"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





martes, 30 de noviembre de 2010

Geometrías invariables, 3


necesita saber algo que no le digan los personajes, él se aleja de los personajes, se alejó hace mucho, en su infancia y en su juventud fue mucho al cine, casi vivía en el cine, casi se alimentaba del cine y expresaba la vida real como si fueran escenas de películas, le contaba más a su madre y a sus amigos de las películas que de sí mismo, y a veces cuando hablaba de sí alteraba su cotidianidad y la disimulaba con rasgos de la ficción, ya apenas va al cine y lo lamenta de tan escéptico de los personajes que se ha vuelto, vio algo de teatro, incluso lo representó, no lo frecuentó más porque no era difícil hacer teatro sin escenario con los atrezzos de cada día y con los espectadores de su entorno en cada día, no era excesivo hacer un escenario de cada instancia obligada por donde se movía, ya no lo pisa, se dejó robar algún tiempo por la televisión, ahora la desconoce y busca la excusa para no verla en la complejidad de los mandos a distancia, y en el tiempo que le lleva dar con la sintonización ha perdido el interés en colocarse ante la esfera catódica, dedicó esfuerzos y horas en planas de periódicos y revistas, mundo éste del papel de un día a otro donde se esbozaban comentarios que iban abriendo luz con composiciones nuevas de imágenes, la imagen siempre, complementaria y multiplicadora de efectos, aquellas publicaciones que alternaban la fotografía o la maqueta imaginativa y atrayente con lo escrito, más duro y dificultoso, cuando aún distaba bastante de comprender que la misma escritura está repleta de imágenes, artificios, construcciones y geometrías, y él amaba aquella prensa que crecía rompiendo y articulando rigores, endulzando la forma para que el contenido fuera más llevadero, más accesible, más seductor, ese ámbito de lo impreso y circulante le atrapó en alguna época de su vida, le hizo arriesgar, esforzarse, correr de aquí para allá, poner dinero de su bolsillo incluso, sortear a los ángeles negros que de haber dado con él le hubieran arrojado a los infiernos intolerantes, él se sentía fuerte en el ejercicio clandestino de la creación de la prensa modesta, creía en el mensaje y en el mensajero, creía en el destinatario y en la redención inherente a las ideas que plasmaba, ahora ha reducido a mínimos la prensa, y así es en otros aspectos, en todo es como si se alejara de los personajes, es como si hubiera hecho purga con los personajes, no le basta a estas alturas cualquier tipo de personaje, no le merecen apenas crédito los modelos, apenas le interesan esos que piensan que son paradigma, ni otorga fiabilidad a los prototipos que la sociedad calza, y duda de los ejemplos, porque si estos existen no se venden ni se ofrecen ni se airean, y le parece que las figuras que hacen que representan algo en la actividad del entorno, de la política o el arte o la escritura, se le caen del programa de su búsqueda como malos teloneros, entiende que hay personajes que no siempre fueron lejanos, y que le hablaban, y que le infundían valor y respeto, personajes que pudieron ser faros morales estuvieran acertados o no, él los consideraba referentes necesarios para ver en la oscuridad de la noche histórica, aquellos personajes de la irrealidad no anulaban los otros personajes más directos, que nunca tuvo claro si eran más reales, al menos parecían tangibles y cuando iban a ser sometidos a la prueba de su curiosidad, cuando iban a ser explorados por sus exigencias, cuando iban a ser cuestionados por los requerimientos que él imponía, aquellos personajes temblaban, mudaban, renunciaban a sus palabras con el desaire de la abyección, en algunos casos, de sus hechos, aquellos cuyo trato físico ha sido frecuente y abundante durante décadas, y que ahora, encarnados con cuerpos ajados, ejerciendo con actitudes seniles, aunque la apariencia quiera transmitir que están en ascenso vital, destellando en algunos casos efectos cautivadores, le parecen diminutos y grises, le parecen agotados y renunciantes, y sigue mirando en algún territorio cómplice por el que deambula en secreto, entre los relatos, porque no obstante él sabe que no sería justo ignorar a los personajes que han pululado entre las páginas de las narraciones, personajes que le han ofrecido historias, luego experiencias, luego sabiduría, pero siempre interpretaciones relativas, y a su vez las historias han cedido su espacio colectivo y dimensional a los personajes, transformándolos, conduciéndolos a metamorfosis donde resultan más auténticos, porque ha visto en ellos lo sorprendente, ha visto en esos personajes de las novelas no una mera proyeccción de aquellos que ya comprueba que se mueven en su entorno, ha visto que los personajes sorprendentes lo son porque ni son iguales ni son diferentes del todo de los que visten en derredor, a muchos de ellos, de esos protagonistas de los libros, les salva de la quema, les permite que floten ya no tanto en su recuerdo como en una presencia fresca y latente, y que le vengan todavía a decir algo, y los ve, los observa con cálido respeto, y los acoge en la frialdad de la noche de sus dudas, y se deja reconfortar por ellos en las horas en que sus desgarros frecuentes le anticipan premonitoriamente su demolición paulatina, incluso se aferra e hila con ellos estrategias resistentes


(Pintura de Xabier Morrás)

sábado, 27 de noviembre de 2010

Geometrías invariables, 2



entiende los exabruptos del poeta, los exabruptos son siempre expresiones reflejas, suelen decir mucho aunque suenen mal, aunque haya excesivo contenido visceral en ellos, y eso no está bien visto por las reglas medias del juego social, los oyentes no quieren escuchar las frase tónicas, sólo aceptan los exabruptos si proceden de los personajes, porque los personajes son siempre una recreación, pero no se acepta fácilmente, en cambio, que las frases fuertes procedan de individuos como cualquiera de ellos, los personajes siempre se sitúan más lejos, y sorprendentemente, sin embargo, siempre hay una identificación en la distancia, una especie de observación modélica, a muchos individuos de nuestro entorno les pasa, gustan de tomar como referencia a los personajes, proyectan en ellos lo que les falta o sitúan un alcance donde no llegan, e intentan recibir de vuelta la fantasía de una suerte de logro, no importa cuál sea la forma que ese supuesto logro revista, basta con creer por un tiempo en que es posible obtener lo que no se tiene, así se opera como una especie de bumerán que retorna al lanzador de los miles de lanzadores de la tribu, porque la pieza cobrada no es luego tangible, eso es lo que pretenden muchos de nuestros socios tribales, ser alguien a través de los ejemplos ilustrativos, ruidosos, aceptados por el conjunto de la vaciedad colectiva, nada nuevo por lo tanto, siempre los héroes fueron la referencia recurrente de los humanos rebajados interminablemente en su condición, pero ahora los héroes ocultan su rostro tradicionalmente épico con otros rostros acordes a lo átono que rige en la tribu, no es que esos modelos actuales estén carentes de violencia o de simbología de poder o de muestra de posesión de bienes, es que la ofrecen de modo sibilino a quienes no tienen nada, se requiere por lo tanto lo sibilino, lo encubierto para que modelo y miembro de la tribu se guiñen, se seduzcan, en un intercambio donde sujeto y objeto es sólo uno, el individuo tribal que debe entrar en el juego mercantil hasta las últimas circunstancias exigibles, hasta lo exhaustividad, y es por eso que a él le han gustado tanto estos versos y otros versos de Luca, el poeta suicida, uno más de los poetas suicidas, hay tantos que casi podría decirse que es una consagración exigida para un poeta ese acontecimiento supuestamente decidido de quitarse la vida, solo que de Luca el mérito reside en que se mató de una vez por todas a la quinta tentativa, trato de suicidarme, dijo, escribió, conteniendo voluntariamente la respiración, eso dejó en su último poema, creo, y luego fue la mano del Sena la que le permitió cumplir su último deseo, voraz y turbulenta especie de regresión al origen, y son esos y más versos que desarbolan la experiencia de vida y dolor asociadas en el poeta los que a él le deslumbran, sobre los que se para y vuelve con lecturas consecutivas, desiguales, y en cada nuevo pase por los poemas, en cada descenso lento y siempre más profundo, él se ve tocado de algún modo, tal vez se trate del método, tal vez sea el desparpajo blasfemo con que el poeta lacera su vida, o acaso la vorágine conceptual que es reflejo del poeta, así como es reflejo de él la agitación cotidiana que de manera callada le demuele, con harto arañazo, con fuertes vaivenes, y esa lucha de conceptos buscan el cauce de las palabras no para adornarlos sino para hacer viable un desentrañamiento que le diga algo más sobre sí mismo




(Fotografía de una composición visual de Bill Viola)

viernes, 26 de noviembre de 2010

Geometrías invariables


y nunca dejaré de preguntarme
cómo se puede soportar
este destino de presidiario
y cómo es posible
que el número de desesperados
de suicidas y de asesinos
sea tan escaso


dejó colocado el dedo en aquella página mientras paseaba la mirada por el fondo perdido de la habitación, volvió a leer el texto, el poeta lo estaba diciendo con una claridad sólo apta para los que quieren obtener interpretaciones, estaba sugiriendo lo que él pensaba pero no se atrevía a decir en voz alta, ese tipo de cosas que suelen soltarse a bulto en una conversación álgida, más bien en un intercambio de frases lapidarias, simple desahogo, cuando uno no alcanza a acertar con un argumento, cuando uno no sabe ya dónde están las claves de los procedimientos que se le ocultan pero que gravitan sobre él, ese tipo de expresiones desairadas y locas que no sirven para nada, de las que normalmente el emisor se arrepiente a continuación porque cree que puede estar provocando o jugándose una actuación judicial contra él, pero Luca el poeta podía refrendar su hastío desde la impresión de unas páginas, podía ratificarse y quedarse tan a gusto, no tanto porque aquello estuviera escrito hace algún tiempo, sino porque el autor estaba muerto, y a los muertos se les suele dispensar de una querella en toda regla, a los muertos se les persigue de otras maneras, por ejemplo, podría acontecer, como mucho, que en algún momento alguna autoridad inquisitorial decidiera prohibir su obra, o ser relegado al olvido, como si el olvido pudiera ser ejecutado por decisión legal y no por la falta de interés de los lectores, pero a los muertos no hay quién les conduzca ante un juez, incluso los jueces de la moral lo tienen difícil, y eso que con quienes más se atreven de ordinario esos clérigos del recto camino es con los muertos, también se empeñan en perseguir a los vivos, pero la fuerza que poseen ahora para intentarlo está mermada, su influencia reducida pero manteniendo niveles de infiltración considerables, a veces se reservan sus venganzas para pequeñas capillas tribales, pero esos perseguidores morales no pueden alcanzar los fines de antaño en nuestra cultura, fines que acababan de ordinario con la muerte en vida y con la muerte definitiva, modalidades de muerte refinadas, agudas y extremas que pusieron en circulación a lo largo de toda la historia de nuestra civilización y, naturalmente, ya sé que planteándolo así es dejar incompleto el panorama de los perseguidores, porque hay otros disciplinados que acechan en otras religiones, en otras corrientes de represión moral, y bien que empezamos a saberlo en nuestro rincón medianamente ilustrado, porque nos llegan ecos, más bien informaciones, o peor, noticias, la noticia es siempre una información demediada, incompleta, incluso no comprobada, la noticia es lo que da vida empresarial a un medio de comunicación, es decir, negocio, pasar de la noticia a la información es ya más escaso, y la información se queda normalmente en unos límites que no interesa traspasar, y entonces el lector tiene que arreglárselas para informarse de otras maneras o simplemente permanecer en la sospecha, él sospecha que cuanto tiene lugar en su entorno no le es alcanzado comprender, y entonces se plantea el mundo de las relaciones humanas como geometrías, oscuros intereses que se mueven circularmente, detentadores de control sobre esos intereses que se ubican en un vértice cuya altura y proyección no puede medir, individuos afectados que permanecen en lo transversal, o simplemente en lo lateral, como el mismo, y esa visión geométrica tiene mucho de sensaciones, y las sensaciones conducen a desasosiegos, como el suyo, a digresiones, como las suyas, a invocaciones nerviosas como las pregonadas por el poeta Luca, y que él entiende tan bien




(Fotografía de una obra-video de Bill Viola)

sábado, 20 de noviembre de 2010

Yama-uba y Kintarô


Kintarô amaneció a la vida y pronto lo hizo en soledad. La Tierra era tan grande para él como peligrosa. Muchos otros niños se habían encontrado al nacer en situación de orfandad y abandono semejantes, pero no sobrevivieron a la prueba. Vivir es la prueba, la única, pero Kintarô no lo sabía todavía. Hay seres tocados por la bondad del azar. Los bosques y los ribazos de los ríos no son sólo los espacios de riesgo, sino también los de la supervivencia. Yama-uba, la vieja bruja, habitaba en ellos. Yama-uba era sensible a todo ser desvalido que se encontrara por los caminos, fueran animales o humanos. Con frecuencia los acogía y les ayudaba. Su imagen física desgreñada no ocultaba los rasgos evidentes de la dulzura. La belleza dispone caminos inadvertidos a una mirada superficial. Y los consolida. Kintarô no era ningún niño enclenque. Su robustez manifestaba las ganas de vivir. La energía que emanaba de él fue reconocida rápidamente por la anciana. Ella tomó al niño entre sus brazos y le nutrió con sus pechos cargados de esencia de vida. Le dio abrigo en su cueva, le mostró el entorno, le enseñó los primeros pasos. Ambos tenían un destino, acaso el mismo. Su vínculo se fue fortaleciendo. En aquella relación de causa a efecto se alimentaban mutuamente en la ternura. Más allá, la función de la existencia preveía un horizonte de misiones diferentes. Yama-uba, protectora, tenía momentos en que se disolvía entre los vegetales y las aguas. Los utilizaba para transformar y hacer perenne su propia existencia. Kintarô probaba y se reforzaba tanto con cada fruto de la tierra como con cada comprobación paulatina de su fuerza y de su inteligencia. Ambos subían a la montaña, descendían por los vericuetos más inextricables, se bañaban en los ríos y prospectaban cada palmo del suelo que pisaban. Se reconocían en otras especies y hablaban con ellas. Yama-uba, por su edad y su experiencia, sabía más. El niño aprendía velozmente, pero a su vez ella aprendía de Kintarô. Porque lo nuevo siempre enseña a lo anterior. Y quien lo acepta sabe que nunca envejece en su corazón. El destino de Kintarô iba a ser otro. La bruja le había enseñado, sí, pero también sabía que el hijo adoptivo -¿no son todos los seres de este mundo seres adoptados por la naturaleza?- crecería y su destino tenía que afrontarlo solo y con decisión y valor. Kitarô se hizo mayor. Su robustez inicial se transformó en corpulencia y, sobre todo, en sabiduría. La inteligencia es la forma más cualificada de la fortaleza interior. Y Kintarô comprobaba que su entrega a los actos del futuro eran la garantía de transformación del mundo circundante. Yama-uba y Kintarô nunca dejaron de estar unidos. No podía ser de otra manera. Dos personas distintas permanecían distantes físicamente, en tiempo y espacio, pero en ellos latía una confluencia de origen invencible. Aquella maternidad inicial de hecho recorría sus espíritus con el fuego de una entraña vivificadora de la que no podrían desprenderse jamás.



(Pintura de Kitagawa Utamaro)

jueves, 18 de noviembre de 2010

Más matices


Hoy quiero que el verde sea intenso. Que solamente despliegue su propia lozanía. Que eternice al fruto generoso. Que sea inmadurez y se me ofrezca. Que esté en el origen para saberme cerca. Que sea amargo para catar su fuerza. Que invoque el antiguo vareo jornalero. Doy vuelta a una llave en la memoria y mi saliva brota. Una cuba enorme cubierta de moho en la taberna. La niña le provoca y le propone. Un plan urdido a la carrera. Ella despista a la tabernera y él ejecuta. La táctica debe estar coordinada con la estrategia. Inmersión en el veterano lodo. Atravesar la costra líquida, avanzar el brazo hasta el codo, desplegar la red de los dedos. Los roles se reparten por un puñado verde. El fruto bien vale el riesgo. Las manos verdes. Los ojos verdes. Los labios verdes. A la vuelta de la casa hay un convite. La niña le da al niño con la boca una aceituna verde. Verde aliento.

martes, 16 de noviembre de 2010

Aforismo frontal (efímero)


Miraba a los lados y le parecía que se le indicaban direcciones obligatorias. Miraba tan obsesivamente la calzada que no se atrevía a pasar. Miraba las figuras y le estremecían su rigidez. Observaba las rayas y se establecían funestas analogías en su mente. Tanto contempló los laterales que se olvidó del horizonte. Permaneció con la mirada tan fija en el suelo que sólo sentía la aspereza del asfalto. Lamentó la herida abierta de la miopía. A punto estuvo de darse la vuelta. Al fin, cayó en la cuenta. Alguien no quería que cruzara la calle. Entonces se preguntó: ¿por qué no me propondrán mirar de frente? ¿Por qué quieren que evite mirar donde tengo que mirar? Elevó la cabeza, buscó el vértice al otro lado, puso el pie sobre las bandas de cebra y arrancó. Al otro lado le esperaba el paisaje deseado.


domingo, 14 de noviembre de 2010

Otras lecturas



Domingo. Desde hace miles de años, desde que derivé de mis propinas de juventud una moneda para comprar un vespertino todos los días (en mi juventud el diario que me parecía que se esforzaba por informar a pesar de la dictadura franquista era un diario de tarde, un lujo, vamos) lo primero que hago es bajar a por el periódico. No tendría necesidad de hacerlo, esto de internet ya lo tengo pagado, podría mirar las noticias ahí, pero no es lo mismo. Para mí, bajar al quiosco es ejecutar un ritual a mi medida. Lo hago si nieva, si tengo fiebre. Además, tocar el papel siempre ha desarrollado mi sensibilidad táctil, aunque ya no envuelvo el bocadillo de sardinas en él. El día que no me pueda santiguar con este ejercicio voluntario, malo. O el sistema de prensa ha desaparecido vencido por la electrónica, o yo estoy con la pata quebrada o ni siquiera estoy y, como la necesidad es subjetiva (aunque algunas necesidades sean suma de subjetividades) pues vale, desaparece también con el sujeto. Nada que objetar. Y sin embargo hay días en que el periódico no te llena. Esa sensación de que te dice lo mismo que días anteriores y muy anteriores me agobia. No por las noticias en sí (la prensa, la radio y la televisión viven un grado elevado de competitividad supuestamente noticiosa, lo cual les lleva a dar importancia a lo que no tiene, a sobrevalorar lo que apenas tiene valor, a inventarse un particular criterio de noticia que yo al menos me niego a aceptar como tal) sino por una sensación laberíntica que últimamente me sobrecoge un poco. Un laberinto donde uno, donde todos, estamos sin que tengamos demasiados recursos para resistir, no digo ya para enfrentarnos, al monstruo. Las verdaderas noticias siguen ocultas. Se refleja lo secundario, pero lo que se teje y cómo en el cuerpo del monstruo nadie nos lo dice. Como mucho nos llegan algunos eructos de éste, ciertas sudoraciones y, eso sí, todo el desplome de sus fuerzas sobre cuantos corremos estérilmente por las calles del laberinto sometidos a la imposición del monstruo y condenados a no encontrar jamás la salida. Domingo que no me apetece leer la prensa (me toco la frente) y una sensación oculta que me dice que me va a pasar en adelante con más frecuencia. Así que salgo al campo, a nada, a leer las líneas de un cielo entrecruzado de nubes y de una luz propia de revelación bíblica, a esperar que llueva en cualquier momento, a oler la tierra húmeda, a evitar en la medida de lo posible a esa lacra de los conductores, entre la que me hallo, y elegir carreteras secundarias. El laberinto, como es tan extenso, a veces nos hace creer que nos podemos sentir libres. Inmerso en esa ficción, uno se aleja de lo que le agobia más y se deja llevar donde al menos se crea que todo es más relajado. Oh, el domingo. Se ven otras cosas, si se quiere ver, y se lee más en otras letras, si se quiere leer, y se piensa con calado, si se quiere meditar, y de pronto me pregunto: ¿ellos vivieron también en el laberinto? ¿Llevarían algunos años intentando salir de él y ésa fue la salida que hallaron? Nunca ciertas fechas fueron tan extremadamente crueles. ¿Hay una fecha reservada para cada audaz humano que pretenda escapar del monstruo? (Se ve que el domingo sin lectura educadora y reconductora de la prensa me vuelve febril; pero cuántas lecturas estarán perdidas todavía...)



í

sábado, 13 de noviembre de 2010

Bálsamo


Un regalo de fin de semana. Entrad en...




Recomendado contra la tiranía de los mediocres, contra la estética de lo cutre, contra la traición de las demagogias, contra el mercadeo de los populistas, contra la imbecilidad de los bienpensantes, contra la violencia de la competitividad, contra la extensión de la ignominia, contra el cultivo de la insensatez, contra el crecimiento de la ambición, contra la soberbia de los malos gobernantes, contra el aburrimiento y la desocupación intelectual, contra la impudicia del beneficio a ultranza, contra la tristeza, contra el falseamiento de la cultura, contra el desprecio al otro, contra la negación del valor ético, contra el hurto del tiempo, contra la cólera injusta, contra el abuso de poderosos y de quienes les imitan, contra las creencias nefastas, contra la penuria del pensamiento, contra la dejación del espacio colectivo, para los tiempos de adversidad, para la recuperación de la propia estima, para la prudencia al actuar, para la resistencia al vacío, para la fortaleza de las ideas, para deshipotecar las vidas, para el entendimiento entre diferentes, para el germen de los afectos, para evitar la locura, para combatir la melancolía, para la conversación amable y respetuosa, para desengañarse de las falsas utopías…

¿Me he pasado en mi afán por señalar el combate o el estímulo acerca de las conductas humanas? Tal vez. Pero sí, creo que este libro vital puede ser un bálsamo. Cada uno se lo puede aplicar para sus propios males. Con que algo se alcance, evitando u obteniendo, nos podemos dar por contentos tras una cuantas refriegas en la mente. No digo quel Miguel de Cervantes pretendiera hacer de esa obra un código moral ni un tratado del saber vivir. Pero creo que la propia deconstrucción que reside dentro de él alivia cualquiera de nuestros ritmos y palia las desesperanzas.

Y por si alguien prefiere un recurso más cercano, le invito a pasarse por cualquiera de las imágenes de otro descifrador del alma de los españoles durante los nefastos forrenta años. Y que ha muerto hoy. Por cierto, parte de ese alma sigue en vigor. Salud, Berlanga inolvidable.


martes, 9 de noviembre de 2010

Adiós, consonantes entrañables.


Hoy me había puesto a escribir un cuento chino, de barrio chino quiero decir, pero sobre la marcha se ha caído de mi pulso una letra decisiva (me espanta que se extravíen los grafismos) y no sé si el texto se entenderá bien.

"...Aquel aval se puso a alanear con el alado de la amarreta que iba comiendo ocolate por la calle. Resultaba usco ver cómo illaba al u o que pretendía morderle los bajos del pantalón. Para desembarazarse del perro illón buscó alguna u ería en sus bolsillos, pero sólo encontró un pedazo de orizo. Se lo tiró, pero estaba que eaba ispas y sin querer tropezó con uno de los opos y el asquido que produjo al pisar una de las ramas asustó mu o más al can. Los ismosos del barrio suelen decir que aquel aval estaba demasiado apado a la antigua, siempre iba masticando icle, cubierto con una upa renegrida y ulesca, y que apurreaba malamente las palabras porque no había ido a la escuela y jamás había probado una uleta que le permitiera estar menos aparro. Los demás aveas ocaban mu o con él porque no soportaba las c anzas de los icos. Estos le daban la apa constantemente e incluso le hacían antaje a costa de que su padre que era urrero andaba siempre icoleando ocarreramente con las señoritas bien de la ciudad..."

Es una broma, una disgresión, claro, aunque tenía muy presente a Queneau y sus ocurrentes Ejercicios de estilo. No sé si tragar con las ruedas de molino de las autoridades de la Lengua (¿Orwell también predijo hasta qué punto intervendrían la lengua?) o declararme en huelga de solidaridad con las letras consonantes sacrificadas. No sé si liquidar a la Che y a la Elle es apropiado, o producto de la diplomacia que hoy guía todo lo políticamente correcto, incluso en el idioma. No tengo opinión; las informaciones que llegan me están sorprendiendo y aún no conozco motivos, razones o caprichos varios en ese juego de concordancias y toma y daca de las Muy Dignas Academias de la Lengua Española e Hispanoamericana. Cuestión de jerarquías, clasificaciones y mover algo para que todo siga igual. Muy propio de la dinámica de los tiempos barrocos. Ya lo decía el pseudoprofeta: pasarán el cielo y la tierra, pero los sonidos no pasarán. Que me dejen seguir considerando a la che y a la elle (y a la y griega, que ahora se va a llamar ye) como me apetezca. Después de todo, en los tiempos del calígrafo Juan de Icíar tampoco existían la ch y la ll y las letras eran preciosas. Evidentemente, me adaptaré a los cambios como lo he hecho mil veces. Pero es duro deshacerte de lejanos aprendizajes. Lo importante va a ser nuevamente no cómo se escriba ortográficamente sino lo que se diga con las letras. Porque tal como va el rumbo de las cosas va a haber que decir mucho, pronto y muy enérgicamente. Aunque nos saltemos las ortodoxias.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Epigrafía de la piedra


No soy yo sola. Somos muchas. A todas las que estamos juntas nos llaman muralla o sillarejo o simplemente hileras superpuestas. Los humanos utilizan tantos nombres que nosotras, que sabemos muy bien quiénes somos y de dónde procedemos, nos asombramos. No sé muy bien si las hermanas pequeñas, las que nacieron mucho antes y que habitan terrenos de aluvión o fondos de los ríos, nos codician o nos desprecian. Creo que también nos comprenden, pero la influencia de los humanos es poderosa y puede que algunas de nuestras hermanas se hayan contagiado de la envidia humana. Formo parte de algo más que de esa simple acumulación rectilínea y disciplinada. Durante tantos siglos he sido lo que los estudiosos modernos llaman parte de una obra y también de un símbolo. En mi rostro he visto de todo. Son tantos años de aguantar inclemencias y vicisitudes que es un éxito haber sobrevivido. He visto falsos profetas (¿ha habido alguna vez alguno que no fuera falso?), gobernantes, clérigos, orantes, peregrinos, guerreros, mecenas, arquitectos, rebeldes, amantes, niños jugando, asesinos. Alguno de esos visionarios han utilizando nuestro nombre digno para presumir de que su obra iniciática era la piedra misma, algo así como lo pretendidamente sólido en algo tan frágil y cambiante como el sistema de las ideas; lo proyectaban como si su corpus ideológico fuera la roca. Ni yo ni mis hermanas estamos de acuerdo en que se utilice nuestra esencia para consolidar su mundo de fantasía. Los mandatarios confiaban en nosotras para guardar sus restos al morir. Las castas religiosas nos utilizaron para edificar templos donde justificarse a sí mismos consagrándonos a sus ídolos, hasta los más abstractos, inútiles o abyectos. Los orantes se daban golpes de pecho entonando versículos indescifrables. Los peregrinos han palpado mi frialdad y se han creído que tocaban el cielo. Los guerreros me han herido muchas veces al asaltar el lienzo del que formamos parte y nos han derruido otras tantas. Los mecenas nos han vuelto a reconstruir aunque en otro orden y con otras pretensiones. Los arquitectos han jugado con nuestra disposición, nos han desmontado y recolocado, a veces con resultado de que todas nosotras parecíamos otras. Los idealistas han pintado consignas con alfabetos y tintas que me han ensuciado, aunque reconozco la desesperada y buena voluntad que les guiaba. Los amantes han susurrado a mis pies en la oscuridad de la noche y se han deseado con pasión. Los niños nos han tirado guijarros de los arroyos cercanos, peleándose o jugando a tener puntería. Y los criminales, ebrios y vestidos con uniformes siniestros, han colocado a otros hombres que llevaban luz en sus miradas ante la mole de la que soy parte y les han quitado la vida. Si retuviera todas las palabras que unos y otros de esos individuos han pronunciado ante mí a lo largo del tiempo, creyendo que yo no les escuchaba, tal vez fuera una revelación. No sé ya quién soy. Soy todo lo que he sido, eso sí. Mi vida ha sido también una muerte lenta. Lo mismo piensan mis hermanas. Hay tardes de otoño en que nos embarga la melancolía. ¿De cualquier tiempo pasado? No. Acaso de la montaña donde nuestra singularidad aislada no existía todavía. Donde todo era uno, pero también potencia. Ser piedra ha merecido la pena, y cada una de nosotras somos reflejo y mensaje de la montaña. Eso, algunos poetas nos lo reconocen.

jueves, 4 de noviembre de 2010

¿Herramientas?



1. Siempre tengo al alcance de la vista alguna piedra. Digo de la vista, que no necesariamente de las manos. De cualquier modo, aunque estén a mi alcance táctil las piedras son un elemento parabélico arrinconado. No digo que sea meramente un medio agresivo o defensivo, porque la utilización de unas piedras viene definida por la intención. Digo que se trata de algo más mecánico. Las piedras como herramienta.

2. ¿Herramienta? Por ejemplo, estas piedras me recuerdan los chopping tool. No lo son obviamente, pero me creo a mi mismo la ilusión de lo que lo son. Los choping tools son cantos rodados tallados a dos caras y se usaban como herramienta en el paleolítico inferior. Tal vez las herramientas más antiguas de la humanidad. Simples piedras pero ya trabajadas, toscamente cortadas a lascas, por manos de neandertalenses, antecesors, sapiens y otros homos. Con intención, voluntad y por lo tanto, técnica. Se trata categóricamente, pues, de un útil.

3. ¿Herramienta? Obviamente, un útil no es sólo un objeto de transformación que hoy diríamos productiva. Puede ser un útil de agresión. Piedras -el sílex ya fue un material maleable capaz de alcanzar grandes logros- extremadamente talladas, puntiagudas, produciendo hachas bifaces espléndidos que permitían cazar. Y enfrentarse con otras tribus de la especie con las que se disputaba. No ceo en Arcadias felices ni en comunismos primitivos. Las formas de vida eran en función de la supervivencia. El instinto exigía ir hacia delante para preservarse y progresar. Agresión y defensa eran dos caras de la misma moneda. La biología cultural que se fue afirmando reclamaba consolidar el avance con ofensiva y consolidación de lo logrado.

4. ¿Herramientas? Ha habido más tiempo en la historia humana con una cultura de la piedra que con una cultura de otros útiles. Incluso, tras el alcance y aseguramiento del bronce o del hierro, las piedras siguieron teniendo un uso muy definido. Piedras arrojadas con la mano, piedras con hondas, piedras con catapultas. (Aquí estoy tentado a colocar la imagen de las riñas de chicos a pedrada limpia, hace escasamente unas décadas. La coloco)

5. ¿Herramienta? Defensiva. Pedruscos más grandes, primero acumulados tal cual se encontraban. Posteriormente cuadrangulados y acoplados. Para levantar cercas, muretes o murallas. La necesidad de la piedra como defensa.

6. ¿Herramienta? ¿Sería la primera escultura una adaptación de la forma de una piedra? No todas las Venus paleolíticas son tan perfectas como las de Brassempouy o Willendorf. Incluso éstas probablemente se generaran en una roca que tenía ciertas formas, pero la mano de un individuo que tenía una dirección diferente consiguió adaptarlas a otra intención. Adoro este tipo de Venus. Los primeros signos de fertilidad, las primeras diosas, las primeras vírgenes, las primeras protectoras. Un hilo que se fue prolongando hasta nuestros días. (Recuerdo una exposición de hace años en Barcelona, donde se establecía a través de representaciones reales un hilo conductor, un vínculo evolutivo entre todas las imágenes de mujer. Las vírgenes del cristianismo -siempre tan sincrético- serían una continuidad de todas las diosas ancestrales, aunque el elemento de poder del hombre en el interior de la Iglesia lo descafeinara y colocara como subsidiario, relegado a segundas posiciones. No faltaba más) El símbolo como herramienta, sí.

7. ¿Herramienta? De injusticia. Es decir, de ejecución, de alevosía, de desprecio, de intolerancia. La condena a la mujer iraní Sakineh Mohammadi Ashtiani a lapidarla actualiza el útil. ¿Nos habíamos olvidado los olvidadizos occidentales de que permanece la lapidación en muchos países? Se ve que muchos se siguen considerando a sí mismos que no sólo están libres de pecado, parafraseando un lenguaje parabólico (lo simbólico de nuevo), sino que se hallan cargados de poder y violencia. Aunque los tribunales islámicos vayan a cambiar el modo de ejecución, por aquello de la mala imagen, no nos consuela de la intención de fondo precisamente.

Hoy me he salido de la poesía frágil y quebradiza. Mis reflexiones ante estas piedras cogidas hace tiempo en un páramo extensísimo, frío y desarbolado me lo exigían. ¿Os doy más pistas? Las cogí junto a un rudimentario y bienintencionado monumento a los republicanos ejecutados arbitrariamente en 1936 en los Montes Torozos. Los torsos y los cráneos de los hombres y mujeres que van apareciendo en la Castilla profunda no llevan esquirlas de sílex ni de cantos rodados. Sino de acero.

Conclusión inconclusa. Me quedo contemplando estos dos ejemplares de caliza. ¿Cuánto debe el hombre a la piedra? Heme aquí pasando la vista y los dedos por una superficie que parece áspera y que acaba siendo cálida. Sin otras tentaciones que meditar y además reconocer la materia pura de la piedra. Que la tiene. Sólo los hombres modificaron su destino.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Brasas


Si yo tuviera que vivir la experiencia de una caída camino de Damasco querría que fuera con un cielo así. Ante todo ese color. La luz era volátil. El rojo, transeúnte. No había ruido alguno. Si la energía se estaba manifestando en aquellas alturas, desde luego su eco no llegaba hasta el hombre. Sabiendo que aquel signo era efímero tuve tiempo de hacer un clic. El segundo disparo ya no salió, la iluminación no era la misma. Todo se precipitaba con tal rapidez que no permitía una segunda oportunidad para el testimonio. No lo dudé. Abandoné la nikon y me senté sobre un pedrusco esperando un auspicio. Tal vez éste fuera el momento elegido para que aquella transustanciación me abriera el pecho y me revelara lo arcano. Elegí dejarme absorber por tanta concentración del rojo. Alta riqueza cromática. El crepúsculo y el amanecer son vertiginosos. Esperas y sigues esperando, y cuando te descuidas ya tienes el día encima y no entiendes cuándo traspasó la frontera. El ocaso parece más lento, pero no se detiene tampoco y, si desvías la mirada, el sol ha superado las lomas. Hoy, la peculiar forma de las nubes prolongaba el embrujo aunque el sol estuviera alejado. De hecho no llegué a ver en ningún momento el sol. El rojo prendiendo las nubes se convertía en su emisario, en su interlocutor, en su don. Hay días en que las nubes parecen el túmulo del cielo. No era el caso esta tarde, en que ofrecían un perfil generoso. Correveidiles del sol, había algo de pasillo de fuego en su representación. Últimas brasas del día que me pedían a gritos dejarme tocar por su milagro, que rozara su azar. ¿Y si el camino a Damasco y la caída de la metáfora no fueran sino asumir mi propia ignición, como la que el cielo me ofrecía? Arrebato. Sólo cuando pasó di rienda suelta a mi racionalismo impenitente. Los hombres persiguiendo siempre los colores. Elaborando sustancias aproximadas a los colores de verdad que cría la tierra o el éter o el agua. Los hombres prospectando las pigmentaciones de rocas y minerales, extrayéndolos. Los hombres emulando el ocaso, la tempestad, el bosque o el fuego. La revelación de la capacidad humana. Me sentí en calma. Desde el espacio de pasión de esta tarde no he podido quitarme de encima el rojo. Permanece instalado en la sorprendente región del cerebro donde se guardan y combinan los colores. Seguro que la sangre de mis párpados cerrados contribuirá a que perdure la visión a lo largo del sueño.