"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





jueves, 29 de octubre de 2020

Cuentos indómitos. El pulso de las palabras

 



"Ay del que junto al río / no quiere llamarse sed".

Rosario Castellanos,  El rescate del mundo.



Jacinta, soy un juez del montón, aunque en una población pequeña sea considerado una autoridad. ¿Sabe por qué?, y Ordóñez dudó si tutearla. Por no haber tirado por la borda la profesión a raíz de haber viajado a Europa. Debí haber aprovechado el viaje para interesarme más por la cultura y no tanto, o no solo, por el amor. Y mucho menos por el Derecho. Fíjese que aquella mujer que me enloqueció por sus atractivos, que no se limitaban a lo erótico, también influyó en mi a través de sus conocimientos. Jacinta recibió aquella confidencia como un reto. ¿Y qué le podría yo ofrecer a este hombre que tiene tanta sed o, mejor dicho, tantas clases de sed?, pensó. Mis conocimientos son reducidos y muy locales, mi práctica amorosa limitada e incluso agotada en la rutina, mis palabras escasas y no muy expresivas. ¿Acaso mi calor? ¿Un calor coloquial que nos abra a los dos con el desahogo de mutuas confesiones? Siga, Ordóñez, usted es un hombre de mundo aunque lleve recalado aquí muchos años. Usted llegó a vivir de verdad siquiera por un tiempo que seguramente sigue permaneciendo latente. Puede contarme con libertad, y quién sabe, y Jacinta sintió el latigazo del rubor, si a través de sus experiencias se despierta en mí algo que me saque de la rutina y el apagamiento. El juez esbozó una sonrisa. Como si entrara en su cerebro un oxígeno que no respiraba desde hacía tiempo. Tengo casi olvidado aquel viaje, dijo reprimiendo su verdadera intención de abrirse. La mujer le contempló con cierta decepción. Dicen que lo que se vive con intensidad, por muy lejano que quede, perdura y se convierte en refugio para siempre. ¿Quiere decir usted, Jacinta, que también lo ha comprobado? Jacinta se sintió pillada pero disimuló. No había prisa por los desahogos. Fue decidida. Desde que no da señales mi marido pienso menos en él y más en la mujer que vivió antes dentro de mí. ¿Le parece, Ordóñez, que cometo una traición? ¿Que soy una despegada? ¿Que al volver al pasado cometo un acto de infidelidad? El juez estuvo a punto de responder que él no había estado casado ni había mantenido una relación lo suficientemente larga con una mujer para saber opinar sobre esa clase de dudas. Desgraciadamente no soy testigo fiable para juzgar en privado este tipo de sentimientos, le dijo librándose de estar tentado a ejercer con su criterio ningún tipo de presión. Luego añadió: en ese sentido, es usted quien debe aportarme a mí. Tal vez así la entienda y comprenda en cierto modo las razones de que Pallarés se haya alejado un tiempo. Porque seguramente es lo que ha hecho. No desaparecer, salvo de un contacto inmediato, sino alejarse. Acaso necesitaba él también repensarse la vida, si me permite que lo diga así. Jacinta le miró tratando de valorar sus palabras. Llega un momento en que repensar la vida, como usted dice, puede ser útil para uno mismo, pero no sé si restaura vínculos. Salvo los de la costumbre y la monotonía. Pero ¿no es triste que toda tabla de salvación consista en dejarse llevar sin más, contando el paso fatigoso de los días? Ordóñez pensó que la mujer avanzaba, no sabía muy bien hacia dónde, tal vez hacia una búsqueda con la que en solitario no sabía dar. ¿O era mucho más sencillo? El juez observó la tranquilidad de Jacinta, admiró su manera de hablar prudente. Se sintió relajado. Se lo dijo con sencillez. Me siento a gusto, ¿sabe? Aquí y en este momento, como si ambos habitáramos un territorio neutral. ¿No es en esa clase de espacios donde los humanos son capaces de entenderse mejor? Ordóñez vertió a medias en el vaso de Jacinta. Este vino está elaborado con un merlot excelente. Me lo trajeron de Asunción no hace mucho. No, no piense que se trata de ningún soborno; simplemente el agradecimiento de un viejo amigo de la facultad con quien me reencontré. La vieja camaradería, como el gozoso amor perdido que no olvidamos del todo, procuran a veces sus satisfacciones. Jacinta alzó leve y significativamente el vaso, como si aquel instante fuese también para ella una de esas satisfacciones inesperadas que dan aliento o, quién sabe, si alguna clase de esperanzas.



Fotografía de Éric Marváz

lunes, 26 de octubre de 2020

De Halaf a Baltasar Lobo y Henry Moore: la naturaleza, la mujer, la madre, la diosa

 


Cultura Halaf. Norte de Mesopotamia y Siria. 6.000-5100 a.e.c. 



Baltasar Lobo. Cerecinos de Campos, Zamora 1910-París 1993





Henry Moore. Castleford 1898-Perry Green 1993


Contemplando unas imágenes escultóricas que se me antojan que guardan cierta analogía, me extasío. Una escultura milenaria y dos del siglo XX. ¿Hay alguna de ellas más antigua que otra en intención? Se dirá que lo más antiguo es lo primero, o viceversa. Pero cuando las similitudes de formas nos hablan como si no hubiera pasado el tiempo, ¿qué decir?

De diosa de la fertilidad y de la maternidad, se calificará a la mujer del Próximo Oriente. ¿Cómo definir las esculturas de Lobo y de Moore? ¿Solo como naturaleza fecunda? ¿Solo como madres? ¿Solo como mujeres? ¿Habrán perdido ya su calidad de diosas? Tal vez sea cierto que lo que la humanidad ha venido llamando divino no es otra cosa más que una proyección de los límites humanos. Una necesidad de imaginar seres y mundos con una superioridad que antiguamente les estaba vedada o limitada a los hombres para hacer frente a los grandes desafíos de la naturaleza y de la vida. Los humanos han querido siempre interpretar el mundo y la vida no solo con el conocimiento limitado del que han dispuesto sino con su capacidad imaginativa tras la que se resguardaba el anhelo de ser más de lo que eran. Con el conocimiento práctico han transformado sus modos de vida día a día arduamente, pero también exitosamente. Con su imaginación han pretendido conjurar los miedos, el poder acechante y violento del entorno, incluido el desarrollado por otros humanos, las privaciones, las inseguridades, los desafíos, las dificultades. Y parte de esa especie de conjura construida a base de mitos, donde una parte de las realidades padecidas se mezclaban con las desvirtuadas al ser narradas y con las soñadas, se pobló también de admiración y reconocimiento. ¿No son las diosas más primitivas una exaltación, tal vez humilde pero próxima, donde se identificaba lo que daba la tierra y lo que daba la mujer? 

Leo en el espléndido e imprescindible libro "El mito de la diosa. Evolución de una imagen", de Anne Baring y Jules Cashford lo siguiente: 

"Nos sorprendió descubrir hasta qué punto nuestra religión o mitología (según el punto de vista) judía y cristiana había heredado las imágenes paradigmáticas de la mitología babilónica, en particular la oposición entre el espíritu creativo y la naturaleza caótica, además del hábito de construir nuestro pensamiento a partir de términos opuestos, en general. Sin ir más lejos, encontramos estos esquemas  en la creencia generalizada  de que el mundo espiritual y el físico pertenecen a especies diferentes; dicha creencia, asumida de forma irreflexiva, separa la mente de la materia, el alma del cuerpo, el pensamiento del sentimiento, el intelecto de la intuición y la razón del instinto. Si, además, el polo 'espiritual' de estas categorías duales se valora más que el polo 'físico', ambos términos caen en una oposición tal que es casi imposible volverlos a reunir sin antes disolverlos"

La escultura de la impresionante y expresiva cultura Halaf es muy anterior en milenios a la cultura babilónica más evolucionada a la que hacen referencia las autoras del libro. ¿Tenían entonces generada esa dualidad enfrentada? ¿Se nutrían intelectualmente de la disociación realmente inexistente? ¿Se confundían en un despliegue contradictorio de lo que llevaban dentro de sí? ¿Por qué se generó en un momento dado esa división interpretativa? ¿Producto y artimaña exigido por los mitos? ¿Sobredimensión de estos por mor de una determinadas castas que empezaban a cundir en base a las magias y creencias religiosas que dividían a los humanos y alimentaban la división humana? 

Me llama la atención que habiendo una separación de miles de años desde Halaf a la mentalidad moderna de un Moore o un Lobo, todos los artistas compartan una coincidencia formal. ¿Será esa elaboración de las formas lo que dota de unidad al individuo, en este caso encarnado en la mujer? Veo en las obras de los autores del siglo XX una síntesis de los procesos mentales más antiguos plasmados en arte. Solo vinculando sentidos, traspasando el tiempo, lo unifico también dentro de mí. Yo soy hijo de la antigüedad más primitiva. Soy descendiente de todas las antigüedades que encarnadas en diferentes culturas, calificadas por los historiadores del arte y por los antropólogos, han seguido reproduciendo simbólicamente los poderes de la encarnación humana. ¿Soy solo eso? Digamos que sobre todo me siento. Por eso comprendo y me embargan las mujeres de Lobo, de Moore y de muchos otros artífices seculares cuya obra representa lo más esencial en la vida: el ámbito -tierra o mujer- donde se genera la existencia en la Tierra.




* Entrada dedicada a mi prima Carmen, dedicada a enseñar durante décadas a sus alumnos Historia del Arte, a la que he tenido siempre como polemista curiosa sobre este tipo de temas.


sábado, 24 de octubre de 2020

Los curiosos de las curiosas

 


¿Has visto cómo Rika y su amiga se esconden para ver a los hombres?, dice Koichi a su compañero Ryo cuando pasan por la senda que lleva a la aldea. Son unas curiosas de tomo y lomo, pero no lo hacen mal. Donde se colocan no las ve nadie, aunque resulta que esta vez las hemos cazado. Vamos a darlas un susto. No, déjalas, sujeta Ryo al otro. Que vayan aprendiendo. ¿No dicen que la base de todo conocimiento es mirar? Si miran llegarán a ver. Si ven, distinguirán y entonces estarán capacitadas para elegir. ¿No nos ha sucedido a nosotros lo mismo? Koichi, al que le hace gracia el argumento de su amigo, se retrae. Tienes razón. Ha sido la mirada la que nos ha despertado a todos. Y nunca es tarde para diferenciar los paisajes y medir las distancias. Total, ellas no se van a ir a ninguna parte y puede que algún día nos busquen a nosotros. Koichi y Ryo, recaderos del almacén del viejo señor Masaoka aceleran el paso. No saben si porque les están esperando con urgencia en la tienda o porque no quieren sucumbir a la tentación.


Sobre las curiosas escribe Chitón en este enlace:

https://ehchiton.blogspot.com/2020/10/las-mironas.html


Grabado de Katsushika Hokusai


miércoles, 21 de octubre de 2020

Recordando a Samuel Paty, enseñante de Historia, víctima del fanatismo

 



La libertad de expresión siempre tuvo sus riesgos. Pensábamos que en la enseñanza un profesor que informara de la Historia a sus alumnos o expusiera criterios sobre las manifestaciones contrarias a la razón estaba a salvo. Pero los fanáticos -y las religiones han sido secularmente el medio ambiente donde el patógeno llamado intolerancia se cría- están ahí y no cesan en su violencia. Los del dogma islámico se han crecido dentro de la sociedad francesa. La penetración en la escuela es uno de los caminos para avanzar en la implantación de sus creencias. Buceando en las arenas movedizas de las redes sociales promueven el enfrentamiento con la sociedad laica y constitucional. Aprovechando precisamente los amplios márgenes que una democracia concede. Samuel Paty fue degollado por un joven a cuyo doctrinarismo parece ser que no es ajena parte de su familia y de la autoridad musulmana más cercana.

Siempre corrieron riesgos:

Los que indagaban en el universo y en la vida y difundían el conocimiento.

Los que promovían el análisis de los hechos históricos.

Los que generaban información y metodología crítica.

Los que alentaban el uso de la Razón y una comprensión abierta de los fenómenos del mundo.

Los que adoptaban y defendían actitudes éticas del libre pensamiento frente a los dogmas, el silencio o la pasividad. 

Los que procuraban el bien colectivo y pugnaban por alcanzar, utópicos ellos, tal vez, una sociedad equilibrada y que facilitara satisfacción a las necesidades de todos los hombres.

Etcétera.

No pensemos que el fanatismo es solo propiedad de las corrientes islamistas más viscerales. En España lo hemos vivido de manera virulenta de mano del dogma nacionalista vasco y lo vemos agitándose en otras aguas nacionalistas, no solo periféricas como la catalana, sino en el nacionalismo extremista español. A veces son pequeños detalles, aunque simbólicos y expresivos. El Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, destruyendo hace unos días lápidas de personajes públicos demócratas de la historia del siglo XX. Cuando un organismo público decide tomar una decisión de esa clase es más preocupante.  Mañana, ¿qué se les  puede ocurrir? Esto viene a propósito de un artículo que he leído del reconocido historiador Ángel Viñas en su blog. Me ha proporcionado información y reflexión. Y una conclusión: ¿Quiénes son los que tratan de volver al pasado?

https://www.angelvinas.es/?p=2308



sábado, 17 de octubre de 2020

La caída de los cuerpos

 


Sueño que mi cuerpo caía sobre sí mismo, y que en la caída reproducía otro cuerpo idéntico. Yo lo contemplaba. Él contemplaba el mío. Su identidad de volúmenes, sus rasgos curvilíneos exactos, el juego de sombras análogo que trazaban al revolverse en el espacio los confundía. Ninguno de ambos cuerpos sabía quién era el anterior. Se abigarraban en la noción de correspondencia, sin que se sintieran afectados por ese sentido de propiedad innato que poseen todos los cuerpos terrestres. Al atraerse y rechazarse, pues en aquel espacio no había gravedad sino flujo móvil en todas las direcciones, los cuerpos se rozaban tratando de evitarse, pero un golpe de azar los empujó a una colisión apenas perceptible. De ella se generó un tercer cuerpo, al principio impreciso, más tarde equivalente a los que estaban formados. El movimiento imparable, aliado con las dimensiones de los cuerpos, borraba  cualquier origen y no daba lugar a que entre ellos se estableciera ninguna clase de diferencias. Somos cuerpos singulares, no moléculas, dijeron los tres al unísono con la alegría cantarina que proporciona la juventud y la belleza de los cuerpos. Pero escucharon una voz cavernosa, de ubicación indescifrable. Sois producto de la suma que nosotras contabilizamos. Vuestro baile en el vacío es el que hemos propiciado. Del mismo modo que hoy sois cuerpos podéis dejar de serlo si nos place. Si nosotras nos descomponemos volveréis a ser no ya invisibles sino inexistentes de nuevo. Pero la jactancia tan propia de la jovialidad de los cuerpos recién encarnados suele despreciar las palabras que no quieren ser oídas. Y se rebelan contra el ordenamiento de los espacios. Y desafían la imprecisión de los tiempos. Nuestro destino perseverante va a ser deambular por el ámbito de una eterna juventud, clamaron con musicalidad aquellos cuerpos flotantes e inefables. He soñado que soy tres cuerpos que se garantizaban el relevo entre sí. Tres cuerpos sin edad, sin desgaste, sin carencias, sin necesidades. Insólitos y confiados. Al despertar, encogido y tenso por los movimientos convulsos de la noche, traté de palpar mi cuerpo ordinario. Pero no lo encontré.


Fotografía de Pierre Boucher

miércoles, 14 de octubre de 2020

Sucia ciudad vieja. Un cuento y dos interpretaciones: Ewan MacColl & Peggy Seeger y The Pogues




Oh, Bill, dime que sigues echando de menos tu viejo barrio. Ellie se lo decía mientras acariciaba un vaso de Bourbon. Bill tecleó su barba, miró a la mujer del pasado con ojos tristes. Echo de menos lo bien que vivimos en aquella parte de la ciudad, dentro de lo poco que tuvimos. Y aunque nos pareciera sucia no estaba abandonada, había vecinos por todas partes y cuando alguno necesitaba ayuda todos nos partíamos el pecho por socorrerle. Me emociona recordar la energía que se apoderaba de nosotros y que despilfarrábamos como solo los jóvenes pueden hacerlo. Después, ya sabes, tener el oficio de estibador cuando aún no habían llegado los tiempos de que la maquinaria supliera nuestro esfuerzo agota mucho. ¿Me dejaste porque no sabía satisfacerte? Ellie lo miró piadosa, como sabe hacerlo una mujer sabia. ¿Todavía piensas...? Oh, no Bill, siempre me satisfacías, o mejor dicho, siempre tenía satisfacción contigo, que eso de esperar todo del otro siempre me pareció un absurdo. Bill rio. Aún podría..., dijo. ¿Qué, intentarlo?, saltó ella. Con el recuerdo de aquel tiempo tengo bastante para procurarme mis fantasías solitarias. ¿Sabes?, terció Bill. Creo que nunca he superado del todo que me abandonases, y sería ridículo si pensara que aquello se debió a una cuestión de cama. No, evidentemente no fue cosa de cama, y Ellie hizo una mueca, fue como siempre es y les pasa a todos, aunque algunos no lo admitan. Bill se levantó y echó una moneda en una gramola superviviente de otra época. Pesa mucho la setentena avanzada que vamos copando, ¿verdad?, dijo. Solo la música alivia la tortura de pensar en lo que hemos perdido. Era un barrio sucio pero entrañable, nos llevábamos bien con todos, y Ellie expulsó una bocanada del cigarrillo. Pero ¿qué podíamos esperar? La ciudad se degrada y es una tentación para los que quieren negociar con ella. Como nuestros cuerpos. Tú engordaste de tanta cerveza y hastío, y te ajaste más de mente que de cuerpo. Entiendo que era jodido ser descargador en muelles y a la vez un sindicalista que se daba de cabezazos con todo. Te dolieron mucho los fracasos, será por eso que engordaste, una reacción que los utópicos como tú recogen. Bill asintió con tristeza. Tú tuviste mejor suerte de cajera en el market, al menos tu cuerpo ha seguido siendo fino, piropeó a la mujer. ¿Sabes, Bill? No sé por qué hoy nos estamos viendo aquí, y que conste que me gusta. Ya sé que hablando recuperamos algo de la compasión que habíamos perdido cuando llegaron los malos tiempos. Bill sacó de muy dentro de sí una voz turbia. Solo te he citado para que escuchemos aquella otra música. Si nos encontramos en ella habrá merecido la pena. Ellie alzó el vaso y él juntó los labios y se los ofreció a distancia.




 

La letra de la canción Sucia ciudad vieja:


Conocí a mi amor en la pared de la fábrica de gas

Soñé un sueño junto al viejo canal
Besé a mi chica junto a la pared de la fábrica
Sucia ciudad vieja
Sucia ciudad vieja

Las nubes se deslizan por la luna.
Los gatos merodean a su ritmo
La primavera es una chica de las calles por la noche.
Sucia ciudad vieja
Sucia ciudad vieja

Escuché una sirena de los muelles
Vi un tren incendiar la noche.
Olí la primavera en el viento humeante.
Sucia ciudad vieja
Sucia ciudad vieja

Voy a hacerme con un buen hacha afilada
Acero brillante templado al fuego
Te derribaré como a un viejo árbol muerto.
Sucia ciudad vieja
Sucia ciudad vieja

Conocí a mi amor en la pared de la fábrica de gas
Soñé un sueño junto al viejo canal
Besé a mi chica  junto a la pared de la fábrica
Sucia ciudad vieja
Sucia ciudad vieja

Sucia ciudad vieja
Sucia ciudad vieja











lunes, 12 de octubre de 2020

El samurái de Hokusai y el artista

 



Al cruzarse el samurái y su pequeño pero aguerrido séquito con el joven pintor de los caminos se detuvieron. ¿Sabes quién soy?, preguntó aquel. El aspecto fiero del jefe no pareció inquietar al joven. Un señor de la guerra pero también de la paz. Un señor de lealtad al shogun pero también un amante del arte, contestó con tono sumiso Fumiyo. Déjate de lisonjas, se impuso el guerrero. ¿Cómo sabes que amo la belleza de la pintura? El artista no vaciló. Señor, si no te interesara la belleza no te habrías parado a ver mi trabajo. Hubieras pasado de largo a todo galope para impresionar a los aldeanos. El samurái rio. ¿Y si no hubiéramos parado y te hubiésemos cegado con la polvareda? Te reconocería igualmente como poderoso y me habría doblado a tu paso, pero me habrías proporcionado la satisfacción de poder dibujaros en la galopada y con polvareda. Eres listo, joven artista, dijo el guerrero. Tengo prisa y debo llegar a Edo lo antes posible. Pero ganas me dan de llevarte con nosotros. En la corte tendrás oportunidad de que tu arte prospere y seas conocido. El joven se sintió tentado. Señor, cuenta con mi agradecimiento, pero entre la ruta y la corte hay un tiempo y un espacio donde mi pintura puede crecer. ¿No crees que los más humildes también se merecen que se sepa de su vida? El samurái alzó la mano para indicar a su cortejo la reanudación de la marcha. Eres agudo y sabes lo que quieres, contestó al muchacho. Prosigue lo que te indique el instinto, aguza la mirada y haz lo que debas. Tal vez nos volvamos a encontrar.  


En Chitón hay una historia relacionada.

https://ehchiton.blogspot.com/2020/10/pintar-los-oficios.html



Dibujo de Katsushika Hokusai


viernes, 9 de octubre de 2020

Orson Welles, el gigante

 



Aquella mañana bajé a desayunar al habitual café del Boulevard Saint-Michel, pues yo vivía entonces en una pensión de la Rue Saint-Severin, que queda al lado, y como cada jornada compré el diario en el quiosco de Jean-Pierre, hombre afable y diligente. Jean-Pierre Duclós había sido un antiguo boxeador de savate, ese boxeo francés en el que se usan puños y pies, ejercicio de cuyas competiciones había salido algo tocado del ala, no tanto por el esfuerzo en sí como porque se sentía un fracasado. Creo que me equivoqué de arte, me dijo una vez, pero se me pasó el tiempo de intentar otro. Jean-Pierre había engordado y prefería la tranquilidad de su oficio y las tertulias vespertinas. ¿Se ha enterado?, me dijo cuando le compré el Libé. Se ha muerto un monstruo del cine. Me quedé de piedra al contemplar la portada. El periódico lo calificaba de gigante, que es diferente a monstruo, pero que en nuestro acervo actual suele ser análogo para determinadas actitudes a reconocer y ensalzar. He visto todas sus películas, siguió comentando Jean-Pierre. Yo también, le repliqué, aunque en ambos casos era una manera de generalizar. ¿Te quedas con alguna de sus películas en especial?, le pregunté. Con la titulada Toque del diablo, pero que conste que todas me han gustado. Ya sé que la célebre por excelencia, la más citada, Ciudadano Kane, es una catedral del arte de la pantalla. De arte, de historia, de conductas humanas, de ideología, incluso, precisé yo. Y Pierre: sí, todo eso, pero las tramas oscuras con personajes oscuros me apasionan, y encima ese comienzo vertiginoso que hay en Toque del diablo, con la música perturbadora de Henry Mancini in crescendo coloca al espectador desde el minuto uno. Pobre del que entre tarde a la sesión, perderse el comienzo es quedarse sin una buena sustancia de la película. Añada el personaje grueso y enérgico que recrea Welles en un film  en blanco y negro y el arte está servido.  Me asombraba lo puesto que estaba Jean-Pierre en materia cinematográfica, así que aquella mañana nos sentíamos ambos con el sentimiento gravemente herido. De esto de morirse la gente importante del mundo lo vamos a ver cada vez más, dijo consolándose. Naturalmente también de los no tan importantes. La portada del Libé me parece de lo más acertada, un homenaje, dijo al despedirme. Cuando horas más tarde me encontré con el arqueólogo bagdadí al que había conocido unos días antes, y que daba un curso en Nanterre, le comenté el fallecimiento de Welles. Brindamos por el cineasta con un rico e intenso Calvados. Luego me confesó con su chapurreo de francés: He visto pocas películas de ese director, pero aprovecharé París para ponerme más al día en alguna cinemateca. Un tema lleva a otro dentro del laberinto de nuestros pensamientos. Y ahora recuerdo al entrañable y abierto amigo mesopotámico, de nariz deformada por el viento del desierto, con el que hablé de lo divino y lo humano con una libertad, una curiosidad y un ansia de saber que no he superado. Entonces yo era joven. Pero ese es otro capítulo.

A veces ciertas fechas desatan episodios del pasado. He sacado del cajón de los recuerdos de casa la portada del Libération del día siguiente a la muerte del gigante. Justo cuando mañana se cumplen treinta y cinco años. Ah, a la película favorita de Jean-Pierre Duclós se la conoce en España como Sed de mal


 

miércoles, 7 de octubre de 2020

El dibujante y el pastor

 


Iba yo camino de la capital de la corte cuando hice un alto en un paraje insólito. La presencia omnipresente de la montaña única. Los ríos generosos. Las tierras fecundas. La presencia bienhechora de las modestas aldeas. La algarabía de los niños que me rodeaban cuando vieron que sacaba mis útiles de dibujo. Los campesinos en sus labores sin asueto. Aquellas adolescentes que reían y me hacían guiños. Y el pastor risueño que parecía consolarse de su tarea ejercitando coloquios con la imaginación. ¿Para quién declamaba hermosas palabras? La visión de las grullas en aquel territorio pantanoso me pareció digno no solo de contemplación sino también de poner a prueba mi habilidad de aprendiz. Un buen dibujante es aquel que primero hace trazos con la mirada, me había dicho el viejo Nobukata que orientó mis primeros esbozos. El pastor se interesó por lo que yo me disponía a hacer. Envidio su oficio, me dijo. El mío se repite todos los días, aunque procuro entretenerme con la ayuda de las palabras que se me ocurren. Entonces me contó cómo escribía mensajes y poesías para quien se lo solicitase, sin cobrar por ello. Es el acicate que uno tiene, afirmó. Yo le comenté que además, o sobre todo, era un don, y que hacía bien en abrir su corazón y su mente para interpretar lo que otras personas deseaban. Se sintió halagado y fue cuando me obsequió con un poema para que se lo hiciera llegar a mi amada. Como yo le aclarase que la mujer de mi vida anterior había quedado en un lugar a donde no regresaría jamás él fue contundente. Guárdalo de todos modos. Nunca se sabe si volverás a buscarla o acaso te sea útil para la mujer que el nuevo camino te depare. Un poema sentido tiene vida propia y sabe, como cualquier hombre, adaptarse a las circunstancias. Me pareció razonable su argumento. Luego callé y empecé a dibujar la realeza de aquellas grullas y el despliegue de su vuelo sutil.


En Chitón se cuenta la historia del pastor y hacedor de poemas Mori que escribía para quien se lo pidiera:

https://ehchiton.blogspot.com/2020/10/el-hacedor-de-poemas.html



(Pintura de Katsushika Hokusai)


sábado, 3 de octubre de 2020

Algunas cosas que leo hoy y que me levantan el ánimo

 


"...Echarse a un lado, resistir, seguir escribiendo (o componiendo, o dibujando, o fotografiando, o bailando), con la mirada puesta no en el centro marcado por la actualidad inmediata, no en aquello de lo que todo el mundo habla, sino en ese otro lugar infinitamente más atrayente y sugestivo: ese es el reto. ¿Hace falta para ello concentración? Hace falta seguir creyendo en lo que se creía". Escritora Sara Mesa, coincidiendo con lo que yo mismo pienso que hay que hacer para no ser devorado por la presión mediática acerca del coronavirus. O por las angustias más o menos gratuitas, o por el complejo de desamparo, o por el hastío que causan ciertos malos gestores públicos, o por la confusión de muchos individuos que no saben hacer frente a la situación. ¿Dónde se encuentra ese lugar más atrayente y sugestivo? Mira hacia adentro, me digo a mí mismo, en el fondo si antes soñabas, si antes imaginabas, si antes hacías nada ha cambiado. Permaneces incólume. El artículo de fondo de Sara Mesa viene en El País de hoy.




“La escuela es el corazón del espacio de la laicidad, el lugar donde forjamos las conciencias para que los niños se conviertan en ciudadanos libres y racionales para determinar su vida...La República resistirá en la escuela.” Emmanuel Macron en una localidad cercana a París. Viene a cuenta de lo que él llama enfrentarse al separatismo islamista, esa labor de zapa de la ideología islamista para no cumplir con las leyes de un Estado constitucionalmente laico. Siempre he pensado que si la derecha española tuviera una pizca de claridad y creencia democráticas de la que tiene la francesa, no obstante los claroscuros en esta, otro gallo cantaría en Iberia. Me admiro de cómo suena contundente y acendrada la frase: La República resistirá en la escuela...¿Podríamos decir aquí algo parecido que reivindicara con su carta de naturaleza la defensa de un Estado civil y laico?





"Si no existieran
ni el 'ay' ni el suspiro
¿con qué  cuerdas
se sujetarían 
las locuras del querer?"

Me viene esta imagen. Un columpio, la energía reservada que se pone en movimiento, el cuerpo oscilante adelante y atrás, el impulso que se desencadena veloz, la pérdida precipitada de la consciencia, el ritmo vertiginoso que enajena y libra de lo que eres para ser lo que no preveías. Locuras sujetas por las emociones, donde un suspiro o un ay apenas eran puntas de iceberg, sujetando lo efímero. Sin el ay ni el suspiro solo quedaría decir con Luis Cernuda en Ocnos: Una vez más guardabas tu emoción para ti; ¿para quién otro, que no seas tú, puede tener valor una emoción tuya? 

Este poema de autor desconocido está recogido en el Kokinshu, una colección de poemas japoneses del siglo X, y me ha parecido divertido y más hondo de lo que aparenta. El lector se queda pensativo, rascándose las barbas. ¿Dónde quedan aquellas cuerdas que sujetaban el columpio de tamañas locuras?




Colofón de sábado. Todo lo que lee es relativo, cuanto escribe a la carrera resulta de paso, la reflexión apenas es un fogonazo, pero de la mezcla de todo ese ejercicio queda algo que alivia las horas, que da un sentido íntimo que solo él puede percibir, que si bien no es un cheque en blanco para tener esperanzas sí que es un avituallamiento para la supervivencia cotidiana, porque sabe, cuanto mayor es, que vivir es habitar el día a día cada vez más dentro de sí mismo, no dejando que su morada sea pasto de invasores sutiles, desarrollando el olfato para los aromas apetecibles, expulsando las ridículas tentaciones que quisieran hurtarle lo más sacro que es la disponibilidad de su tiempo, y en este espacio no medible encuentra el valor de las pequeñas satisfacciones, las que solo las sensaciones y las emociones, provenientes ordinariamente de la imaginación y de la fantasía, le garantizan tener la relativa certeza de que ha vivido.


 
  

viernes, 2 de octubre de 2020

Noticia de penúltima hora sobre el contagio por covid de un ilustre

 



Oigan, que la noticia no la doy yo, más bien me desayuno con ella y, aunque no me da ni frío ni calor, me produce uno más de mis pensamientos fugaces, como casi todos los míos, y así que lo único que se me ocurre es aquello de por la boca muere el pez, ejemplo de refrán, que habrá otros muchos, para calificar el contagio del ínclito de la Casa Blanca y su dama, y encima leo que ha sido por una asesora que lo tenía dentro del avión Air Force One, ya saben, la nave presidencial que aparece en las películas de catástrofes mundiales sobrevolando el cielo, no sé si solo el de ellos o el del mundo, bueno, qué bobada, como si el mundo no fuese de ellos, como arca de Noé sobreviviendo a un cataclismo, ya nuclear, ya sísmico, ya de convulsión de un aerolito, que da lo mismo para el caso, pero eso siempre me hizo gracia, el ufano presidente y su equipo a salvo en un avión que parece libre de toda desgracia, aunque esa clase de películas nunca nos aclaran cómo quedaría el género humano si solo sobreviviesen los viajeros de la nave y tuvieran que reproducirse para la salvación de la especie, y de pronto mira que la realidad es siempre obcecada y da una pista de que ni siquiera el Air Force One está libre de enemigos, y cómo el enemigo lo tenían en casa, porque tal personaje patógeno no entiende de buenos y malos, de rojos y azules, de ricos y pobres, de chinos o tejanos, de bocazas y prudentes, y lo irónico del caso, lo paradójico, lo que causa risa desternillante es que ese personaje, no por más alto en el escalafón de gobierno menos mediocre ni torpe, es aquel que retrasó las medidas preventivas para millones de ciudadanos de los EEUU, que negó el efecto del virus, si no la propia existencia, que culpaba a otros, en este caso a los chinos principalmente, que no se ponía mascarilla ni mantenía distancias, y el patógeno, al que ni la CIA ni el FBI ni la DIA ni la NGA saben dar caza, al que aún no le han puesto en la lista de terrorista más buscado, sigue causando estragos, y me pregunto, ya digo que soy de pensamientos efímeros, qué pensarán ahora sus millones de seguidores, los de las religiones, los creyentes en las armas, los granjeros, toda esa base social que dice amén cuando no mú a lo que vocea estentóreamente el inquilino de la White House que puede no seguir siéndolo tras las elecciones de noviembre o...¿no será esto del contagio una estratagema para dar pena a los suyos y que le sigan concediendo la confianza?, o acaso algo peor, pues podemos esperar de todo de aquí a las urnas del Imperio.
  



Nota. Acabo de leer un artículo de Salvador Macip que me parece importante divulgar.



jueves, 1 de octubre de 2020

Reflexión urgente y alarmada sobre quienes desprecian la vida

 



Alarma ver el poco respeto a la vida humana que tienen ciertos políticos mediocres. Los mismos que se oponen a la eutanasia para los enfermos terminales o vegetativos o en extremas condiciones de incapacidad se oponen ahora a que en la capital del reino se apliquen medidas contundentes para frenar el avance, y por lo tanto la muerte para muchos, del coronavirus. Su obsesivo concepto de propiedad de la política les lleva a olvidarse de las necesidades más elementales de supervivencia ciudadana. Su ambición, que ha generado muchos corruptos, les conduce a desmarcarse de una acción conjunta y necesaria con el Estado.  ¿Llegarán a la rebelión insolidaria  -algunos ya llaman a lo de Madrid el procès madrileño- simplemente por no ser ellos quienes controlan la situación debido a su incapacidad y a los intereses de partido?  Se han sumado al carro de los del cuanto peor, mejor, como aquellos otros. Y suceda lo que suceda, siempre querrán apuntarse ellos solos los triunfos y si hay fracasos que tengan la culpa los otros. Su estrecho y despreciativo concepto de la política -no digo ya de sus estrategias y tácticas- les desacredita. Pero, mientras, los riesgos de salud individual y de salubridad pública están ahí, sin resolverse. Agravándose, como dicen especialistas y médicos. Quienes gobiernan en dicha Comunidad están al borde de pasar de mediocres a malvados.  

Nota. Por cierto, esos políticos mediocres ¿lo son porque sus votantes son igual de mediocres cuando no ignorantes? Por cierto más, ojalá yo esté equivocado sobre todo esto y no me dolerán prendas en rectificar.



(Fotografía de una actuación de la compañía francesa Jolie Môme)