martes, 5 de diciembre de 2023
Carrera sin fin
sábado, 2 de diciembre de 2023
Metrópolis, de George Grosz
Ciudad o campo de batalla. Angulaciones. Amontonamiento. Abigarramiento. Planos verticales y horizontales que se cruzan. Secantes. Tangentes. Vértice que tanto converge como separa. La ciudad como una llamarada que no cesa. Intensidad sanguina en que hasta las luces y las sombras son rojas. La ciudad como una extensa trinchera de agitación y tráfico. De carreras desbocadas ascendiendo hacia el beneficio monetario o despeñándose por el abismo de la miseria. El rojo quema, el rojo persigue, el rojo crea fachadas y pavimentos y vehículos y cuerpos. El cielo es rojo. El aire es rojo. La mirada es roja. La sangre es lava. Rojo sortilegio el de la luna. La guerra continúa lejos de Berlín pero la urbe feliz y confiada no puede detenerse. La urbe pujante y excitante es el paradigma del triunfo del mito y del poder del oprobio. La sangría riega, mientras tanto, campos y poblaciones a un lado y otro de las fronteras, pero sus efectos visibles no llegarán hasta el final de la contienda. Será después cuando el pintor dibuje el excremento social de esta. Los mutilados, las viudas que se prostituyen, los rentistas, los mendigos, los oficiales cargados de medallas, los puteros, los beodos, los bandidos callejeros, los huérfanos harapientos, las queridas de los orondos funcionarios o comerciantes, los paniaguados del estraperlo que se hacen ricos con las guerras, los clérigos que bendicen un mundo desastroso en nombre de otra vida inexistente fuera de esta, los desesperados, los famélicos, los parados laborales, los obreros que no saben si van o vuelven. La ciudad como tablero de ajedrez cuyas fichas se desplazan transgrediendo las propias leyes del juego. Transversalidad de las vidas. Una farola suple al ojo del dios. Y arrastra al espectador, al que no deja permanecer impasible. A imitación de un dios padre la altiva farola también separa a los elegidos de los condenados. A muchos de estos incluso los ha arrojado ya a las tinieblas. Émula de la balanza de la justicia humana, es decir, destinada a ser injusta, se pretende modélica, capaz de distinguir pretenciosa el bien del mal. La ciudad de la convivencia echa un pulso con la ciudad de la confrontación. Centro versus barriadas. Satisfacciones contra frustaciones. Clases contra clases. Vorágine de una fauna humana de rostros severos y dominantes, donde el macho impera. Todos comparten el mismo efecto: la locura.
Nota. El cuadro Metrópolis se encuentra expuesto en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Óleo realizado por George Grosz entre 1916-1917.
Otra entrada sobre Grosz:
https://laantorchadekraus.blogspot.com/2009/02/georges-grosz-entre-la-ciudad-si-y-la.html
viernes, 1 de diciembre de 2023
Grosz, un pensamiento veloz
No sé por qué hoy me acordé de aquel libro que me llegó desde allende el Rhein. Lo rescaté de un estante, ejercicio de riesgo para mi integridad moral. ¿Se traducía como A contrapelo? George Grosz era directo, incisivo, irónico y sarcástico. Tenía todas las habilidades y propiedades para representar tipos de una sociedad decadente, sumamente herida, con individuos destrozados y con individuos enriquecidos vilmente, que se creía en auge. De no haberse marchado mucho antes de que el monstruo llegara al poder los del pensamiento único le habrían dado la solución final.
Mi entrañable remitente acertó al enviarme el libro con una recopilación de dibujos del berlinés. Las sociedades enfermas solo pueden ser agudamente analizadas con un plumín o un lápiz. Hay quien lo intenta con su escritura. Pero aquellos trazos tan acertados de Grosz hablaban más que las palabras y que los silencios. Mi remitente lo sabía y procuraba por mí. Grosz sigue haciéndome reflexionar sobre la condición humana. Y me obliga a entrar en choque con la extendida estupidez social aquí y ahora.
martes, 28 de noviembre de 2023
A., la actriz de filmes de serie B
Ella era actriz de películas de serie B. Su padre un habilidoso director de filmes del mismo espacio de cine comercial. Verle dirigir a él, nervioso y escurridizo, desasosegaba. Por el contrario, la actriz permanecía entre escena y escena reconcentrada y aparentemente tranquila. Aunque observándola con cierto detalle no estaba tan claro que fuera así. Mañana y pasado no tengo rodaje, se dirigió A. de pronto a mí. ¿Me acompañaría a visitar la ciudad?
Ante una persona inquisitiva y deseosa de conocer de cerca los parajes de una ciudad vieja nunca sé negarme. Ella, tan joven y curiosa, me proporcionaba la ocasión de conectar con una generación con la que pocos puentes tendía habitualmente.
Me relajo visitando sin prisa cualquier rincón, dijo para convencerme. ¿No le importa llevarme hasta...? Y, si le parece, de camino podríamos asomarnos al mirador de...Una vez estuve de niña y aquella vista de la ciudad desde lo alto se me quedó registrada. Fue un impacto. Quisiera ver si ahora tengo la misma percepción. Ah, y tal vez al bajar estaría bien recorrer las tiendas que bordean el río. Tan herederos de aquellos tiempos son los comercios de ahora como los suntuosos edificios que todo el mundo visita, ¿no le parece? Podremos reponer fuerzas en una trattoria que me han recomendado por esa zona.
Le dije que sí a cada propuesta y aún maticé: no voy a echar mano de ninguna guía ni plano, conozco sobradamente la urbe. Así me pongo a prueba una vez más. Por lo tanto usted, joven, sugiera preferencias y yo me convertiré en el compañero accidental del recorrido. Algo así como un paseante homologado, ¿verdad?, dijo A. Siempre he sido más bien un paseante amateur, dado a improvisar recorridos, le respondí, y gracias a personas como usted me mantengo en un animado grado de correspondencia con los vericuetos de esta ciudad. De tal modo que tras décadas de recorrer calles y espacios abiertos y cerrados aún sigo admirándome de innumerables detalles que anteriormente me habían pasado desapercibidos.
Entonces, si le parece fijemos una hora de partida. Solo le pido un favor, amigo mío. Lléveme a conocer lugares, pero no me hable en absoluto sobre ellos. No sea mi cicerone. ¿Cómo?, salté perplejo. ¿Desea pasear y descubrir los nobles edificios o los parterres de jardines o la suntuosidad de sus iglesias sin una explicación mínimamente invasiva de su historia?
A la actriz A. no pareció sorprenderle mi cuestionamiento. Por supuesto, afirmó. Quiero ver y saber qué me dice lo que veo. No quiero estar mediatizada por relatos de épocas ni sucesión de secuencias de estilos artísticos ni si fueron propiedad de los condes de tal o de la princesa de cual. Bien, es un punto de vista muy aceptable y original, insistí. Pero al menos querrá saber si...Amigo mío, permítame decirle que me conformo con conocer cómo le habla también a usted todo ese paisaje urbano por el que paseemos. Eso sí que me interesa. Sus percepciones, sus impresiones. Aunque ya haya visto usted varias veces un rincón de esta ciudad haga como que es nuevo.
Yo me sentí descolocado. Al menos es imprescindible una referencia que...¿Referencia, amigo mío? Los argumentos los dejo para los filmes en los que actúo. Los supuestos personajes del pasado son tan de ficción como los de mis peliculas. En esta propuesta y en su compañía solo quiero acceder a los sentidos y volar con la imaginación. Pero sin algunos pormenores históricos que sitúen una acción, como en las películas, ¿cómo puede usted imaginar?, volví a la carga. Eso déjelo de mi cuenta. Es un método interior muy mío. Pero yo, farfullé impetuoso, yo no soy precisamente un joven que aporte dinámica a su especial mirada y al vuelo de la fantasía. Y no sé hasta qué punto preservo un don de intuición para satisfacerla. A. fue benévola. Tanto mejor. Siempre he preferido a los hombres de edad, incluso muy mayores, para acceder al apasionante conocimiento de las emociones y al atractivo significado de los sueños. ¿Por el saber que aportan con su experiencia?, dije con la indiscreta picardía de quien canta un jaque. Ella me envió una mirada traviesa. No elijo tanto sus recuerdos como los hábiles efectos de un saber hacer, clavó su mate.
Confuso me despedí de ella a la puerta de su hotel. Me dirigí a paso lento hacia mi apartamento. Al menos no tengo que preparar ruta alguna, pensé. Creo que en el fondo tampoco le importa a ella si nos extraviamos. Cualquier recorrido enseña, porque la dirección es siempre única. Da igual si avanzamos o retrocedemos, la ciudad siempre engulle pero nos concede remitirnos al origen. ¿O la importancia reside en las compañías que el azar aún pone, a pesar de la edad, en el camino de uno?
domingo, 26 de noviembre de 2023
Las apreturas de lo sicodélico
viernes, 24 de noviembre de 2023
Gulliver viaja de nuevo a Liliput
Casi no quepo en esta casa, qué divertido. O tú has crecido mucho, chico, o ha encogido el edificio. Es como una casa a mi medida. Tienes algo de Gulliver. ¿Quién es Gulliver? Un viajero fue. Visitó muchos lugares imaginarios del mundo y en uno de ellos, llamado Liliput, todos sus habitantes y edificios eran infinitamente más pequeños que su estatura. Hala, ¿y no cabía él? Más bien, no. Le hacían encajar de mala manera. O bien se veían obligados a ampliar para él algunas superficies. O confeccionar entre muchos la ropa a su medida.
Soy Gulliver. Soy Gulliver. No corras en crecer que aún te queda mucho mundo por descubrir. Y nunca se sabe si no va a quedar uno en liliputiense. Abuelo, ¿está lleno el mundo de casas y ciudades? Casi lleno. En algunas partes más que en otras. ¿Y todas son iguales? En absoluto, muchas ni siquiera se parecen. Solo coinciden en las intenciones que tienen los habitantes de cada lugar. ¿Buenas o malas intenciones? En principio buenas, pero no siempre aciertan. Hay casas para vivir, mercados para comprar, edificios para administrar, escuelas para aprender, cuarteles para los hombres armados y templos para los que creen en seres imaginarios más gigantes que ellos. Pues entonces son iguales, abuelo. En lo que pretenden, sí. En las formas que tienen los edificios todo es muy variado y te asombrarías de lo fantasiosos que son muchos de ellos.
Oye, pero esta casa es mucho más vieja que en la que yo vivo, ¿verdad? Es que es de hace siglos. ¿Y eran tan pequeños los hombres entonces? El abuelo ríe. Algo más, pero no tanto. ¿Los niños, también? Eran hijos de su tiempo. ¿Yo también soy hijo de mi tiempo? Por supuesto, y agradécelo. ¿Por qué? Porque hoy se dispone de más medios para vivir mejor, aunque muchos no lo admitan. Pues a mí me hubiera gustado vivir en un castillo como este. Eran muy fríos, chaval. Y estaban levantados para las guerras. ¿Qué son las guerras? El abuelo se acaricia la barba, como si con tal gesto activase la búsqueda de una respuesta apropiada. Las guerras son...Mira, niño, agotas.
martes, 21 de noviembre de 2023
Las vueltas del tiovivo
No para. Esto no para. ¿El tiovivo? Ya parará. Pero yo no quiero que pare. Pues dale cuerda. Que le dé ¿qué? Que hagas como los niños que se montan en él, que no quieren apearse. ¿Y no se marean? A veces alguno se marea, pero ¿sabes por qué? ¿Por qué, abuelo? Porque ve y siente cada vuelta como si fuera la misma. ¿Y no lo es? Dímelo tú. Yo en cada vuelta veo el mundo de otra forma. A cada giro las personas que esperan a los niños se han movido. ¿Solo eso? No solo eso, sino que siento el gusanillo que se agita en mi tripa cada vez más acelerado. Y también nervios. Eso se llama emoción, chaval. Pues me gusta esa clase de emoción. ¿Y si te dijera que la vida es un tiovivo, peque? ¿De verdad? Me lo dices dentro de unos años y si estoy equivocado corrijo. Abuelo, ¿quién hace funcionar el tiovivo? Todos los que suben a él. Eso sí que es bueno, ¿cómo es posible? Por inercia, porque tienen el impulso de seguir viviendo y ponen de su parte la energía suficiente como para que no puedan parar. ¿Y si alguno se para y se baja? Hum, sería un problema, no le volveríamos a ver más. ¿Algo así como morirse? Algo así, ¿cómo lo sabes? No lo sé, pero algunos mayores hablan de ello. ¿Sabes que es divertido el tiovivo? Sin duda, pero hace muchos años que no me subo a ninguno. Pero al menos vives, abuelo. Eso sí, y no tengo intención de apearme. Yo seguiré dando cuerda para que no lo hagas. Te lo agradezco, y si solo dependiera de ti yo estaría eternamente. Inténtalo. Lo procuro, pero a veces el movimiento se demora y el paisaje se muestra borroso, y no sé si será como morirse un poco.
El muchacho ya no escucha al viejo. Está en su vorágine. Donde la velocidad y las ganas de vivir no se miden. Donde el movimiento se explica por sí mismo sin metáforas ni alegorías.
lunes, 20 de noviembre de 2023
La destrucción cotidiana
sábado, 18 de noviembre de 2023
El tañido de las campanas
jueves, 16 de noviembre de 2023
Soy el viento
Mira, soy el viento. ¿El viento que deja atrás al viento? ¿Y no te da pena? ¿Por qué me va a dar pena si he nacido del viento? Ah, es verdad, eres como los vilanos. ¿Qué son los vilanos? Pues eso, niños pequeños que algunas plantas sueltan para que floten por el aire y reposen donde se les antoje. ¿Como yo, entonces? Claro, tú también eres un vilano que desafía al viento. Porque ya no te dejas solo llevar por él sino que le tomas la delantera. ¿Crees, abuelo, que al viento no le molestará? El viento está curado de espanto, sonríe el viejo. Mira que lleva toda la vida haciendo y deshaciendo y no le preocupamos lo más mínimo los humanos.
¿Desde cuándo existe el viento? Desde antes que los humanos de ahora y los de antes existieran. Entonces el viento debe ser muy antiguo, ¿verdad? Pues imagina, porque los paisajes que vemos actualmente no fueron antes así y parte de la culpa de que cambiaran se la lleva el viento. ¿Por qué culpa?, se irrita levemente el chico. Es verdad, no es culpa, es simplemente el objetivo que tiene el viento. Cambiar cuanto pilla a su paso. Modificar lo de aquí y resucitar lo de allá. Acaba a veces con unos paisajes y abre otros nuevos. Pero ya te digo que no es el único que lo cambia todo.
¿Quién más ha cambiado lo que vemos? Los movimientos que hay dentro de la tierra, por ejemplo, o los humanos mismos, pero ese es un tema más complicado de explicar. ¿Quieres decir que yo también cambiaré? No lo dudes, y como el efecto del viento, o más que del viento. Una y mil veces. ¿Eso es bueno o es malo, abuelo? Mira, esa es la condición necesaria del vivir. Unas veces flotando y otras con los pies en el suelo.
Me ha gustado eso de ser hijo del viento, abuelo. El niño se lanza a la carrera. El viento se aparta, porque le arrastra la vorágine de la criatura.
martes, 14 de noviembre de 2023
La sombra errante
¿Por qué es tan grande mi sombra, abuelo? No es tu sombra ni la mía, debe ser una interferencia. ¿Una interferencia? Sí, una sombra errante que no sabía donde parar y se te ha plantado delante. O que te ha cogido cariño.
¿Hay sombras errantes? Las hay. Sombras que han perdido a sus portadores y que vagabundean por el mundo. ¿Y no sabemos de quién puede ser? De los vagabundos nunca se sabe ni origen ni destino. Voy a hablar con ella, abuelo. Inténtalo.
Sombra gigante, ¿de dónde vienes? ¿A quién perteneciste? ¿Por qué te pones delante? La sombra que, como todas las sombras, son de poco hablar por efecto de su timidez, permaneció callada. Pero el niño era tenaz. Si no me dices nada me iré a otra parte de la calle donde no hay sitio para las sombras y te quedarás más huérfana todavía.
A la intrusa le llegó a su alma de sombra la amenaza cándida del niño. Te contaré lo que no he contado a nadie. Una vez me desprendí de una persona que no quería tener sombra porque decía que no existen sombras buenas sino que todas son perjudiciales. El niño puso boca de caimán. A mí nunca me ha parecido así, replicó el chaval. Yo siempre he visto que la sombra siempre me protegía. La sombra se creyó en la obligación de ser didáctica. Es que esa es la misión de una sombra. Pero hay gente desconfiada y celosa de otras personas, tanto que hasta recelan de las sombras ajenas.
Oye, sombra. Tu tamaño es tan distinto del mío que no podrás acompañarme a cualquier parte, dijo él. Yo puedo entrar por muchos sitios pequeños y no sé si tú cabrías. Así es, dijo compungida la sombra. Un hombre debe estar preparado para que la sombra ajena desaparezca y permanezca fiel solo la suya. Yo estoy aquí y en este momento porque te he visto jugar y me has parecido tan divertido que me has dado envidia. Pero tu vuelo es diferente al mío. Bastante he tenido con que me hayas aceptado un rato.
En cuanto el niño empezó a corretear la sombra, no sabiendo seguir los movimientos del chico, hizo un quiebro y se ausentó.
lunes, 13 de noviembre de 2023
¿Qué va a ser lo siguiente?
No hace mucho fue portada de The Guardian. Una larga sombra de un casi olvidado ave rapaz sobrevolando la España constitucional. ¿Solo una ingeniosa portada? ¿O un aviso de quienes conocen la trayectoria histórica de la derecha española? Ojalá no sea una premonición. Pero, tras el vocerío y las amenazas de los energúmenos, ¿qué va a ser lo siguiente? ¿Conspirar? ¿Hacer la vida imposible a los ciudadanos? ¿Utilizar las instituciones que controlan para enfrentarse con el Estado?
Por los hechos de quienes se sienten protegidos por los rapaces los conoceréis en los próximos tiempos.
viernes, 10 de noviembre de 2023
De lo lejos (Un canto de Ugarit)
jueves, 9 de noviembre de 2023
¿Volverán banderas victoriosas?
"Volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz"
De un himno viejo.
Recuerdo aquel escudo gigantesco de las escaleras del Palacio de Santa Cruz de Valladolid, cuando subías todos los dias a la biblioteca. Por supuesto, era ignorado por el alumnado, pero la cerámica de Talavera lo había puesto allí como signo de imposición de una dictadura indigna sobre la inteligencia, la investigación y el conocimiento, su institución representativa denominada Universidad y, en definitiva, sobre y contra la libertad. Asi, cuarenta años. Después, en la nueva etapa democrática, que algunos quieren enterrar o descafeinar, fue tapado. Pero debajo permanece. ¿Será un signo de la historia? ¿Será una premonición de lo que está por llegar si no se impone la cordura de todo el mundo? ¿Volverán a descubrir el omnímodo escudo en nombre de la recuperación de su historia?
¿Volverán banderas victoriosas? Eso quisieran ellos. Pero ojo, acaso son los mismos canes de siempre, unos con distinto collar y otros con el mismo. Los que no han variado su concepto de España. Los que solo admiten la Democracia si no es la suya. ¿Por qué es tan difícil casar España y la Democracia de todos los ciudadanos? Como fue difícil e imposible -desde el mismo 1931- el matrimonio de España y la República. ¿Por qué la derecha española y acaso algunos nacionalistas periféricos desafía constantemente a la Constitución? La Constitución no puede estar al servicio de lo que quiera solo una parte, ¿no? Preguntas de un ingenuo. Pues eso, cave canem.
miércoles, 8 de noviembre de 2023
Sabiduría
lunes, 6 de noviembre de 2023
No me toques las narices
viernes, 3 de noviembre de 2023
Diálogo secreto
¿Qué haces ahí, que llevas un rato sin apartarte del escaparate?, exclama la niña del cuadro. Él hace un gesto de encogerse de hombros, mientras frota una pequeña peonza que tiene en la mano. No sé, te miro. ¿Me miras a mí o a la muñeca? Bueno, a las dos. La chica: pero la muñeca, por muy de porcelana y valiosa que sea, no tiene vida. El niño está a punto de responder que ella tampoco, que es una pintura que alguien ha puesto ahí, pero se lo piensa mejor. Es verdad, esa no sonríe ni se mueve ni es tan dulce. Pero tú...Yo tengo media sonrisa solo. ¿Te digo un secreto? Soy una niña que murió hace tiempo y mis padres no quisieron aceptarlo. El chico pone cara de sorpresa. No sé qué es morirse. Ni falta hace que lo sepas, aunque si te soy sincera me entero de todo y no me entero de nada. Pues yo te veo viva. Te lo parece porque imaginas y me imaginas porque te he gustado. Eso de imaginar se lo he oído decir también a algunos mayores, dice él. Por supuesto, hay muchos mayores que se llenan de fantasías la cabeza. Luego te cuentan que los niños son los más imaginativos del mundo pero los mayores no lo son menos. Y todo eso ¿cómo lo sabes? ¿No te he dicho que veo de todo y no veo de nada? El niño le ha cogido confianza y está preguntón. ¿Es como si los mayores no hubieran dejado de ser niños? La niña amplía la sonrisa, está a punto de no caber de gozo. ¿Quieres que te lo demuestre? Él asiente. Pues sí, mira, yo ahora mismo te he mentido. El niño pone boca de buzón y calla. No soy una niña que ha muerto sino que ha crecido, o sea, que ya no soy niña. ¿Ves cómo nos gusta seguir fantaseando cuando nos hemos hecho mayores?
Vamos, chavea, deja de estar en las nubes, reclama el abuelo. Que lo que ves ahí son cosas caras. Es que he estado hablando con la niña, abuelo. ¿Y qué te decía? No puedo contarlo, es un secreto entre ella y yo. Ríe con espontaneidad el hombre. Imaginaciones tuyas, muchacho.
miércoles, 1 de noviembre de 2023
La Catrina y el escapista
Cuénteme de cuando se le apareció la fachuda de la Catrina no más, compadre. Pues qué le digo, que ella vino y se puso de platicadera conmigo, así, de buenas a primeras. Dos veces he pasado por su lado y no me ha hecho caso, paisa, me dijo la muy pendeja, luciendo con aquel festín de plumas su calavera, y exhibiendo una boca reidora y fétida que tiraba para atrás. No me agradó su confianza, tratando de pichonearme mientras alargaba la mano, como buscándome una debilidad. Pues, ¿y quiubo, socio? ¿Qué le replicó usted no más a la infame? Le dije: primero no me apapache que no es mi día y estoy de chifla. Y ya más severo: le doy por cierto que tampoco le haré caso la próxima vez. Pero ella, tan aguda: ¿se da cuenta de que la próxima vez está siendo esta y no está cumpliendo con su intención? Pues aguanta vara, que te he cogido en falso. Y yo: promesa. Hagamos como que no nos hemos visto, y cada cual por su lado. Y me chispé, dejándola plantada con un palmo de narices. O mejor dicho, con ese seboso esqueleto que va exhibiendo por todos los rincones en busca de los más descuidados. No sé si la cogí desprevenida o cansada de la jornada, pero allí se quedó con su extremada prepotencia, mirando a todos los lados a ver a quién le echaba el ojo. O mejor dicho, el mal de ojo. Puede que pensara: ya te pillaré por sorpresa, coyón. Entonces recordé el dicho antiguo: al que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe. Y como no era mi caso, me dije: que busque la Catrina por otra parte que yo no tengo vocación de espíritu. Ya se ve, cuate, que la Catrina le tiene preferencia. ¿Y con quién no la tiene? Pero conmigo no acierta. La Catrina no logra ocultar su estilo nunca. Segura de sí misma, cuenta con la reacción de cada paisano. A veces solo pasa de largo, pero enseguida huele el nerviosismo del prójimo y le tienta. ¿Sabe lo que le digo? Que más vale verla venir. En ese caso, mejor alzarse.
*Imagen de la Catrina, por José Guadalupe Posada. La Catrina es un personaje creado por Posada, pero que ha derivado en el imaginario popular mexicano hacia una representación de la muerte. Decía Posada: "La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera". Habría que buscar los orígenes de la Catrina en la leyenda y el mito, a través de Mictecacihuatl, la señora de los muertos, o bien la que vigilaba los huesos de los muertos. Mictecacihuatl acabó convirtiéndose en la personificación de la muerte misma.
*Grabado de Leopoldo Méndez representando a José Guadalupe Posada en uno de los periódicos para los que trabajó.
domingo, 29 de octubre de 2023
El niño de puntillas
viernes, 27 de octubre de 2023
¿Qué hay arriba?
lunes, 23 de octubre de 2023
Turbulencias de un turbulento
sábado, 21 de octubre de 2023
Unos cuantos membrillos
Max me ha traído membrillos. No puedo decirte que me traes un puñado de membrillos, le digo, porque obviamente no cabría más de uno en la mano. ¿Cómo denominar este conjunto? Di solo unos cuantos membrillos, matiza Max. Los coloco en el plato para que posen. Son la estrella del otoño, salta Max con una sonrisa que parece emular la alegría de los membrillos. Me han transmitido su luz, pero no solo me entusiasma su colorido. Es su forma tan imperfecta que no imprecisa. Sus curvaturas, como rincones de la piel de un cuerpo. Pero es también su textura, esa especie de dureza y pelusilla externa que resguarda una carnosidad generosa, y que se hace querer por la mano que los toca. ¿Quieres decir que es uno de los frutos que nos comunican una percepción más sensual?, le insinúo al palpar uno de ellos con lentitud. Max se dispone a sacar una imagen instantánea del bodegón. Prueba a responderte a ti mismo, remata mientras se entrega a eternizar aquella belleza.
miércoles, 18 de octubre de 2023
El paraíso de la voz
Ella lo da en pensar. Por qué le diría yo aquello tan explícito, cuando debería haber quedado en algo subliminal. Por qué al leerle mis poemas me respondería él con su voz enérgica pero envolvente, y yo no supe reaccionar con mesura. Había elogiado con su prudencia habitual lo que yo le había recitado. Había desplegado el silencio que de ordinario significaba que aún meditaba, que era tanto como decir que degustaba. Retengo siempre tu tono, me acababa de decir, porque cuando me lees no solo es lo que has escrito aquello que me llega sino el sentimiento que impones en el aire. Entonces no supe morderme la lengua. Cómo podría yo habitar en el paraíso tan extenso de tu voz, eso le dije. No sé si para sorprenderle y gratificarle o porque me salió espontánea y sinceramente. Él replicó entonces que era yo la que pertenecía al paraíso, no él. Él dijo que bajo sus pies habitaba un Hades que no le permitía vivir en paz. Dijo que si bien nunca encontraba un momento perdurable de calma al menos paliaba su dolor con alguno de mis poemas. Dio la impresión de rendirse y precipitó sobre mí aquella frase exultante como si la hubiera extraído de un mito. Si existe un ave del paraíso esa eres tú, dejó caer. Tu vuelo es irrenunciable y tu plumaje siempre se renueva para deslumbramiento de quienes te admiran. Le vi venir y a la vez huir. Pero tú...y le conminé a buscar entre ambos una explicación que no llegó a cuajar ni en su enunciado ni en su solución imaginaria. Eres vuelo y yo soy caída, me pareció escuchar de su boca cuando cerraba la puerta.
*Fotografía de Edouard Boubat.
lunes, 16 de octubre de 2023
¿Qué hay debajo?
domingo, 15 de octubre de 2023
Desde la vieja Sefarad
jueves, 12 de octubre de 2023
La cinta bermeja
lunes, 9 de octubre de 2023
El horizonte del pasado
Se asomó al balcón. El vientecillo que antaño le hubiera sido grato ahora le escalofriaba. Pensó en la alteración de los cuerpos. Las células mermadas, los tejidos más frágiles, el organismo menos resistente a las temperaturas. Era una manera de imaginar, porque no podía saber qué pasaba ni con las células ni con los tejidos. La obsesiva costumbre de construir una explicación difusa, seguramente incorrecta, que le permitiera tranquilizar sus temores. Pero para ella, y más en su circunstancia presente, cualquier sensación era también idea, sentimiento, necesidad de ser explicada o al menos argumentada.
Apoyada en la barandilla contempló el tráfago de gentes y de vehículos. Más allá del dique se extendía apacible la raya del océano, a cuya orilla había crecido, jugado, incluso despertado al amor. Le hará bien el paseo, pensó instintivamente. Te hará bien, le habló cariñosamente con la mano en su vientre. Pero esa mano en el atributo de su gravidez, que iba sin demora generando una vida, no era la mano sobre el amante. Era más bien sobre el ser que iba a ser amado por ella. Dos necesidades diferentes que a veces juegan en la balanza de la decisión o simplemente en la del lenguaje. Dos expresiones de amor, cuya aproximación solo reside en la utilización maleable de la palabra. Y tal término, amor, la turbaba y la sentía contradictoria, bien porque no admitía una definición convencional o porque dudase de su contenido. Tú estás aquí, habló a su vientre, y él, que es ajeno a ti, podría haber estado entre los dos. Pero, ¿y si acaso, de haber estado él, no hubiera querido tu presencia? ¿Y si debido a que nunca pudo afianzarse aquella relación sí que tú estás a punto de ser?
Qué complicados y paradójicos son los movimientos ocultos de la vida, se dijo, mientras inevitablemente le seguían viniendo recuerdos gratificantes del pasado. Todo lo que tenía ante sí ahora le hablaba con la precisión de un poema. El olor penetrante de la humedad salina, el perfil de un oleaje tibio e incesante, o el inextricable horizonte que contemplaba traían a su mente los días inexpertos que había creído felices. Y que, a pesar de la separación, creía todavía, o necesitaba creer, que lo habían sido. La atracción arrolladora entre dos que a los ojos ajenos se mostraban tan distintos. La conexión asombrosa que se daba entre quienes pensaban en plural sobre tantas cuestiones del mundo y de su tiempo. El rodaje de unos afectos que solo podían ser comprendidos a medida que se habían ido reconociendo en ellos. Las embestidas desinhibidas e intensas con que procuraban saciarse.
Un relámpago de fuego le recorrió de repente el cuerpo. Percibió un golpe de voluptuosidad que desde el abandono de aquel hombre no había vuelto a conocer. ¿Pensará él lo mismo que yo pienso? ¿Será receptivo su instinto a algo semejante de lo que yo siento? ¿Le estará dando vueltas al pasado? ¿Hará la ficción, siquiera por un instante, de lo que habría sido una vida compartida?
Envuelta en un vestido vaporoso, que permitía que el embarazo no diluyera la esbeltez que siempre le había caracterizado, la mujer enfiló por inercia sus pasos hacia la playa. Como si buscara fusionar dos amores que la realidad los hacía irreconciliables, pero que su deseo insatisfecho los unificaba. Se descalzó. Sus pies tomaron contacto con la arena. Junto a las huellas que iban dejando creyó ver que otras huellas semejantes a las suyas, quizá algo más hundidas, iban acompañándola. No tiene sentido, son ganas de martirizarme, se enfadó consigo misma. A ti ¿qué te parece?, preguntó a su entraña. Pero no obtuvo respuesta. Suspiró y mordió con cierta acritud el aire.
* Fotografía de Édouard Boubat.
sábado, 7 de octubre de 2023
La ternura de Emma Igual
No es solo una fotografía simpática, no obstante el dramatismo que se oculta detrás. No hay en ella una simple joven que acaso por diversión se ha puesto un casco militar y ríe. Su alegría íntima se encuentra en su labor y en su entrega. El casco, una necesidad, a todas luces insuficiente. ¿A quién iría a ofrecer el ramillete de cardo que sujeta como si fuese una premonición de quien anhela aferrarse a la vida?
miércoles, 4 de octubre de 2023
Insomne
Siente un cosquilleo atroz por todo su cuerpo, a ratos picores. Expande sus brazos sobre una cama tibia, que palía su propio sudor. Vueltas y más vueltas. Se recuesta de un lado y pronto le agota una pesadez incómoda. Prueba del otro lado. Por un momento tiene la sensación de que ha dado con la posición óptima que le va a propiciar el sueño. Dura poco y el desasosiego incrementa un comezón que le desespera. En su impaciencia gira y se coloca bocabajo, aun sabiendo que no va a resistir la extrema presión sobre sus pechos. Aprovecha para encender la luz. Se incorpora de medio cuerpo. Arrebuja la almohada y la utiliza de respaldo.
Ha tomado un libro en cuya lectura viene avanzando lentamente los últimos días. Este es un buen momento para progresar en el relato, piensa. Ha leído un párrafo y no lo entiende. En realidad no es que no lo entienda. Es que no se ha centrado en él y la acción la confunde. Lo intenta de nuevo. Una vez más, otra. Cuando logra superar el párrafo e incluso el siguiente le salen al paso los personajes, que esgrimen nombres complicados. Le gusta lo que dicen y más lo que hacen, pero sus nombres enrevesados, o eso cree ella, entorpecen el avance. Se lía. Repasa de nuevo. Esto lo dice este personaje y el otro se cruza con este pero entonces surge aquel y le dice...
El texto se le desdibuja. Por un instante le parece que es efecto de una somnolencia que no se hace esperar. No quiere dejar el libro, por si acaso. Pone el dedo índice en la página a donde se llega y con los dedos adjuntos hace una pinza sobre el libro. Apoya el brazo en la sábana. Comprime la mano lectora, porque ahora su mano lee pero ella no lo capta, sobre su vientre. Un ligero abotargamiento arranca de ella una sonrisa de satisfacción. Incluso vislumbra cierto ensueño. Se paraliza lentamente. Sabe que cualquier movimiento leve puede dar al traste con su anhelo. Algo le dice que está a punto de caer rendida. Pero entonces ella lo piensa. Cae en el error de razonar un proceso que no debería considerar y dejar a la biología que siguiera su curso.
Sus dedos se han agitado en torno y dentro del libro. Le pesan las piernas y se mueve para relajarlas. No hay manera, va a ser una noche en blanco, asiente molesta consigo misma. Ni lectura, ni orden en las ideas, ni capacidad para sugerir planes del día siguiente. Ni buenos ni malos pensamientos. Solo malestar. La crispación la invade, el hormigueo crece y muerde su piel. Si al menos él estuviese aquí, le da en pensar. Se ve frágil. De inmediato considera a la ocurrencia una especie de rendición. No puedo ceder a ningún sometimiento, reacciona rabiosa. La independencia bien merece el insomnio si es preciso. Y se escucha ridícula nada más decirlo. Me valgo por mí misma, se obstina Y luego: pero y si no es él...Si le borro de mi mente, si elimino su imagen, si recurro a un aparecido cualquiera que no se entrometa en mi vida pero que se deje llevar para una circunstancia como esta...
La palabra aparecido ha producido en ella el efecto de una excitación diferente. ¿En quién piensa? ¿En un mendigo, en un transeúnte, en la llamada a un conocido ocasional pero lejano, en alguien de pago? Se escabulle de sus dudas, reconfortándose. Se ha recogido sobre su abdomen, entrecruza sus piernas, se retuerce con las sábanas como si fueran las extremidades de otro cuerpo. Emite un nombre al azar que a ella misma le sorprende. ¿Habrá escapado de la novela? ¿Será su misterioso autor?
Ahora, concentrada en su huida, le parece estar siguiendo un argumento ya sabido pero a la vez le resulta novedoso. Es la atracción de cambiar el orden de los episodios. Recrea al aparecido. No importa su rostro difuso, ni su constitución imprecisa, ni sus modales desorganizados. Ella lo modela a su gusto. Lo adapta. Lo dota de vida y dibuja los recursos que cabe esperar de aquel cuerpo fantaseado. Se alimenta de sus quimeras incesantes. Lo acoge posesiva, exultante de voluptuosidad. Ella se entremete en el personaje para que responda a sus exigencias. Se siente autora. Busca escribir con su propio tacto. Ha ahogado las palabras. Ha roto puentes con el mundo ordinario. Traductora sabia de sus sensaciones se entrega a través de un lenguaje gestual que solo ella domina. Arremete contra el insomnio sin ninguna clase de escrúpulos.
*Fotografía de Anna Bodnar.
domingo, 1 de octubre de 2023
El hombre asomado a sí mismo
No, no es correcto que uno tenga que responsabilizar de sus elecciones a las personas del exterior, reflexiona el hombre desde su atalaya inquieta. Las otras personas no tienen mucho que ver en las dudas de uno. No son culpables de las miradas ni de las atracciones en que se puede incurrir. Todas ellas aparecieron por azar una vez, y con mayor o menor fortuna se consolidaron en el personal mundo de afectos y emociones durante un tiempo. Nos arrimamos a su parapeto de protección, nos sujetamos a sus ofrecimientos, respondimos también a sus demandas. Hay atracción y rechazo alternos con los otros, hay opiniones que no nos gustan. Si no logramos entendernos dentro de nosotros, cómo van los demás a comprendernos. Pero esa dificultad no nos exime de tomar decisiones y, por lo tanto de acertar o de equivocarnos. ¿También estamos hechos un poco de cada roce que otras presencias nos acompañaron en alguna circunstancia y tiempo?
Mientras se abandona a la contemplación abstraída del paisaje el hombre no cesa y se prende en su vértigo de pensamientos. Se pregunta y se responde. Uno tiene que elegir dentro de sí mismo. Debe cuestionarse qué parte de la propia personalidad debe tomar el relevo de la anterior. O bien, decidir si vuelve a reforzarse el hombre que fue antes. El de siempre. Pero, ¿existe un hombre fijo de siempre? No soy el mismo de la primera etapa, ni de la segunda, ni de la siguiente, ni siquiera el de ayer. A ratos me veo en mínimos; por momentos maximalista. Cuando me azuzan los nervios quisiera parar. Pero detenerme, ¿no es exponerme a dejar de sentir? ¿No es reducir el deseo y rebajar las intenciones? ¿No es desligarme de lo que me otorga confianza y me brinda seguridad? ¿No es eliminar la tendencia a cargar de excesiva vida la que uno es capaz de soportar?
El meditador se ha quedado atrapado en un bucle. La sequedad de su boca lo denuncia. Se atropella en un vaivén de ideas y contradicciones. Detenerme sin bordear la muerte, se escucha. Y se descubre entusiasta con este giro verbal, falso, que le complace en su ampulosidad. Necesito una parada en la que me sienta menos incapacitado. Se trata simplemente de que no ceda a la afectación, de no eliminar lo que la naturaleza me proporciona para hallar satisfacciones. Desde fuera me observan como un ser contenido, amable, lejos de una actitud displicente. Si aceptan solamente esa visión allá ellos. Pero el castigo se agita adentro. Es la tensión por la que uno quiere evitarse a sí mismo, responsabilizando a los individuos que se cruzan en su vida. Injusto, acaso. Inevitable, también. Y se resiste. Me sublevo. Cuántos pasan a nuestro lado a lo largo de toda la existencia y nos acercamos a ellos siendo testigos, cómplices, colaboradores, servidores ocasionales en un grado u otro. ¿Todos permanecen en la misma actitud? ¿Con todos nos comportamos siempre de análogo modo? Cuántos testigos devienen en desconocidos, cuántos cómplices en traidores, cuántos que nos ayudaron nos abandonan, cuántos abrigos nos relegan a la intemperie.
El hombre se queda de pronto en blanco, devorado por el rostro oscuro y desasosegante de una triple alianza de pensamiento, palabra e impulso. Recuerda con cierta inseguridad el encuentro de calle con aquella antigua referencia amorosa. Se sorprende a sí mismo con este eufemismo. Por qué. ¿Es que ya no creo en el amor?, se pregunta con cierto desconsuelo. ¿O es que el precio de percibir algo semejante y aproximado al amor pasa necesariamente por el saludable escepticismo? Si cuando ella haya parido voy a ver a su hijo será un acto de cortesía cercana que agradecerá. Pero, ¿cualquiera de los dos, o ambos, sabremos mantenernos en ese límite y distancia? Aquello es ya humo. No valen lamentos ni añoranzas. En la vuelta de mi madurez avanzada, se dice, sabré distinguir. Uno no debe cargarse de más peso de vida que la que puede resistir. ¿No puede?
*Fotografía de Willy Ronis.
sábado, 30 de septiembre de 2023
No respetan nada y si pudieran lo borrarían todo
No sé si es la mala conciencia que arrastran algunos, o que no creen en absoluto en la Democracia y la libertad de expresión, pero estos son algunos de los efectos con olor a odio que cunden por estas tierras castellanas. De mano de quienes siempre están quejándose demagógicamente de una España suya que dicen que se (les) rompe (porque no logran que sea suya del todo como hace décadas)
Lo siento por Manolo Sierra, por los reivindicadores de la memoria histórica, o simplemente por cualquier ciudadano con mentalidad sinceramente democrática. Lo siento por las nuevas generaciones que van a estar condenadas a escuchar el discurso de falseamiento de la historia una vez más. En esta ocasión le ha tocado el turno a un mural de Manolo en el pueblo de Castroñuno (no llega a mil habitantes) En esta población había gobernado la izquierda muchos años. Pero tras las últimas elecciones municipales cambiaron las tornas. Lo primero que ha hecho el nuevo alcalde de la derecha es borrar el mural. ¿Por qué les suscita tanta repulsión que se reivindique la memoria de quienes aún permanecen en cunetas y páramos? ¿No superan algunos la verdad sobre 1936/1939 y la dictadura? Se ve que no gustan de que los muertos salgan de cunetas y páramos. Porque los muertos hablan siempre. Y cuando hablan cuentan.
En las viejas tierras de la Castilla profunda la libertad de expresión y las demás libertades corren alto riesgo. Se empieza borrando murales incómodos -o censurando conciertos o autores- y ve a saber cómo desearían acabar. Léase: