viernes, 29 de enero de 2010
Desvelo
Duele el desasosiego. Ese darte cuenta de que la noche avanza lentamente y que se te va yendo. Que tu piel se encoge, protegiéndose del frío, diezmada por el desvelo. Que una inquietud aguda corroe las aristas de cada músculo, hendiéndolo como cuchilla que no te permiten permanecer cómodo entre las sábanas. El silencio duele. No te gustan los ruidos; de ordinario te espantan los gritos o los golpes que la vecindad desata por la inercia de su propia razón de ser, sintiéndote agraviado en tu intimidad. Pero hoy necesitas percibir un sonido, por ligero, desafinado o repetitivo que sea. A estas horas está todo el mundo parado. Podrías estar muerto y no distinguirías entre el silencio y la muerte. Por eso respiras con fuerza. Por eso necesitas escuchar tu inhalación, precisas expulsar con energía algo de tu propia miasma. Ha pasado el camión de la basura y lo agradeces. Hoy deseas que divida con su mecanismo ensordecedor el silencio que te sobrecoge. Y te parece breve lo que otras noches consideras eterno. Duele el insomnio. No es sólo una palabra cuyas consonantes te exigen pronunciarlas con rigor. Es un castigo. Un desajuste que trocea todas las partes de tu cuerpo. Te coloques como te coloques sobre el lecho, tu cerebro no encuentra el punto de apoyo donde serenarse. Se lo transmite a cada tentáculo, a cada víscera, a cada glándula. Duele el ariete arremetiendo contra cada puerta de tu cuerpo. Si giras hacia un lado te escuecen los arañazos de la turbación. Tienes los ojos muy abiertos y eso duele. El picor lo imaginas en su enrojecimiento. Si ahora mismo te levantaras y te contemplaras en el espejo te escupirías. La presión interior de los párpados, la sensación arenosa recorriendo la pantalla de tu globo, sin que una sola lágrima venga en socorro, te desazona más. Tienes las manos fuera de la cama y medio cuerpo se somete a la intemperie. Te has desnudado todo, como un exorcismo. Pero es como si un cuerpo que llevaras en ti recubriera otro cuerpo que llevaras en ti. Te imaginas con cuerpos concéntricos, semejantes en la forma, pero como capas que te blindan sucesivamente, sin saber muy bien de qué. De algo abstracto e inconexo que llamas Ser. Puede. Duele esa frialdad que no perdona tu conciencia enloquecida. Metes entonces los brazos y te palpas. Todo tu territorio de carne y huesos acoge el frío de tus manos. Agradeces el contraste. La piel gime, la piel exclama. Duele la soledad de tu abdomen huérfano. Extiendes los brazos en cruz, te cruzas con ellos el torso, lo abarcas. Quieres ir más allá de los límites, porque no hay hueco donde halles una pizca de calma. Extiendes tu esfuerzo a la espalda, te balanceas sobre ella, como si todo dependiera de una sujeción invisible. Te meces a un lado y otro del camastro. Duele la ausencia. Intentas reventar cualquier confín de la materia donde te nutres. Tocas tus muslos con las manos, ejercitas un estiramiento que desperece el olvido. Trazas con el filo de la palma de la mano la línea de tus ingles. El roce resbala sobre tu sexo extraño. Duele el contacto que no te hace reaccionar. Duele la percepción ajena de tu propia calidez. Arañas con rabia la cara interior de tus muslos. Es la enésima vez que cambias de postura sin hallar la que te conviene. La que responda a la necesidad profunda que ha quebrado en ti esta noche. La rigidez de tu espalda te manca. Tus tripas se agitan desconsideradamente. Has encendido y apagado la luz tantas veces que tus ojos están perdidos. Se abren con la oscuridad y se cierran con la iluminación del cuarto. Duele la mirada miope que no reconoce los objetos desparramos por el suelo. Duele el estiramiento consecutivo que no apacigua la tirantez de tus pensamientos. Las manos permanecen varadas en el ángulo entre tu tripa y la ingle. Duele esa piel madura que no se arruga sino imperceptiblemente. Tus dedos, aferrados al caos que no controlas. Duele el paso de la saliva por tu paladar. Y dejas que resbale entre el conato de bostezos que acaso acorten el olvido del sueño.
jueves, 28 de enero de 2010
Pero ella se aproxima
...pero ella, ajena a la trayectoria de aquel planeta que se aproxima como nunca, también se mostrará, desplegará la plenitud que ha ido fraguando en sus ciclos, y celoso del planeta, proyectará sus brillos para que nuestra percepción de Marte se enturbie, porque ella quiere ser sólo ella, entera, completa, en su cénit, en el punto de máxima proximidad con la Tierra, y esta Luna a cuyos ciclos nos tiene acostumbrados de tal modo que ha pretendido condicionar nuestras vidas, aumentará la intensidad de su resplandor, potenciará su tamaño, y hará del frío enero una ilusión donde quedemos atrapados...
Se asoma
...se acerca impregnado de su intensidad de cinabrio y sangre, y mañana se asomará a tan solo noventa y nueve millones de kilómetros de nosotros, y se mostrará más rojo que nunca, y nos ofrecerá su cercanía en uno de esos momentos excepcionales, pero no únicos, en que la naturaleza se despliega ante la naturaleza, y este planeta casi cinematográfico que ejecuta dos pasos adelante y uno atrás, o algo parecido, y que se burla del azar con el capricho de sus movimientos retrógrados, este Marte entrañable estará ahí, lo más al borde posible de la Tierra...
miércoles, 27 de enero de 2010
Y Moisés bajó de la montaña
Y bajó de la montaña Moisés y escenificó la última buena nueva. Dejad de adorar al becerro de silicio que ha quedado viejo. Yo os proporcionaré otro que os hará más libres, dijo Moisés a las turbas que esperaban inquietas su regañina. Porque el Señor quiere que la Ley se cumpla y su mensaje llegue a todas las cuentas corrientes. Y puesto que la competencia es mucha, he aquí que me ha sido revelada la última herramienta del poder del Señor para redimir a la humanidad del tedio, proporcionar su felicidad y garantizar el control social tan deseado por el Señor. Mas habréis de cumplir lo que viene inscrito en esta nueva Tabla, donde se os promete el fácil acceso a todos sus mandatos, y donde la aceptación de sus prescripciones os garantiza vuestra salvación, previo pronto pago, naturalmente. Esto les dijo Moisés a las masas que anhelaban el último producto. Y Las masas emitieron expresiones de asombro y se postraron ante la nueva Tabla exhibida por el enviado del Señor. Y desde la base de la montaña partieron mensajeros en todas las direcciones del planeta, de occidente a oriente, y de norte a sur, y desde la inmensidad de su Poder hasta la pequeñez del alma del más humilde de los esclavos, para depositar la semilla que debe germinar en los mercados. Y la expectación fue mucha, y el Señor, desde sus alturas, confió de nuevo en las catervas humanas. Hasta la próxima ocasión en que todos se sientan traicionados, y sea necesario un nuevo profeta, una nueva Ley y un nuevo sistema de ventas.
(Cuadro de Rembrandt sobre Moisés mostrando los Mandamientos. Probablemente se trata de una premonición del pintor holandés sobre el patriarca Steven Jobs presentando su I Pad ante la mirada boquiabierta de los elegidos)
martes, 26 de enero de 2010
El cuchillo en la tripa
Hay veces que uno lee cosas interesantes. Las relaciones humanas siguen siendo complejas, y la frontera entre las actividades cada vez menos definida. El problema es cuando se interiorizan de tal modo los problemas y las identidades en el individuo que acaba partiendo a éste. A propósito de los suicidios en la plantilla de France Telecom en los últimos tiempos, el filósofo Sidi Mohamed Barkat hace unas declaraciones en el periódico El País que no tienen pérdida. Extraigo unos párrafos y quien desee leer la entrevista entera puede hacerlo en:
http://www.elpais.com/articulo/cultura/lucha/clases/ha/trasladado/interior/trabajador/elpepucul/20100126elpepicul_4/Tes
"...
P. ¿Dónde respiraban?
R. Los trabajadores respiraban fuera del trabajo. Con el dinero se podía acceder al mundo, se podía entrar en una comunidad -la comunidad nacional-, un mundo -la civilización- y un espacio -el territorio del país-. Eran objetos de amor y conformaban la identidad.
P. Ahora ya no respiran...
R. La nueva organización del trabajo ha cambiado este relato y los suicidios son el grito desesperado de los trabajadores que sucumben. El Gobierno buscó una razón para los suicidios y los atribuyó a problemas personales. Para mí son un grito de revuelta ante una situación que nos desborda y de la que no podemos escapar; el suicidio abre una brecha para poder tomar el aire, es una cuchillada, como lo fue realmente en el caso de un trabajador de France Télécom que en medio de una reunión se clavó un cuchillo en el abdomen. El que se suicida nos convoca para ver lo que los demás no vemos. Nuestra civilización no es consciente de que está produciendo muertos vivientes, zombis.
P. ¿Se trata de una cuestión de productividad? ¿Cuál es el factor determinante de este cambio?
R. La evaluación individualizada de la productividad crea una división en el interior de la persona. El trabajador ha sido transformado en una especie de empleador de sí mismo. En algunos sectores, ciertamente, se le ha concedido un grado considerable de autonomía, e incluso se puede decir que es más libre. Pero lo que sucede es que una parte de sí mismo -el sujeto- va a emplear a la otra parte -el cuerpo- y le va a pedir una serie de cosas. Si los objetivos que se impone son muy elevados, el sujeto puede pedirle al cuerpo tal vez lo imposible y es así como el cuerpo va a trabajar, no sólo en la empresa, sino fuera de la empresa; por ejemplo, pidiendo al marido o a la esposa que le ayude; formándose a su propio coste. El trabajo ha desbordado completamente su esfera para invadir la esfera de lo privado. Incluso a los trabajadores se les regala material como ordenadores, teléfonos, etcétera.
P. ¿Para ayudarles a trabajar?
R. En realidad para ayudarles a transportar su trabajo fuera del espacio de su trabajo. Ahí es donde empieza el conflicto entre el sujeto que ordena y el cuerpo que obedece. El cuerpo pensante, que es flexible y ligero, no puede serlo más que manteniendo una cierta economía vital; si se le empuja demasiado lejos, es como una máquina a la que se le pide más de la cuenta y se rompe. En lugar de producir ligereza e invención produce pesadez.
..."
El viejo tema de la lucha de clases sigue en vigor. Y de una manera mucho más agresiva que nunca se está trasladando a lo profundo del trabajador. Uno, que nunca había hecho una religión de la teoría de Marx, sigue comprobando que tal lucha sigue siendo un hecho real en la vida cotidiana. Quien no lo quiera reconocer, allá con su ceguera.
(Composición fotográfica de Michal Hustaty / otra composición de DGTLK y fotografía de Barket de Tejederas en El País)
lunes, 25 de enero de 2010
sábado, 23 de enero de 2010
jueves, 21 de enero de 2010
Crecimiento
Coges la extraña caracola, su pátina brillante te transmite humedad, la palpas con lentitud, deslizas tus dedos por su superficie lisa, no sientes perfil alguno en ella, no te raspas con ninguna arista, te complaces en la redondez de la esfera que nunca termina ni se reduce a sí misma, tu palma recibe el contraste del frío que proviene del tiempo, abres y cierras la mano alternativamente, retienes el medallón de otra era con fuerza, como si quisieras impregnar al ammonites del calor que perdió, como si preguntaras a su temperatura los secretos que oculta, como si desearas que llegara a tus sentidos su energía desconocida, invadiéndote con la sorpresa de los territorios sobrepasados desde su larga procedencia, llega ahora a ti, llega con el clamor que sólo te hace vibrar a ti, lo miras curioso y ávido, te lo acercas a los labios, lo haces girar con suavidad, te los frotas a través de un recorrido calmo, su rugosidad no te parece vieja, su costra no te pesa, su color de sangre se parece a la que tus ojos inyectan ante lo que nace cada día en ti, lees en sus estrías mensajes antiguos, lo abres con cuidado y cautela, no quieres que se pierdan las letras de la edad, lo despliegas con fervor respetuoso, su interior te habla del asombro, su cuerpo profundo te trae imágenes de otras vidas, no tienes suficiente mirada para la ciudad que oculta en su interior, no tienes bastante capacidad para contar sus circunvoluciones que llevan la espiral de la vida perenne, no tiene límites que impidan que continúe creciendo día a día entre tu piel...
miércoles, 20 de enero de 2010
Descripción
sábado, 16 de enero de 2010
jueves, 14 de enero de 2010
Haití: que se jodan los pobres
se admiten comentarios, discrepancias, turbaciones, quejas, recomendaciones, indignaciones, cuestionamientos, propuestas revolucionarias, alternativas o simplemente molestias de estómago
absténganse hipocresías, golpes de pecho, colectas de lo sobrante, bienaventuranzas, oraciones y declaraciones vanas de sospechosa e inútil buena voluntad
el bloguero es muy sensible al tema
(Grabado de Käthe Kollwitz, de principios del siglo veinte en Alemania)
miércoles, 13 de enero de 2010
Au revoir, Eric
Hubo un tiempo de juventud en que veíamos las películas más sorprendentes. No sólo veíamos a François Truffaut o a Eric Rohmer en los cineclubs, verdadero bastión para ese saber algo más de cine que en las salas de distribución de la todopoderosa industria de Hollywood. Había algo más en aquellos cineclubs. Y es que aprendíamos también a hablar. Y lo hacíamos en unos planos diferentes y más abiertos a los de los militantes políticos, mucho más reducidos estos en su visión y temática. Así, gracias a la mano de algún aficionado que iba unos pasos por delante del común, accedimos a películas húngaras o checas o incluso rarezas alemanas que jamás volvimos a ver. Y así llegó Rohmer a mi vida. Con sus silencios, sus aparentes banalidades, su carencia de argumento al uso clásico. Pero también con su deslumbramiento. Y junto a él la figura cautelosa y engañosamente distante de Jean Louis Trigtinant, que era una constante en las películas de Rohmer, y la aureola de Françoise Fabian. Rohmer va vinculado a mis años de descubrimientos más que ningún otro. Y aunque no he visto ni por el forro toda su obra, sí que recuerdo con entusiasmo sus Seis cuentos morales, películas donde la cotidianidad de la vida se imponía, emergiendo desde lo trivial y volviendo transcendentes los insignificantes acontecimientos. Siempre tenía la sensación de que en las películas de Rohmer no se contaba casi nada y, no obstante, me atrapaban. ¿Por su estética, por las formas pequeñobuguesas de la vida francesa, por el encanto de sus actores? Tal vez debiera ver de nuevo ciertas obras. Ya empecé a hacerlo no hace mucho con Truffaut. Acaso debiera embarcarme en Rohmer un día de estos, porque me pregunto ¿de qué manera lo veré un montón de años después, sobre todo aquellos films de mediados de los sesenta? Hace tiempo ya sospechaba que tenía cuentas pendientes con él. Tal vez su muerte sea la excusa para indagar en sus mensajes. Tal vez hasta me lleve la sorpresa de que no me interesa su obra ni siquiera estéticamente. Y sé que entonces algunos matices de mi pasado, en alguna escala que se oculta, se derrumbarán. Ocasión para situar claves y desmitificar ficciones.
lunes, 11 de enero de 2010
Glenn Gould versus Glenn Gould
Se diría que el secreto puede estar en la taza de té. O en la importancia de sentarse como un pianista. Dónde empieza la máquina máquina y dónde la máquina humana. Cuál fue primera. O se fueron haciendo en un compás. A veces en un toma y daca. Dónde la música. De dónde es expulsada. La máquina es una máquina ciega. Sólo sabe emitir arpegios cuando unos dedos la zarandean. Pero a los dedos quién los agita. El hombre es agitación. El hombre contra el hombre. Y de pronto la máquina calla. Y el pianista deja de serlo para ser otro. Y la música sigue emitiéndose desde una garganta y a través de unos labios, aunque suene a matemática. Y el hombre sacude de nuevo a la máquina. No hay parada para el cuerpo que se abre y destroza la máquina hasta ser él mismo. Las aves del acantilado próximo siguen tarareando cuando él no está. Las partituras son invisibles. Bach se ha encarnado en un monstruo.
Nota. He perdido los signos de interrogación por el camino. Léase el texto confiando en los acentos. Vírgulas cargadas de sorpresa. En lo referente a Glenn Gould y sus capacidad interpretativa, sobran los signos. Todo es afirmación. Cierren la puerta, concéntrense y siéntanlo.
domingo, 10 de enero de 2010
Werlisa, mon amour
Es lo que tiene remover cajones o bajar maletas de los anaqueles de un armario. Que empiezan a caerte encima los recuerdos. Fatal. Te quedas inmóvil y ya no haces nada más. Abducido por una telaraña que te traslada a través del tiempo. Ni recoges ni ordenas ni limpias. La función que te habías propuesto pasa a segundo plano. Y de pronto este objeto o aquel otro se atraviesan en tu plan y te descolocan. Y el largo carrete de la memoria, ése que normalmente no rebobinas, se despliega ante ti. Y ahí tienes de pronto la Werlisa entre tus manos y te cuesta adivinar cómo funciona. Temes que ella se dé cuenta de tu torpeza y reniegue de tus dedos poco hábiles. La sacas hasta con dificultad de su estuche, tan desmañado te muestras. La observas y, aunque su morfología exterior se mantiene semejante a la técnica actual, la observas con sorpresa. Te saca la lengua y te hace creer que es más de lo que es. ¿Qué te pensabas, maldito, que estaba hecha de papel de fumar?, parece decirte. La ves como una máquina extraña y compleja. Y ya no sabes por dónde se mete la película, ni cómo tenías que ajustar la velocidad ni el diafragma, ni por dónde debes mirar, ni siquiera estás seguro de si el disparador es ese dispositivo que tenías que bajar con el pulgar. Y a duras penas caes en que esa otra palanca horizontal servía para pasar cada toma. Pusiste a prueba tu ojo y tus dedos como un artesano. Más manualidad no cabía en aquella juventud estrenada. ¿Recuerdas todavía dónde tiraste las primeras fotografías? Elegiste piedras, cómo no. Un terraplén de cascotes que sepultaba en pleno centro de tu ciudad las ruinas de una colegiata románica. Una rampa que te permitió registrar aquella decoración de ajedrezados que toda torre o puerta románica que se precie debe exhibir. Unos ventanales huesudos de ojiva que ratificaba que tras un estilo había llegado otro ocho siglos atrás. Para ser las primeras de tu vida, el blanco y negro las cuidó con esmero. No recuerdas, en cambio, cómo convenciste a tu padre para que te la comprara. Era un capricho. Y para ti sigue resultando un misterio cómo aquel hombre tan severo para ajustar los gastos domésticos cedió. Lo que ni él ni tú podíais intuir entonces era que sólo se trataba del principio. Avant, c’est le comence, continuez le combat...photographique! Sí, gracias a la fotografía encontraste muchas playas bajo el asfalto. Aún las sigues hallando.
sábado, 9 de enero de 2010
Audacia
viernes, 8 de enero de 2010
Diablo rojo, por Paolo Conte
jueves, 7 de enero de 2010
El atacante
Aquella fuerza que el resistente debe aguantar no la ve pero la siente, y la fuerza que se pone en marcha al otro lado tampoco sabe quién va a pararla, pero quien empuja se desangra en el esfuerzo, sin saber quién y cómo están oponiendo paralización a su acción agresiva, mas la fuerza es materia única, todos son cuerpos, un cuerpo es una piedra, una piedra es un cuerpo, un cuerpo es un metal pesado, círculo de formas y de sustancias que se alean tratando de obtener un cuerpo superior, pero siempre permaneciendo elemento, intentando obtener una fuerza mayor que la de antes, pero siempre aferrándose a su fundamento, y una materia se puede tocar en estado primigenio, o bien puede combinarse con otras espontáneamente, o bien una materia es forjada por manos, o bien es alterada por inteligencias, o bien es utilizada intencionadamente por voluntades, ay esa poderosa mano de la materia, la mano decisiva como base de la inteligencia, sin la cual la mente de los hombres no hubiera operado cambios, y en esa identificación tenaz con la materia el atacante pierde la noción de especie, y el atacante se transforma en lanza y proyecta su violencia hacia la otra parte, el atacante es la exclamación de la materia, y se dirige hacia lo opuesto, y en algún lugar invisible del recorrido se encontrará con la exclamación de la sustancia del hombre que resiste, y no es que la fuerza desarrollada por el atacante sea superior o inferior a la que ejercita el resistente para parar la energía en desplazamiento, pero habrá algún punto, algún factor imprevisto, alguna pérdida de energía, alguna lasitud de uno de ellos que propiciará la derrota del otro, y esa fuerza que resulta que no es diferente, porque distinta es sólo la posición en que se fija al terreno, la defensa o el apoyo sobre el territorio, esa fuerza que se manifiesta desde cuerpos idénticos, pero ubicados en espacios alternos, no tiene un rostro definido, y el resistente de hoy puede ser el atacante de mañana, y a la inversa, el que aprieta en este instante amanecerá otro día presionado, y esto acontece en la dimensión de ti, percibes con frecuencia que dos enemigos combaten dentro de tu ser, y uno mismo se siente en pugna con su materia más íntima, donde se golpea y a la vez detiene sus propios golpes, donde trata de forzar sin que la otra parte de sí mismo le conceda la rendición,
(Escultura de Pedro Monje)
martes, 5 de enero de 2010
El resistente caído
Hay días de derrotas. Y el cuerpo pesa. Obsérvese éste. Mírese bien su arqueada tensión flotante. Tratando de sujetar un volumen que se le viene encima. Haciendo lo imposible por contener una presión cuya señal no da toda su medida soterraña. Intentando evitar el desbordamiento de los días. En el esfuerzo, el cuerpo quiere dar de sí todo. Se concentra para detener el ejercicio que la masa desploma sobre sus espaldas. Se expande para abarcar unas energías que supone aliadas. Se trasunta en materia que enfrenta la materia. En su arrojo tienta los límites de la voluntad. En su conversión en bruto pierde la conciencia. En su audaz metamorfosis se transforma en piedra. Pero la piedra crece y él no da más en los márgenes de su fuerza. Pero la piedra piedra y la piedra hombre tienen conglomerados diferentes. Y ambas se reparten las impurezas de sus tallas por igual. Pero la piedra aguanta y el hombre se deforma. Pero la piedra comprime y el hombre quiebra. Pero la piedra es fría y la sangre no puede contenerse dentro de ti. La distensión traerá de seguido una contracción. Y el puente que une las dos manifestaciones del ejercicio puede revelarse débil en cualquier momento. Y su taimada solidez herirse con el filo del tensado aliento. Y ahí, en un punto mal calculado de la arquitectura de tu brío, puedes romperte. Y en esa tenaz resistencia la piedra y tú pereceréis. Déjate caer y recupera la armonía. Siempre podrás decir que fue un sueño tu vida enfrentada a otras vidas.
(Escultura de Pedro Monje)
(Escultura de Pedro Monje)
lunes, 4 de enero de 2010
Albert Camus, cincuenta años después
Gozaba de mi propia naturaleza, y todos sabemos que en eso estriba la felicidad, aunque para aplacarnos mutuamente finjamos a veces condenar estos placeres tildándolos de egoísmo.
Del libro La caída, de Albert Camus.
¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no. Pero si niega, no renuncia: es además un hombre que dice que sí desde su primer movimiento.
Del libro El hombre rebelde, de Albert Camus.
Hoy cuatro de enero han trascurrido cincuenta años desde la muerte del escritor Albert Camus. Imprescindible, el autor de las extraordinarias La peste o El extranjero tiene además una obra ensayística amplia. Y una novela especial titulada La caída, que siempre me pareció de la misma talla que las dos mencionadas. Y un tratado especial titulado El hombre rebelde que sabe a poco. Lo recuerdo aquí, apresuradamente, sólo con un mensaje directo: hay que seguir leyendo a Camus, quien lo haya hecho. Y no esperar más quien aún no lo haya leído. Sucede como con Antonio Machado. Se leen nuevos Camus como se leen nuevos Machados en distintas edades de la vida. Y siempre resultan nuevos, y siempre son un descubrimiento. Ésa es la buena literatura. Ése es el buen pensamiento. El poso de la rebeldía interior y de la resistencia activa que no cede a la mediocridad de los tiempos. Esencial para comprender no sólo el siglo XX europeo sino también la debilidad y la fortaleza de la dual alma humana.
domingo, 3 de enero de 2010
El guerrero caído
¿Quién ha derribado al guerrero? ¿Cabe mayor patetismo que la imagen de un guerrero caído? Porque se supone que el guerrero es el símbolo tradicional por excelencia de la fuerza bruta. No tanto de la personal como de la institucional. Veía ayer en televisión la película de Michael Moore Fahrenheit 9/11, donde la realidad se convierte en ficción para seguir siendo realidad, y acaba dándote asco el mundo del poder. Ya se sabe del tema. Todo el montaje que tuvo lugar por parte de la administración Bush Jr. y sus aliados, de cuyo nombre no quiero acordarme, con el apoyo de los congresistas de los dos grandes partidos y el respaldo de la sociedad norteamericana, para justificar la invasión alevosa de Irak, y cuyas raíces se pierden en un episodio tan poco claro todavía como fue el 11-S.
Y entonces vemos en la película, entre otras perspectivas tales como los oscuros intereses entre los saudíes y personajes de gobierno de Estados Unidos o la manipulación de la opinión pública por parte de los medios de comunicación, todo ese potencial de guerra americano en acción. Potencial efectivo que no es sino el culmen de toda una serie de factores: el desarrollo de su investigación militar, su industria bélica, sus empresas logísticas, su ejército. Un monstruo de millones de dólares, obvia y sarcásticamente empeñado en mantener la paz en el mundo. La paz de los USA y sus poderes multinacionales quiero decir.
Y crees que no hay fisuras en ese producto llamado war. Y que los invasores van a vencer, y vencieron, como en las películas. Y todo aparecía a los ojos del honesto y patriota pueblo americano, como gustan de repetirse, atado y bien atado. Pero...resulta que el enemigo también mataba en Irak. En menor escala, a menos gente de los que ellos contabilizaban en sus filas, incluida la población civil, y sin excesivos resultados, pero mataban. Y entonces ves que esos chicos sanos y alegres de Wyoming o de Michigan, que se ponen auriculares con música heavy mientras conducen sus carros de guerra, y que uno supone que se meterán algo más, de pronto saltan por los aires, y sus carnes también se convierten en sangre, y su cuerpo también resulta mutilado, y gritan de dolor. y ya no son los soldados henchidos de valor patriótico. Lo peor y más flagrante del caso es que estos guerreros pertenecen a las clases humildes de los suburbios, gentes que se apuntan por el sueldo y por lograr un oficio. Cortesía del sistema.
¿Quién derriba a los guerreros? ¿Otros guerreros? ¿El destino? ¿O acaso quien los arma los desarma? La imagen de los guerreros caídos, y no digamos ya la de los vencidos, siempre me ha impresionado. El guerrero caído simboliza los límites. En este caso el íntimo y más angustioso, el personal, el que no tiene vuelta de hoja. Claro que también tras los guerreros caídos se advierten los límites de un sistema. Pero el sistema se recompone y le importa un carajo sus hijos. Porque se trata de contabilizar todo en términos de economía-beneficio y de poder geoestratégico. ¿Y las vidas, incluso la de sus guerreros? ¿Ah, eso, sus vidas?...Pues, daños colaterales. Gajes del oficio que diríamos por estos pagos. ¿Veremos alguna vez al banquero o al presidente de petrolera derribado y caído? Habría que desblindarles primero.
(La escultura es de Alonso Berruguete, hacia 1530)
sábado, 2 de enero de 2010
viernes, 1 de enero de 2010
Conjura con las sibilas
No me he reunido con las sibilas para saber del futuro.
Ni para que me informen de mi destino.
Ni para consultar seguridades.
Ni para prevenir desastres.
Ni para hallar la manera de enriquecerme.
Ni para proteger mi honra.
Ni para que me indiquen quién será mi enemigo.
Ni para que me consuelen de mis cuitas.
Ni para que me auguren dichas.
Sé tan poco del pasado que me avergüenza inquietarme por tiempos venideros.
Apenas sé de las obras de otros hombres que nos precedieron.
Apenas llego a comprender el sentido de una marcha que viene de lejos.
Apenas logro descifrar la dirección de la vida.
Pero no me inquieta lo inexistente
Ni recurro a sacralizar el misterio.
Me estimula lo acontecido hasta ahora para que yo esté aquí.
Me hablan los ciclos de la vida y su sangre y su savia y sus erosiones.
Aún es el tiempo de desentrañar lo que se hizo antes de que llegáramos
Para entender algo de nosotros.
Aún es el tiempo de mirar nuestras manos y palpar el horizonte con ellas.
Aún es el tiempo de amar lo que nos rodea.
Aún podemos navegar salvando los escollos.
Aún es el tiempo de la posibilidad.
Eso quiero pensar, eso anhelo, aunque la incertidumbre me acompañe.
Mas no debo ceder a los espectros.
Así hablé a las sibilas.
Y las sibilas han asentido con sus rostros ambiguos.
Y las sibilas han permanecido enmudecidas porque no tenían nada que decirme.
Y por vez primera he visto que la mirada de sus ojos era humana
y se acercaba a mi mirada.
Recuerda que ya fue escrito:
Buscarás la noche como lugar de acogida
Y asirás la luz del amanecer
Porque sólo con tu mirada sincera es posible medir la longitud de los tiempos.
Esta noche las sibilas y yo nos hemos conjurado contra los dioses.
A la luz de la antorcha.
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