"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 29 de octubre de 2025

La manilla y la cerradura, y Paco Ibáñez de paso

 


Me topo por la calle con un cartel anunciando concierto de Paco Ibáñez. Está pegado a una puerta ordinaria con cerradura y manilla. Mi primera sorpresa es que este cantautor del pasado siga dando conciertos. Me entra un doble temor. ¿Qué voz tendrá a estas alturas? No me tienta la idea de escuchar una voz probablemente harto cascada (son 90 años) y no basta la buena intención para dejarme seducir bajo el signo de mi pelo albo. Recuerdo que Brassens, que no pasó de los 60 años, ya tenía una voz más escasa y débil. 

El otro temor es: ¿sentiría hoy lo mismo que en mi juventud al escuchar aquel vigor resistente de interpretación y letras que se apoderaban de nosotros? Como no voy a contestarme a ambas preguntas, propiciadas por la justa aprensión de que las cosas ya no son iguales a como fueron, me vuelco en retorcer el simbolismo del cartel sobre la puerta. ¿Se trata de la puerta que se cerró una vez en falso? ¿Es una cerradura cuya llave solo la tienen quienes no van a permitir acceder sino a quienes ellos quieran? ¿Son los períodos históricos habitaciones clausuradas o comunicantes? ¿Érase una vez que galopamos sin llegar a la utopía soñada mientras el lobito bueno era maltratado por todos los corderos, pues tal parece hoy día que el mundo va del revés? Por un momento me tentó mover la manilla. Pero ¿y si la puerta se abría y me llevaba a una estancia oscura, como premonición de lo que puede estar por llegar?

No pongo en duda que las letras de las canciones del cantautor permanecen vigentes en sus mensajes. El problema es que hoy nadie las canta y seguramente tampoco serían entendidas. Como mucho, de vez en cuando aquellos otrora jóvenes las ponemos para hacer un ejercicio de nostalgia que acaba mal. Yo, escasamente lo hago. Y mira que L'Olympia fue un manifiesto total que nos arrebató. Y mira que en asambleas que acababan a palos y en excursiones que nos liberaban de la podredumbre dictatorial las cantamos en medio de una mística interclasista y soñadora. Y mira que en reuniones domiciliarias clandestinas no pusimos poco sus discos. Pero hoy, hoy, qué miedo me da volver a escuchar a Paco. Con Brassens no me pasa tanto, tal vez porque era otra cosa; y hablando de nostalgia todavía me sacude más el francés. Y es que escuchar a alguien tan significativo de la música del tiempo lejano devuelve a la vida a los muertos, recupera a los amigos y compañeros que tomaron otros rumbos, y cuestiona la memoria. Pero la memoria no conviene menearla mucho, por si se desvirtúa, se prostituye o se traiciona. Como han hecho algunos.


 

lunes, 27 de octubre de 2025

Que tú bordaste en hambre ayer

 


Juan Marsé, al que de vez en cuando hay que volver, tiene una novela titulada Si te dicen que caí. Lo he recordado al plantarse ante mis ojos esta imagen de un centro de caridad gallego en el lejano 1937. Lejano, pero no borrado. Tal vez porque lo que vino después fue un largo manchón entre los manchones que acumulaba la historia patria desde el siglo XIX. La fotografía me sugiere explicitar un argumento de novela, pero no paso de un título. Podría intentar desarrollar un texto más o menos largo. Uno bebió muchas informaciones procedentes de gente vencedora y de gente vencida. Uno ha visto infinidad de fotografías, y hay demasiadas, sobre el entonces y el después. Uno ha leído testimonios de vivos sobre muertos. Uno no vivió el dolor directo, pero sí su continuación a través de relatos de los que padecieron, bien cual tirios o troyanos, si bien unos mucho más que otros. Y de pronto me doy cuenta de que el título que se me ocurre no es solo título. Que puede ser un relato corto y que gana en brevedad a Monterroso y su célebre y archirepetido que no voy a repetir. Mi cuento dice Que tú bordaste en hambre ayer. No, no me corrijan. No me siento obligado a respetar la letra del grupo de intelectuales de las armas y las letras oscuras, ni la música del compositor vasco afín. Que tú bordaste en hambre ayer es título, argumento, mensaje, conclusión. El hambre fue la continuación de la sangre. Por un momento me he sentido tentado a hacer otra proyección. Poner voces a cada niño y a cada muchacha falangista. Ya sé que vista linealmente la imagen hay una sola voz musicalizada. Seguramente el himno está cantado con más bravura por las adultas que por los infantes. Y a las criaturas, más expectantes al plato que a la marcialidad, las imagino balbuceando palabras ininteligibles, vocalizando a medias, mezclando lenguas. Curiosamente el neno máis pequeno es el que se muestra más aguerrido. En el argumento pre imaginado no queda claro si el babero lo lleva para el alimento que se supone va a recibir o porque se le cae la baba al llevar impasible el ademán, aunque él dice alemán. Pobre neniño, en que historia te meteron?, se me ocurre como pie de foto, al estilo de los breves comentarios que Castelao ponía a sus espléndidos y terribles dibujos de Nós.



jueves, 23 de octubre de 2025

La hoja caída y sus avisos






Y de pronto, tras recoger aquella hoja ajada, retorcida, polvorienta, que yacía sobre el capó del coche, sentí una vez más la revelación de lo ya revelado, la metáfora, a la que recurrimos tanto, la verdad, a la que acudimos menos, y pensarás que es una fruslería lo que voy a decir, pero me transmitía ternura, qué veo yo en ella, qué ve ella, la hoja, de mí, esas dos mitades de su haz y su envés, con diferente coloración, porque en la realidad siempre hay una correspondencia, y no pueden las hojas, no puedes tú mismo, huir de la doble imagen, no hay un individuo aparente por un lado y otro doble detrás fingido, o viceversa, pues un individuo no es sino el viaje de ir y volver constantemente, como tampoco hay únicamente medio cuerpo, media personalidad, y el lado caduco que exhibes conlleva la parte provisionalmente imperecedera del otro yo, y por muchos heterónimos que creas imaginar, o vivir, si prefieres, pues la imaginación no es vida desdeñable, todos ellos, simulando más juventud, o más belleza, o mejor elocuencia, o arrolladora simpatía, ninguno de ellos se libra de que sus colores van siendo opacados, y sentí en la rugosidad de la hoja sobre mis manos, en sus mellados perfiles, en los extremos quebradizos de sus estrellas puntiagudas, el aviso identitario de mi propio cuerpo, dónde estaré yo, qué superficie de yo hoja permanecerá de antes y cuánto espacio inoloro me cubre ahora, me preguntaba a medida que comprobaba el volumen que ocupaba en la hoja lo verde y lo que iba trocándose en amarillo, y puesto a divagar me pregunté si esa hoja que el viento había fijado sobre el parabrisas no estaría trasmitiéndome un mensaje oculto, a mí, que soy de rechazar las cábalas secretas, que como juego está bien preguntarse uno si soy el elegido o el rechazado, y para colmo, me llegan de mano del vehículo de la memoria aquellos versos del poeta romántico que aprendimos en la pubertad, hojas del árbol caídas / juguetes del viento son, y me río sin que me vea nadie, y la hoja siente mi empatía y hago como que me habla


(Me gusta escuchar a Max, tal vez dejándome arrastrar más por la cascada de pensamientos y el engarce de sus palabras que por el contenido de los pensamientos mismos, que hay que desbrozar con tiempo. Y es que él es así, necesita escucharse, porque que otro le escuche solo es la excusa para el juego de lo que el llama el orden y desorden de las ocurrencias) 





martes, 21 de octubre de 2025

De oquedades postreras

 



Llevamos un cadáver dentro, un cuerpo insepulto esperando al postor postrero, y fíjate el juego que se traen estos dos términos, parecen tan diferentes y pueden ir de la mano, y aún podría añadir postración, como el efecto definitivo, la manera en que nos encontraremos algún día, y algún día puede ser en cualquier momento, pues cada jornada es una apuesta inadvertida pero aceptada como única, porque vivir es de por sí el sentido, no hay ni antes ni después otro motivo, vivir es la razón en sí misma, y la puja debe ser atender cada día, crecernos si acertamos y mermar si no atinamos, y de igual modo que no nos da en pensar en lo que no éramos antes de nacer, porque no podemos identificarnos con ninguna vida propia del pasado, tampoco deberemos hacer ficción más allá de esa postrimería, y la misma raíz de las palabras se ofrecen voluntarias, hasta para designar un tiempo o una situación, no para obsesionarnos con la limitación sino para precisamente sentirnos satisfechos del margen de posibilidades que nos brinda el hecho cotidiano, pues somos eso mismo, un hecho cotidiano y no un mero cuerpo o un neto sujeto o una ambigua persona, y la dinámica nos convierte en un hecho y en un continuo hacer, hacernos, pero ojo, no nos recreemos en la imagen de la curva ascendente, del progreso sin fin dentro de nosotros, y mucho menos en ese absurdo que el lenguaje ha inventado y que se llama perfección, un concepto convencional que ha hundido a muchos, y que resulta tan vacuo como competitivo, y si hay algo que va en perjuicio del hecho que somos es precisamente ese competir, esa pugna a varias bandas, interna y externamente, aunque muchos consideren que precisamente la competencia es el estímulo, pero ¿no se trata más bien de un término crematístico, de una manifestación de nuestra violencia interior, de una disputa incesante que nos puede llegar a enfermar?, y se dirá que incluso enfermar es parte del hecho, y que soslayarlas, la enfermedad y la competencia, es un acierto en el difícil equilibrio en medio del desorden en que nos movemos, ya sé, dirás que todas las palabras que vengo usando son gruesas, incluso te parecerán inapropiadas, tanto que pueden herir a la propia metáfora, esa reina del disimulo si no de la suplantación de las  palabras, esa cooperadora de la ocultación, del no plantar cara, del miedo a la verdad cotidiana, y que nos gusta acompañar para sortear los miedos


Max, no vas a necesitar el orujo, sino más bien el botijo, aunque bien sé que cuando estás en racha anímica rara no hay quien te detenga.


sábado, 18 de octubre de 2025

Los días que no paran aunque a veces nos parezca que sí

 



Hay días, o si quieres mañanas, por la hora que es, en que no obstante el ruido y las interferencias que revolotean por todas partes, y nos envuelven, te parece que de pronto todo es silencio, como si los animales y los hombres hubieran de pronto desaparecido, como si estuvieras solo en alguna parte de un universo diferente, y para comprobarlo te obstinas en mirar el entorno, en la cocina, a las estanterías de los libros, las sábanas arrugadas del lecho, te asomas al exterior, donde las imágenes siguen reproduciendo edificios pero no movimientos, y eso te confunde más porque adviertes que el universo, o al menos su apariencia, es el de todos los días, y te preguntas ¿se habrá parado el tiempo?, ¿se habrán detenido tus días?, y esas  interrogaciones me vuelven sarcástico, porque la palabra que uno deduce de cuanto no se percibe es que podría no estar ya aquí, y ese aquí en mi caso no implica ningún allí, lo cual me premia con la serenidad, y me digo o estoy o no estoy, y una segunda voz me sugiere pero estás bien, y yo, o mi primera voz, han callado, pero la segunda, esa que me ha acompañado toda la existencia, y que no es eco sino que tantas veces lleva la batuta, descubre una posibilidad, así que esto era..., balbuceo, y no sabe uno si los puntos suspensivos te hieren o te hacen cosquillas, ¿es la consecuente confusión de una mente arrancada del sueño o un punto de no retorno que se urge a sí mismo antes de apagarse?, acierto a cuestionarme sorteando la sequedad de la garganta

Max, respira un poco, ¿quieres?, le digo mientras vierto un vasito de orujo y se lo ofrezco. Es por la hora que es. Para que te despejes de tu paisaje onírico y no te hagas ilusiones. Sigues estando en este mundo. Aunque te duela.


*Grabado de Frans Masereel.

miércoles, 15 de octubre de 2025

El dedo en la llaga de Antonio Scurati y Rob Riemen sobre lectura y democracia o ignorancia y fascismo.

 


Escritor Antonio Scurati en el artículo titulado Declive de la literatura, amenaza para la democracia, aparecido en El País ayer:

“Masas cada vez mayores de contemporáneos nuestros no solo no son aptos ya para las prácticas de lectura que han favorecido en los últimos cinco siglos el desarrollo de la democracia liberal en Occidente, sino que han perdido incluso las facultades mentales que han moldeado el desarrollo intelectual de la especie humana durante los últimos 5.000 años. Atrapados en cámaras de eco donde los algoritmos de los motores de búsqueda solo les proporcionan fragmentos de información que refuerzan opiniones previas, a merced de miedos paranoicos, de creencias irracionales y de emociones evanescentes que los aíslan de perspectivas alternativas, del conocimiento, de la memoria del pasado, de la esperanza en el futuro y, en última instancia, del mundo, los ‘analfabetos digitales’ vegetan, olvidadizos y crédulos, agresivos e ignorantes, oprimidos y opresores, como idiotas cósmicos. Existe un vínculo, causal e histórico, entre el desarrollo de la literatura y el desarrollo de la democracia. Y también existe un vínculo entre el declive de ambas. Por primera vez desde hace cinco siglos, la base de la pirámide de lectores no está ampliándose, sino reduciéndose. No puede caber ninguna duda de que la capacidad de leer con profundidad ha acompañado, a lo largo de las edades moderna y contemporánea, el advenimiento de una sociedad abierta y de los sistemas democráticos. No es menos indudable que la pérdida de esa capacidad acompaña y contribuye, hoy en día, a su ocaso. Por lo demás, hace cien años, el auge del fascismo, en Italia y más tarde en Europa, se vio preparado por una astuta, vigorosa y aciaga operación lingüística de brutal simplificación ideológica de la complejidad de la realidad moderna”.


*Fotografía de Jean Marie del Moral.






En el interesante y discutible libro -¿qué pensamiento o libro merecerían la pena si no fueran objetables por los pensantes y los lectores, que son los mismos?- titulado La palabra que vence a la muerte. Cuentos de verdadera grandeza, su autor Rob Riemen realiza reflexiones hondas y claras. Como la siguiente:


"Los acontecimientos terroríficos descritos en las distopías de 1984 de George Orwell, en Un mundo feliz de Aldous Huxley, en Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (que trata de libros que no se permite leer: la aniquilación de un acervo cultural), e incluso Eso no puede pasar aquí, de Sinclair Lewis, y La conjura contra América, de Philip Roth, ya no son hipotéticos. En la segunda década del siglo XXI se han hecho realidad, aunque más de uno todavía se niega a admitirlo. Lo cual no es nada sorprendente, dado que muchas veces la primera reacción a la predicción u observación de una amenaza contra la sociedad es negacionista. ‘¡No, no puede ser!’. ‘No puede ser’ porque es una verdad incómoda, que son las más difíciles de aceptar. 

Véase, por ejemplo, la negativa a llamar ‘fascismo’ a las ideas políticas que ganan cada vez más terreno en Occidente. Se recurre más bien a términos como ‘populismo’, ‘derecha radical’ o ‘derecha alternativa’, que, no obstante, niegan la realidad. Sin embargo, hombres sabios del pasado como Confucio y Sócrates ya sabía que, si se quiere comprender algo y actuar en consecuencia, hay que llamarlo por su nombre correcto. 




La realidad es que en Europa, Norteamérica y Sudamérica están resurgiendo con fuerza un espíritu cultivado por demagogos y un orden social en que el individuo debe ceder su lugar al colectivo; en que los valores espirituales y morales son reemplazados por una política de odio y chivos expiatorios; la verdad, por las mentiras; la vida del espíritu, por la manipulación de las emociones, el anhelo de justicia, por una política de resentimiento. Y en que, por último, el ‘derecho’ equivale a los deseos instintivos de las masas. Menos de un siglo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, vuelve a ser despreciado, perseguido y, donde sea posible, exorcizado el espíritu democrático. Con su separación de poderes, cuyos mandatos son limitados en el tiempo, y su anhelo de que una gran diversidad de seres humanos pueda convivir en libertad, paz y dignidad. 

La historia no deja lugar a dudas: todo eso es característico de la mentalidad fascista. Querer negarlo dándole otro nombre solo complica la tarea de combatirla. Y hay que combatirla, porque esa misma historia nos enseña que el fascismo es una fuerza destructiva por excelencia, estéril como la tierra yerma. Además, el resurgimiento de este clásico fascismo contemporáneo va de la mano de un ‘capitalismo de vigilancia’ cuyos algoritmos colonizan, literalmente, la mente del individuo desprevenido y la encierran en una caverna digital. A esto se suma que el orden social existente en Occidente sigue sufriendo las consecuencias de de una ideología político-económica, el neoliberalismo, que ha realzado con creces los valores comerciales en detrimento de lo que quedaba de los valores y virtudes morales y espirituales y su carácter universal. La libertad individual -que, como demostrara Faulkner, no hay que confundir de ninguna manera con el 'todo vale'-  se ha convertido en una rareza atesorada por una pequeña minoría".



*Fotografía de José Luis Roca para El Periódico.

viernes, 10 de octubre de 2025

Sátántangó, de László Krasznahorkai a Béla Tarr





Un tipo de cine al que no estamos acostumbrados. Acaso porque va más allá del cine al uso. Porque funde espacio y tiempo y no solo una clase de narración. Sátántangó -Tango satánico- es una película de Béla Tarr, basada en la novela de László Krasznahorkai.











 László Krasznahorkai y Béla Tarr













jueves, 9 de octubre de 2025

Paradojas sin devociones

 


Everest. El siglo XXI aparcado. Mucho todoterreno, mucho helicóptero, mucha máquina casi metafísica, pero los rescates siguen actualizando la utilidad esclava de los yacs y los mulos. Y supongo que de los sherpas. Ha sucedido estos días. 900 senderistas -cuánto ocioso hay por el mundo- han tenido que ser rescatados al ser atrapados por una monumental tormenta de nieve. Con esos medios. En Gaza no ha habido elección donde el senderismo obligado ha sido inducido por los criminales.

 


Madrid. El siglo XXI infrahumanizado. El vértigo del negocio tiene sus fallos, no sé si de origen o sobre la marcha. Cuando los fallos son en situaciones de riesgo -un edificio a demoler o a construir siempre lo es- la catástrofe es inevitable. Mueren cuantro obreros -si se quiere matizar, tres obreros y una empleada técnica- sepultados en el derrumbe de un edificio del centro de la pomposa capital del Reino. Ella se llamaba Laura, española. Los tres hombres Moussa, Jorge y Diallo. ¿Sospechan por estos nombres de dónde son? De Malí, de Ecuador, de Guinea. ¿O esperaban ustedes que hubiese bajo los escombros hijos de señoritos? Si tienen dudas oreen su mente y tengan en cuenta la impura realidad ante el griterío racista de los falsos profetas.




Sevilla. El siglo XXI como si aún fuera el XX, o el XIX. Tras el desaguisado de la Junta de Andalucía en el deficiente control de las mujeres que pasaron revisión mamográfica se ha sucedido la típica cadena de negaciones, mentidos y desmentidos, insensibilidades y desprecios de las autoridades que mandan allí. Incluso parece ser que la demora en las pruebas diagnósticas complementarias del cáncer ha producido muertes que podrían haberse evitado de haberse dado un correcto funcionamiento. Un aspecto enormemente positivo: que las mujeres de la asociación AMAMA (Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama) han reaccionado saliendo a la palestra a denunciar la situación. Frente a los políticos torticeros, que no son todos, pero abundan entre los que tienen responsabilidades de gobierno, y en Andalucía gobierna la derecha, asociarse y controlar la acción de los gobernantes puede ser una alternativa compensatoria y necesaria. Escuché el otro día a la presidenta de la asociación, me pareció una mujer que se expresaba con contundencia, argumentos, valor y decisión. Una mujer sencilla frente al maniqueísmo oscurantista de las autoridades. Las mujeres de Sevilla nos indican el camino.   


NOTA. Que me disculpe John Donne (1572-1631) por utilizar los titulos de algunos de sus apuntes y escritos. Los que él tituló para unos Paradojas y para otros Devociones.

miércoles, 8 de octubre de 2025

Opiniones de Ocean Vuong, 37 años, escritor

 




"Soy producto del Estado de bienestar que está siendo destruido. Soy producto de la vivienda social, del transporte público, de las becas, de las ayudas para tener calefacción, de los cupones de comida, de la iglesia que pillaba cerca de casa y que nos daban pan gratis. No creo que estuviera aquí si no hubiera crecido en un Estado demócrata con altos impuestos que permitieron crear una red de la que yo me beneficié.

"En 2008-2009 es cuando empecé a tener conciencia política. Creí todo lo que Obama dijo en campaña, pero cuando llegó a la Casa Blanca le oías decir que había que rescatar a estas grandes corporaciones porque no podíamos dejarlas caer. Nadie rescataba a mis amigos, nadie rescataba a mi comunidad. Siguió con las guerras. Tanto Trumpo como Obama están demasiado a la derecha. No sabemos lo que es un Gobierno de izquierdas en EEUU.

"Si eres  una persona pobre trabajando y votaste por Obama y su Gobierno rescata a las empresas grandes, ves que la política no se hace para ti. Así que Trump llega y barre, y con la propaganda les pone de su parte. Es un poeta con esa frase seductora, 'volver a hacer grande América', lo suficientemente vaga para abarcar cualquier subjetividad. Si un millonario viene a tu pueblo perdido y te dice que te va a devolver la infancia el mensaje es muy seductor".


Son algunas respuestas de una entrevista que salía ayer en El País con Ocean Vuong, nacido en Saigón en 1988 pero afincado en los EEUU. Lo tiene muy claro todo. Aunque el debate podría seguirse porque no siempre todo es tan obvio como parece, pues hay que definir mucho más los porqués de las cosas. Pero da la clave del ascenso del fascismo. No sabía nada de él y veo que hay varias novelas editadas ya en España. Tal vez hoy me acerque a hojear la última, El emperador de Alegría.



sábado, 4 de octubre de 2025

Con la cruz a cuestas

 


¿Vieron ustedes hace unos días  fotografías de ese personaje con su cruz a cuestas en una ceremonia fúnerario política de los seguidores de MAGA, en los USA? A algún disidente le faltó tiempo oportuno e ingenioso para reconvertir a la cruz, al personaje mesiánico y al público fervoroso en lo siguiente:




Pero muchos de ustedes acaso no sepan que la idea viene de muy lejos. De los fotomontajes que John Heartfield realizó para su revista AIZ (Arbeiter Ilustrierte Zeitung, es decir, Periódico Ilustrado de los Trabajadores) durante el ascenso y consolidación del nazismo. La revista duró de 1924 a 1938. Tuvo una tirada millonaria hasta 1933 cuando Hitler y su partido tomaron el poder.  Como se ve la cruz ha marcado a las sociedades humanas desde hace siglos. Generada como instrumento de tortura fue tomada como signo de redención por una religión en ascenso, sin que el símbolo supliese necesariamente al castigo fatal. Pero a estas alturas no se ve que se redima nadie y muchos siguen invocando con ella más el dominio de los otros que la salvación, probablemente imposible, de todos. Hoy la cruz a cuestas la tiene que soportar gran parte de la Humanidad, en cualquiera de las imposiciones totalitarias y autocráticas que padezca. Y todos en el sistema de relaciones económicas que marcan, condicionan y dividen a los hombres. Al menos, la cruz ha servido como trágica metáfora aún en uso. La cruz a cuestas la llevamos, pues, todos.