jueves, 30 de mayo de 2024
Me pongo a leer el periódico con gafas infantiles
lunes, 27 de mayo de 2024
Breves preguntas a los criminales
Esta niña, víctima del bombardeo israelí de hoy sobre un campo de refugiados de Rafah en Gaza, ¿es antisemita, asesinos? Vuestra criminalidad es insoportable. La inacción de Oriente y Occidente aturde. La alta política y la falsa moral de las religiones se desacreditan permanentemente. La impotencia consume. Mientras, los palestinos padecen. Y los más inocentes no entienden nada. Verdugos, ¿ya no os acordáis de la Shoá? ¿La habéis borrado de la memoria?
https://elpais.com/internacional/2024-05-27/guerra-entre-israel-y-gaza-en-directo.html
sábado, 25 de mayo de 2024
La logia de los bustos
miércoles, 22 de mayo de 2024
La voz que no cesa desde la piedra testigo
lunes, 20 de mayo de 2024
Confidencias de un atleta
sábado, 18 de mayo de 2024
Las inoportunas parálisis en la vida
No fui nunca excesivamente habilidoso. En el servicio militar no se me daba mal ejercitar la carrera, subir por una maroma o tirarme cuerpo a tierra y afinar la puntería. De hecho, me seleccionaron para un cursillo de francotirador, que decían de manera más rimbombante tiradores de élite. Eso de ser francotirador con objetivos estáticos no tenía ni mérito ni emoción, pero llegaron a premiarme. Sin embargo en otros ejercicios la maña, bien fuera por nervios o porque no acertara con el artilugio, me traicionaba.
Recuerdo un día en que fuimos a practicar con granadas de mano. Era habitual que me costara un poco desprender la cinta de la espoleta con los dientes, arrojar lo más lejos posible el artefacto y tirarme de bruces al suelo, resguardándome siempre tras unos sacos de arena. Antes o después lo lograba. Pero aquel día que pudo ser fatídico no sé qué me sucedió.
Ante la orden del sargento chusquero me dispuse a colocar mi cuerpo en acción para arrojar la bomba de mano lo más lejos posible. Le pegué la dentellada a la cinta pero sin embargo fui presa de la inacción. ¿Saben lo de la cámara lenta del cine? Tuve de pronto la sensación de que no coordinaba mis movimientos y que sujetaba el artefacto con ligereza excesiva, demasiado volátil. Arrancar la cinta de seguridad me estaba pareciendo un proceso largo, inacabable. Permanecí inmóvil en una posición difícil de precisar. Yo miraba tontamente aquel ingenio maligno. Incluso presentí un diálogo sordo con él. De pronto lo que tenía en la mano no me parecía familiar. Me desagradaba la forma cilíndrica, las estrías de su superficie, el mismo color terroso oscuro con que venía de fábrica.
Todo el mundo pendiente de mí. Hasta el suboficial dudó y creo que le contagié la parálisis. El recuerdo vago que tengo es que me quedé contemplando el fruto prohibido en la mano y que las voces del superior retumbaban mientras a mis compañeros, atónitos, se les congelaba el alma.
Ellos a dos metros de mí. Tírala, tírala de una maldita vez, oí la voz tronante. Pero yo permanecía indeciso, despistado, casi indispuesto para ejecutar el lanzamiento. Sentía mi mano agarrotada sobre la bomba. No soltaba aquella carga destructiva y mi cuerpo vacilaba en una postura retorcida, nada cómoda.
De pronto los dedos se fueron relajando, la palma se abrió como una ofrenda perversa. Sentí cómo me orinaba. Las voces me llegaban de todas partes, pero las recibía apagadas, dispersas. El tiempo se detuvo. Fue una escena también de cine. Alguien corta por un instante el proyector. Silencio mudo y expectativa. No recuerdo si el público pateaba o estaba sin palabras. Los instantes, tan largos.
Si fue un calambre o estar sufriendo una abducción lo que me atacaba no se supo nunca. La granada se deslizó juguetona entre las piernas de los reclutas próximos. Yo con la cinta aún entre los dientes y aquél explosivo yaciendo inútil por los suelos para relajada sorpresa de todos. Sin explosionar. Qué suerte, cabrones, repetía una y otra vez todo sudoroso el sargento. Defecto de fábrica. Pero tú...y me acusó energúmeno, disfrutando de toda clase de improperios.
Mejor evito relatar la disciplinaria que me vino a continuación. Pero aquello me sirvió, un tiempo después, para escalar entre los tiradores de objetivos móviles. Era más seguro para los míos. Las figuras de paso que se pusieron a tiro no podrán decir jamás lo mismo.
* Imagen: Galo moribundo. Copia en escayola de 1885, sobre una copia romana del siglo III antes de nuestra era. Casa del Sol. Museo Nacional de Escultura de Valladolid,
lunes, 13 de mayo de 2024
Ni sé si he nacido, ni sé si me he muerto
Ni sé si he nacido, ni sé si me he muerto. Al mirarme advierto que desconozco mi estado. Puedo estar en formación de un ente que no sabría situar en el mundo de las especies. O tal vez es la imagen que brinda mi propia descomposición, sin que logre recordar si antes tuve otra identidad.
En este espacio de inmersión que me oculta las sensaciones tengo la impresión de estar habitado por otros seres. Puede que sea la suma de todos ellos. Adheridos a mi cuerpo irreconocible me impregnan, me mecen, procuran mi abrigo, me colonizan. No soy. Soy de todos ellos.
Tanta humedad ha penetrado en la materia de origen. Ignoro si soy transformación o una condición amorfa. De no verme de este modo jamás hubiera pensado que la vida fuera tan plural y llegara a poseerme. Acaso a haberme hecho. La pluralidad compitiendo consigo misma. Yo, en una situación en la que no me reconozco.
Otras vidas se imponen a la que supuestamente tuve. Anclado en un fondo arenoso mi secuestro es una liberación. Si alguna vez fui otro lo he olvidado. Ahora me veo solamente como masa. Una masa olfateada por multitud de especies. Corroída por la salinidad. Engrosada por una sucesión de elementos que no sé descifrar. Mis pies se hunden, tal vez sean vago recuerdo. A veces siento oscilaciones. Cuando no derribos.
Pienso ahora en los que viven. Creen ingenuamente que son algo. Que son. Necesitan saberse en sus relaciones, sus posesiones, sus experiencias. Se identifican más con un estatus que con las propias sensaciones. Aquellos filósofos que se pasearon alguna vez junto a mí gustaban de debatir sobre la existencia. Según ellos allí yo era un ser. Pero aquí soy la nada. La preñez de la naturaleza marina que se empeñó en darme cobijo.
Llevo mucho tiempo en las profundidades y no he visto nunca a ningún ser fantástico que marinos y exploradores nombraban como reales. Ni siquiera las sirenas de aquel que decía sentirse acosado por ellas y buscaba eternamente un retorno al origen. ¿Seré yo una quimera o simplemente un error intrascendente? Los hombres viven cultivando la ilusión, fomentando la construcción endeble de una trascendencia. ¿Fui yo una vez como cualquiera de ellos?
Desecho o fango, soy la secuela de mi propia pérdida. La huella extraviada de algún pasado cuya interpretación me es privada.
*Imagen del Atleta de Fano
sábado, 11 de mayo de 2024
Esta eclosión que me asombra
Estos días observo el florecer. Hasta ayer se sugería. De pronto eclosiona. Me pregunto cuál es su estado auténtico. Llamamos flor a lo que acaba de nacer. ¿Por cuánto tiempo?
La belleza sin parangón de la manifestación definitiva de unos brotes nos desborda. Ya ha echado flores, decimos. Lo hemos estado esperando. Expectantes e incrédulos. Este año no sale, decían los agoreros. Todos nos quedamos admirados, sorprendidos, silenciosos. Un gesto orante. Luego las palabras elogiosas. Si no hablamos no nos sentimos alguien, no nos hacemos presentes. Pero el florecimiento no precisa articulación de vocablos. Solo nos pide sentir la sensación. Consecuentemente desarrollar un sentimiento.
Los botánicos nos han explicado el proceso, pero nos cuesta comprenderlo. No somos la planta. No nos basta comparar el desarrollo, ese modo técnico y vital, de engendrarse y crecer de un vegetal con el de un humano. Nos aproximamos a ese otro mundo relacionándolo e incluso equiparándolo con el nuestro. Necesitamos que los demás mundos, las demás vidas del universo, nos ratifiquen. Somos torpes e ingenuos. Esos mundos pueden afirmarse por sí mismos. Sin necesidad de nosotros. A pesar e incluso en contra de nosotros.
Me quedo pensando si mi actitud ante este destello de vida, que es el final, no será una actitud de amor. Miro y vuelvo a mirar por todas partes. El capullo aún no brotado, la flor abierta con sus amplios y sedosos pétalos, su cáliz brindador, el recóndito pistilo pletórico de feminidad, los delicados pero efectivos estambres, los colores tenues, su verde corazón como testigo de un origen que volverá.
Siento amor porque me abstraigo. Por unos instantes no soy un varón, ni siquiera un hombre. Me limito a entregarme como observador embriagado por una manifestación que me supera. Esta mirada tiene una vertiente opuesta. La flor no va a pasar de ahí. Va a acabarse en pocos días. No se mantendrá en el tallo. Habrá cumplido su ciclo, pienso. Yo también cumpliré el mío, me digo para establecer un nexo con ella. Vano intento, solo fantasía. Yo aquí, ella ahí. Pienso entonces en unas palabras de Alberto Savinio en su deleitosa Nueva enciclopedia: "El examen 'especializado' de cada género de amor nos dejaría probablemente con las manos vacías. Hay una razón ineludible que impide toda posibilidad de encuentro entre nosotros y el amor, y es que, en el instante mismo en que está a punto de nacer, el amor muere. ¿Muere solamente el amor de los sentidos, como por desgracia sabemos? No, también cualquier amor, incluso el de la riqueza, que muere en el acto mismo en que el hombre adquiere la riqueza".
jueves, 9 de mayo de 2024
Lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta. Pero esta vez la secular Universidad pública ha perdido el norte
Ay, Fray Luis, si tú supieras. Si te enteraras de que va a dirigir tu universidad preclara un personaje llamado Juan Manuel Corchado, que ha hecho trampas durante años. Probablemente perderías tu calma y bajarías de la peana para tirar de las orejas al profesorado y al estudiantado por elegir lo mediocre o por permitirlo. ¿Tan bajo has caído, Salamanca? ¿Aún se podrá invocar aquel lema histórico, Salmantica docet, Salamanca enseña?
Según leo en El País, el recién elegido rector de la Universidad de Salamanca "...ha hinchado su impacto científico con trampas durante años, añadiendo miles de autocitas irrelevantes en sus publicaciones, dando instrucciones a sus trabajadores para que citaran sus estudios y beneficiándose de multitud de perfiles fraudulentos de investigadores inventados dedicados a mencionar compulsivamente sus artículos".
Consolación: de 33.000 universitarios llamados a votar en una candidatura sin alternativa porque nadie más se presentó (por qué habrá sido) solo han votado a este señor 2.131, un 6,5%. ¡Rector con un 6,5! Entre los profesores permanentes, informa El País, el rechazo a Corchado fue altísimo. Sobre una participación del 72% se dio un voto en blanco del 46%. Ya dice mucho. Pero el elegido ¡va a mandar! Y con un presupuesto anual de 293 millones de euros.
Me acuerdo de alguien relativamente cercano a nuestro tiempo: Miguel de Unamuno. ¿Qué pensaría aquel rector sabio que fue depuesto por golpistas? ¿Que siempre han estado ahí los que vencen pero no convencen? Ni el pudor ni la prudencia deben ser ya virtudes académicas. Y eso no es sabiduría y menos enseñanza, al menos ética.
lunes, 6 de mayo de 2024
Del banquete en casa de Lárico de Siracusa
viernes, 3 de mayo de 2024
La noche en que se me apareció la evanescente
La otra noche se me apareció la evanescente. No estoy seguro si fue en la fase REM o en duermevela. Por fin te has acordado de mí, me dijo. Y como advirtiera mi perplejidad: pensé que podrías haberte muerto. No reaccioné de momento. ¿Te quedas callado? Balbuceé pesadamente. No sé, hay veces, que pueden ser años o siempre, en que uno muere para algo. Para una actividad o una relación o para esto mismo de las escrituras al vuelo. La evanescente me miró molesta. Lo entiendo, pero esta vez te habías olvidado de mí completamente. Y no han sido dos días, han sido...Calla, la corté. Estoy dispuesto a subsanarlo. Oh, no, el tiempo abandonado no se subsana jamás, no te justifiques, y usó un tono indignado, pero se mantuvo expectante. ¿Cómo es que ahora de pronto me has buscado nuevamente? Tal vez ya no soy la misma y probablemente tú tampoco. Se mostró dura. Frotándome las legañas acerté a hilar una explicación lógica. Eso es lo interesante, no ser los mismos ninguno de los dos y pretender tratarnos de nuevo. Como si no se hubieran producido interrupciones. Las distancias temporales suelen resultar más aportadoras que las espaciales. Ambos arriesgamos en nuevos encuentros, teniendo en cuenta que el principal riesgo está en que nos rechacemos fácilmente, a la primera de cambio. La observé muda. ¿Ahora callas tú? Reventó, pero con tono moderado. No es necesario que me des explicaciones. Del mismo modo que tampoco espero las mismas efusiones que en otras épocas, amigo mío. Y para celebrar el reencuentro, dime, ¿de dónde has sacado ese personaje con un rostro tan desagradable, por no decir repugnante? Espero que no dure mucho, porque me irrita. Veré qué puedo hacer, le prometí esquivo. Ya te lo contaré algún día, de momento veo en esa cara una fisionomía gestual que resulta interesante. ¿No será más bien una fisiognomía a través de la que pretenedes aproximarte a un carácter o a una personalidad?, dijo con agudeza. Puede ser, y es que sucede que los tiempos gestuales son en ocasiones más expresivos que los verbales. Los latinos sabían mucho de ello.
https://tulaevanescente.blogspot.com/
(Un enlace por si alguien quiere saber más de ella, la evanescente)