sábado, 29 de abril de 2023
Diario de Egon. Invisibilidad
miércoles, 26 de abril de 2023
Diario de Egon. Indiscreción
Hace tiempo que hui del idealismo romántico, aquella cólera funesta que causó tantos males y que todavía arrastramos los actuales aqueos, pero al entreabrir la puerta, con la luz tenue entreverando las sombras, y la rebeldía de los colores naufragando en la estancia, y las fragancias de mujer desperdigadas a través de una atmósfera casi secreta, y las palabras ahogadas con una ternura compartida, me vinieron a la mente unos versos de Wilhelm Müller: De un corazón ardiente, / sin embargo, brotáis / ¡como para fundir / todo el hielo invernal! Aún permanecí indiscreto para dibujar en mi retina la belleza de un instante que no era el mío propio. Pero yo no podía asomarme más a un recinto sagrado sin haber sido invitado. Me aparté y cerré con suavidad. Maldito de mí, camino de la taberna del cojo Achilles no lograba quitarme al poeta sajón de la cabeza. Más versos que creí olvidados asomaron embriagadores: ¡Ah, el aire, qué pacífico! / ¡Ah, el mundo, cómo brilla! / Con tormenta, no era / tan clara mi desdicha. ¿Me acecharía a mí también un viaje de invierno?
(Egon Schiele, ilustración)
lunes, 24 de abril de 2023
Diario de Egon. Celos
sábado, 22 de abril de 2023
Diario de Egon. Demolición
viernes, 21 de abril de 2023
Diario de Egon. Amodorramiento
miércoles, 19 de abril de 2023
Diario de Egon. Retorcimiento
Anja me brindó hoy una de sus contorsiones más difíciles. No sé si para deslumbrar con sus habilidades o incentivar en mí otras sensaciones. Puede o no creérselo, dijo, pero estos estiramientos los hago todos los días al levantarme. La espalda me lo agradece, pero también se sienten en forma las extremidades. Si aguantas un poco en esa posición, le indiqué, puedo tomar un apunte interesante. Es una postura completa. ¿Me lo mostrará luego, verdad?, rogó como una niña caprichosa. No me quise descentrar y no seguí la conversación porque el momento era único y sustancioso. Su cuerpo se mostraba dinámico, insinuando potencialidades y resistencias. ¿Quién dice que los cuerpos están para ser estáticos? La inmovilidad, salvo deficiencias naturales, no es la mejor expresión de vida. Anja percibía que me demoraba, pero el entrelazamiento de brazos y piernas no dejaba de fascinarme. Y ese trazado sobre su espalda, arriesgado y tenso, hacía de ella un cosmos exquisito. ¿Qué piensa?, interrumpió Anja mi ensimismamiento. Pienso en que si te vieras ahora te sorprenderías. Oh, estoy acostumbrada a sorprenderme, replicó indócil. Pero usted debería aturdirme alguna vez a mí. Cualquier día de estos, Anja.
(Dibujo de Egon Schiele)
martes, 18 de abril de 2023
Diario de Egon. Parada
domingo, 16 de abril de 2023
Diario de Egon. Anja.
Hoy no ha podido venir Vera. Como no ha querido que mi jornada estuviese perdida me ha enviado a Anja. Lo primero que me ha dicho Anja al llegar nerviosa al estudio es que jamás había posado. Se ha sorprendido cuando le he dirigido una sonrisa complaciente. Al aclararle que la prefiero inexperta se ha calmado. Es poco habladora pero sabe escuchar. Su espalda no es como la de Vera, pero la flacidez exhibe ángulos que siempre voy buscando. En un cuerpo lo interesante no es lo más superficial y visible sino otros planos, ordinariamente ocultos, que son generados por posiciones imprevistas. Aliadas con la propia contextura, por supuesto. ¿Quiere decir, preguntó Anja, que no me va a permitir estar quieta? Admirado por su perspicacia asentí. Y añadí lacónico: más o menos. No tuve que darle más indicaciones. Para mi estupor, la mujer tomó la iniciativa en improvisadas poses. Cuando una de ellas me estaba pareciendo más significativa y precisa un gesto mío bastaba para que detuviese su ejercicio. Los cabellos ocultaban a veces el rostro, ofreciendo otra perspectiva. ¿O acaso era imaginación mía? Me agradan las distorsiones espontáneas de su cuerpo. ¿Cómo sabes moverte con tanta gracilidad?, se me ocurrió. No sé, dijo Anja. Puede que así usted me vea de una manera que no me consigo ver yo.
(Dibujo de Egon Schiele)
sábado, 15 de abril de 2023
Diario de Egon
Allá donde se expande una espalda abunda un recorrido. No, no te muevas, aguanta un poco más, le he dicho a Vera. He conseguido que de un solo trazo continuo su cuerpo se recoja en el pliego. Qué tiene un dorso que me recuerda un territorio vasto. Si es cálido pienso en el desierto. Si gélido, una estepa. Al contemplarlo y medir con mis ojos su extensión tengo la sensación de que no tiene principio ni finitud. Mientras esbozaba he podido alterar sus límites. Pero me gusta respetarlos. Hay tanta expresión en una espalda desnuda. Sea robusta o delgada, consistente o frágil, siempre me embelesa. Vera se quejaba, no sin razón. ¿Voy a tener que estar así mucho tiempo? Le he respondido que ya casi había terminado. Pero no era verdad. Ni el lápiz era capaz de acabar de perfilar su perímetro inagotable ni mi mirada deseaba abandonar aquella duna tan sugerente.
(Dibujo de Egon Schiele)
viernes, 14 de abril de 2023
Siempre nos quedará el artista (Cuento efímero)
martes, 11 de abril de 2023
Eternidad
Usted y yo coincidimos. Usted estaba allí, yo estaba allí, ambos llegamos desde diferentes procedencias, nos miramos o lo hizo usted primero. Más adelante usted diría que me miraba porque yo la miraba. Pero en aquel instante, en que no emitimos palabra, me pareció que el pacto visual se ofrecía como una invitación a la eternidad. Una muestra de eternidad, si prefiere, pues algo tienen los momentos intensos que detienen el tiempo. Yo la miraba, usted me correspondía, sin intención alguna de cejar en el empeño, sin dejarnos afectar por la reclamación de nadie. Solo quien mira y es mirado comprende la extraña conexión entre quienes se sienten atrapados en una relación intemporal. Usted apuraba lentamente el sorbo de la copa, yo inhalaba un cigarrillo Egyptian con una parsimonia inhabitual en mí. Aquella complicidad persistía, ajena al cuchicheo del entorno, y yo me preguntaba si usted tomaría otra copa al terminar la anterior, y usted pedía con una señal inefable, solo identificable por mí, que yo encendiera otro egipcio. Como si cualquier acto móvil de nuestras manos o de nuestros labios no fuera sino parte de la complicidad con la parada del mundo en que habíamos incurrido usted y yo. ¿Veía usted desde el extremo más alejado de su retina la mirada perpleja que se emitía desde la mía? Usted no me pedía nada, yo no la reclamaba nada. Ni siquiera se trataba de una observación mutua que extrajera conclusiones acerca de la vida de uno u otro. Ninguno de los dos atendimos voces próximas que dispersaran el momento casual. Si aquel pulso era eterno, como nos estaba pareciendo, era imprescindible el silencio. La marginación del ambiente, la desconcentración del acto al que habíamos acudido, la distancia entre nuestros cuerpos. ¿Tentó usted un pensamiento especial sobre mi imagen próxima mientras no apartaba la mirada? ¿Fui capaz yo de dibujar en mi mente el perímetro de su figura atrayente? Nada se definía, porque habíamos decidido erigir el lenguaje secreto de los ojos en una vía de comunicación abstracta. No había más explicación. Algo nos decía que aquel encubrimiento mutuo se había transformado en pulsión. Un tiempo después usted admitió que una mirada, por permanente y asombrosa que sea, nunca es un espacio vacío. Reconoció que el silencio y la abstracción exigían un paso más decidido que hablara otros lenguajes, atravesando caminos pedregosos. Pero ni usted ni yo, eso me confirmó, quisimos ir más allá de aquel momento en que coincidimos. ¿Hubiera sido posible?, le pregunto ahora. Hubiera podido ser, me responde, pero lo dejamos todo en aquella prolongada y acogedora eternidad.
domingo, 9 de abril de 2023
La bojiganga actúa de nuevo (y una referencia en El Quijote)
En este año electoral a varias bandas, según, donde el riesgo de polarización política parece haberse asentado, para irracionalidad de unos, necedad de otros y escepticismo de bastantes, y ojalá la cordura ajena se imponga y me corrija, probablemente vamos a ver desfilar a muchos cómicos, y espero que no todos lo sean o al menos no actúen con escasa honestidad.
De ahí que rescate una imagen de la compañía teatral de siglos pasados, la bojiganga, que ofrecía al deleite de las masas su visión satírica y mordaz para bien llevar y mejor comprender los aconteceres a que sus existencias eran sometidas. Uno de los personajes de la bojiganga era un diablo que, esgrimiendo un palo en cuyo extremo iban atadas una vergas de vacuno, azuzaba bien a otros actores por mor del guion bien al público al que quería cómplice de la representación. Para mejor alegrar y sobrellevar los sinsabores y penurias de la vida cotidiana.
Atentos, pues, al juego que las bojigangas de nuestros días nos inviten. Mejor practicar la chanza, no obviando cuanta verdad pueda mostrarse entre promesas vanas, y llevar del mejor y racional modo posible las suertes de la interpretación, asumiendo los límites del argumento y no pidiendo peras al olmo.
En un capítulo de El Quijote (Capítulo XI, de la Segunda Parte) aparece la bojiganga y el travieso demonio -que acabó con el rabo entre las piernas- contra el que está dispuesto a reaccionar nuestro más insigne, cuerdo y real caballero que jamás hayan tenido y seguimos teniendo en nuestra idiosincrasia los españoles.
viernes, 7 de abril de 2023
Duško Gojković se fue y nos dejó Bem-Basha
Duško Gojković (Jajce, 1931- Munich, 2023) se fue anteayer. Pero nos dejó Bem-Basha, de su disco Swinging Macedonia, de 1967. Disfrutemos de la interpretación.
martes, 4 de abril de 2023
La prometida
La acaban de componer. Una presencia que va a ser reclamada. Alguien exclama discretamente: se ve muy hermosa. Otra mujer, muy bajo: él no se la merece. Una voz que se aproxima replica, en tono más apagado todavía, que el negocio de la unión será la salvación de la familia.
Traen la túnica que van a sobreponer a la joven. No cesa el cuchicheo. En principio, señala un recadero, no era la intención de la familia prometerla de niña, pero el destino es cruel. El mal estado de la hacienda, la presión tributaria y las malas cosechas les ha obligado a cambiar de criterio.
La joven se refugia en la elegancia para ocultar su inseguridad. No es una inseguridad de hacer frente al evento, sino la que provoca hacer algo que no desea. Y que teme. ¿Viviré de ahora en adelante siempre insegura?, es un pensamiento que la mortifica. En el ensayo de compostura se mueve de un lado al otro de la habitación. Se aproxima al ventanal y observa las nubes, que interpreta de mal agüero, con pesadumbre. Abajo, en la explanada, unos niños detienen sus juegos para mirarla. Tiene la impresión de que se compadecen de ella. Busca con sus ojos al mensajero de quien se encaprichó hace tiempo y que le habla constantemente de otros mundos. Sospecha que lo han despedido o le han enviado a alguna misión lejana.
La mujer trata de reprimir su ira. Se abstrae, se deja alisar los cabellos, reprime la molestia de los tirones. Se complace en contemplar el tocado ante el espejo. Me voy a casar conmigo misma, se propone en lo más íntimo. Mantendré las apariencias. Que todo el mundo se sienta satisfecho a mi costa. Al novio, al que no he tratado todavía, le daré largas. Pero qué puedo hacer, si lo que ambas familias desean es que les dé un sucesor de sus bienes y sus negocios. Como la sementera, así me quieren ver. ¿Acaso he nacido únicamente para la fecundidad? ¿Para que mi cuerpo beneficie a otros? ¿Para que mi futuro muera hoy mismo?
En las familias se han engañado siempre con su presencia discreta y elegante. Con su actitud sumisa y de no poner reparos a nada que se la solicita u ordena. Es la muchacha idónea para sus planes. La han mimado con tal intención. La han manipulado, considerando sus silencios como aquiescencia natural, cumplidora de los preceptos de la fe.
Ella ha sabido controlar sus formas hasta extremos inusitados y ha podido sortear, en una especie de clandestinidad sibilina, los límites. Si supiesen lo del mensajero me matarían, ríe solo para sí. Sus padres la han proporcionado una educación formal, de mínimos, que hacía hincapié más en el saber estar que en el conocer. Una educación que no puede ser concebida para ningún otro papel que no sea el de una mujer doméstica y de su familia. Lo que ignoran es que, con ayuda de una criada cómplice, que hace de intermediaria, lee por las noches. Que en esas lecturas aprende a distinguir que el bien y el mal son características universales, cuya lucha ni la consuela ni la tranquiliza, sino que más bien la subleva. Que más allá de los compromisos y promesas pactadas existen afectos por los que se rigen libremente muchas personas. Que hay mujeres que no se han resignado a lo que planearon para ellas, ya fuesen de familias nobles o de ambientes humildes, y han elegido caminos alternativos.
Piensa que al menos esta realidad es certeza, no engaño. Cuanto ha leído lo ha hablado también con su confidente amoroso. Pero las horas avanzan y la suerte parece echada. Se refuerza con sus pensamientos rebeldes en ese tiempo que se va desgranando hacia un desenlace que la va a sentenciar de por vida. Ha estirado en exceso la cuerda del disimulo, pero ahora el riesgo es quedarse paralizada. Secretamente ha urdido una salida que solo conoce la fiel servidora. Pedirá retirarse a la capilla, excusándose con que precisa estar bien preparada para asumir el sacramento nupcial. Si supieran que mis nupcias ya han tenido lugar con el heraldo, ríe malévola.
En la capilla, sin ventanal alguno y apenas con una luminaria que envuelve aquel ámbito en tristeza, intenta aplacar el nerviosismo. Mira la imagen de escuela borgoñona que compró alguno de sus antecesores en un mercado extranjero. O que tal vez es producto de rapiña, una práctica permitida ampliamente a los guerreros. No tiene voz para plegaria alguna. No dedica pensamientos devotos. No se siente contrita ante la previsible traición a sus padres. No pide la presencia de un páter que la reconcilie con sus culpas, porque se siente a gusto con ellas y se eleva como mujer por encima de ellas. Hasta advierte una mirada pícara en aquella virgen policromada que le parece más una diosa que la esclava del Señor. Si salgo de aquí por las buenas, piensa, entraré para siempre en una servidumbre de hembra reproductiva. No soy la causante de las desdichas materiales de mis padres y mis hermanos, concluye virulenta. Su fámula y ella tienden el puente de una mirada larga, osada, decisiva. Ambas se sienten anhelantes de vida. Han cerrado la puerta con llave. Es el momento de pasar a la acción, dice la novia en un arrebato de romancero.
* Retrato de dama. Rogier van der Weyden. National Gallery of Art. Washington DC.
sábado, 1 de abril de 2023
Pero qué culpa tenemos (Coloquio de los leones del Congreso)
León uno a león dos. Pero ¿qué culpa tenemos? ¿Qué hemos hecho o no hemos hecho?
León dos a león uno. ¿Por qué se indignan con los de fuera en lugar de con los de dentro, si hubiera lugar y motivo?
León uno a león dos. ¿Tú qué crees, que será mejor hablar o no hablar de quienes nos han teñido alocadamente?
León dos a león uno. Si por lo menos su gesto hubiera tenido un simbolismo serio.
León uno a león dos. Yo no quiero hablar de los niños bien que con acciones gamberras y facilonas creen que salvan el mundo, o en este caso el planeta entero.
León dos a león uno. Yo tampoco les citaré, solo señalaré que esto no es sino una acción estúpida y baldía.
León uno a león dos. O acaso no sirva sino para dar juego a los que con ideas extremistas y tendencias veladamente violentas nos atacan cada día dentro del hemiciclo.
León dos a león uno. Pues he oído que antes esta pandilla u otra parecida echó salsa de tomate sobre Los girasoles de Van Gogh y puré de patatas contra Les Meules de Monet.
León uno a león dos. Yo también lo he oído, y que en Masacre en Corea de Picasso o La joven de la perla de Vermeer pegaron sus manos.
León dos a león uno. En esos casos no se conformaron con la agresión física sino también la verbal.
León uno a león dos. ¿La verbal? ¿Insultaron acaso a los cuadros y sus temáticas o a los autores?
León dos a león uno. Lanzaron un sórdido grito de guerra que decía: ¿Qué vale más, el arte o la vida?
León uno a león dos. La asnería, y que me perdonen los animales que llevan a bien pertenecer a la especie equina, ciega a algunos humanos.
León dos a león uno. Es reflejo de la necedad que a su vez es hija de la ignorancia, hermano. No saben que las falsas disyuntivas confunden e incentivan la barbarie. No alcanzan a ver que el arte es expresión de vida. O que el diálogo parlamentario, en lo que nos incumbre a nosotros, no obstante sus trampas, cambalaches, deficiencias o límites, también es expresión de entendimiento y convivencia.
León uno a león dos. Expresión que a veces ni los de dentro de la cámara ni los de fuera en esa sociedad contradictoria de nuestros paisanos saben mantener sana y fecunda.
León dos a león uno. El arte del pasado habla de una manera de entender la vida en todas sus manifestaciones. ¿Qué culpa tienen las obras heredadas? El mercado y el poder, o ambas manifestaciones, que con frecuencia van de la mano, han sido vehículos e incluso promotores de la creación artística, algo que se da desde los albores de la civilización.
León uno a león dos. Y los artistas se han sometido a ellos. Tenían que comer, tenían que seguir manteniendo medios para continuar sus trabajos. Probablemente la capacidad creativa y la genialidad no emergerían, o al menos no cundirían, sin recursos y concesiones de quienes pagan, aunque suene muy bruto.
León dos a león uno. Me parece, hermano, que estamos concediendo demasiada cancha a una acción fuera de tono, propia de gamberrismo, y que solo pretende que su mano ejecutora tenga sus penosos y efímeros días de gloria.
León uno a león dos. Este tipo de tonterías de niños de sociedad cómoda -ignoro si así mismo serán de familias bien- no ayuda a nadie a tomar conciencia de nada. Estupidez, simplona pero agria estupidez. Cierta gente se aburre. Con el bien que harían ayudando a reconstruir a pie de destrucción Mosul o Palmira o tesoros de Afganistán...Aquellas herencias históricas y su medio ambiente, donde unos bárbaros y fanáticos actuales dejaron también la huella de su cruel estupidez.
León dos a león uno. ¿Sabes que te digo? Que somos muy mayores y tenemos muchos callos en el culo como para dejarnos impresionar, ¿no crees?