos afectación, ¿por qué dejó que la política le perturbara hasta el extremo de obtener enemistades dispuestas a todo? Le he contestado que cuando quiera, pero que me diga con tiempo si prefiere venir aquí o que yo me desplace más cerca de la metrópoli. Me gustan estas propuestas inesperadas a pesar de que yo, desde mi recogimiento, tampoco busco.
(...) Me empecino en proseguir el poema. Pero cuando no son las moscas son los hijos de Flavio, que me asedian para que les cuenta alguna historia antigua. Y no sé decirles que no. El caso es que no logro concentrarme. ¿Para eso he venido a Pompeya?
(...) Flavio empieza a importunarme. Juega una partida peligrosa a espaldas de su esposa. Y lo lamento, porque Cecilia es buena amiga. Reconozco que no me asedia en exceso ni fuerza ninguna situación. Reconozco también que no me disgusta que se muestre interesado por mí, siquiera persiguiendo una aventura seguramente. Pero hace tiempo que no me atraen las correrías pasajeras. En la vida cotidiana acaso hubiera rebajado mi guardia. Pero no aquí, de vacaciones, donde solamente quiero tener paz y disposición de la mente para mis pensamientos. Sin embargo, Flavio es tan imaginativo, sabe utilizar con tanta maña el verbo para acercarse a mi personalidad y buscar un hueco donde afectarme. Por mi parte ejercicios de respiración profunda y no decidir nada a lo loco.
(...) Día perdido. Mucha palabrería en el foro para no llegar a nada. Las otras mujeres con las que había quedado allí estaban de mal humor. Como veía que no había manera de entendernos con los representantes de la ciudad, con vistas a formar parte más activa de la gobernación, les he dejado plantados a todos. La falta de diálogo me atrofia. La cerrilidad a la hora de no ir al fondo de los temas me desanima. Y encima no he escrito ni una línea.
(...) Esta noche he dormido mal. Me perseguían aún los debates frustrantes de ayer. Estaba cansada pero agitada. Un cosquilleo continuo me ha zaherido. Y en mi vela me ha parecido escuchar un ronroneo proveniente del suelo de la casa. Oh, lares, qué fortuna tener techo y familia y sirvientes y, sin embargo, no saber ser dueña de una misma. Al final me quedé dormida cuando iba a amanecer. No sé si es que no cantaron los gallos ni los pájaros o que el desasosiego pudo conmigo. Cuando me he despertado he tenido una sensación de extrañeza. Un humo inhabitual asomaba por la boca de la montaña. Los que han venido a casa lo han comentado. Creo que dedicaré el día a escribir sobre lo que me sugiere ese penacho. Qué caprichosa es la naturaleza.
(Retrato pompeyano, en el Museo Arqueológico de Nápoles)
lunes, 11 de enero de 2021
Aquella higuera tentadora
sábado, 9 de enero de 2021
Madrid, qué bien resistes. España, qué bien resistes. Goya, qué bien resistes.
Goya lo pintó todo. Desde distintos ángulos. Con distintas técnicas. Inaugurando géneros, visiones, formas. Penetrando. Desde santos hasta monarcas. Desde usos y costumbres hasta capítulos de historia sangrienta de España. Desde tauromaquias hasta sueños oscuros. De tal modo y tanto pintó que ante cualquier evento o situación extraordinario o cotidiano, me viene a la mente alguna obra suya. ¿Que están en candelero las disputas intestinas y cainitas del país? Ahí veo reflejado a este en el Duelo a garrotazos. ¿Que se trata de la presencia de la familia borbónica en vigor? Echo mano de La familia de Carlos IV y busco similitudes o acaso persigo diferencias. ¿Que saltan a la vista las deficiencias culturales? Me planto ente el capricho Si sabrá más el discípulo. ¿Que me obsesionan las barbaridades de las guerras que proliferan por el planeta? Miro su serie de Los horrores de la guerra. ¿Que observo el afán depredador y amenazante del ser humano, capaz de devorar al otro para sobrevivir él? Me extasío con horror, sin duda, ante Saturno devorando a sus hijos. ¿Que me acechan los fantasmas íntimos y obsesivos? Me consuelo con sus pinturas negras. ¿Que la cotidianidad de la lucha por la vida de la gente me inquieta? Me pongo a mirar La nevada. Es el caso para un día de nieve que empezó ayer, que hoy sigue -salgo apenas ahora a por la prensa y me azota la ventisca sobre un suelo nevado y peligroso- y que descoloca a las formas de vida de nuestro tiempo y de nuestros paisanos.
Por lo demás, ¿qué decir? A aguantar el tirón. No caer en las redes de los imbéciles que ya estarán difundiendo insensateces sobre los males que acabarán con la civilización. Esos que juntan el maltrato al gobierno elegido, que no creen en los avances democráticos, que alzan sospechas apocalípticas ante el covid, o que ahora ya estarán quejándose de haber quedado atrapados en las carreteras. No me gusta demasiado invocar lemas de tiempos más difíciles, pero hoy pedir que se resista no es baladí. Resistir y organizarse. Resistir a las inclemencias, a la pandemia, a la sinrazón, a las costumbres insolidarias. ¿En cuantas comunidades de vecinos se les estará ocurriendo echar sal en su tramo de calle por iniciativa propia? ¿Que todo consiste en delegar en los medios municipales o regionales? Reflexiónese sobre ello. Pero sobre todo, contemplemos el fantástico cuadro del genial Goya -¿nos merecimos en este país un pintor de esta altura?- y asociemos ideas. Goya pintó como nadie la intra España. Lo que se mueve dentro, el magma, lo que no se cuenta ni se hace reflexionar en la eufemística educación reglada. ¿Cuántos se han dado cuenta de que parte de la obra goyesca, si no toda, es narración profunda -no relato de hechos y dichos- de la manera de ser y comportarse los paisanos? Así sufría él. Goya, qué bien resistes al paso del tiempo y de los que quisieran encasillarte.
miércoles, 6 de enero de 2021
La que mira
Mi amo Albio sigue conmocionado. Aturdido por la pérdida dice con mucho énfasis que ya no cree en los dioses. Que haber levantado tantos templos, para que ellos nos devolvieran a cambio el infortunio y el sufrimiento, no había servido para nada. Manifestaba así su enojo aunque su sabiduría hacía tiempo que le había convertido en un escéptico convencido. Cuando le hago ver que con que nos hayamos salvado ya hay suficiente consuelo me da la razón. No me preocupa tanto que las propiedades hayan sido devastadas por la ira del volcán como haberme quedado sin amigos, me replica, y que hayan sido secuestradas para siempre las bellezas que adornaban la ciudad.
Por mi parte no hago más que pensar en la joven Claudia, hija adoptiva de Juvencio, el asentador de abastos más próspero. ¿Habrá sobrevivido? A pesar de estar preservada celosamente por un padre absorbente y estricto nadie pudo impedir nunca que nuestras miradas establecieran una correspondencia que para sí quisieran las lenguas que se hablan en el Imperio. Cuando yo acompañaba a mi señor Albio a los festines que se celebraban en casa de Juvencio ella se las ingeniaba para que yo recabara su atención. Joven de mi edad, parecía destinada a que los suyos previeran su futuro con algún rico comerciante que garantizase seguridad no solo para ella sino entre familias. El negocio es la fuente del amor, decía entre carcajadas el asentador a los babosos opulentos que acudían a su casa para tratar de acceder a Claudia. Los que más la demandaban hacían confidencias a Juvencio de esta clase: no tienes que poner dote alguna, ya es bastante dote la belleza y armonía de tu hija.
Mi amo no ignoraba los contactos visuales que establecíamos ella y yo, pero me aconsejaba disimulo. Un criado no tiene posibilidades en público, y no debe pensar en un futuro. Pero ya llegará el momento en que podáis encontraros clandestinamente, me decía. De momento, que otros vean que permaneces servicial conmigo, y no te dejes afectar por los moscardones que quieren hacerse merecedores a la oferta de Juvencio.
Claudia debía saber de mi trabajo como escribiente de Albio y tal vez esperaba de mí que las habilidades que me caracterizaban se las hiciera llegar a ella también en forma literaria y reservada. Sabedora de las dificultades, que nos pondrían a los dos en un aprieto, y también a mi amo, no se resignó. Aquella adorable y discreta muchacha, ¿cómo se las arregló para poner en práctica una lengua de signos tan precisa como efectiva que alentara nuestra complicidad? Tanteos distantes al principio y más tarde sugerencias encubiertas e incluso íntimas, sin emitir una sola palabra. Era tal el arte y la prudencia de Claudia que nadie podría haber dicho que sus gestos me estuvieran destinados. Quienes coreaban sus encantos y trataban de aproximarse a ella podían pensar que sus movimientos les estaban dirigidos a ellos. Buena treta por parte de Claudia. Sin embargo yo percibía que cuando se echaba para atrás la palla o se aligeraba la estola o se soltaba los cabellos sin dejar de mirarme estaba describiendo apetencias que yo no sabría corresponder al instante. Ni ella quería una actitud por mi parte que traicionase su osadía. Le bastaba con que me entregase a observarla. Con que yo abriera mi rincón de afectos y de deseos para que los suyos pudiesen confluir conmigo. Cautelosa y hábil traía entonces a mi embobada atención proposiciones encubiertas para que yo las madurase. El modo de inclinarse a medio lado en el triclinio, zarandeando uno de sus pies, por ejemplo. O cuando se incorporaba con coquetería alzando su torso para que los pechos se insinuaran oferentes. El ágil ejercicio en ajustar los pliegues de su túnica interior, trenzándolos con los dedos parsimoniosamente. Y sobre todo ese instante en que alzaba la copa vidriada hacia el cielo, que los circundantes interpretaban como una dedicatoria de agradecimiento a las divinidades del hogar, y que yo recibía como un homenaje báquico que solo los iniciados en los placeres, o quienes desean ardientemente iniciarse, saben reclamar. Pero cualquier movimiento de Claudia se hubiera apagado si no sostuviera a su vez una mirada prolongada, plena de agudeza. Sus ojos, que rehuían cualquier otro tipo de miradas, sobrevolaban la estancia transmitiéndome destellos húmedos, susurros atrevidos, confidencias candorosas.
Ah, Claudia, al recordar ahora reconozco que me atrapabas y yo disfrutaba en mis ensueños con tu lengua fecunda de señales inequívocas. Me invitabas a un enlace cuanto más imposible más profundo. Y ambos, deseando que llegara la hora en que pudiéramos encontrarnos para avanzar un lenguaje más tangible, permanecíamos arrobados. Lo efímero de la travesía puede tener la altura flexible de una pértiga y la largura precisa de una jabalina. ¿Qué habrá sido de ti? ¿Te habrás salvado o habrás enterrado tu mirada en el ígneo furor no deseado de la lava?
(Pintura de la Villa de los Misterios, en Pompeya)
lunes, 4 de enero de 2021
Celebrando al poeta Adonis en sus 91
La higuera
Quien esté interesado en leer más poemas de aquella etapa puede pasar por:
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