Cuando era pequeña había un cuento en que la protagonista era la luz. ¿Tú crees que puede atraparse la luz? No contestes. A mi me lo contaban porque me daba miedo la oscuridad. No se puede decir que en nuestro país, a diferencia del tuyo, tengamos mucha luz solar, pero valoramos los tiempos y apreciamos también sus intensidades. En la guerra nos vimos privados muchas veces de la luz eléctrica así que cuando se producían apagones, para que no me angustiase, me decían que la luz había quedado atrapada en un cepo. Y que no tardando mucho se escaparía de la trampa y nos haría nuevamente compañía. Yo entonces ponía forma de mujer a la luz y me la imaginaba luchando con denuedo. Radiante, despachando haces luminosos a diestro y siniestro, iluminando lo que había en la superficie de la tierra y en el mundo subterráneo. ¿Por qué las narraciones, y esa es una de ellas aun siendo tan breve como efectiva, tienen categoría de mito, y los mitos precisan que reconvirtamos los elementos en figuras animadas? No importa que lo que nos aceche sea positivo o negativo, tendemos a dotarlo de cuerpos como los nuestros, que emitan gestos elevados o bien abyectos. La iconografía cristiana sabe de ello y en muchas naciones abunda ese modo de representar el bien y el mal desde hace siglos, ¿no? O el premio y el castigo, o el dolor y la salud, o lo yermo y lo fértil, o la felicidad y la desgracia, o la ley y el caos. Aquella luz de la que nos veíamos privados sigue siendo una obsesión para mí. El cuento me curaba del espanto. Podían pasar horas y horas, pero yo mientras me había quedado dormida. El relato y la imaginación que yo aportaba. La fabulación me trasladaba serenidad. También esperanza. ¿Será que la esperanza, que no se toca, pero que de alguna manera prende y se mantiene dentro de cada uno, proporciona la seguridad mínima para no caer rendidos ante el desespero? ¿Quién puede decir que no se sostiene en alguna clase de anhelo, al que se aferra en mayor o menor grado, como medio de superar el infortunio? ¿Quién no fantasea con una situación en que se ve libre del desamparo? No digas nada, simplemente divago. ¿Has visto?, dice Naida. La habitación se debate entre dos luces. ¿En que lado estamos nosotros?
(Fotografía e Inés González)