Hay estancias cuya luz se amortigua. O se difumina poco a poco. O sencillamente ha quedado olvidada. Por inercia. Porque acogió lo que acogió en su momento y le bastó. Pero son estancias que de algún modo saben permanecer recónditas y a la vez accesibles al que quiera acercarse a ellas. Y de pronto, después de un tiempo, sin sentirse heridas porque el tiempo transcurrido y las estancias se entienden, tiene lugar un alumbramiento. Y se iluminan de improviso, sin saber ni importarles si su nueva vida será prolongada o efímera.
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(La imagen es de Frantisek Drtikol)