"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 30 de diciembre de 2022

Zambullida entre dos aguas

 




hete ahí, ensayando con tu mejor estilo una inmersión entre dos aguas que, aunque se trate del mismo mar, nunca son las mismas y, si bien te resulta familiar la ensenada en la que te zambulles, y has sabido de otras mareas, no debes descuidar tus propias fuerzas ni sobrestimar tus capacidades ni ignorar que la intensidad del oleaje, en ocasiones sorpresivo, siempre es una novedad costosa de batir y, si bien lo que pretendes es un ejercicio lúdico que compense la turbiedad de los días no olvides que tu objetivo es salir a flote, y seguir procurando otras zambullidas en las nacientes aguas que, empujadas por las galernas o bien engañosas por la calma aparente, esperas anhelante realizar 





(Fotografía parcial de la imagen representada en la tumba del nadador de Paestum)

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Crónica de un jugador de tlachtli

 





"...Se ha dicho de nosotros, los jugadores de tlachtli, que si ganábamos seríamos sacrificados a los dioses, pues estos no podrían soportar otros triunfos que los obtenidos por ellos mismos. No ha sucedido. También se ha dicho que éramos fieles servidores de los sacerdotes y unos privilegiados cuya única función consistía en recrear las contradicciones del universo, pero ocultarlo para que pocos tuvieran conocimiento. Esto ha ocurrido. Sin embargo la gente del lugar viene hasta esta cancha, consagrada y protegida por la serpiente divina, a disfrutar de nuestras habilidades. ¿Hay algo más excelso que el buen hacer en un ejercicio o en un trabajo? Mientras dura el juego todo el mundo se vuelca en identificarse con nuestro esfuerzo, y admira la agilidad y el acierto desplegados. La emoción del espectador nunca es ni puede ser como la de los contendientes, más intensa y comprometida. Jamás los espectadores podrán sentir la vorágine de nuestros saltos, la precisión de los lanzamientos, el golpe efectivo de la pelota, la habilidad para mantener esta en movimiento, su diestro y veloz paso por el aro, la concentración aleatoria de los cuerpos. Ni el agotamiento y la transformación que sufrimos, como si estuviéramos habitando un territorio donde hubiera que recrear todo de nuevo. Las tradicionales creencias han logrado convertir este lugar en una cosmogonía donde todo cabe. Nadie sabe hasta qué extremo llevamos nuestra fuerza y más allá de qué límites se dispersan nuestros recursos. Victoria o derrota sacan de quicio a los espectadores, pero para estos solo se trata de cómodas miradas donde nada arriesgan, salvo las apuestas. Sin saberlo expresamente, están contemplando a través de nuestra pugna la sucesión de enfrentamientos, fricciones y desgastes que la propia naturaleza de la Tierra y la contradictoria constitución de los hombres presencia todos los días. Sin darse cuenta, están conjurando, entregados al seguimiento pasional del juego, cada elemento variable que les da y les quita algo de su vida cotidiana. Nosotros somos los iniciados en el saber de las leyes ocultas. Nosotros somos los contrarios durante un tiempo en que el juego sustituye a la inercia de los días, mientras ellos agudizan sus afanes por la supervivencia, espoleados por la lucha interior y profunda entre sus aspiraciones y sus limitaciones..." 



 (Fragmento del texto anónimo Crónica de un jugador de tlachtli)

lunes, 26 de diciembre de 2022

Lo que va de ayer a hoy





Uomo che speri senza pace, 
Stanca ombra nella luce polverosa, 
L'ultimo caldo se ne andrà a momenti 
E vagherai indistinto... 

Hombre que esperas sin encontrar paz, 
sombra cansada en la luz polvorienta, 
el último calor se irá marchando
y errarás indistinto... 

Giuseppe Ungaretti, de Sentimiento del tiempo



Una sombra. Eso es lo que va de ayer a hoy. Una sombra que pasea incesante los días. Que toma algo de lo que estos ofrecen y permiten. Que tiene una corporeidad que se cuestiona. Que sonríe ante los anhelos realizados y se consuela por las aspiraciones inalcanzables. Que va dejando ensoñaciones por el camino. Que se pone a buen recaudo cuando pierde su proyección. Una sombra llamada pasado.

 


viernes, 23 de diciembre de 2022

Yo fui tú, tal vez tú nunca seas yo

 

 

No se aburre, sino que recuerda. Le dan ganas de contárselo. ¿Sabes que una vez yo fui tú? Aunque se lo dijera el niño no le va a entender. El niño está a lo que está. Inquieto y confuso. Expectante y temeroso. Es 1953 y las cosas no están boyantes en casa pero hay que tener entretenido al chico. Edward, llévale a que vea al tío John ganándose una extra a las puertas del gran almacén. Al fin y al cabo no le va a reconocer envuelto en su disfraz. Procura que no se acerque mucho para que no note el aliento a alcohol barato del tío John. Ah, Edward, ponle el abrigo elegante, el de los domingos, que no nos sobra pero no hay que causar la impresión de que estamos peor que otros. Y de camino le puedes prevenir de que no se haga ilusiones, que no le van a regalar ningún juguete de lo que exponen allí. Que aquello está de adorno. La tarde hastía al tío John. No faltan niños pero recitar la misma cantinela con cada uno y sin poder echar un bendito trago es agotador. Menos mal que este trabajo dura dos días, piensa el actor. Se apoya en su codo y le pregunta a la criatura su nombre. ¿Cómo te llamas? El niño duda, se traba, se paraliza. Ya sé, exclama con voz aguardentosa la humanidad del tío John revestido de personaje de cuento. Te llamas Jim. El niño se sorprende, incluso se asusta. ¿Cómo lo sabrá? ¿Lo sabrá todo sobre mí? Luego afirma con la cabecita y tentado está de echar a correr. Si sabe mi nombre sabe más de mi casa. De las broncas entre mis padres. De los trabajos de mierda que a veces consiguen y en los que apenas duran. De lo ebrio que llega el tío John un día sí y otro también. De que le siso a mi madre algunos peniques para dulces. De que si no pagamos el alquiler nos echarán de la casa de Clerkenwell y tendremos que cambiar de barrio. Ahora me preguntará cuántos años tengo y qué quiero pedir. El viejo se lo pregunta. Jim calla y se queda con ganas de responder que si lo sabe todo sobre él mejor será que le evite respuestas tontas. Mira las barbas desastradas de aquel personaje, su gordura excesiva, la pose campechana, la ahíta indolencia con que recibe a toda la fila. Y ahora saldrá con aquello de que si he sido bueno y si voy a seguir siéndolo. Lo de siempre. Se lo espera, preferiría que no le chantajease, pero no hay pregunta comprometedora. Dile a tu tío John que se porte bien y que eche una mano a tus padres, dice de pronto el longevo supuestamente llegado de no se sabe bien qué país del frío. Jim se queda en blanco. Mudo, desasosegado, su rostro es el del espanto. Vámonos, me da miedo, dice a su padre que le observa a distancia. Sale de la fila dejando plantado al ilustre. Su padre respira hondo, pensando que qué bien, que tendrá tiempo todavía de pasar por la taberna de Chuck antes de llegar a casa. Si te parece compramos un trozo de plum kake y nos lo comemos mientras paseamos. ¿De muchas frutas?, salta el niño. El que más confitado tenga, responde Edward.



(Fotografía de John Chillingworth, 1953)

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Va de cuento inacabado que se puede leer como si no lo fuese

 


En un país multicolor...¿se acuerdan de la canción? Algunos se empeñaban en que aquel país fuera de un solo color, como ya anteriormente lo había sido para desgracia y perdición de sus pobladores. ¿Lo querían blanco, azul, verde, naranja, morado, amarillo...? La paleta plástica es tan inmensa como deslumbrante y creativa...¡Qué va! Concentraban todos sus esfuerzos en que fuera negro, simplemente negro, totalmente negro. Negro de oscuridad de ideas. Negro de atropello. Negro de uniformidad. Negro de indefensión. Negro de perspectivas. Negro de corrupción. Negro de enfrentamiento. Utilizaban todos los recursos a mano para que sus peones colocaran palos en las ruedas de la evolución. ¡Como si los cambios y las transformaciones se pudieran parar! Querían ser fieles herederos de una trayectoria histórica egotista y propietaria. Y mientras, las ratas pululaban por aquí y por allá. Eso sí, resultaba que las ratas eran pardas, muy pardas. A ver, ¿a qué me recuerda eso?, se preguntaban muchos ciudadanos.




(Las imágenes están tomadas del cuento Ratas, de Wolf Erlbruch, editado por Barbara Fiore Editora, con la mera intención de acompañar el breve texto de la entrada, que no tiene que ver en absoluto con el cuento ilustrado)


domingo, 18 de diciembre de 2022

El día que Wolf Erlbruch dejó de ser pato

 


"Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño.
- ¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?
La muerte le contestó:
- Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte".


Así comienza el hermoso cuento El pato y la muerte, del ilustrador Wolf Erlbruch, que en este caso es también el autor del guion. Wolf Erlbruch ya nos había enternecido con sus ilustraciones en otros cuentos: Ratas, Dos que se quieren, El oso que no estaba, El topo que quería saber quién se había hecho sobre su cabeza y el espectacular montaje de una obra nada menos que de Karl Philipp Moritz (el autor de Anton Reiser) titulada El nuevo libro del abecedario

Wolf Erlbruch ha fallecido hace una semana a los 74 años. Aunque las ediciones de los libros ilustrados o escritos por Erlbruch se hayan dirigido hacia el mundo de los niños la intención del autor no iba enfocada exclusivamente a las edades tiernas, sino que insistía en que lo que trataba en sus trabajos no tenía edad, porque el sentido de la vida y la asunción del final son temas que obsesionan mucho más a las personas en edades avanzadas. 

Se me ha ocurrido homenajear la genialidad de Wolf Erlbruch con una variante de mi cosecha, pero que no tiene que ver apenas con su cuento. He elegido un ganso como podía haber echado mano de un cocodrilo o de una serpiente, pero veo al ganso más de proximidad y doméstico. Al fin y al cabo quien no da más margen que el que da, que es cero, es la muerte.








LA MUERTE Y EL GANSO



La muerte, que nunca suele aburrirse, se sorprendió un día de que le faltara trabajo.

- La inactividad me mata, se dijo la muerte. Voy al parque a ver si el panorama se anima.

Porque la muerte creía que no era ella la que captaba a la gente, sino que los seres vivos acudían, por los caminos más inverosímiles, en su busca.

Al borde del estanque se encontró con un ganso, que se solazaba sobre la hierba.

- ¿También te aburres?, le preguntó la muerte al ver la relajante indolencia del ánsar.

- Es todo lo que tengo que hacer. Nadar, comer y recrearme entre la hierba y la hojarasca.

El ganso se puso en pie, dio unos pasos y se sumergió en el agua. Luego, orgulloso de su arte y de su porte, volvió a la orilla.

- ¿Qué te ha parecido?, preguntó a la muerte.

- Que nadas muy bien, pero yo con solo ver vuestro chapoteo me espanto. 

- Nací aprendido, precisó el ganso, así que no tengo un mérito especial. Si bien mi madre y mis hermanos me ayudaron a perfeccionar.

La muerte hizo un gesto de admiración.

- A mí me parece tan difícil, dijo.

- Qué va, si quieres te enseño. Solo tienes que quitarte ese vestido descolorido, recogerte esos pelos revueltos y seguir mis instrucciones.

- Ni se me ocurre, y te agradezco tu gesto. Una vez lo intenté pero el agua me vuelve más frágil.

- Si vives con miedo es como si no vives, dijo el ganso.

- A mí me lo vas a decir, que llevo de vocación y de oficio todo lo opuesto a la vida, contestó la muerte.

- Qué oficio tan raro, no me imagino oficio alguno en quien no quiera vivir.

- Es que yo soy la muerte, y no puedo traicionarme a mí misma.

- ¿Eres esa misma de quien dicen que si te la encuentras te lleva con ella?, dijo el ganso tartamudeando entre el asombro y el temor.

- Pues sí, soy esa, pero no como la gente dice. Yo nunca voy a por nadie. De hecho todo el mundo pasa rozando a mi lado casi todos los días y nadie se suele enterar. Aunque a veces oigo decir: he estado a punto de palmarla. O bien, qué poco me ha faltado para...He llegado a la conclusión de que muchos en realidad me andan buscando con demasiada frecuencia. Te diré un secreto: nunca me esfuerzo por llevarlos a mi huerto. 

- Entonces, ¿para qué estás?, le inquirió el ganso.

- Solo para recibir a quien ya no quiere o no puede seguir viviendo. Eso sí, te aseguro que mi tarea, si bien abunda, es muy breve. De hecho para cualquier ser vivo soy alguien que aparece y desaparece en un instante.

El ganso escuchaba a la muerte, aunque no lograba entenderla con claridad.

- ¿Sabes?, le dijo. No sé si creerte. Soy demasiado joven para preocuparme de lo que me cuentas.

La muerte sonrió con tristeza pensando: este ganso debe creer que solo existo para los viejos. Pero prefirió no atropellar sus ilusiones. Sin embargo se sentía a gusto charlando con aquel ganso que se pavoneaba una y otra vez, ora en el agua, ora en la ribera mullida.

- También dicen de mí que no soy precisamente la alegría, dijo la muerte rascándose el cogote. Pero es que no puedo serlo. Cuando me muestro no aporto nada y, aunque no lo parezca, eso me llena de desconsuelo. 

El ganso detuvo sus movimientos, miró con cierta pena a la muerte. Se lo propuso.

- Déjame que yo te alivie. Déjame que te lleve un poco de alegría.

Entonces el ganso se puso a tararear una canción de moda y sujetó a la muerte de la mano. 

- Vamos a bailar. ¿Tú sabes por qué canta y baila la gente?

- Ellos dicen que para estar contentos, dijo la muerte.

- Bailan para celebrar la vida.

- Ahora comprendo por qué nunca nadie me sacó a bailar o me animó a entonar una canción.

- Pero ¿ahora te está gustando?

- No sé, me siento rara, es como si fuese contra mi propia personalidad 

La muerte temió que aquella conversación la estuviese ablandando.

- Te diré una cosa, muerte. Mientras la gente canta, baila, bebe o se ama se aleja de ti.

- Pero ellos ignoran que también estoy próxima cuando realizan cualquier cosa de esas.

- Y sin embargo, muerte, todos, cualquiera, al entregarse a ese contento te mantienen a raya. ¿O creías que ellos iban a estar siempre pendientes de tu acecho al estilo de como tú estás sobre ellos?

No quiso la muerte responder al ganso. Este sabe más de lo que parece, pensó, y peca de los mismos defectos soberbios que tienen los humanos. Que agradezca que he venido a charlar para matar el tiempo y que además me ha caído simpático. 

- Debo irme, dijo la muerte. Si quieres vuelvo otro día, se ofreció.

- Mejor no, soltó el ganso sacudiendo sobre la muerte el agua contenida en su plumaje.

Luego se sumergió y aunque a la muerte le tentó un mal pensamiento se metió las manos en los bolsillos y se alejó. Al fin y al cabo solo he venido para dar un paseo, se justificó ante sí misma.





(Las ilustraciones son de la edición de Bárbara Fiore Editora)

viernes, 16 de diciembre de 2022

Miedo. Recuerdos

 



















Los recuerdos son cómodos. La memoria es una cuna donde vuelve a crecer lo perdido. Te refugias en la comodidad que su ejercicio proporciona para paliar los miedos del presente. ¿Que sumergirse en el recuerdo es ambivalente? Por supuesto, permite perspectiva y acaso una valoración de los viejos acontecimientos que antes no había sido posible. Pero también es abrigo donde ponerse a salvo de responsabilidades que no se quieren asumir. 

Max es contundente cuando tras una noche insomne combina cansancio con una dosis de creciente adrenalina. 

No responsabilizarse uno de las cosas del día a día, se tenga la edad que se tenga, ¿no es acaso una huida?, le replico con suavidad. Tal vez, dice. Ahí radica la cuestión. El monstruo acecha y sucede que todo aquello que nos debería dar más seguridad, porque sabemos más, porque hemos velado muchas armas, porque creemos distinguir el bien del mal, porque presumimos de conocernos con cierta profundidad los unos a los otros, se torna asustadizo. Hay días, amigo mío, que no solo se teme a lo imprevisto sino también a las circunstancias a las que nos hemos acostumbrado pero que, sin saber por qué, se vuelven desasosegantes, cuando no obsesivas.

Entiendo por lo tanto que recurras a los recuerdos para sortear los miedos, infundados o no, le comento con prudencia. Tú también practicas el ejercicio de fuga al pasado, me contesta Max airado e implacable. Que no quieras aceptarlo es otro tema. Pero es allá atrás donde buscamos consuelo. Es en los tiempos redivivos de la inexperiencia donde nos bañamos para purificarnos del pánico y la inseguridad que sentimos cada jornada al despertar. Es en la lejanía pretérita, que nos cuesta cada vez más reconstruir mentalmente, donde nos convertimos en eremitas de nuestros fracasos. Esta última opinión me altera, no puedo dejar de objetarla. ¿Crees que no ser capaces de superar los miedos es un fracaso? Por supuesto, insiste. Pero no se admite. Es una especie de ingrediente sustancial de la soledad. Algo que se oculta ante los demás para no parecer más frágiles de lo que somos.



(Pintura de Peter Birkhäuser)

martes, 13 de diciembre de 2022

Rescate y presencia, ahí Pompeya

 


Me ha pasado una cosa curiosa, puramente instintiva, con esta fotografía. Por un momento he pensado que la persona agachada estaba incorporada de alguna manera a los estucos pintados. No sé por qué. Acaso la trenza, el pañuelo en diadema, la camisa aligerada, la hechura equilibrada del cuerpo y algo que sujeta en la mano esta restauradora, como si se tratara de una oferente, me ha provocado una asociación de ideas subconsciente que me ha trasladado al imperio romano. 

Podría limitarme a admitir que tengo ya un nivel de despiste elevado, o de desconcentración o de miopía avanzada, o simplemente que la visión cinematográfica se mezcla con la real en mi mente, pero prefiero orientar la explicación de otra manera. 

Como se trata de la poderosa Casa dei Vetti de Pompeya, que van a inaugurar para la visita del público dentro de unos días, creo que por un instante me han abducido sus paredes de color almagre y me he hallado sumergido en aquel ámbito dedicado al dios de la prosperidad, Príapo. Sí, el de monumental falo en permanente erección,  que se hacía contrapesar en uno de los platillos de la balanza con el otro platillo donde se representaba la riqueza, y por lo tanto, el bienestar. Bueno, esta fue la idea vengativa y con sarcasmo de los propietarios encumbrados de aquella finca, como respuesta a la envidia que habían suscitado.

Hasta qué punto la influencia de lo que consideramos inmóvil y desaparecido -siglos de ruina y ocultación bajo tierra y lava- sitúa nuevas miradas y nos arrastra a un pasado sobre el que nuestra curiosidad no renuncia. En alguna ocasión se lo tendré que preguntar al espíritu de Winckelman.


Leído en la web archeologiavocidalpassato:


"Los hermanos Aulus Vettius Conviva y Restitutus eran los propietarios de la espléndida Casa dei Vettii, dos ex libertos enriquecidos por el comercio, dos "hombres nuevos" de Pompeya, que pasaron a formar parte de la oligarquía de la ciudad a través de su nombramiento en importantes cargos públicos. La suya es una casa antigua, totalmente reestructurada en época augustea y mejorada quizás justo cuando los dos hermanos la compraron, antes del terremoto del 62 d.C. Amadeo Maiuri, exdirector de las excavaciones de Pompeya, la consideró como "la que mejor representa, en su lujosa decoración mural y en la graciosa composición escenográfica del jardín, el lujo mercantil de las últimas décadas de vida de la ciudad". Ahora, finalmente, gracias a exigentes trabajos de restauración, está lista para reabrir sus puertas, para recibir una vez más a los nuevos huéspedes de Pompeya entre sus bellezas".




(Fotografía tomada de archeologiavocidalpassato)

domingo, 11 de diciembre de 2022

El instante intenso en que Ingrid Bergman se apodera de Ilsa Lund

 





¿Es el momento en que ella elige entre la pasión vivida en el pasado con un hombre, que por azar de la vida reverdece, y la admiración del presente por su esposo? ¿Es el instante en que una ausencia se hace presencia y tiene que echar un pulso con lo que estaba siendo estable y se poseía?

Para mí es una de las escena más logradas del cine. Esa capacidad con la que una actriz, Ingrid Bergman, apenas esbozando un leve y casi imperceptible gesto de su rostro, define la situación crítica del personaje, Ilsa Lund. Dos miradas consecutivas, una hacia la profundidad de sí misma, otra hacia el hombre resistente y tenaz.

Cuánto me gusta ver -revisar- esta película. Tengo siempre la sensación de que yo mismo soy un personaje en busca de reencuentros.




Escena de Casablanca, de Michael Curtiz, 1942.

viernes, 9 de diciembre de 2022

Cosas de Neo, la ingeniosa

 
















Cosas de Neo y sus celebraciones. Nos pidió a algunos asiduos de blogs para su ya tradicional montaje de las fechas una fotografía de infancia. Sentí no disponer apenas de fotos de la mía y aunque la celebración en sí no me dice mucho sí puedo aplicar aquello de que no todo de lo humano bloguero me es ajeno. Le pasé una que siempre me resulta entrañable y que forma parte de un grupo familiar en los veranos de mi infancia. 

Y en esto que Neo va y nos hace una labor de artesanía, colocándonos con habilidad y armonía a los niños que seguimos siendo. Logrando aquello de E pluribus unum (que me disculpe el lema USA) Y he ahí todos de cara a los espectadores, quien más o quien menos con sus camisitas y sus canesús, sus petos, sus vestidos de volante, sus polos, sus camisolas, su mantón de Manila incluso, sus pantalones cortos y largos, hasta un pantalón de tirantes...Ah, que ese crío sonriente de flequillo me suena, los tirantes siempre escurridizos hacia un lado del cuerpo, la camiseta de rayas apretando el pescuezo, las sandalias veraniegas, las perneras cortas constriñendo la entrepierna, la piel de los muslos al viento como era menester para mayor gloria de las ortigas y los espinos que le irritaban y le arañaban todo...

En fin, ya estoy derivando, pero es que mi celebración es esa. La que enciende las luces de la memoria, coloca las figuras de la niñez entre las posteriores décadas transcurridas, habla con los personajes desaparecidos que no estaban hechos de barro pero sí de carácter y de bondad, participa de recuerdos y busca aún claves, secretos y misterios que una vez le pasaron desapercibidos y que hoy ya es casi imposible desvelar.  

Y todo esto se me ocurre solo porque a Neo le da por esa foto de familia dispersa por las redes, que ella unifica a este y otro lado de la mar océana. 



martes, 6 de diciembre de 2022

Tarde de día festivo con Giacomo Casanova

 



Me he pasado la tarde leyendo algunos episodios de la vida de Giacomo Casanova, y me lo he pasado en grande. No solo por los episodios en sí, sino por sus reflexiones. Y como no se me ocurre nada que escribir hoy de mi propia cosecha no me resisto a copiar y pegar aquí una parrafada del veneciano, que es más jugosa que mis ocurrencias. Está tomada de Mi fuga de las prisiones de Venecia.

"Quienes sostienen que los sufrimientos morales son más graves que los males físicos que afligen a nuestro cuerpo se equivocan por completo, pues las enfermedades del espíritu solo atacan al espíritu mientras que las del cuerpo minan lo físico y destruyen lo moral.  El verdadero sapiens, el sabio, es siempre y en todas partes más feliz que todos los reyes de la tierra, nisi quum pituita molesta est *. Por lo demás, no es posible vivir mucho tiempo sin que nuestros órganos se consuman; creo incluso que si se mantuviesen exentos de todo deterioro, sentiríamos el golpe de la muerte con mucha mayor fuerza, pues la materia no puede resistir el paso del tiempo sin perder su forma: singula de nobis anni praedantur euntes**. La vida es como una amante a la que queremos demasiado y a la cual siempre terminamos por dar todo lo que nos pide con tal de que no nos abandone. Desvarían quienes han dicho que hay que despreciarla;  es a la muerte a la que hay que desdeñar y no a la vida. No es lo mismo. Son dos ideas completamente diferentes: amando a la vida me amo a mí mismo y odio a la muerte porque es su verdugo. El sabio, sin embargo, debe limitarse a despreciarla porque el odio es un sentimiento que incomoda. Quienes la temen son un poco necios, pues es inevitable; y quienes la desean son cobardes, pues todo el mundo puede procurársela cuando quiera". 


* Salvo cuando la pituitaria me atormenta (Horacio)

** Cada año que pasa nos roba a todos alguna cosa (Horacio)


Independientemente de los conceptos y de la visión de las cosas que tenía Casanova hace doscientos treinta años largos, pues al fin y al cabo era hijo de su tiempo, creo que no eran nimiedades lo que pensaba. Y en cierto modo no hacía sino repetir lo que los clásicos ya concluían dos milenios antes. 

La cita está tomada de la edición de la Editorial Valdemar.



lunes, 5 de diciembre de 2022

Ante el 6 de Diciembre: Aquel Juan Genovés que muchos llevamos dentro y nunca debemos olvidar

 


Del distanciamiento... 



...al reencuentro...




...y a la responsable y pacífica convergencia colectiva


No desdeñemos por las buenas lo que tenemos, que puede ser peor. Consejo, u opinión si resulta más suave, de persona mayor que va viviendo, y por lo tanto viendo, lo suyo, que no de político profesional, ni de comerciante de ideas vanas, ni de funesto reivindicador del pasado negro, ni de ideólogo de cambiar algo para que todo siga igual o pésimo. Y si algo se revisa en las relaciones colectivas de la sociedad, que conviene probablemente hacer de vez en cuando con tranquilidad, si se considera necesario, que se haga para andar hacia adelante, para progresar y mejorar las vidas. Nunca para generar más injusticia, ni división, ni ahondar en diferencias de clase, ni abolir derechos. Juan Genovés expresó con bastante acierto un tiempo de ruptura con décadas oscuras, poniendo sus esperanzas ante todo. Que estas no se frustren nunca. 



viernes, 2 de diciembre de 2022

Nunca quedó París

 



Dime que no me la vas a jugar otra vez, volviendo a abandonarme. Bien sabes que nuestro amor será eterno, querido. La eternidad dura tan poco. Pero es eterna mientras permanece. No me basta. Tampoco podemos cambiar el destino, mi cómplice. Un destino que hemos elegido, ¿no crees? Solo en parte, querida, solo en parte, aquella que creemos controlar. Tú lo dices bien, y nuestro margen es reducido, tanto en tiempo como en capricho. ¿Piensas que amarse es un capricho? Por supuesto en cierto modo, un capricho adaptado a la necesidad. Pero la necesidad es maleable y  cambiante. De ahí que siempre debemos considerar la aproximación de dos personas como algo efímero o, si prefieres, circunstancial. Habría que ser extremadamente frío para verlo de esa manera y tú mismo, aunque lo dices no lo eres. Pero es así. Cada individuo evoluciona en sus propio territorio, aunque comparta ideas, afectos y obligaciones con otros. ¿Por qué en el amor iba a ser de otra manera? Te falta decir que el amor es como cualquier otro negocio. Me da apuro reconocerlo, pero ¿acaso no lo es? O como los pensamientos que uno tiene, que mutan y se alteran, a veces renovándose, en ocasiones aferrándose a planteamientos sin salida. Pero los afectos tienen salida, querido. Y a veces son callejones contra una pared, o como dicen en París, cul-de-sac. Tal vez cuando alguien se da cuenta de que todo se ha estancado haya que utilizar otros recursos. ¿Como el alejamiento mutuo, por ejemplo? O simplemente un escape temporal. Si lo vivido entre ambos fue profundo y nos ha marcado es parte de nuestra continuidad en la vida, estemos con quien estemos. No me es suficiente. Pero se puede vivir con ello y resulta incluso estimulante. Ya, entiendo, eso de llevar cada uno en la memoria y el deseo propios al otro, pero sin tocarse. Es que la caricia es una losa si no hierve el anhelo y se dota de cierta estabilidad. ¿Si te dijera que incluso en el tiempo que estuvimos apartado el uno del otro seguí acariciándote?  ¿Si te dijera que yo lo intuía y que me dejaba? El problema es que ya no podremos volver nunca a París y me temo que estoy harto de seguir en Casablanca. Entonces hagamos del día una eternidad reencontrada. Y también de la noche.

(Ambos ríen estruendosamente mientras el coche acelera hacia el reencuentro del calor)



lunes, 28 de noviembre de 2022

Antígona: No he nacido para compartir el odio, sino el amor.




"No he nacido para compartir el odio, sino el amor".

Sófocles. Antígona, verso 523.


Aunque considero la utopía un engaño, si bien circunstancialmente la concebimos como acicate, uno quisiera verse alentado siempre por las buenas intenciones. Pero amor y odio, como éros y tánatos cotidianos, no pueden vivir sin necesitarse. Max llega hoy con el eco del filósofo de almohada. ¿Has descansado mal o es resaca?, le interpelo mientras le ofrezco un café bien cargado. Ya sabes, amigo mío, que me emborracho con mis propios devaneos, me replica endulzando su voz. Cuando leo a los clásicos me doy cuenta de que ahora no decimos nada que no lo hayan dicho ellos antes. Incluso sus búsquedas, aderezadas por aventuras utópicas, han cumplido su papel. Pero no sé si en nuestro tiempo todo resulta más complicado y arduo. Le doy cancha. ¿No volverías a tus ansias y anhelos de juventud, aun sabiendo que de nuevo errarías el tiro? Por supuesto. Siquiera porque tendría toda la vida por delante otra vez, y de esta manera las grandes posibilidades. Las de equivocarme pero también las de acertar y, sobre todo las de experimentar. Se vive de hechos, indudablemente, pero probablemente aún más de deseos que no se materializan jamás pero que nos invitan a sobreponernos a las adversidades. Antígona lo tenía claro.






* Información sobre este vídeo:


"Han elegido el antiguo teatro de Taormina y las laderas del Etna, cedidas amablemente por el parque arqueológico del parque arqueológico de Naxos-Taormina, para lanzar su mensaje contra la violencia hacia las mujeres. Son los alumnos del liceo Maurolico de Messina con la canción 'Canerà'. Filmaron el video el verano pasado y lo subieron a la red para el 25 de noviembre de 2022. El popurrí, a través del arreglo original de la maestra Agnese Carrubba y la ambientación inspirada en el mito de Antígona, la heroína griega que siguiendo la ley del corazón y de piedad realiza un acto de rebelión consciente contra el poder, quiere ser un himno contra la violencia y la opresión de todo tipo, un himno de liberación y un canto de esperanza para que la unión de los individuos, como la unión de las voces de un coro de jóvenes personas, pueden promover la armonía y el cambio hacia un mundo mejor. Una vez más, tras el éxito del videoclip 'I cento passi', que tuvo más de 150.000 visitas en las redes sociales, el coro Maurolico se ha comprometido a abordar un tema social fuerte y actual a partir de su identidad como coro en un clásico siciliano. escuela secundaria, operando una armoniosa síntesis creativa entre la música, la cultura clásica y el realce de la belleza de la zona. 

El video musical, 'Canerà', surge de la fusión de las canciones 'Lei' y 'Cantar'" del cantautor Alessandro Mannarino, a través del arreglo original de la maestra Agnese Carrubba, directora del Coro Maurolico y creadora del proyecto. La canción pretende ser un himno contra la violencia y la opresión de todo tipo, un himno de liberación y un canto de esperanza, la esperanza de que la unión de los individuos, como la unión de las voces de un coro de jóvenes, puede promover la armonía. y cambiar hacia un mundo mejor. La producción de este nuevo video fue posible gracias a la convencida identificación de los alumnos, que aceptaron con entusiasmo el proyecto y lo interpretaron, y gracias a la probada sinergia del equipo que, con el apoyo de toda la comunidad escolar, promueve la actividad coral. del Maurolico: la directora Prof. Giovanna De Francesco, la maestra Agnese Carrubba, la coordinadora Prof. Silvana Salandra"


(Tomada la información de la web archeologiavocidalpassato)


viernes, 25 de noviembre de 2022

El farero que fui (Memoria interrumpida)

 


En mi oficio de farero no me he aburrido nunca. La gente común tiene una idea falseada del oficio. Esto que escribo ahora es un pensamiento fugaz y no viene a cuento que explique en qué consistía mi actividad, que no era sino reflejo de la que llevaban a cabo todos los fareros del mundo. No es que no tuviera tiempo de aburrirme solo por exceso de cuidados y movimientos que implicaban el mantenimiento del faro. Tampoco mi misión consistía en ser un vigilante del horizonte, aunque debía vigilar que no fallara nunca la luz y prever la disposición y abastecimiento de las lámparas y la fuente de energía necesaria en todo momento. En aquella costa oscura de por sí, incluso en las horas diurnas, la luz debía ser una referencia viva e inquebrantable. No podría decir que los accidentes que tuvieron lugar en los farallones próximos estuvieran causados por descuido o dejadez propios de mi trabajo. Las malas lecturas de las cartas de navegación y la equívoca interpretación de las corrientes, a lo que habría que sumar la borrachera pertinente del capitán de los barcos accidentados, fueron en todas las ocasiones el factor que produjo naufragios y perecimientos. Pero tampoco es mi intención abundar ahora en los sucesos producidos en el pasado. Sé que al comentar que no me aburrí nunca estoy abriendo al lector un campo de interés sobre qué me impedía aburrirme, más allá de los trabajos. Pero la explicación es sencilla. La mera contemplación siempre me entretuvo. De día era la mirada sobre los cambios del cielo, los movimientos de las galernas que azotaban las rocas o el avistamiento de navíos. Jugaba incluso a apostar si estos variaban el rumbo por error o por interés que yo nunca podía determinar.  De noche se trataba de la escucha de aquel lenguaje que en el mejor de los casos era compasivo, pero con frecuencia se mostraba feroz, tal el que hablaba atropelladamente la acometida de las olas procelosas. Al principio las circunstancias climatológicas adversas me amedrentaban un poco. Más tarde fui haciéndome aliado de ellas, por la simple razón de atender sus solicitudes. Sé que no se me va a comprender, pero todo fue para mí mucho más llevadero a medida que emprendía un diálogo con la naturaleza exterior. Puede parecer un absurdo, pero no lo era en absoluto. Porque además aquellas conversaciones con el constante fluir del océano, desgastando día y noche los acantilados, eran variadas. El rugido incesante traía en unas ocasiones voces coloquiales de marinos que me relataban historias inconcebibles. Cuando tenían lugar guerras, emergían de las profundidades órdenes, agitación, estruendos de buques que eliminaban a otros buques. Los días claros proporcionaban reposo a mis propias emociones e imaginaba la lejana costa, y en mi imaginación la dotaba de unas características geológicas y botánicas a capricho. Decían que al otro lado había un continente distinto y yo me empeñaba en diseñarlo a mi manera. A veces incluso preveía la existencia de otros seres humanos que, emulando a aquel demiurgo mítico, trataba de representar a mi imagen y semejanza. Nunca leí libros para combatir las horas muertas, primero porque no había horas muertas y además porque aquellas lecturas eran complemento de lo vivido, cuando no de lo soñado. Como esto que escribo no es sino un mero apunte, un pensamiento ligero y pasajero, algo que no me preocupa porque la vida está repleta de momentos fugaces que se montan y se desarman por su propia inercia, 


(Aquí el farero interrumpe la redacción de su revoltijo de ideas, pues una alarma le fuerza a subir precipitadamente hasta el piso superior donde está instalada la linterna)


lunes, 21 de noviembre de 2022

¡Paso!

 


¡Paso! ¡Paso! Que no llego a la meta. ¿Y cuál es la meta? Toma, la de todos. Ah, pues entonces no corro. Te quedarás el último. Y qué, mira, ya hace tiempo que me propuse ser el farolillo rojo. Acaso me ha beneficiado en esta absurda competición de no llegar a ninguna parte. ¿De verdad que no has ganado nunca ninguna carrera? De verdad. Arrancaba demasiado pronto y me cansaba demasiado pronto. Me iba quedando atrás. Te descalificarían. No, pero casi; me dejaban seguir. Total, sabían que no iba a recuperar ni los tiempos ni las posiciones. ¿No te deprimía no ser siquiera del montón? No, si del montón he sido siempre, pero como nunca aceleré para adelantar a nadie ni di codazos me fui quedando atrás. Debía ser aburrido. ¡Qué va! Aprovechando ese último puesto paraba donde quería, me solazaba donde me daba la gana, y dejaba que me jaleasen, no sin sorna, desde el público que ya se iba a casa pensando que habían pasado todos los carreristas. Darías pena. No sé, eso de las penas y las lamentaciones son cosas de los que salen a ver la vida como espectáculo. Pero tú también te veías inmerso en el espectáculo. Digamos que siempre he montado mi propio show para mí. Pero nunca me he dado pena, porque, sabes, uno tiene su propio secreto. ¿Cuál es?...¡brrrum, brrrum! No te oigo. ¿Cuál es? Maldito ruido el de la moto. 



domingo, 20 de noviembre de 2022

Conmigo que no cuenten

 


Conmigo que no cuenten. Ni el espectáculo, ni el negocio, ni la política totalitaria, ni la televisión, ni la prensa, ni la política que mira para otro lado, ni el aficionado de sillón y cerveza, ni la selección española de fútbol, ni el repugnante silencio colectivo, ni los beneficios empresariales...ni ni ni...




Ni los que lanzan consignas bienintencionadas pero ingenuas, que casi nadie va a seguir. Conmigo que no cuenten. Sé a qué atenerme.



miércoles, 16 de noviembre de 2022

La notte (Habla Buonarroti)

 


Doblegas al día, aun sabiendo que este va a liberarse de tu pie firme. Yo, aquí abajo, te contemplo entregado a tanta exuberancia. Aplástame, soy un fervoroso tuyo que reclama de ti voracidad generosa. En tu afán dadivoso me entregas esos hijos que son los sueños. Yo te devuelvo el favor tallando cada palmo de tu cuerpo, puliendo sus redondeces, disponiendo que los miembros sobre los que te recoges sean capaces de madurar las horas. Te recreo como noche pasajera que algún día será eterna. Algunos dicen que te he exaltado con un cuerpo hercúleo, con ecos de virilidad que ceden a los atributos más frutales. Retorcida sobre tu propio regazo ¿duermes o permaneces en disimulada vigilia? No representas el cansancio propio, porque no lo tienes, sino el de todos los hombres, de cuyas limitaciones no siempre son conscientes. No eres tú quien se sumerge en el silencio, sino ellos, cualquiera de nosotros que solo vemos en ti el don del descanso y pocas veces la virtud de la belleza. La belleza no tiene por qué ser siempre activa. La pasividad de las horas con que nos obsequias contiene una hermosura misteriosa. Alguien dijo que así es el encanto de las tinieblas. Y sin embargo los hombres anhelan huir de ellas, a pesar de que constantemente recurren desbocados a sus tentadoras promesas. ¿Es el extravío el precio de la búsqueda? Si te quiero magnífica en tu exultante abandono es para que los hombres comprendan tu valor impagable. Unos no desearían salir de ti jamás. Otros te rehúyen como si solamente en el día les fuera la vida. No soy tu artífice, soy tu servidor. Que haya incorporado en tu proximidad la imagen del relevo, cegado por la luz exterior, es para que cuantos te contemplen perciban las diferencias. ¿Te gustaría que tal alternancia no existiera? Entonces, ¿qué sería de la vida y las obras de los hombres? ¿Qué sería de ti misma?


- Atiéndame, maestro, que le veo abstraído. ¿No le parece que simula el día caído en lugar de la noche en auge? 

- Tú pule y calla, que sé lo que me traigo.




* La noche, representada en la tumba de Julio de Médicis. Sacristía Nueva de la Basílica de San Lorenzo, en Florencia. Obra de Miguel Ángel Buonarroti.

martes, 15 de noviembre de 2022

sábado, 12 de noviembre de 2022

Aux espagnols...O la caída. Y también Baltasar Lobo

 


Cuando paramos en Annecy y vimos la escultura de Baltasar Lobo pregunté a Sandrine. ¿Es un hombre que cae o un hombre que se resiste a caer? ¿Qué opinas? Mi amiga me interpeló a su vez. ¿Por qué tiene que caer un ser humano para ser consciente de lo irreparable que es la vida? Además,  ¿hay alguna caída  que no suponga de algún modo un hundimiento? No sé, respondí. Dicen que hay caídas de las que uno se levanta, pero yo creo que después ya no es el mismo. No hay caída limpia. Si se sobrevive quedan marcas. En esta escultura el héroe está cayendo. Empieza a sentirse ausente. Sugiere una parada en el tiempo imperceptible, sin que dé oportunidad de ser medida. Y menos evitada. Acaso a ese gesto en que el cuerpo parece dispersarse, tratando de atrapar el aire, se le pueda llamar resistencia. Sandrine se sujeta a mis palabras. Esta obra exalta, o al menos reconoce, a unos hombres y su acción, en pos de una verdad, dice. Pero ya Albert C. señaló que la verdad es enigmática, huidiza, y está siempre pendiente de ser conquistada, También dijo a continuación, matizo, que la libertad es peligrosa y resulta dura de ser vivida, Sandrine, sagaz y observadora, calcula con la mirada los ángulos de la estatua. ¿No crees que la condición del hombre es la de mantenerse en un perpetuo escorzo?




jueves, 10 de noviembre de 2022

La noche

 


Llegas hasta aquí, apagándote, y dices: soy la noche. ¿Cómo sé que eres la noche, la verdadera noche?, te pregunto. Mírame y si me ves, replicas, me desdeciré. Entonces yo agudizo la mirada y digo: no te veo, no veo nada. Déjame probar con otro sentido; tal vez no todo sea tan oscuro. Lo aceptas. Extiende las manos si quieres, y si rozas algo sabrás si te estoy engañando y si solo se trata de un juego. Alargo los brazos, trazo con mis manos rutas invisibles, mis dedos bailan con frustración en medio de un espacio que no reconozco. Quiero percibir con mi olfato tu presencia, insisto. Si llegas desde el mar olerás a sal, si desde la selva me invadirán fragancias múltiples, si bajas de una nube ventilarás mis pulmones con el renovador aroma del ozono. Prueba, pero no me culpes si te decepcionas, te muestras comprensiva. Ningún olor denota presencia alguna. Aún puedo indagar con la capacidad de mi gusto si llevas en ti la textura del cereal o la dulce esencia de la vid o la sólida calidez de unos labios, digo vergonzante. Pero mi boca está acre y seca. He aquí mi pensamiento, que te elige y te distingue, y me dice que no eres la noche, afirmo como último recurso. Entonces las ideas transcurren laberínticas y me confunden. Tú te compadeces: no hay sentidos que puedan captar la materia de la noche, no te esfuerces más. Al menos te oigo, salto ocurrente; tú me hablas y yo escucho cómo cortas, cauta y mesurada, el silencio; luego no eres la noche. Solo una suplantadora. No, no me oyes, elevas firme la voz. Solo te escuchas a ti mismo, perdido y sin retorno. Fugado más allá de donde terminan todos los anhelos. 



lunes, 7 de noviembre de 2022

Miedo. Miedos

 




















Descubrimos en la edad más temprana al compañero de viaje. Sin duda la brusca salida del hogar en que nos estuvimos horneando ya nos lo diera a conocer. La que nos abrió la puerta trató de ahuyentarlo con su arropamiento, su palabra dulce, sus miradas deleitosas, su sonrisa letificante, su ubre generosa y cálida, su regazo siempre ardoroso, sus cuidados. El compañero de por vida jugó a salir y a esconderse. A vestirse con nuestra piel y a apropiarse de nuestras emociones. Unas veces habrá sido una señal. Otras, un espectro turbulento y obsesivo. Las más de las ocasiones una sombra. Si la criatura no reaccionaba a estímulos alternativos el compañero podría convertirse en su enajenación. 

A medida que afrontamos la vida descubrimos que se trata de un compañero plural. Aunque singularicemos para cada paso concreto nos parece que hay tantos acompañantes como pasos. No nos engañemos. Es el mismo aunque se revista con una imagen diferente para cada ocasión. 

Ese compañero vitalicio es conocido como Miedo. ¿Tiene historia el Miedo? ¿Son capítulos de esa historia individual -y ojo, también colectiva- los Miedos? Nacemos y sucumbimos con un compañero de viaje al que sorteamos constantemente. Que nos acecha, nos acosa, nos maltrata, nos acompleja. Nos reduce. Quedará huérfano cuando ya no estemos. En su desamparo, egoísta mas equivocado, presumirá irónico: cuánto me echaréis de menos. ¿O él a nosotros, a fuerza de haber perseguido siempre que nosotros hubiéramos sido solo él?



(Pintura de Peter Birkhäuser)

viernes, 4 de noviembre de 2022

Diálogo equino

 


- Parece mentira que seamos amigos perteneciendo a mundos tan diferentes.

- Más que a mundos, a clases, porque tu altanería no tiene precio.

- Pues anda que tu ordinariez, que yo no deseara para mí, no te permite levantar un palmo del suelo duro.

- Mi ordinariez está labrada por un hombre digno y cabal.

- ¿Y qué crees? ¿Que mi majestuosidad no la han hecho artesanos sencillos, aunque, eso sí, con mucha calidad en sus manos?

- La calidad no se mide solo por la expresión de las formas resultantes.

- Ahí llevas razón. Pero no olvides que yo nací para un templo, pero tú...

- Yo nací para habitar el corazón de los hombres comunes.  

- Pues ante mi presencia se han admirado también las gentes de más baja condición, aunque a distancia, y los más poderosos y cultos de la ciudad. ¿Podrías tú decir lo mismo?

-  Yo no tengo que alardear de nada. Me gusta ver, oír y no relinchar. Tú pareces estar en un perpetuo relincho. Tantas ínfulas te harán merecer contemplación de los humanos, pero algún día serás ruina, como todos los humanos.

- En eso devendremos todos, pero mira que han pasado dos mil quinientos años y aquí sigo, mermado mas exultante.

- No te tengo envidia por tu condición y me alegro que te parieran aquellos talleres clásicos, a cuyas obras no se puede poner objeción. Pero si yo existo es porque un hombre de cincel de no hace mucho tiempo tuvo como referencia el hacer del siglo de que procedes.

- Lo admito. Además tampoco se trataría de intercambiar nuestras posiciones, ni en tiempo ni en espacio. También a mí me asombra la mente y las manos de quien en tu testa más reducida rinde culto al caballo. Al fin y al cabo, ¿no es lo más importante que seamos evocados a través de los siglos, con todo el servicio que hemos hecho a los humanos? ¿O crees que cuando me colocaron a mí en un templo no tuvieron en cuenta que no podían prescindir de nosotros?

- Me cuesta hacerme a la idea de lo que había en la mente de los hombres cultos y de los artistas en tu tiempo, amigo mío. Pero el mero hecho de haber llegado a nuestros días dice a favor de ellos también. Los hombres nos usaron hasta extremos brutales pero también nos han reconocido. Hay infinidad de obras de arte en la que el caballo vale tanto o más que el caballero.

- Ya sabes lo que decían de nosotros siempre. Nos llamaban los nobles brutos. ¿Qué querrá decir eso, cuando ni siquiera ellos saben ser nobles y sí extremar su brutalidad?

- Lo mismo me he preguntado yo siempre. Los humanos convierten todo lo que tocan, sea de la materia que sea, en uso y abuso. Nosotros, mientras les hemos servido hemos sido considerados. Pero el precio que nuestra especie ha pagado es semejante a la que muchos de los humanos jóvenes han pagado también cuando han sido enviados al matadero de las guerras.

- Vaya, así que equinos y humanos estamos hermanados en la desgracia.

- La nuestra siempre es mayor, no lo olvides.

- Hoy confraternizamos aquí, pero mañana nos separarán. Echaré de menos nuestros coloquios.

- Quién sabe si no nos volveremos a encontrar en otra ocasión. No te emociones.

- Quién sabe. Este relincho de ahora es a tu salud.







* Cabeza de caballo en actitud de relincho, hallada en Civita Lavinia, Lacio, obra griega del siglo V a.e.c. Copia en el Museo de Reproducciones Artísticas, Casa del Sol, Museo Nacional de Escultura de Valladolid. // Cabeza de caballo del escultor Baltasar Lobo, en la exposición de 2018 Baltasar Lobo, un moderno entre los antiguos, en el espacio de la Casa del Sol.



martes, 1 de noviembre de 2022

El cuentista

 



"No divulgues tus propios secretos, sería como demoler tu choza".

Dicho bosquimano.


De aldea en aldea, el hombre de las greñas iba contando cuentos. Llegó a una de ellas, en la linde de aquel desierto que no tenía intención de retroceder y atemorizaba a muchas tribus.

Reunió primero a los niños y a los ancianos. Aquellos, excitados. Los ancianos, escépticos. Todos expectantes. 

Los adolescentes de ambos sexos se mantenían primero a distancia para reafirmar que no pertenecían ni a una edad ni a otra, pero luego se sumaban al grupo con prepotencia juvenil y no escasa curiosidad.

Era la hora del ocaso. Las mujeres se compinchaban para no ir a la zaga y asegurarse su propio espacio de suelo. Los hombres regresaban de la caza. Los perros se movían inquietos, ilusionados por ver reunida a toda la aldea en torno a la fogata.

Soy el cuentista de la piel de leopardo, comenzó el hombre recién llegado. No he venido a narrar nada que yo me invente, sino a escucharos a vosotros que sois los verdaderos hacedores de las historias de la vida.

El público quedó desconcertado. Se suponía que era el cuentista de la piel de leopardo quien les tenía que traer el espectáculo. Porque ellos, todos los habitantes del pueblo, ya se habían contado unos a otros infinidad de experiencias. Se conocían lo suficiente como para no verse como objeto de narración alguna.

Entonces, ¿no nos vas a contar nada nuevo?, le interpelaron con malhumor varios vecinos. ¿No nos vas a hablar de otros territorios y de las costumbres que allí tienen sus moradores? ¿Nada nos vas a decir sobre los riesgos y vicisitudes que padecen cuando tienen que salir de caza o sufrir las consecuencias de las tormentas? ¿Ni siquiera podemos saber cómo son los sueños de quienes habitan a distancias alejadas? El cuentista sonrió. ¿Qué creíais? ¿Que mis historias son consecuencia de mis propios sueños? ¿Que lo que he visto en otros lugares es muy diferente a lo que veis vosotros todos los días? ¿Qué otros sueñan lo que vosotros no soñáis?

Hagamos un pacto, les dijo. Aquel de vosotros, no importa la edad ni si es mujer u hombre, que tenga algo que relatar con interés o que nunca se lo haya dicho a nadie, que lo exponga aquí. Yo tomaré nota y le daré forma de cuento.

Aquella propuesta levantó suspicacias. Se suponía que no había secretos entre los pobladores y que todos sabían todo de todos con naturalidad. Además, ¿quién podría abrir la boca sin quedar en entredicho? ¿Quién iba a revelar los pensamientos y deseos díscolos, si es que los tenían, sin ser objeto de la burla general? 

Pasó un tiempo breve que a todos les pareció larguísimo y nadie habló. Bien, dijo el hombre de la piel de leopardo. Vuestro silencio me ha sugerido un cuento nuevo. El pueblo que no quiso hablar, lo titularé. O bien: los pobladores del silencio. O acaso: los nativos que desconocían los secretos. Y lo iré relatando por ahí. ¿Os gustaría que en otras partes os conocieran como los mudos?

Es que aquí los secretos no existen, exclamó de pronto el que parecía tener autoridad en la aldea. El cuentista lo interrogó enérgicamente con la mirada. Puede no llover, dijo. Puede no haber caza. Puede no vivirse una vida larga. Pero los secretos anidan en el corazón y mientras se alimentan, aunque no seáis conscientes de ello, cada individuo está a salvo de que los peligros de la vida destruyan el alma única que tenéis cada cual. 

Entonces, uno de los hombres de mediana edad musitó algo que no alcanzaron los demás a escuchar, pues fue cortado de inmediato por el viajero. Hacéis bien en callar. Los secretos no se pueden traicionar. Contarlos sería traicionarse a uno mismo. El secreto pone a prueba la fidelidad que cada cual debe preservar y la integridad con la que debe corresponder. Es, a su vez, un escudo protector. Os voy a narrar ahora una historia sobre el hombre que vendió sus secretos, pero que ya no pudo vivir en paz.

Ni un movimiento, ni un murmullo. En ese instante solo se escuchó el crepitar de las llamas. Ningún perro ladró.

 



* Máscara de una sociedad secreta del Reino de Oku. Museo de Arte Africano. Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso. Universidad de Valladolid. Palacio de Santa Cruz. 

domingo, 30 de octubre de 2022

Visita al museo

 


Observen, estimados visitantes, el cuadro de la vieja del maestro Massys. Ahora permítanme el exceso. ¿Se siente alguno de ustedes representado en el gesto de rabia que es sinónimo de desesperación? Olviden por un momento que es anciana, que está ajada por lo tanto, que sus fuerzas flaquean pero no pierden instinto, y piensen para sí si no han caído alguna vez en una conducta de maltrato corporal con ustedes mismos. Por supuesto, tal vez hayan preservado sus cabellos y no se hayan abofeteado ni golpeado con el puño a una pared. Pero ¿acaso no hay golpes en que no son los músculos ni los nervios exteriores los que actúan sino un estado de excitación íntimo que puede dejarlos maltrechos? Bien, ahorren el pensamiento interior y echen mano del cajón de sastre. La locura. Está loca, concluirán ustedes sobre la vieja. ¿Piensan cuando se sienten desbordados que también ustedes pueden estar locos? Ya digo, un saco roto este donde cabe cualquier comportamiento repentino sin control. Pero...toda actitud tiene su proceso. Por ejemplo, ¿han desatado con frecuencia la ira? ¿Les carcome la envidia porque se acomplejan con lo que consideran su propia infelicidad ya que les parece que no les persigue a otras personas? ¿Les traiciona el orgullo, esa excesiva y relativa fortaleza de la que se hallaban tan correspondidos? ¿Hacen de los pequeños fracasos cotidianos un castillo desmochado o una nave al pairo? Un pequeño fallo en su vida más o menos afortunada, y quiero pensar que equilibrada, ¿ya les hace sentir desgraciados hasta extremos de desear un mal a otros o bien sentirse frustrados en mayor medida por el pequeño incidente que les ha llevado por deseos turbios? Seguramente algunos de ustedes, sagaces visitantes, han captado el alma perturbada de la vieja. Aprovechen al contemplar la violencia ajena y hagan de la imagen un acto de contrición de sus personales desavenencias. No aspiren a que la imaginación predeterminada, ya saben, ese mundo de las ideas que a todos se nos ha impuesto y que tanto nos condiciona, convirtiéndonos en sumisos cuando no carentes del ejercicio del libre albedrío, les pase factura. El desvarío es dejar de seguir pretendiendo ser, que es tanto como recortar un camino que, no se engañen, tampoco conduce ni al edén ni al infierno. Al menos no necesariamente, si sabemos medir los pasos. ¿Qué digo? Demasiada ansia nos conduce a la ansiedad. Excesiva prepotencia nos depara pequeñez. Reacciones airadas sobre otros o contra nosotros solo provocan desequilibrio. Sufrir celos por los logros ajenos, porque nos parece que los nuestros son deficientes, acaba enfermándonos. 

Atónito por el sermón el grupo de visitantes contiene la respiración. ¿Meditan o temen? La señora McMillan hace un aparte y le susurra al oído a su esposo. Pero este tipo, ¿qué es? ¿Un guía del museo, un psicoterapeuta, un moralista, un vendedor? Señor guía, levanta el dedo la señora McMillan. Disculpe si le interrumpo, pero ¿no se está saliendo del tema central del cuadro? El cicerone hace una mueca prepotente. Ah, el tema del cuadro. ¿Usted querría que hubiera empezado por ahí? Le complaceré, ya que usted no es exigente y prefiere una interpretación sencilla. Sí, simplemente se trata de una vieja tirándose de los cabellos, cuyas razones desconocemos. ¿Le basta? ¿Quiere que nos traslademos a otro cuadro? La señora McMillan ha salido contestataria. ¿Y si la intención de la anciana hubiera sido tan solo asear a fondo la cabellera?



* Vieja mesándose los cabellos. c. 1525/1530. Atribuido a Quinten Massys. Museo Nacional del Prado.