"Vivimos muy a gusto, cada cual en su absurdo, como peces en el agua y no nos percatamos nunca más que por accidente, de toda la estupidez que contiene la existencia de una persona razonable. No pensamos jamás que lo que pensamos nos oculta lo que somos".
Paul Valéry, Monsieur Teste.
Peces en el agua de una pecera, sin duda. Cierto que la vida de algunos individuos parece desarrollarse en vías fluviales amplias y algunos hasta creen que navegan por océanos. Pero solamente es proyección de sus deseos insatisfechos que tratan de domeñar exhibiendo realidades ficticias. Que la pecera sea más grande no significa que surquemos mares. No es que reste importancia a los pensamientos, cada cual está muy en su derecho de cavilar y establecer conclusiones. Ojala lo practique. Pero puestos a ello valoro los flashes de asombro de una persona antes que las afirmaciones siempre relativas de los discursos extensos mientras me aparto por sistema de los precipitados. Entre estos últimos son muy conocidos los que pronuncian cuantos pretenden descubrirnos nuevos mundos sobre el viejo, sean profetas que no denuncian, clérigos que no creen, publicistas que agobian, o políticos que no hacen política. No es que apruebe cualquier modalidad de filósofos, pero sus vastas y confusas trayectorias me abruman. No doy la talla para esa clase de pensamiento ordenado en cuyo desarrollo no sabe uno si se acerca o se aleja del conocimiento. Huyo de quien me da como axioma comprobado y establecido lo que mañana puede quedar desvalorado por nuevas indagaciones y certeros descubrimientos. Descubrir es una dinámica, nunca un lugar y menos una idea, no digo ya una creencia. Y me pregunto, no obstante, que cuando alguien ofrece un cuerpo de interpretaciones que parece coherente y no exento de poderosos razonamientos si nos está hablando del hombre. Porque las realizaciones del hombre suelen ensalzarse o sobredimensionarse, mientras el individuo concreto queda a merced del vidrio de su propia pecera. Salvo que el hombre quede reducido a eso mismo, a lo que ha hecho tribalmente, a lo que se denomina Historia, a la construcción de formaciones sociales y sistemas productivos. Pero el hombre singular y único no existe. ¿Hablamos del mismo ser humano cuando citamos al del Paleolítico o al de nuestros días? Ahora mismo, en nuestro mundo, ¿hay un solo ser humano cuando los sistemas de vida son tan distantes? En fin, lo nuestro debe ser vivir como peces a gusto, mientras dure, se me dirá. Ese afinamiento temporal y limitado que nos haga creer que controlamos la situación, cuando en realidad apenas trazamos círculos nerviosos y repetitivos al colear. Mientras alguien no rompa la pecera...
(Fotografía de Hebert List)