me recibe con esta frase de hielo: vivir es una herida permanente; si unos humanos matan a otros humanos; si otros humanos permiten que haya humanos que machaquen a sus hermanos; entonces, ¿de qué humanidad estamos hablando?; unos actúan directa e impunemente; otros obran desde las sombras permitiendo que aquellos actúen; esto puede hacerse por inhibición, simplemente, dejando transcurrir el tiempo, negando ayuda, no interviniendo; y la mascarada se despliega una vez más antes nuestros ojos; no hay zonas del planeta que se hayan librado de la representación trágica; una vez conocí a un historiador que lo justificaba todo con esta abstracción: es la Historia, amigo mío, solía decirme; al principio me parecía cinismo sin contemplaciones; pero no era cinismo por la observación empírica que dota a la idea de una cualidad irremediable y resignada; lo es sobre todo por la lección inmoral que se desprendía de ella; como la Historia implica violencia sin par, ¿para qué molestarnos?, parecía decir implícitamente; pero eso no puede ser solo la Historia, llegaba yo a replicarle, no puede ser solo muerte, sufrimiento, necesidad, humillación, le insistía enardecidamente; y él se reía con una sonrisa que a mí se me antojaba malévola y que él probablemente la considerase sabia; limitándose a responder de una manera tan ambigua pero siniestra: ya lo irás comprobando; por eso me llama la atención que un término como Humanidad sea tan maleable y contradictorio, que posea embriaguez y sobriedad, que pase de acogimiento a desalojo, que te ofrezca bondad y te devuelva odio; acaso es el sino de las palabras, le apuntillo con precaución, ser de ida y vuelta, concederse en su ambivalencia; me mira como si le hubiera golpeado y me pone en la mano la bola negra; creo que sabes de sobra lo que es, me dice; claro, una de esas tristemente célebres pelotas de goma dura, le contesto; en cierta ocasión recibí su impacto en las costillas, me aclara; empecé entonces a distinguir lo que significa la palabra Humanidad; pero otros lo tienen peor porque, además, se les abandona a su suerte de vivos y a su condena de muertos
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