"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 5 de febrero de 2025

Sebastian Brant ya conocía en su tiempo la ralea de necios que ahora son aún más abundantes

 

 

"DE LOS NECIOS VIEJOS

Mi necedad no me deja ser anciano. Soy muy viejo, pero también muy ignorante; un niño malo de cien años (1) Delante de los jóvenes llevo los cascabeles (2) y a los niños imparto enseñanza, y me hago a mí mismo un testamento que me pesará tras la muerte. Doy ejemplo y mal consejo, y practico lo que en mi juventud aprendí. Quiero que se me honre por mi maldad y me atrevo a vanagloriarme de mi ignominia, de que he engañado a muchos países y he enturbiado mucha agua. En el mal me ejercito de continuo y lamento no poderlo ya realizar como en mis viejos tiempos; pero lo que ahora ya no puedo hacer, se lo encomendaré a Enrique, mi hijo, quien hará lo que yo he dejado. Este ya se asemeja ahora mucho a mí en su mala calaña; le va magníficamente y, si vive, saldrá de él un hombre. Hay que decir que es mi hijo, entonces hará justicia a su condición de canalla, no se detendrá ante nada y viajará también en la nave de los necios. Me deleitará después de mi muerte que me sustituya tan perfectamente. De tales cosas se ocupa ahora la vejez. La senectud ya no quiere tener sabiduría. Los jueces de Susana (3) mostraron bien qué confianza se debe conceder a un viejo. Un necio viejo no cuida su alma; difícilmente es obrar bien si no se está acostumbrado a ello".


Notas.

(1) Isaías 65,20 / (2) Atributo del necio / (3) Daniel 13. La virtuosa Susana fue condenada a muerte por dos viejos jueces que la pretendían. El pretexto fueron unas falsas acusaciones.


¿A cuantos individuos veis reflejados en este texto sarcástico? ¿Cuántas conductas actuales no os suenan sobre las que ya Sebastian Brant no ironizase en el umbral del año 1500? Aquel libro satírico que escribiera el humanista alemán y que algunos tradujeran equívocamente como La nave de los locos no tiene pérdida en cuanto a valoraciones éticas, según el pensamiento extendido en su época. Y en gran parte de su enfoque sigue estando en vigor. Los locos no son los necios. Ahora bien, evidentemente los necios cometen locuras en su fiebre por imponerse a los demás y marcar la vida y las costumbres. Pero son locuras conscientes, estudiadas, asumidas, estimuladas. Todavía peor. Más que locuras, barbaridades. Y las barbaridades pueden llevar implícito el crimen. De ahí que el término necio troque en el término canalla. Muchos necios de hoy día van de canallas. Unos lo son porque no quieren reconocer su ignorancia y con su actitud aportan poder a otros canallas. Otros porque se apuntan al negocio y el negocio va vinculado al poder que quieren tocar de alguna manera y siempre salvando el negocio. Y otros aunque reciban solo migajas o ni eso no dudan en traicionar a sus orígenes. Ya lo dice Sebastian Brant: en el mal me ejercito de continuo.

No hace falta nombrar ejemplos, ni de necios ni de canallas, o de ese otro ser híbrido que triunfa, que se cree que triunfa, y se agita en el entorno próximo y espacios más lejanos, pues están a la vista de todos. Fuera y dentro del país que habitamos. 



 * Grabado del conocido como maestro Haintz-Nar-Meister.

Hay una edición preciosa de La nave de los necios en editorial AKAL, colección Grandes Libros.


lunes, 3 de febrero de 2025

Paisaje (verde)

 



Francamente, la lógica es aplastante ante una fuente de olivas, aliñadas con delgados filamentos de cebolla y espolvoreadas por el pimentón . Miras y te abstraes, sin decidir hincar el palillo y trocear el pan. 

Es un bodegón, esto no son aceitunas, te torea el subconsciente. También este puede ser el fruto prohibido, dice tratando de desviarte la atención el viejo cristiano que aún naufraga por algún rincón. 

Mientras contemplas el paisaje verde y un imperceptible aroma parece salir del cuadro piensas en la vida eterna. La que quisieras que durase cuando es placentera y desahogada. Te deleitas en la eternidad de los buenos ratos que has pasado en tu existencia, por muy breves o fugaces que hayan sido. 

¿Vida bucólica? ¿Contemplación más allá del bien y del mal? ¿No pasan los años por ti? Mi reino por una fuente de aceitunas, proclama el enemigo que llevas dentro mientras se le ensaliva el paladar. 

Ah, la tentación. Mefistófeles no debía conocer el placer carnal de catar aceitunas. No se lo propuso a Fausto. De lo contrario Fausto no habría dudado de entrada y ni el Anónimo del siglo XVI ni Marlowe ni Goethe habrían escrito sus relatos. Habrían compartido a través del tiempo la fuente de olivas aderezadas.

Imagina al Anónimo, a Marlowe y a Goethe, aparcando a su pobrecillo Fausto y dejando que triunfe Mefistófeles, mientras el mesonero les pone la fuente de aceitunas sobre la mesa. De no ser por este plato de los bárbaros del Sur no nos habríamos conocido en persona. Son así de simples comentando.

Lo visual se resiste a dejar paso al gusto, intentas que el instante de contemplación dure para que el apetito vaya elevando el tono. ¿Cuánto degusta el humano solo con pensar en comer? 

La mirada es el prolegómeno. Dejas que se prolongue la mirada.

De pronto no aguantas más. Es lo que tiene la pasión. Su límite. Te remangas  la camisa y alzas el mondadientes, sin ímpetu, trazando un arco con el brazo. No hay prisa, has aplazado los quehaceres. También este alimento terrenal aparentemente tan sencillo requiere su rito. Pues en cada fruto se manifestará una encarnación. Y puede que hasta un dios cualquiera, uno de paso, te pida vergonzoso si él también puede probar el bocado verde. ¿Cómo se hace? Le enseñas. 


  

sábado, 1 de febrero de 2025

Otra vez, febrero (al que Marianne Faithfull no ha llegado)

 



Otra vez en febrero. ¿Cuántas veces hemos estado en febrero? Úsese una respuesta muy individualizada, como se suele decir ahora. Pero párate por un instante y calcula, compañero. Detente, deja de hacer esa utilidad del día a la que te sientes obligado y practica un ejercicio gimnástico que no solo va a favorecer a las neuronas sino sobre todo, o además, a las ideas. Las ideas, los pensamientos, los criterios, todo ese bagaje que si no le das juego cada día se oxida con devastadores efectos en tus comportamientos, que otros individuos van a advertir.  

Ahora calcula fechas desde aquella que tú quieras elegir por capricho. De infancia, de juventud, etcétera. No se trata de repasar por repasar febreros sino de poner imágenes. Elige, si deseas, un período o un año al azar. Pregunta a la cifra ilustrada. La cifra te va a remitir a ti mismo, es decir que si esperas que por las buenas salga en una pantalla oculta tu propio aspecto o porte de tiempo atrás vas listo. La pantalla la tienes entre sien y sien. Más adentro. Preservadamente en un interior sacro que siempre pretendes salvar, porque es mi espacio intransferible, te dices como niño pequeño, pero que se ve sometido a interferencias externas constantemente. Y para más inri a las intromisiones que tu afán por seguir avanzando febreros vas generando por tu cuenta. 

Elige y recorre, pues, el trayecto de tiempo y de mirada desde el ahora. A un febrero ha seguido otro, puedes saltar varios y caer sobre un febrero de varios años después. ¿Qué ves? ¿Te recuerdas en aquel febrero del año tal? ¿Aparecen personas a tu lado y la idea que tienes de ellas se ha mantenido en el tiempo? ¿Cuántos supones que están aún por ahí, cumpliendo febreros, y cuántos dejaron de cumplir febreros, marzos y diciembres para siempre? Y ahora a lo que iba desde el principio, pero como divago siempre, y divagar no es despistarse sino tratar de abarcar más territorio aunque sea onírico, casi se me olvida. Ahora ve comparando las apariencias de hace muchos febreros de tipos conocidos, amigos, familiares, con las que te llegan en la actualidad. 

Pórtate sin acritud. Con ironía, si quieres, pero no irrespetuosa, sino solo sorprendida. ¿Qué culpa tenemos los pobrecitos de nosotros a los que se nos cae el pelo, se no pronuncian más arrugas, salen tripas más rellenas, cojeamos, vamos más inclinados o nos mostramos más flácidos? Hago de ordinario el repaso a imágenes que fueron con las que son. Sobre todo cuando muere algún personaje de cine del glamour ese que nos metieron por las canillas. Las redes mediáticas enseguida sacan del olvido la jovencita o el galancito luciendo sus hermosuras, pero avanzas en la búsqueda y los ves con sesenta, setenta, ochenta añitos, si llegan, y entonces el ejercicio te bloquea. O sea, que estos fueron aquellos, te dices con pasmo. 

Y piensas en ti mismo. Cualquiera, sea guapo o feo o del montón, piensa en cómo se verá a sí mismo, y cómo le verán, con esa edad avanzada que suele traicionar la juventud o la madurez aún primorosa. Yo siempre me consuelo con esta idea: la traición inevitable a tu pasado no es sino fidelidad a tu presente. 



Y ahora un recuerdo para Marianne Faithfull, fallecida el otro día, que a la vez es un recuerdo a sus canciones que poníamos en las gramolas de los bares. Esta canción fue creada por Bob Dylan, al que tanto escuchamos en bares y cantábamos en asambleas reprimidas.




It's all over, it's all over now, baby blue 
It's all, it's all over now, oh yeah 
It's all over now, all over now, baby blue 

Se acabó, se acabó todo ahora, bebé azul 
Se acabó, se acabó todo ahora, oh sí 
Se acabó todo ahora, se acabó todo ahora, bebé azul




*Imagen del principio: Mes de febrero en el grabado del Grand Calendrier et compost des bergeres -Gran Calendario y abono de los pastores-  de 1496.