Los Himnos homéricos son un conjunto de treinta y cuatro poemas generados a lo largo de varios siglos anteriores a la era cristiana. Cada uno está dedicado a un dios del panteón griego pero también al Sol, a la Luna y a la Tierra. Aunque antiguamente eran adjudicados a Homero, en realidad parecen ser obra de diversos autores. Hay diferencia amplia de fechas entre todos ellos y se han transmitido por la tradición oral. Y ya se sabe que esta confirma o rectifica, cambiando y derivando siempre la forma y el fondo incluso de los relatos. De ahí que en los mitos y las leyendas más ancestrales, los grecolatinos son una buena muestra de ello, los dioses tengan diferentes vidas imaginarias y por lo tanto narraciones múltiples.
Mas la información sobre los Himnos homéricos ya la suministran los investigadores y eruditos, y yo poco más sé. A mí me ha interesado traer aquí la verdad y sensibilidad que rezuma el himno dedicado a la Tierra. Tiene todas las connotaciones de una plegaria de agradecimiento. Pero también está cargado de anhelo, de aspiración a una vida segura y condescendiente. Y ojalá feliz. Sin duda el idealismo humano ya proviene de lejanos tiempos. No en vano en la cultura clásica griega hay un eco evocador de las bondades de la existencia. Si bien uno no puede dejar de pensar que aquella sociedad también era clasista, y que no todos sus componentes se beneficiarían por igual ni obtendrían satisfacción de sus necesidades, pero ¿acaso quien más o quien menos no aspiraría a verse compensado por los dones naturales y por los productos del esfuerzo y la tarea humana?
Os dejo aquí el Himno a la Tierra, personificada en Gea, en estos tiempos en que parece que nuestro planeta está tan herido por la acción de los mortales, y las deidades se revelaron hace mucho incompetentes para poner límites a la incuria humana. Con mis mejores deseos para celebrar el solsticio de invierno. Bienvenido sea, bienvenidos seáis todos a él.
A la tierra, madre de todos
"Voy a cantar a la Tierra, madre universal, de sólidos
cimientos, la más augusta, que nutre en su suelo todo
cuanto existe. Cuanto camina por la divina tierra o por
el ponto, o cuanto vuela, se nutre de tu exuberancia. Por ti se vuelven prolíficos y fructíferos, soberana, de ti depende dar la vida o quitársela a los hombres
mortales.
¡Afortunado aquel al que tú honras benévola de
corazón! A él todo se le presenta en abundancia. Se
le carga el labrantío dispensador de vida y por sus
campos prospera en ganados. Su casa se llena de bienes. En cuanto a tales hombres, con buenas leyes gobiernan en una ciudad de hermosas mujeres. Abundante fortuna y riqueza los acompañan. Sus hijos se
enorgullecen de su juvenil placer, y sus hijas, jugando
en coros cuajados de flores, con ánimo alegre se complacen entre las delicadas flores del prado. Esos son a
los que tú honras, venerable diosa, generosa deidad.
¡Salve, madre de los dioses, esposa del estrellado
Cielo! Concédeme, benévola, en recompensa por mi
canto, una vida grata a mi corazón. Que yo me acordaré de otro canto y de ti".
***
Y una traducción acaso menos libre, para quien sea más exigente con el estilo clásico:
A Gea
A Gea, madre universal, cantaré, de sólida base, la más anciana, que nutre sobre la tierra todo cuanto hay; cuantos seres se desplazan por la tierra divina o cuantos (se desplazan) por el mar o cuantos vuelan, ellos se nutren de la abundancia a ti debida.
Por ti llegan a ser de muchos hijos y fructíferos, Soberana, en ti está el dar la vida o arrebatarla a los hombres mortales; feliz aquel a quien tú honres benevolente en tu ánimo: a él todo se le ofrece inagotable.
Cargada está para ellos la tierra labrada, dispensadora de vida, y en los campos hay prosperidad para los rebaños, y la casa está llena de bienes; ellos, con buenas leyes, mandan en la ciudad de hermosas mujeres, y mucha felicidad y riqueza los acompaña.
Sus hijos con alegría juvenil se sienten orgullosos y sus hijas vírgenes, jugando en coros floridos con corazón alegre, danzan entre mullidas flores del prado, (aquellos) a quienes tú honres, venerable diosa, generosa divinidad.
Salve, madre de los dioses, compañera de lecho de Urano, cubierto de estrellas, benevolente, a cambio de mi canto, concédeme una vida plácida: yo por mi parte, me acordaré de ti y de otro canto.
(Imagen de cabecera: Cuadro del pintor danés Vilhelm Hammershøi. Imagen posterior: escena de un vaso del Pintor de Eretria, siglo V a.e.c. )