"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





miércoles, 29 de marzo de 2023

La mirada sin objeto

 


Una mirada fija no es una fijación. Puede ser una mirada sin objeto, sin interés por escudriñar nada. Naturalmente, hay miradas interiores que son obsesivas y son sustituidas por los prejuicios, los equívocos y las falsas certezas. Una desgracia que sin embargo consideramos plena de dones. Mi amigo comenta a veces las cosas al tuntún y si acierta se considera el analista más agudo de la tribu. ¿Qué quieres decirme con eso? ¿Que me ves siempre abstraído y despistado? No es un secreto que ya no estoy pendiente como antes ni de las personas ni de los paisajes ni de las ideas. Ni tampoco me parece que sea un defecto grave evadirme inconscientemente. Hay que agradecer al otro lado de la consciencia que a ciertas edades nos pertreche de recursos para ignorar lo superficial y desoír el vocerío. No me malinterpretes, y la voz de mi amigo suena bondadosa. Al contrario, pienso que esa mirada perdida que frecuentas te remite a una actitud interior fértil y relajada. Puedo admitirte que sea fértil, pero no es calma lo que bulle dentro, le aclaro. Digamos que me siento como un basurero que trata de eliminar los detritus de tantas ideas sobrantes, de tantos cuentos mal contados, de tantas categorías a las que nos obligan rendir culto. Ese es el principal ejercicio de mi aparente caída en el desinterés por lo que circula fuera. Mi amigo es obstinado. Pero suponiendo que hagas limpia en tu casa te esforzarás al menos en que quede acogedora y el vacío sea ocupado por un mobiliario de anhelos y criterios que hagan que te sientas cómodo en ella. Ah, no veo motivo para sustituir un contenido por otro. Aspiro a un estado de quietud tal que pienso que solamente puedo alcanzar en un espacio de desalojo total. Y no me digas que uno no puede vivir etéreo y vano, que siempre necesitamos poblar de imágenes y sensaciones la conciencia, que etcétera, y puede que sea imposible pero yo voy a hacer el esfuerzo. ¿Algo así como morir sin morirte?, dice rudo y sarcástico mi interlocutor. Me acabas de dar la clave, digo. Un agónico, a no ser que haya cerrado antes los ojos, mira con la mirada extraviada, inmóvil. Ese instante sí que es entonces una verdadera fijación de la que no va a poder desprenderse el individuo. Pero ¿por qué no podríamos hablar de mirada inquisitiva? Un instante último debe inquirir, conscientemente o no, la fugacidad con que ha atravesado su vida.




* Ósip Brik fotografiado por Aleksandr Ródchenko (imagen parcial)

domingo, 26 de marzo de 2023

Don Jorgito el inglés

 


No es tierra fértil esta para otra religión que no sea la que se ha sostenido a capa y espada durante siglos. Siempre tengo que andar con cuidado para no entrar en conflicto con los más intolerantes o, en su caso, con alguna autoridad. Sin embargo aprecio la consideración con que soy tratado por los lugareños, allá donde llego y me hospedo. 

No veo mucho interés en esta gente por conocer los libros sagrados ni creo que estos hayan sido promocionados por sus intermediarios. Aunque siempre me encuentro gentes curiosas y ávidas, probablemente no conformes con estar siempre sometidas a la disciplina del mismo pensamiento. 

Del clero tradicional, ¿qué opinar? Quitando ciertos monjes con relativa cultura y algunos clérigos procedentes de familia instruida, para los demás los textos bíblicos son meras historias, hilvanadas e interpretadas a gusto del difusor. Evidentemente también lo son para los de nuestro país y muchos no carecen de menor rigidez a la hora de comprenderlos. Las gentes gustan de los relatos épicos, acaso porque en la vida ordinaria siempre acaba dominando la fuerza y la imposición, con todas sus consecuencias. Y esa épica construye, sobre personajes verdaderos o falsos, sus héroes y sus mártires, a los que se adjudica una conexión con lo divino. Me asalta la duda de si no será mejor aceptar las narraciones épicas como tales que ser esclavos de los preceptos morales que, al fin y al cabo es lo que pretenden unas confesiones u otras. 

¿Que difundir las escrituras es una excusa, como dice alguno de mis amigos de Norfolk, para viajar? No lo niego; ni me aparto de mi primaria intención ni rechazo las posibilidades de acceder a gentes y paisajes que antes me resultaban desconocidos. Ya he viajado lo mío por países extremos del continente y, si ahora me detengo en esta península de extraordinario y complejo pasado es, en parte, porque su mera referencia siempre me atraía desde niño. ¿Tanto misterio tendrá aquella extensa región al borde del océano y de África?, me preguntaba. 

Las historias que me contaban en la niñez, ¿se trataban simplemente de invenciones de caballeros andantes o de pretensiones imperiales que acabaron malogradas tras los siglos? Así que no hay mejor manera cuando tienes una tendencia al conocimiento que hacerla frente. Comprobar que detrás de las hazañas, unas más verdaderas y otras más erradas, hay gentes, quehaceres, costumbres y voluntades que pueden regirse por ingeniosos, sabios y generosos principios como en cualquier otro lugar de la tierra. 

Reconozco que mi empeño divulgador es el medio y pretende un fin, pero dado el escaso éxito en la venta de mis biblias pasan a primer plano las experiencias que estoy viviendo, a pesar de los riesgos que la guerra entre ideas e intolerancias en la que esta gente se haya inmersa supone para mí, por mucho inglés que me vean.  

¿No te desanima que sean pocos los que atienden a tu proselitismo?, me siguen preguntando otros amigos, de allí o de aquí. Yo les respondo que en absoluto, que será la voluntad de los cielos que yo no puedo alterar, como tampoco puedo cambiar la mentalidad y las ideas en las que se sostienen los españoles. Por supuesto, no les replico a todos por igual, aunque la precaución me exige ser convencional, es decir, contarles lo que sé que unos quieren oír. Con otros, cuya confianza es garante de comprensión, les hablo con escepticismo y tomo buena nota de sus sugerencias. Cuanto más conozco a estas gentes más me convenzo de que han sido maltratadas a lo largo de la historia. E incluso que ellas mismas, acaso no todas, han colaborado a maltratarse si es que no han urdido con enfermiza pasión la manera de no lograr ser felices del todo. A pesar de que lo intentan y en cierto modo rozan el disfrute del día a día.




* George Borrow, retratado por Henry Wyndham Phillips.

jueves, 23 de marzo de 2023

El escorzo

 



Quién va a saber de ti. La habitación calla. Las paredes desaparecen; nadie escucha nada al otro lado. El desorden es tu cómplice. La revuelta te recorre desde el pensamiento hasta el último nervio. Quieres domesticar lo que no puede someterse. Baldío esfuerzo. Te abandonas al descontrol. Te agitas y te contraes. Las sombras se diluyen y te acarician.  Puedes expansionarte. Te sabes sola pero a la vez eliges las compañías. Nadie me ve, nadie me interrumpe, piensas. En tal soledad te descubres. O tal vez te encubres de otra manera porque en tu insólita caída te reconoces. Has invertido el orden de los complejos. No eres quien otros consideran que eres. Has disuelto los rostros con que te muestras defensivamente al resto del mundo. Aquí acercas los márgenes y los ocupas. Todo el territorio es mío, susurras, y el eco impulsa tus palabras. La levedad inicial de estas invade el espacio hasta fusionarlas con las sensaciones que te van invadiendo. Cada textura de la ropa te escalofría. Al palpar los objetos rebajas su frialdad. Ahogas el aire con las cuchilladas de tus jadeos. Optas por desgarrarte. Dibujas escorzos con cada espasmo. El vidrio que configuraba tu cuerpo adquiere una transparencia que te sorprende. Su gelidez da paso a irisaciones donde te miras. Soy un caleidoscopio de mí misma, adviertes. Pero un cierto grado de perplejidad se desliza en el hervor de tu mente. Creo ser yo pero otra se apodera de mí, intuyes. Otra tú que te mira cara a cara y que te desplaza. Que te arrastra y te conduce a la dispersión de tus fuerzas. Que alienta capacidades ocultas. Que escarba en las honduras más soterradas a las que en cualquier otra circunstancia no llegarías. Que te materializa con las más íntimas sustancias de la materia. Quién de las dos soy, vocalizas entrecortadamente. Cuál de ellas se impondrá sin vuelta atrás. No me temas porque también eres yo, te dice el estremecimiento que te pone al borde del abismo. Allí donde caes.






* Óleo de Paula Rego.

lunes, 20 de marzo de 2023

Famélico

 



Hay quien me pregunta: ¿por qué te retratas a ti mismo tan famélico? Le contesto: porque es mi inveterada propiedad. Nací, crecí y maduré en el perímetro de mi propia desfiguración. Cómo sois los artistas. Los demás no sé. Yo voy sabiéndome. Solo trato de exponerme sin engaños ni adulteraciones. Pero esa flacidez...La delgadez no pesa. Pero esa caída...Un estado de relajación. Pero esa chepa que se va marcando...Hay encogimientos peores. Pero esa musculatura que decrece...Tampoco las hierbas salvajes mueren. Pero esa lividez...Mi sangre habla su propio lenguaje. Pero esa oquedad de los ojos que torna perversa tu mirada...La perversidad no reside acaso tanto en quien mira como en el que se complace en que lo miren. Pero ese retorcimiento de tu figura...Solo sabe el cuerpo de su capacidad si activa el movimiento más desafiante. Pero la dislocación de tus articulaciones...Danzan al son de sus ritmos. Pero esa desnudez ostentosa...Si uno es vacío debe admitirlo y reconocerse en él. ¿Te disgusta la armonía? La impostada, sí. ¿No vas contra los cánones establecidos por antiguas reglas de oro? Ni voy ni vengo. Los cánones, como convencionalismos que son, nunca han sido para mí una referencia. ¿Ni te atrae adaptarte a las exuberantes corrientes de la belleza? Soy un arroyo que solo se reconoce en su propio rumor. ¿Eres etereidad? Soy materia ingrávida. No parece que te inquiete cómo te observen. No debo manifestarme ante el espejo de los años como otros preferirían verme. Dicen que te recreas en un manierismo excesivo. El espectáculo me lo reservo para mi disfrute particular y mis retratos están tan cargados de duda, si no de perturbación... 




* Egon Schiele, uno de sus autorretratos.

viernes, 17 de marzo de 2023

Més, més, més (O tres en uno)

 


1. Més

Más que un hincha. Más que una multitud de fans. Más que una empresa. Más que un negocio. Más que una institución. Más que un Estado. Más que una nación. Más que una ideología. Más que una ética. Más que una conciencia. Más que un juego. Más que una religión. Más que la Ley. Más que el bochorno. Más que el respeto. 

Mucho más que fútbol, en el que aún creen o quieren creer los ingenuos acólitos del entretenimiento de masas.

Cuando el adverbio se repite y dispara tanto entra en el plano de lo superlativo. Y hasta lo superlativo puede caer más bajo. Sempre més.



2. Más

Seguir por la prensa o televisión lo que acontece en la guerra desatada tras la invasión de Ucrania por Rusia es entrar en una nebulosa. Uno llega a la conclusión de que no sabe nada de nada. Algún periódico proporciona ciertos análisis de la situación. La televisión, cero patatero, aunque las cadenas a veces vayan de aparentes. Conclusión: ser cauto en la opinión y temeroso ante la probable escalada del conflicto, con esa sensación de que irá para largo y el riesgo de una extensión que espeluzna, sobre todo a nuestra relativa confortabilidad. 

Más allá del aquí (o allí) y ahora cabe recurrir a ciertos textos para captar algún elemento del presente que acaso tuvo lugar en el pasado. Así. me choca leer un párrafo de la novela Jadzhi Murat, de Lev Tolstoi, relato cuyo telón de fondo es la guerra de la Rusia zarista contra los pueblos caucásicos.

"...Los ancianos se habían reunido en la plaza y, sentados en cuclillas, analizaban la situación. Nadie hablaba de odio a los rusos. El sentimiento que embargaba a todos los chechenos, desde el más joven al más viejo, era más fuerte que el odio. Estaban convencidos de que esos perros rusos no eran seres humanos, y su repugnancia, aversión y estupor ante la encarnizada crueldad de esas criaturas eran tan grandes que el deseo de exterminarlas -como el deseo de exterminar ratas, arañas venenosas y lobos- se antojaba tan natural como el instinto de conservación".

Se me ocurre pensar: ¿tendrán los ucranianos análogas percepciones a los de aquellos chechenos de mediados del siglo XIX?




3. A mayores

Bombardeo a mi sobrino adolescente de allende el océano con temáticas poco infantiles ya. Si en ocasiones le cito lo infantil es para recordar vivencias de atrás, regocijándonos ambos. En la vía de nuevas iniciaciones me parece importante proporcionarle informaciones sobre aventuras y descubrimientos, indagaciones de la ciencia, conocimiento de reacciones y comportamientos de los homínidos actuales. Que su mirada sea inquisitiva y a la vez lúdica. Que no tema a la dimensión variada y no siempre sencilla ni clara del lenguaje. Que mantenga una capacidad receptiva nada excluyente, sin temor a no entender más que lo justo.

Él entra al juego y me devuelve otros enlaces, podcasts de youtubers y otras hierbas que me cuesta seguir más por las formas egocéntricas y presuntuosas de sus autores que por el fondo, no siempre consistente.

Tendemos un puente; yo le sugiero, él me sugiere. Él sabe que avanza en el entusiasmo por la vida y yo me resisto a perder el fervor por la novedad auténtica. Quiero demostrarme que la abismal diferencia de edad no es obstáculo para comunicarnos ninguno de los dos. Se lo he hecho saber más de una vez. Que quiero aprender de él. Que necesito no perder el sentido de las emociones. Queda tanto por explorar...

   


jueves, 16 de marzo de 2023

¿Seguimos flotando en el viento?





De pronto me sale por la red Bob Dylan cantando aquella canción que cuando la canturreábamos en alguna asamblea de estudiantes nos sacaba a hostias la policía política. La letra tiene miga. Tal vez entonces no la entendíamos muy bien. Los esbirros del régimen menos todavía. Unos flotábamos en el viento. Otros se arrastraban por el barro y el estiércol. ¿Como ahora? Sobre cuántos disidentes, cuántos, decidieron y negaron los infames incluso su derecho a vivir.

Cuando contemplo esta fotografía sabiendo el destino final y temprano de los personajes me entra tristeza. No obstante la sonrisa generosa del joven que está en el medio hay algo inexplicable en la calma chicha del grupo. Tal vez la complicidad. Son amigos pero están envueltos en la seriedad de un tiempo y una actividad que les condenó. Al sonriente el destino le tenía deparado ser empujado por una ventana por los verdugos que le detuvieron. El crimen se extendió en nuestras facultades, cual siempre había ocurrido en los tajos o en la calle, como el curso del viento, el mismo viento que nos hacía a la vez flotar y luego dejarnos caer al suelo. El viento de la historia, dicen los supervivientes. Hubo protestas, hubo ardor guerrero e idealista, pero no se paró la barbarie.

Después de tantos años, y de haber pasado por tantas vivencias que postergaron aquella época, esta imagen me produce una honda tristeza. ¿Cómo iban a saber ellos, en plena y responsable juventud, de la fatalidad que maltrataría a sus vidas? ¿Cómo podían imaginar que el esfuerzo de sus acciones e ilusiones iban ser mal pagadas por los mercaderes de la iniquidad y por la indiferencia de una buena parte de la sociedad? Tal vez un caso más del sufrimiento de muchos que acabaron en el olvido. 

¿Alguna vez hemos llegado a poner del todo los pies en la tierra? En cada cual está seguir flotando o percibir la cruda realidad tal cual es. 


Nota. No tenía claro si poner esta reflexión que suena nostálgica y viejuna, pero el post de Francesc Puigcarbó sobre Bob Dylan, por una parte, y los acontecimientos de nubes oscuras de la política y la economía mundial, por otra, más la flotación de cierto sector político que no acaba de poner los pies en la tierra, con riesgo de naufragio, me han animado a hacerlo.  




 


Flotando en el viento


¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre
Antes de que le llames "hombre" ?
Sí, y ¿cuántos mares debe surcar una blanca paloma
Antes de dormir en la arena?
¿Cuántas veces tienen que volar balas de cañón
Antes de que sean prohibidas para siempre?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento
La respuesta está flotando en el viento

¿Cuántos años puede existir una montaña
Antes de que sea arrasada por el mar?
¿Cuántos años son capaces de vivir algunos
Antes de que se les permita ser libres?
¿Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza
Y fingir que simplemente no ve lo que pasa?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento
La respuesta está flotando en el viento

¿Cuántas veces debe un hombre levantar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
¿Cuántas orejas debe tener un hombre
Antes de que pueda oír a la gente llorar?
¿Cuántas muertes serán necesarias
Para ver que ya ha muerto demasiada gente?

La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento
La respuesta está flotando en el viento





(En la fotografía de finales de la década de los 60 aparecen los estudiantes Lola González, Enrique Ruano y Francisco Javier Sauquillo. El segundo muerto a manos de la policía durante su detención en 1969. El tercero asesinado por los ultras en la matanza de Atocha y ella herida en el mismo asalto criminal. Lola era la novia de Enrique Ruano cuando fue asesinado, después se casó con Sauquillo. Falleció por enfermedad hace siete años. Dijo en una entrevista: A mí me han ido desbaratado los proyectos personales y he sobrevivido gracias a los amigos. La vida no es igual de generosa para todos, ni mucho menos. https://www.elconfidencial.com/espana/2019-01-19/enrique-ruano-50-aniversario-franquismo-universidad_1767462/







lunes, 13 de marzo de 2023

Mi negra y yo

 




Mi negra favorita acaba de cumplir la edad de la mujer adulta. No es una edad computable por fechas como hacen los blancos. A ella, como a todos los de la tribu, el calendario no le dice nada que no le sugiera el sol, las fases de la luna o los astros. El calendario o, mejor dicho, la referencia del paso del tiempo reside en su propio cuerpo. Ya soy mujer, me dice con entusiasmo. Ya puedes tomarme como esposa. Ser mujer no consiste solamente en ser consciente de los ritmos interiores, sino asumir funciones que, aunque se las venían enseñando desde niña, es ahora cuando va a tomarlas en consecuencia. Ya puedo llevar el hogar, sonríe con una euforia pícara. Se siente la mujer madura recién estrenada. Como si fuera la prolongación del juego infantil. Me mira revoltosa. Ahora jugaremos los dos de otra manera, propone. Si bien, ¿por qué no cambiando las reglas? Si cambiamos las reglas, respondo boquiabierto, no nos admitirán en la aldea. Pero la aldea es de todos, no pueden hacer eso, se queja. Me dan ganas de llamarla ingenua y la recuerdo que nuestros juegos de niñez, en que sin preocuparnos de ojos ajenos alterábamos los roles, quedaron atrás. ¿O creías que los juegos eran aprendizajes que no se cerraban? En las diversiones infantiles se permite todo porque los adultos no se sienten amenazados. ¿Es la amenaza, entonces, solo propiedad de los mayores?, pregunta. Más o menos. Y debo haber fruncido el ceño al decir esto porque ella pone rostro de espanto. Podríamos irnos de aquí, me propone con la boca pequeña. ¿Eso es lo que querrías? Yo no debo ser tu única referencia, le digo con cierta compasión. Sentirías nostalgia siempre por tu aldea, por tus gentes y al alejarte tu pasado se convertiría en una prisión indeseada. Prosigue argumentando. Pero estás tú, está el futuro, ¿se nos iba a negar en otro lugar desenvolver nuestras vidas? Sonrío y ella sabe que yo también lo deseo. Pero que siendo algo mayor que ella me impongo ver pros y contras. Se lo hago saber. Que ninguno de los dos procedemos de paraíso alguno. Que si nos quedamos se nos va a exigir mantenernos por debajo de nuestras aspiraciones. Que si buscamos otros horizontes nos arriesgaremos a perder la seguridad. Que si ambos nos concentramos en el deseo mutuo es para apoyarnos frente a las reglas imperantes, y no solo por nuestras apetencias más íntimas que como jóvenes debemos satisfacer. Entiendo que compartas conmigo tus dudas, y pone una de sus pequeñas y olorosas manos sobre mi boca. Dirás que soy tonta. Ni ser mujer ni ser hombre significa romper el hilo de las ilusiones de nuestros mejores años. Otros se han marchado también de este valle inhóspito antes que nosotros. Y sabemos cómo les ha ido después; para bien y para mal, digo mientras se me empañan los ojos al destello de su mirada esperanzada y limpia. Aunque tal vez tengas razón. Si no probamos nunca sabremos. ¿Lo intentamos?



(Figura femenina de terracota de la cultura Ife, del valle del río Níger. Siglos X-XII.  Museo de Arte Africano de Valladolid)

sábado, 11 de marzo de 2023

Όλες απαντάμε αν αγγίξεις μία (Todas respondemos si tocas a una)

 


Han sostenido toda la vida el sistema. En muchas culturas y países aún no se les está permitido dar el paso al frente. Pero allí donde lo han hecho, cuánto ha cambiado todo. Por fortuna. 

(Me voy a Atenas por un rato)




martes, 7 de marzo de 2023

Apolón Apolónovich pregunta por mi


 

¿Dices que te ha preguntado por mí Apolón Apolónovich? ¿Ese chiflado? Siempre es una cortesía que pregunten por una. Pero...Apolón Apolónovich pregunta por cualquiera aunque solo le haya visto una vez y dudo que le recuerde. Si bien tú destacas tanto en las reuniones que acaso yo, y no te burles, que no tengo ojos más que para ti, no me percibiera de todos los presentes. Pero él pregunta, finge, miente. El caso es, y tiene bien merecida fama de ello, que se hace el conocido, aunque se lo nieguen. Es un tipo al que hay que desenmascarar. Esos trucos que utiliza para aproximarse están muy gastados. Siempre con su recurso de decir ay, se le parece tanto, ay ese corte de pelo que es como el que ella, yo, tiene siempre. Ay, esa sonrisa tentadora, y otras expresiones fuera de tono. Apolón Apolónovich pone el cebo a su particular caña porque piensa, ese chiflado, que así tiene donde agarrarse el día que se produzca un encuentro de verdad. ¿Que lo busca, dices? ¿Que se muere de ganas de entrar en nuestros círculos por el único afán de verme de cerca? Ya sé. Muchos venís diciendo que es un aparente y un bocazas. Que no ha creado nada ni se le conoce por sus grandes conocimientos renovadores. Que sus teorías son solamente de palabra y que mejor ignorarle. Os sabe mal a todos que siendo un donnadie se interese por mi discreta existencia. Pero a la vez le dejáis que provoque y así intentáis ponerme a prueba. Para. Vas a decir ahora que mi existencia de discreta no tiene nada. Pues lo es, pero sois vosotros, todos los amigos del grupo los que os empeñáis en difundir por ahí que soy vuestra musa. A Apolón Apolónovich le habrá llegado la leyenda y como buen embaucador le ha faltado tiempo para interesarse por mí. Decís que no es el individuo turbio de otros tiempos, que ahora ve más claro y quiere cooperar en todo lo que tratamos de construir. No os creo. Por supuesto, me da lo mismo que abandone las orillas de su Neva para darse un paseo por estos lares. No pienso hacer el menor esfuerzo por hacerme la encontradiza ni voy a permitir que vosotros hagáis la pamema de llevarme de exposición por los tugurios a los que a buen seguro acudirá. ¿Qué? Cómo te ríes de mí. Te ríes y te hinchas y te hinchas, y corres el riesgo de descuajeringarte. Todo esto te lo estás inventando porque te gusta sacarme de quicio. Pero si fuera verdad, si a pesar de tus invenciones, me encontrara un día a ese cantamañanas en la Tretyakovskaya, por ejemplo, ten por cierto que cambiaría de sala de inmediato. Aunque bien pensado, acaso merecéis un castigo. Todos vosotros. Un castigo a tiempo puede ser una salvación ¿Y si hago algo por redimir a Apolón Apolónovich de sus manías y obsesiones? ¿Y si consigo que sea un personaje digno de algo más que su nombre rimbombante? Os estaría bien empleado a todos, aunque me hiciera pagar el precio de soportar vuestros hocicos contraídos. Quién sabe si Apolón Apolónovich no merece un punto de compasión que a mí misma me cambie.



Nota. Que me perdone Andrei Biely por  secuestrar y encerrar en unas líneas que no son suyas a su personaje.


(Fotografía de Lilya Brik, cuyo autor no logro saber quién es)

domingo, 5 de marzo de 2023

Franco Fagioli en Artajerjes o L´Artaserse





Hoy solo tengo actitud de oyente o, mejor dicho, de escuchante. Para la música y no precisamente para la celestial. Dejo aquí un trozo de ópera, con una interpretación magistral y divertida y una poesía que tiene su miga. ¿Puede la inocencia ser causa del naufragio del individuo? Me quedo pensando en ello.



 


Vo solcando un mar crudele,
senza vele e senza sarte.
Freme l’onda, il ciel s’imbruna,
cresce il vento e manca l’arte
e il voler della fortuna
son costretto a seguitar.

Infelice, in questo stato
son da tutti abbandonato.
Meco sola è l’innocenza
che mi porta a naufragar.


Voy surcando un mar encrespado,
sin velas ni cordelería.
Tiembla el mar, el cielo se enfosca,
arrecia el viento, flaquean las fuerzas,
y los caprichos de la Fortuna
me arrastran sin piedad.

Infeliz, en este estado
me veo abandonado por todos.
Solo permanece la inocencia
que es causa de mi naufragio.



Artaserse, música de Leonardo Vinci (1690-1730) y libreto en italiano de Pietro Metastasio (1698-1782)













viernes, 3 de marzo de 2023

Meditaciones a propósito de los descalificadores y los incontinentes verbales








Sobran los energúmenos verbales. Sus voces se hacen oír, sus palabras escritas pretenden ser leídas, pero unas y otras se descalifican por sí mismas. Y entonces, ¿de qué les vale tanto vocerío excluyente?

Dime cuántas descalificaciones profieres a diestro y siniestro y te diré qué carencias te amargan.

Los blogs se empobrecen cuando desde el anonimato se hace demagogia barata e insulto de tasca. Se reduce la posibilidad de disentir y se anula la capacidad del debate razonado.

En los tapeos de grupo el que más descalifica se considera el rey de su corte, sin darse cuenta que no es sino un mendigo de sus pobres ideas.

Piensas que todo el mundo yerra salvo tú. No hay mayor torpeza que no reconocer los propios errores.

Te crees suficiente, pero solo sabes pastar en el prado de tus deficiencias.

¿Te estimas más por invalidar los criterios ajenos? ¿Por qué no permites que se nutran los tuyos de la asimilación que practican los otros? No vaya a ser que tanta supuesta autoestima se desvanezca. 

La bilis natural cumple su función orgánica. La bilis mental daña los órganos de la convivencia.

Presumía de ser campechano y chusco, pero nadie le pedía nunca consejo. 

Emitía tantos improperios, incluso en público -ante los parroquianos de la tasca- porque se sabía jaleado. Mísera y pretendida sabiduría que busca testigos que le apoyen pero que acaso un día testificarán en su contra.

El lenguaraz que descalifica a los demás acabará atragantándose con su propio descaro. 

Pensar con las vísceras no es bueno para las vísceras.

La naturaleza no nos dotó de cerebro para la vaciedad.

En el menester de eliminar toxinas y evacuar detritus, hágase, por favor, a través de la vía pertinente. La lengua y la palabra están para entendernos, no para desalojarnos unos a  otros.

La política es un bien colectivo, aunque algunos se empeñen en desacreditarla y dejarla en manos de quienes no se la niegan a sí mismos pero están interesados en negársela a los demás. Respetemos el bien, a pesar de los maltratadores de la Razón.

Por la boca del deslenguado muere toda ética que se precie. O simplemente no nace.

Presumía de dialogante, pero no permitía que nadie le llevara la contraria.

Quería ser graciosillo y solo resultaba ser un patán. 

Quería pontificar pero carecía de ministerio adecuado para ello.

Las glándulas salivares son excelentes para la digestión. Pronunciando descalificaciones del prójimo se derrochan propiedades higiénicas y saludables del cuerpo.

Pretendía constantemente descalificar a los que no pensaban como él. En aquel acto ridículamente empavonado no se daba cuenta que se retrataba a sí mismo.

Desacredita que algo queda, pensaba el incontinente. A la expectativa de obtener alguna clase de botín.

Practicaba la verborrea desenfrenada para ocultar sus propios miedos.

Disfrutaba sus días de gloria en el estercolero de las palabras necias.

Donde él ve tinieblas exteriores reina la propia oscuridad.

Un amigo trató en cierta ocasión de charlar relajadamente con el descalificador. Pero no le quedó al amigo más remedio que derivar la conversación al fútbol para quitar hierro a las rígidas aseveraciones del otro. Equivocación. Ni siquiera en el tema del fútbol el descalificador se mostraba prudente. Incluso al despedirse fue el amigo quien pagó el café de los dos.


(Etcétera y más etcétera. La imagen adjunta es de un dibujo de José Hernández)



miércoles, 1 de marzo de 2023

Estuve en el acto del legado de Ángel González

 


Asistí el lunes al acto del llamado legado de Ángel González en el Instituto Cervantes de Madrid. Dicho así me veo caminando por la calle Alcalá, asistiendo al acto, charlando con García Montero, Benjamín Prado o María Gil Bürmann y tomándonos después unas copas en el Círculo de Bellas Artes. Pero no. Asistí solamente a distancia por mor de la técnica en directo llamada YouTube. Creo que casi me asombro más por esta capacidad actual de estar sin estar, pero estando al fin y al cabo de algún modo, que proporcionan los canales de comunicación on line, que por los contenidos en sí, más ritualizados. 

Tal entrega del legado responde a algo simbólico, como no podía ser menos entre los especímenes humanos. En el Instituto Cervantes de Madrid hay una cámara acorazada, a la que se denomina la Caja de las Letras, donde se deposita un legado. Es decir, recuerdos diversos y significativos -tal vez más emotivos y entrañables que otra cosa, pero no menos biográficos- de personalidades de la literatura, cine, teatro, arte, danza, música, ciencia, que en algún momento decidieron entregar. Y en efecto, nunca había presenciado cómo algunos libros con dedicatorias, dibujos, fotografías, cartas u otro tipo de objetos se depositaban dentro de una de las cajas. Ángel González probablemente habría hecho un poema sarcástico sobre la ceremonia y el recinto que, como todas las grandes cámaras blindadas, tiene algo o mucho de nichos de cementerio o de cajetines a la entrada de supermercados.

Los discursos que se pronunciaron en el acto se debatían entre palabras afectuosas y exposiciones algo académicas. Dominó más el calor que la frialdad. Ángel González jamás me ha producido con sus poemas gelidez alguna, no obstante la tristeza y gravedad de muchos de ellos, sino un descenso sincero y perturbador a las profundidades de mí mismo. Asumiendo el riesgo de la angustia, recreándome en el escepticismo, dejándome contagiar por la ironía como visión y sobre todo expresión de la existencia. Y a medida que se diluían las palabras de aquellos amigos del poeta que le recordaban me venían a la mente algunos de sus poemas, tal este:

"Al lector se le llenaron los ojos de lágrimas, 
y una voz cariñosa le susurró al oído: 
-¿Por qué lloras, 
si todo en ese libro es de mentira? 
Y él respondió:
                          -Lo sé; 
pero lo que yo siento es de verdad."

Al fin, va a resultar que leer es sentir. Lo ratifico. Si no, ¿de qué servirían los libros  y nuestros aprendizajes? Otro:

"No achaques a tu edad
este desinterés, la indiferencia
-casi desdén- 
con que hoy miras la vida. 
No culpes a tus ojos fatigados.

La fatiga
no está en los ojos que miran, 
está en todo lo que ven."

Que la realidad fatigosa y harto desesperante a veces no nos nuble la visión. Si bien puede haber otro enfoque que Ángel González no iba a obviar: 

"No achaques a la vida 
este desinterés, la indiferencia 
-casi desdén- 
con que hoy la miras. 

La vida es inocente e incansable. 

La fatiga 
con que ahora la contemplas ,
está 
no en lo que los ojos ven, 
sino en los ojos que miran."

Evidentemente, la poesía es filosofía. O enseña a pensar o no nos sirve. 

Los poemas reproducidos pertenecen a su último libro, Nada grave, publicado tras el fallecimiento del autor en 2008. Paradójico ejercicio juntar -en armonía o en disputa- gravedad con vacío. Tal vez en eso consista la vida.