"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 30 de diciembre de 2022

Zambullida entre dos aguas

 




hete ahí, ensayando con tu mejor estilo una inmersión entre dos aguas que, aunque se trate del mismo mar, nunca son las mismas y, si bien te resulta familiar la ensenada en la que te zambulles, y has sabido de otras mareas, no debes descuidar tus propias fuerzas ni sobrestimar tus capacidades ni ignorar que la intensidad del oleaje, en ocasiones sorpresivo, siempre es una novedad costosa de batir y, si bien lo que pretendes es un ejercicio lúdico que compense la turbiedad de los días no olvides que tu objetivo es salir a flote, y seguir procurando otras zambullidas en las nacientes aguas que, empujadas por las galernas o bien engañosas por la calma aparente, esperas anhelante realizar 





(Fotografía parcial de la imagen representada en la tumba del nadador de Paestum)

miércoles, 28 de diciembre de 2022

Crónica de un jugador de tlachtli

 





"...Se ha dicho de nosotros, los jugadores de tlachtli, que si ganábamos seríamos sacrificados a los dioses, pues estos no podrían soportar otros triunfos que los obtenidos por ellos mismos. No ha sucedido. También se ha dicho que éramos fieles servidores de los sacerdotes y unos privilegiados cuya única función consistía en recrear las contradicciones del universo, pero ocultarlo para que pocos tuvieran conocimiento. Esto ha ocurrido. Sin embargo la gente del lugar viene hasta esta cancha, consagrada y protegida por la serpiente divina, a disfrutar de nuestras habilidades. ¿Hay algo más excelso que el buen hacer en un ejercicio o en un trabajo? Mientras dura el juego todo el mundo se vuelca en identificarse con nuestro esfuerzo, y admira la agilidad y el acierto desplegados. La emoción del espectador nunca es ni puede ser como la de los contendientes, más intensa y comprometida. Jamás los espectadores podrán sentir la vorágine de nuestros saltos, la precisión de los lanzamientos, el golpe efectivo de la pelota, la habilidad para mantener esta en movimiento, su diestro y veloz paso por el aro, la concentración aleatoria de los cuerpos. Ni el agotamiento y la transformación que sufrimos, como si estuviéramos habitando un territorio donde hubiera que recrear todo de nuevo. Las tradicionales creencias han logrado convertir este lugar en una cosmogonía donde todo cabe. Nadie sabe hasta qué extremo llevamos nuestra fuerza y más allá de qué límites se dispersan nuestros recursos. Victoria o derrota sacan de quicio a los espectadores, pero para estos solo se trata de cómodas miradas donde nada arriesgan, salvo las apuestas. Sin saberlo expresamente, están contemplando a través de nuestra pugna la sucesión de enfrentamientos, fricciones y desgastes que la propia naturaleza de la Tierra y la contradictoria constitución de los hombres presencia todos los días. Sin darse cuenta, están conjurando, entregados al seguimiento pasional del juego, cada elemento variable que les da y les quita algo de su vida cotidiana. Nosotros somos los iniciados en el saber de las leyes ocultas. Nosotros somos los contrarios durante un tiempo en que el juego sustituye a la inercia de los días, mientras ellos agudizan sus afanes por la supervivencia, espoleados por la lucha interior y profunda entre sus aspiraciones y sus limitaciones..." 



 (Fragmento del texto anónimo Crónica de un jugador de tlachtli)

lunes, 26 de diciembre de 2022

Lo que va de ayer a hoy





Uomo che speri senza pace, 
Stanca ombra nella luce polverosa, 
L'ultimo caldo se ne andrà a momenti 
E vagherai indistinto... 

Hombre que esperas sin encontrar paz, 
sombra cansada en la luz polvorienta, 
el último calor se irá marchando
y errarás indistinto... 

Giuseppe Ungaretti, de Sentimiento del tiempo



Una sombra. Eso es lo que va de ayer a hoy. Una sombra que pasea incesante los días. Que toma algo de lo que estos ofrecen y permiten. Que tiene una corporeidad que se cuestiona. Que sonríe ante los anhelos realizados y se consuela por las aspiraciones inalcanzables. Que va dejando ensoñaciones por el camino. Que se pone a buen recaudo cuando pierde su proyección. Una sombra llamada pasado.

 


viernes, 23 de diciembre de 2022

Yo fui tú, tal vez tú nunca seas yo

 

 

No se aburre, sino que recuerda. Le dan ganas de contárselo. ¿Sabes que una vez yo fui tú? Aunque se lo dijera el niño no le va a entender. El niño está a lo que está. Inquieto y confuso. Expectante y temeroso. Es 1953 y las cosas no están boyantes en casa pero hay que tener entretenido al chico. Edward, llévale a que vea al tío John ganándose una extra a las puertas del gran almacén. Al fin y al cabo no le va a reconocer envuelto en su disfraz. Procura que no se acerque mucho para que no note el aliento a alcohol barato del tío John. Ah, Edward, ponle el abrigo elegante, el de los domingos, que no nos sobra pero no hay que causar la impresión de que estamos peor que otros. Y de camino le puedes prevenir de que no se haga ilusiones, que no le van a regalar ningún juguete de lo que exponen allí. Que aquello está de adorno. La tarde hastía al tío John. No faltan niños pero recitar la misma cantinela con cada uno y sin poder echar un bendito trago es agotador. Menos mal que este trabajo dura dos días, piensa el actor. Se apoya en su codo y le pregunta a la criatura su nombre. ¿Cómo te llamas? El niño duda, se traba, se paraliza. Ya sé, exclama con voz aguardentosa la humanidad del tío John revestido de personaje de cuento. Te llamas Jim. El niño se sorprende, incluso se asusta. ¿Cómo lo sabrá? ¿Lo sabrá todo sobre mí? Luego afirma con la cabecita y tentado está de echar a correr. Si sabe mi nombre sabe más de mi casa. De las broncas entre mis padres. De los trabajos de mierda que a veces consiguen y en los que apenas duran. De lo ebrio que llega el tío John un día sí y otro también. De que le siso a mi madre algunos peniques para dulces. De que si no pagamos el alquiler nos echarán de la casa de Clerkenwell y tendremos que cambiar de barrio. Ahora me preguntará cuántos años tengo y qué quiero pedir. El viejo se lo pregunta. Jim calla y se queda con ganas de responder que si lo sabe todo sobre él mejor será que le evite respuestas tontas. Mira las barbas desastradas de aquel personaje, su gordura excesiva, la pose campechana, la ahíta indolencia con que recibe a toda la fila. Y ahora saldrá con aquello de que si he sido bueno y si voy a seguir siéndolo. Lo de siempre. Se lo espera, preferiría que no le chantajease, pero no hay pregunta comprometedora. Dile a tu tío John que se porte bien y que eche una mano a tus padres, dice de pronto el longevo supuestamente llegado de no se sabe bien qué país del frío. Jim se queda en blanco. Mudo, desasosegado, su rostro es el del espanto. Vámonos, me da miedo, dice a su padre que le observa a distancia. Sale de la fila dejando plantado al ilustre. Su padre respira hondo, pensando que qué bien, que tendrá tiempo todavía de pasar por la taberna de Chuck antes de llegar a casa. Si te parece compramos un trozo de plum kake y nos lo comemos mientras paseamos. ¿De muchas frutas?, salta el niño. El que más confitado tenga, responde Edward.



(Fotografía de John Chillingworth, 1953)

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Va de cuento inacabado que se puede leer como si no lo fuese

 


En un país multicolor...¿se acuerdan de la canción? Algunos se empeñaban en que aquel país fuera de un solo color, como ya anteriormente lo había sido para desgracia y perdición de sus pobladores. ¿Lo querían blanco, azul, verde, naranja, morado, amarillo...? La paleta plástica es tan inmensa como deslumbrante y creativa...¡Qué va! Concentraban todos sus esfuerzos en que fuera negro, simplemente negro, totalmente negro. Negro de oscuridad de ideas. Negro de atropello. Negro de uniformidad. Negro de indefensión. Negro de perspectivas. Negro de corrupción. Negro de enfrentamiento. Utilizaban todos los recursos a mano para que sus peones colocaran palos en las ruedas de la evolución. ¡Como si los cambios y las transformaciones se pudieran parar! Querían ser fieles herederos de una trayectoria histórica egotista y propietaria. Y mientras, las ratas pululaban por aquí y por allá. Eso sí, resultaba que las ratas eran pardas, muy pardas. A ver, ¿a qué me recuerda eso?, se preguntaban muchos ciudadanos.




(Las imágenes están tomadas del cuento Ratas, de Wolf Erlbruch, editado por Barbara Fiore Editora, con la mera intención de acompañar el breve texto de la entrada, que no tiene que ver en absoluto con el cuento ilustrado)


domingo, 18 de diciembre de 2022

El día que Wolf Erlbruch dejó de ser pato

 


"Desde hacía tiempo, el pato notaba algo extraño.
- ¿Quién eres? ¿Por qué me sigues tan de cerca y sin hacer ruido?
La muerte le contestó:
- Me alegro de que por fin me hayas visto. Soy la muerte".


Así comienza el hermoso cuento El pato y la muerte, del ilustrador Wolf Erlbruch, que en este caso es también el autor del guion. Wolf Erlbruch ya nos había enternecido con sus ilustraciones en otros cuentos: Ratas, Dos que se quieren, El oso que no estaba, El topo que quería saber quién se había hecho sobre su cabeza y el espectacular montaje de una obra nada menos que de Karl Philipp Moritz (el autor de Anton Reiser) titulada El nuevo libro del abecedario

Wolf Erlbruch ha fallecido hace una semana a los 74 años. Aunque las ediciones de los libros ilustrados o escritos por Erlbruch se hayan dirigido hacia el mundo de los niños la intención del autor no iba enfocada exclusivamente a las edades tiernas, sino que insistía en que lo que trataba en sus trabajos no tenía edad, porque el sentido de la vida y la asunción del final son temas que obsesionan mucho más a las personas en edades avanzadas. 

Se me ha ocurrido homenajear la genialidad de Wolf Erlbruch con una variante de mi cosecha, pero que no tiene que ver apenas con su cuento. He elegido un ganso como podía haber echado mano de un cocodrilo o de una serpiente, pero veo al ganso más de proximidad y doméstico. Al fin y al cabo quien no da más margen que el que da, que es cero, es la muerte.








LA MUERTE Y EL GANSO



La muerte, que nunca suele aburrirse, se sorprendió un día de que le faltara trabajo.

- La inactividad me mata, se dijo la muerte. Voy al parque a ver si el panorama se anima.

Porque la muerte creía que no era ella la que captaba a la gente, sino que los seres vivos acudían, por los caminos más inverosímiles, en su busca.

Al borde del estanque se encontró con un ganso, que se solazaba sobre la hierba.

- ¿También te aburres?, le preguntó la muerte al ver la relajante indolencia del ánsar.

- Es todo lo que tengo que hacer. Nadar, comer y recrearme entre la hierba y la hojarasca.

El ganso se puso en pie, dio unos pasos y se sumergió en el agua. Luego, orgulloso de su arte y de su porte, volvió a la orilla.

- ¿Qué te ha parecido?, preguntó a la muerte.

- Que nadas muy bien, pero yo con solo ver vuestro chapoteo me espanto. 

- Nací aprendido, precisó el ganso, así que no tengo un mérito especial. Si bien mi madre y mis hermanos me ayudaron a perfeccionar.

La muerte hizo un gesto de admiración.

- A mí me parece tan difícil, dijo.

- Qué va, si quieres te enseño. Solo tienes que quitarte ese vestido descolorido, recogerte esos pelos revueltos y seguir mis instrucciones.

- Ni se me ocurre, y te agradezco tu gesto. Una vez lo intenté pero el agua me vuelve más frágil.

- Si vives con miedo es como si no vives, dijo el ganso.

- A mí me lo vas a decir, que llevo de vocación y de oficio todo lo opuesto a la vida, contestó la muerte.

- Qué oficio tan raro, no me imagino oficio alguno en quien no quiera vivir.

- Es que yo soy la muerte, y no puedo traicionarme a mí misma.

- ¿Eres esa misma de quien dicen que si te la encuentras te lleva con ella?, dijo el ganso tartamudeando entre el asombro y el temor.

- Pues sí, soy esa, pero no como la gente dice. Yo nunca voy a por nadie. De hecho todo el mundo pasa rozando a mi lado casi todos los días y nadie se suele enterar. Aunque a veces oigo decir: he estado a punto de palmarla. O bien, qué poco me ha faltado para...He llegado a la conclusión de que muchos en realidad me andan buscando con demasiada frecuencia. Te diré un secreto: nunca me esfuerzo por llevarlos a mi huerto. 

- Entonces, ¿para qué estás?, le inquirió el ganso.

- Solo para recibir a quien ya no quiere o no puede seguir viviendo. Eso sí, te aseguro que mi tarea, si bien abunda, es muy breve. De hecho para cualquier ser vivo soy alguien que aparece y desaparece en un instante.

El ganso escuchaba a la muerte, aunque no lograba entenderla con claridad.

- ¿Sabes?, le dijo. No sé si creerte. Soy demasiado joven para preocuparme de lo que me cuentas.

La muerte sonrió con tristeza pensando: este ganso debe creer que solo existo para los viejos. Pero prefirió no atropellar sus ilusiones. Sin embargo se sentía a gusto charlando con aquel ganso que se pavoneaba una y otra vez, ora en el agua, ora en la ribera mullida.

- También dicen de mí que no soy precisamente la alegría, dijo la muerte rascándose el cogote. Pero es que no puedo serlo. Cuando me muestro no aporto nada y, aunque no lo parezca, eso me llena de desconsuelo. 

El ganso detuvo sus movimientos, miró con cierta pena a la muerte. Se lo propuso.

- Déjame que yo te alivie. Déjame que te lleve un poco de alegría.

Entonces el ganso se puso a tararear una canción de moda y sujetó a la muerte de la mano. 

- Vamos a bailar. ¿Tú sabes por qué canta y baila la gente?

- Ellos dicen que para estar contentos, dijo la muerte.

- Bailan para celebrar la vida.

- Ahora comprendo por qué nunca nadie me sacó a bailar o me animó a entonar una canción.

- Pero ¿ahora te está gustando?

- No sé, me siento rara, es como si fuese contra mi propia personalidad 

La muerte temió que aquella conversación la estuviese ablandando.

- Te diré una cosa, muerte. Mientras la gente canta, baila, bebe o se ama se aleja de ti.

- Pero ellos ignoran que también estoy próxima cuando realizan cualquier cosa de esas.

- Y sin embargo, muerte, todos, cualquiera, al entregarse a ese contento te mantienen a raya. ¿O creías que ellos iban a estar siempre pendientes de tu acecho al estilo de como tú estás sobre ellos?

No quiso la muerte responder al ganso. Este sabe más de lo que parece, pensó, y peca de los mismos defectos soberbios que tienen los humanos. Que agradezca que he venido a charlar para matar el tiempo y que además me ha caído simpático. 

- Debo irme, dijo la muerte. Si quieres vuelvo otro día, se ofreció.

- Mejor no, soltó el ganso sacudiendo sobre la muerte el agua contenida en su plumaje.

Luego se sumergió y aunque a la muerte le tentó un mal pensamiento se metió las manos en los bolsillos y se alejó. Al fin y al cabo solo he venido para dar un paseo, se justificó ante sí misma.





(Las ilustraciones son de la edición de Bárbara Fiore Editora)

viernes, 16 de diciembre de 2022

Miedo. Recuerdos

 



















Los recuerdos son cómodos. La memoria es una cuna donde vuelve a crecer lo perdido. Te refugias en la comodidad que su ejercicio proporciona para paliar los miedos del presente. ¿Que sumergirse en el recuerdo es ambivalente? Por supuesto, permite perspectiva y acaso una valoración de los viejos acontecimientos que antes no había sido posible. Pero también es abrigo donde ponerse a salvo de responsabilidades que no se quieren asumir. 

Max es contundente cuando tras una noche insomne combina cansancio con una dosis de creciente adrenalina. 

No responsabilizarse uno de las cosas del día a día, se tenga la edad que se tenga, ¿no es acaso una huida?, le replico con suavidad. Tal vez, dice. Ahí radica la cuestión. El monstruo acecha y sucede que todo aquello que nos debería dar más seguridad, porque sabemos más, porque hemos velado muchas armas, porque creemos distinguir el bien del mal, porque presumimos de conocernos con cierta profundidad los unos a los otros, se torna asustadizo. Hay días, amigo mío, que no solo se teme a lo imprevisto sino también a las circunstancias a las que nos hemos acostumbrado pero que, sin saber por qué, se vuelven desasosegantes, cuando no obsesivas.

Entiendo por lo tanto que recurras a los recuerdos para sortear los miedos, infundados o no, le comento con prudencia. Tú también practicas el ejercicio de fuga al pasado, me contesta Max airado e implacable. Que no quieras aceptarlo es otro tema. Pero es allá atrás donde buscamos consuelo. Es en los tiempos redivivos de la inexperiencia donde nos bañamos para purificarnos del pánico y la inseguridad que sentimos cada jornada al despertar. Es en la lejanía pretérita, que nos cuesta cada vez más reconstruir mentalmente, donde nos convertimos en eremitas de nuestros fracasos. Esta última opinión me altera, no puedo dejar de objetarla. ¿Crees que no ser capaces de superar los miedos es un fracaso? Por supuesto, insiste. Pero no se admite. Es una especie de ingrediente sustancial de la soledad. Algo que se oculta ante los demás para no parecer más frágiles de lo que somos.



(Pintura de Peter Birkhäuser)

martes, 13 de diciembre de 2022

Rescate y presencia, ahí Pompeya

 


Me ha pasado una cosa curiosa, puramente instintiva, con esta fotografía. Por un momento he pensado que la persona agachada estaba incorporada de alguna manera a los estucos pintados. No sé por qué. Acaso la trenza, el pañuelo en diadema, la camisa aligerada, la hechura equilibrada del cuerpo y algo que sujeta en la mano esta restauradora, como si se tratara de una oferente, me ha provocado una asociación de ideas subconsciente que me ha trasladado al imperio romano. 

Podría limitarme a admitir que tengo ya un nivel de despiste elevado, o de desconcentración o de miopía avanzada, o simplemente que la visión cinematográfica se mezcla con la real en mi mente, pero prefiero orientar la explicación de otra manera. 

Como se trata de la poderosa Casa dei Vetti de Pompeya, que van a inaugurar para la visita del público dentro de unos días, creo que por un instante me han abducido sus paredes de color almagre y me he hallado sumergido en aquel ámbito dedicado al dios de la prosperidad, Príapo. Sí, el de monumental falo en permanente erección,  que se hacía contrapesar en uno de los platillos de la balanza con el otro platillo donde se representaba la riqueza, y por lo tanto, el bienestar. Bueno, esta fue la idea vengativa y con sarcasmo de los propietarios encumbrados de aquella finca, como respuesta a la envidia que habían suscitado.

Hasta qué punto la influencia de lo que consideramos inmóvil y desaparecido -siglos de ruina y ocultación bajo tierra y lava- sitúa nuevas miradas y nos arrastra a un pasado sobre el que nuestra curiosidad no renuncia. En alguna ocasión se lo tendré que preguntar al espíritu de Winckelman.


Leído en la web archeologiavocidalpassato:


"Los hermanos Aulus Vettius Conviva y Restitutus eran los propietarios de la espléndida Casa dei Vettii, dos ex libertos enriquecidos por el comercio, dos "hombres nuevos" de Pompeya, que pasaron a formar parte de la oligarquía de la ciudad a través de su nombramiento en importantes cargos públicos. La suya es una casa antigua, totalmente reestructurada en época augustea y mejorada quizás justo cuando los dos hermanos la compraron, antes del terremoto del 62 d.C. Amadeo Maiuri, exdirector de las excavaciones de Pompeya, la consideró como "la que mejor representa, en su lujosa decoración mural y en la graciosa composición escenográfica del jardín, el lujo mercantil de las últimas décadas de vida de la ciudad". Ahora, finalmente, gracias a exigentes trabajos de restauración, está lista para reabrir sus puertas, para recibir una vez más a los nuevos huéspedes de Pompeya entre sus bellezas".




(Fotografía tomada de archeologiavocidalpassato)

domingo, 11 de diciembre de 2022

El instante intenso en que Ingrid Bergman se apodera de Ilsa Lund

 





¿Es el momento en que ella elige entre la pasión vivida en el pasado con un hombre, que por azar de la vida reverdece, y la admiración del presente por su esposo? ¿Es el instante en que una ausencia se hace presencia y tiene que echar un pulso con lo que estaba siendo estable y se poseía?

Para mí es una de las escena más logradas del cine. Esa capacidad con la que una actriz, Ingrid Bergman, apenas esbozando un leve y casi imperceptible gesto de su rostro, define la situación crítica del personaje, Ilsa Lund. Dos miradas consecutivas, una hacia la profundidad de sí misma, otra hacia el hombre resistente y tenaz.

Cuánto me gusta ver -revisar- esta película. Tengo siempre la sensación de que yo mismo soy un personaje en busca de reencuentros.




Escena de Casablanca, de Michael Curtiz, 1942.

viernes, 9 de diciembre de 2022

Cosas de Neo, la ingeniosa

 
















Cosas de Neo y sus celebraciones. Nos pidió a algunos asiduos de blogs para su ya tradicional montaje de las fechas una fotografía de infancia. Sentí no disponer apenas de fotos de la mía y aunque la celebración en sí no me dice mucho sí puedo aplicar aquello de que no todo de lo humano bloguero me es ajeno. Le pasé una que siempre me resulta entrañable y que forma parte de un grupo familiar en los veranos de mi infancia. 

Y en esto que Neo va y nos hace una labor de artesanía, colocándonos con habilidad y armonía a los niños que seguimos siendo. Logrando aquello de E pluribus unum (que me disculpe el lema USA) Y he ahí todos de cara a los espectadores, quien más o quien menos con sus camisitas y sus canesús, sus petos, sus vestidos de volante, sus polos, sus camisolas, su mantón de Manila incluso, sus pantalones cortos y largos, hasta un pantalón de tirantes...Ah, que ese crío sonriente de flequillo me suena, los tirantes siempre escurridizos hacia un lado del cuerpo, la camiseta de rayas apretando el pescuezo, las sandalias veraniegas, las perneras cortas constriñendo la entrepierna, la piel de los muslos al viento como era menester para mayor gloria de las ortigas y los espinos que le irritaban y le arañaban todo...

En fin, ya estoy derivando, pero es que mi celebración es esa. La que enciende las luces de la memoria, coloca las figuras de la niñez entre las posteriores décadas transcurridas, habla con los personajes desaparecidos que no estaban hechos de barro pero sí de carácter y de bondad, participa de recuerdos y busca aún claves, secretos y misterios que una vez le pasaron desapercibidos y que hoy ya es casi imposible desvelar.  

Y todo esto se me ocurre solo porque a Neo le da por esa foto de familia dispersa por las redes, que ella unifica a este y otro lado de la mar océana. 



martes, 6 de diciembre de 2022

Tarde de día festivo con Giacomo Casanova

 



Me he pasado la tarde leyendo algunos episodios de la vida de Giacomo Casanova, y me lo he pasado en grande. No solo por los episodios en sí, sino por sus reflexiones. Y como no se me ocurre nada que escribir hoy de mi propia cosecha no me resisto a copiar y pegar aquí una parrafada del veneciano, que es más jugosa que mis ocurrencias. Está tomada de Mi fuga de las prisiones de Venecia.

"Quienes sostienen que los sufrimientos morales son más graves que los males físicos que afligen a nuestro cuerpo se equivocan por completo, pues las enfermedades del espíritu solo atacan al espíritu mientras que las del cuerpo minan lo físico y destruyen lo moral.  El verdadero sapiens, el sabio, es siempre y en todas partes más feliz que todos los reyes de la tierra, nisi quum pituita molesta est *. Por lo demás, no es posible vivir mucho tiempo sin que nuestros órganos se consuman; creo incluso que si se mantuviesen exentos de todo deterioro, sentiríamos el golpe de la muerte con mucha mayor fuerza, pues la materia no puede resistir el paso del tiempo sin perder su forma: singula de nobis anni praedantur euntes**. La vida es como una amante a la que queremos demasiado y a la cual siempre terminamos por dar todo lo que nos pide con tal de que no nos abandone. Desvarían quienes han dicho que hay que despreciarla;  es a la muerte a la que hay que desdeñar y no a la vida. No es lo mismo. Son dos ideas completamente diferentes: amando a la vida me amo a mí mismo y odio a la muerte porque es su verdugo. El sabio, sin embargo, debe limitarse a despreciarla porque el odio es un sentimiento que incomoda. Quienes la temen son un poco necios, pues es inevitable; y quienes la desean son cobardes, pues todo el mundo puede procurársela cuando quiera". 


* Salvo cuando la pituitaria me atormenta (Horacio)

** Cada año que pasa nos roba a todos alguna cosa (Horacio)


Independientemente de los conceptos y de la visión de las cosas que tenía Casanova hace doscientos treinta años largos, pues al fin y al cabo era hijo de su tiempo, creo que no eran nimiedades lo que pensaba. Y en cierto modo no hacía sino repetir lo que los clásicos ya concluían dos milenios antes. 

La cita está tomada de la edición de la Editorial Valdemar.



lunes, 5 de diciembre de 2022

Ante el 6 de Diciembre: Aquel Juan Genovés que muchos llevamos dentro y nunca debemos olvidar

 


Del distanciamiento... 



...al reencuentro...




...y a la responsable y pacífica convergencia colectiva


No desdeñemos por las buenas lo que tenemos, que puede ser peor. Consejo, u opinión si resulta más suave, de persona mayor que va viviendo, y por lo tanto viendo, lo suyo, que no de político profesional, ni de comerciante de ideas vanas, ni de funesto reivindicador del pasado negro, ni de ideólogo de cambiar algo para que todo siga igual o pésimo. Y si algo se revisa en las relaciones colectivas de la sociedad, que conviene probablemente hacer de vez en cuando con tranquilidad, si se considera necesario, que se haga para andar hacia adelante, para progresar y mejorar las vidas. Nunca para generar más injusticia, ni división, ni ahondar en diferencias de clase, ni abolir derechos. Juan Genovés expresó con bastante acierto un tiempo de ruptura con décadas oscuras, poniendo sus esperanzas ante todo. Que estas no se frustren nunca. 



viernes, 2 de diciembre de 2022

Nunca quedó París

 



Dime que no me la vas a jugar otra vez, volviendo a abandonarme. Bien sabes que nuestro amor será eterno, querido. La eternidad dura tan poco. Pero es eterna mientras permanece. No me basta. Tampoco podemos cambiar el destino, mi cómplice. Un destino que hemos elegido, ¿no crees? Solo en parte, querida, solo en parte, aquella que creemos controlar. Tú lo dices bien, y nuestro margen es reducido, tanto en tiempo como en capricho. ¿Piensas que amarse es un capricho? Por supuesto en cierto modo, un capricho adaptado a la necesidad. Pero la necesidad es maleable y  cambiante. De ahí que siempre debemos considerar la aproximación de dos personas como algo efímero o, si prefieres, circunstancial. Habría que ser extremadamente frío para verlo de esa manera y tú mismo, aunque lo dices no lo eres. Pero es así. Cada individuo evoluciona en sus propio territorio, aunque comparta ideas, afectos y obligaciones con otros. ¿Por qué en el amor iba a ser de otra manera? Te falta decir que el amor es como cualquier otro negocio. Me da apuro reconocerlo, pero ¿acaso no lo es? O como los pensamientos que uno tiene, que mutan y se alteran, a veces renovándose, en ocasiones aferrándose a planteamientos sin salida. Pero los afectos tienen salida, querido. Y a veces son callejones contra una pared, o como dicen en París, cul-de-sac. Tal vez cuando alguien se da cuenta de que todo se ha estancado haya que utilizar otros recursos. ¿Como el alejamiento mutuo, por ejemplo? O simplemente un escape temporal. Si lo vivido entre ambos fue profundo y nos ha marcado es parte de nuestra continuidad en la vida, estemos con quien estemos. No me es suficiente. Pero se puede vivir con ello y resulta incluso estimulante. Ya, entiendo, eso de llevar cada uno en la memoria y el deseo propios al otro, pero sin tocarse. Es que la caricia es una losa si no hierve el anhelo y se dota de cierta estabilidad. ¿Si te dijera que incluso en el tiempo que estuvimos apartado el uno del otro seguí acariciándote?  ¿Si te dijera que yo lo intuía y que me dejaba? El problema es que ya no podremos volver nunca a París y me temo que estoy harto de seguir en Casablanca. Entonces hagamos del día una eternidad reencontrada. Y también de la noche.

(Ambos ríen estruendosamente mientras el coche acelera hacia el reencuentro del calor)