IMPÁVIDA transgresión del aire. ¿De qué lado estás tú? ¿Del perfume de los jardines babilónicos o del hedor de las cochineras de aldea? El viento que traslada los aromas y aguza el sonido de las voces te apuñala en vertical y divide tu cuerpo. Ocultas las heridas. Las vestales salen a recibirte. Los guerreros rinden sus lanzas a tu paso. Los cónsules te ofrecen la toga y el laurel. No siendo tú nadie, ¿por qué se deshacen en símbolos de la concordia? No viendo en ti signo alguno de sometimiento, ¿por qué te temen? ¿Admiran en tu porte despojado al humilde aventurero que expande cantos armoniosos y relata historias de otras regiones del orbe? Han oído que vienes de otras orillas. La mirada que ellos perciben de ti no sobrepasa su altura. No entras en su tierra dispuesto a apoderarte de sus bienes ni de sus pobladores. Necesitan al desconocido porque en su confusión te reconocen como hijo de Eolo.
La littérature à l’état spectral
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