"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





sábado, 29 de abril de 2023

Diario de Egon. Invisibilidad

 


Hoy Karl, el amigo galerista rebelde, ha abierto una exposición muy particular con algunas obras mías. La denomina exposición demediada. Apuntes, bocetos, retratos a medio hacer, cuadros inconclusos. Es parte de tu personalidad, me dijo para convencerme de que los exhibiera. Los visitantes se extrañaron y ponían caras irónicas. Esa extrañeza, cargada de opinión disidente, me satisfacía. Apenas se retrata usted, me dijo uno. Da la impresión de que incluso se expulsa de sí mismo, arriesgó un pedante. A mí me parece que hasta le da miedo completar el trabajo, ¿tan inseguro se siente?, soltó un gacetillero que no tenía mucha idea y, sobre todo, nulo interés. Devolverles a todos una sonrisa me resultaba un sacrificio. Pero de esas cortesías se encargó Karl. Esa gente que no se esfuerza en comprender los caminos actuales de una representación libertaria de la vida ignoran que no hay retrato completo. Por muchas aproximaciones aparentes que se busquen, por muchos abalorios y vestimenta con que se adorne una figura, por más caracterizaciones psicológicas que se intenten plasmar en un personaje, por tanto detalle de época que se registre para situar la escena, nunca jamás está completo un retrato. A mí ese concepto de la pintura no me ha interesado. Además un retrato es siempre una ficción, al gusto del retratado que paga. Incluso de los aduladores que elogian y gustan de los realismos tan falsos y decadentes. 

Vera y Anja estuvieron cerca, coqueteando entre sí. En un momento dado las he pillado completando con cuchicheos algunos de mis trabajos incompletos. Amigas mías, las he interrumpido, me gusta verme de ese modo, camino de la invisibilidad. ¿Como si fueras por ahí perdiendo el cuerpo y sus facultades?, dijo Vera descaradamente. Anja no se quedó atrás. Si te partes, ¿cómo van a responder los sentidos y practicar las habilidades para que nos puedas seguir dibujando? A ambas les dio la risa. Tanta complicidad me aturdió un poco, pero la ignoré. Mirad, os sacaré de dudas, les dije. Hoy hemos venido aquí a ver al hombre invisible que dispone de la propiedad de reencarnarse cuando le place. Nunca será un individuo completo y menos un hombre total. No quiero decepcionaros. Oh, no te lo tomes a mal, Egon. También nosotras nos queremos incompletas, maestro, han dicho con esa espontaneidad que ambas mujeres manifiestan cuando salen alocadamente del cartapacio.





(Imagen de Egon Schiele)

miércoles, 26 de abril de 2023

Diario de Egon. Indiscreción

 


Hace tiempo que hui del idealismo romántico, aquella cólera funesta que causó tantos males y que todavía arrastramos los actuales aqueos, pero al entreabrir la puerta, con la luz tenue entreverando las sombras, y la rebeldía de los colores naufragando en la estancia, y las fragancias de mujer desperdigadas a través de una atmósfera casi secreta, y las palabras ahogadas con una ternura compartida, me vinieron a la mente unos versos de Wilhelm Müller: De un corazón ardiente, / sin embargo, brotáis / ¡como para fundir / todo el hielo invernal! Aún permanecí indiscreto para dibujar en mi retina la belleza de un instante que no era el mío propio. Pero yo no podía asomarme más a un recinto sagrado sin haber sido invitado. Me aparté y cerré con suavidad. Maldito de mí, camino de la taberna del cojo Achilles no lograba quitarme al poeta sajón de la cabeza. Más versos que creí olvidados asomaron embriagadores: ¡Ah, el aire, qué pacífico! / ¡Ah, el mundo, cómo brilla! / Con tormenta, no era / tan clara mi desdicha. ¿Me acecharía a mí también un viaje de invierno? 



 (Egon Schiele, ilustración)

lunes, 24 de abril de 2023

Diario de Egon. Celos

 


Hoy no tenía ganas de trabajar. Sorpresa indeseada. Se presentó Vera en el estudio echándome en cara que no la requiera últimamente. Después la retahíla de de quejas, la colección de agravios e improperios desagradables para compensar su estado de ánimo. Intenté calmarla, sin demasiado éxito, por más razones que le di. Sabes de sobra que eres la mejor modelo que he tenido, repetí por activa y por pasiva. Reconozco que te has amoldado siempre a mis exigencias y que tu disciplina ha sido fundamental. Has tenido siempre conmigo una receptividad maleable que me ha permitido captar los espacios más intrincados de un cuerpo de mujer. No me vengas ahora con la monserga de que prefiero a Anja o a otras. Un artista solo se casa con el objeto que mejor satisfaga sus búsquedas, independientemente de volúmenes, simpatías o estilos. El tono templó un poco el ánimo de Vera. Pero no pareció sentirse satisfecha y dejó traslucir sobre Anja algo más que comportamientos del oficio. Recurrió al estereotipo: que si van diciendo, que parece ser que tú y ella, que se ve como la número uno porque te tiene en un puño...Fue contundente y un tanto cruel. Los celos ciegan, Vera, y no tienes motivos, intenté zanjar. Ella persistió en su palabrería, si bien con menos vigor. Te recuerdo, Egon, que esa pelirroja la traje al estudio para hacerte un favor, para que no pararas tu trabajo, y dudo mucho que lo que veas en ella no lo tuvieras ya bien aprendido a través de mi. ¿Sabes? Me dan ganas de dejarte plantado. Esto lo dijo con menos convencimiento. Tuve la sensación de que al instante se arrepentía. No me apeteció seguir la conversación. Cuando alguien se obstina en una idea no va a aceptar que se le rebata. De pronto se me ocurrió algo explosivo. Creo, Vera, que tú y Anja deberíais conoceros mejor. Y mi taller es el mejor espacio. Yo no me inmiscuiré, aun a riesgo de que me abandonéis. Vera abrió al máximo los ojos vivos que tiene. No sería mala idea, lo voy a pensar. De pronto parecía otra.





(Dibujo de Egon Schiele) 

sábado, 22 de abril de 2023

Diario de Egon. Demolición

 



¿Quieres ver, Anja, algo de mis sueños demoledores? Se lo he dicho a bocajarro esta mañana al acabar la sesión. Se embutió rápidamente en su vestido rojo y vino curiosa a mi lado. ¿Tienes ahí dentro tus sueños?, preguntó señalando el cuaderno. ¿Y quieres decir que no estaba equivocada, Egon? Cuando abrí el cuaderno hizo un movimiento repulsivo. Pero me lo quitó de las manos y fue pasando con avidez las hojas tintadas de apuntes, a cual más feístas. Aunque yo prefiero llamarlos esclarecedores. Este dibujo, dijo de uno cualquiera, ¿eres tú o soy yo? Porque ni me reconozco en él ni tampoco acabo de verte a ti. Los sueños siempre son otra cosa, Anja, le argumenté. Los sueños disponen del gran poder de trastocar todo. Rostros, cuerpos, nombres, lugares, situaciones. Las relaciones mismas entre las personas dan un vuelco. Se resucitan muertos y hablamos con ellos como si estuvieran junto a nosotros. Nos vemos o bien más desdichados o bien felices como no lo somos en el día a día. Aunque el tema prometía ir para largo, no quise desvelar  más interpretaciones. Mientras Anja miraba con más detenimiento cada apunte de retrato soñado apenas habló. A veces sonreía, otras hacía muecas. Me dio la impresión de que se sentía fascinada por aquellos tipos escuchimizados que desnudaban al máximo la propia desnudez. Personajes que gritaban, gesticulantes, hoscos, que fulminaban con la mirada, que se hundían en sus carnes escuálidas. ¿Qué estás expresando en este dibujo en que parece que estás regañando a alguien? ¿Y en este otro en que te estás quejando del mundo? ¿Y aquí cayendo como deprimido? Ah, este otro me gusta más, te muestras altivo, elevándote sobre ti mismo, pero no pierdes el ceño. Eres una privilegiada viendo al Egon que aparece en sus propias ensoñaciones, interrumpí a Anja. Puso una cara condescendiente y agradecida. De pronto objetó. Pero yo creía que tus sueños tenían más, ¿cómo diría?, más rostros, más personajes. Y los hay, dije rotundo. y los tengo abocetados. Anja puso una mirada extremadamente receptiva, casi suplicante ¿Me los mostrarás? ¿Estoy yo en ellos también como modelo que posa en tus sueños? Sentí tan cerca su aroma, que no era fragancia ni sudor ni aliento, que le arrebaté con escasa cortesía el cartapacio y me aparté de ella. Por hoy se ha terminado la tarea, le dije.






(Imagen de Egon Schiele)

viernes, 21 de abril de 2023

Diario de Egon. Amodorramiento

 



Observo que Anja no se está esforzando mucho estos días. ¿La habré dado demasiada libertad para sus poses y lo ha malinterpretado? Acaso esa especie de indolencia es una manera de ponerme a prueba. Hoy ha llegado lánguida. Que había dormido mal, que tenía mal temple, se ha justificado. Sin embargo, no sé que rezuma esta modelo que incluso desganada proporciona visiones de sí misma que no puedo perder. Déjeme que me quede amodorrada, ha soltado en cuanto se ha quitado la ropa. Hice como si no la hubiese escuchado y comencé a trazar en el cartapacio las líneas de su cuerpo. Dibujar a una mujer dormida es un aliciente que no se procura con frecuencia. ¿Tú duermes alguna vez?, dijo de pronto tuteándome. Estoy segura que incluso durmiendo y soñando tu mano seguirá agitando los lápices. La he dejado hablar mientras aceleraba el bosquejo. Su cabeza reposaba complaciente sobre la abundante cabellera. Unos cabellos cuyos matices  de color son ígneos y cegadores. No me quitaba ojo. Puedes dormir cuanto te plazca, incluso profundamente, le dije en voz baja, tratando de que no se espabilase. Aquella postura lasa me estaba ofreciendo una perspectiva original y seguramente exclusiva. Que se duerma de una vez, me repetía a mí mismo. Necesito su pose sin que ejerza ningún control sobre el cuerpo. Entregada a sus sueños caprichosos. Pero los párpados de Anja no se cerraban del todo. Simulaban entornarse. Como si estuviera a la caza y captura de un fallo mío que me obligara a rendirme a la faena. Tú, ¿cómo duermes?, dijo babeando torpemente las sílabas. Te imagino levantándote una y otra vez por la noche a tomar apuntes de tus sueños. Callé para no perder el ritmo de mis trazos. Solo me faltaba que se colara en lo que yo hago por las noches o sobre mis fantasías oníricas. Ya que parece que lo sabes todo, le dije en un repente sarcástico, adivina qué me inquieta en ciertos sueños. ¿De verdad quieres que lo adivine?, replicó socarrona, casi provocativa. 






(Dibujo de Egon Schiele)

miércoles, 19 de abril de 2023

Diario de Egon. Retorcimiento

 


Anja me brindó hoy una de sus contorsiones más difíciles. No sé si para deslumbrar con sus habilidades o incentivar en mí otras sensaciones. Puede o no creérselo, dijo, pero estos estiramientos los hago todos los días al levantarme. La espalda me lo agradece, pero también se sienten en forma las extremidades. Si aguantas un poco en esa posición, le indiqué, puedo tomar un apunte interesante. Es una postura completa. ¿Me lo mostrará luego, verdad?, rogó como una niña caprichosa. No me quise descentrar y no seguí la conversación porque el momento era único y sustancioso. Su cuerpo se mostraba dinámico, insinuando potencialidades y resistencias. ¿Quién dice que los cuerpos están para ser estáticos? La inmovilidad, salvo deficiencias naturales, no es la mejor expresión de vida. Anja percibía que me demoraba, pero el entrelazamiento de brazos y piernas no dejaba de fascinarme. Y ese trazado sobre su espalda, arriesgado y tenso, hacía de ella un cosmos exquisito. ¿Qué piensa?, interrumpió Anja mi ensimismamiento. Pienso en que si te vieras ahora te sorprenderías. Oh, estoy acostumbrada a sorprenderme, replicó indócil. Pero usted debería aturdirme alguna vez a mí. Cualquier día de estos, Anja.



(Dibujo de Egon Schiele) 

martes, 18 de abril de 2023

Diario de Egon. Parada

 


Nueva sesión, con Anja repitiendo. En uno de sus movimientos imprevistos se ha quedado absorta y con cara hosca. Salvo que usted me mande, ha dicho, no tengo un día de iniciativas. Creo que prefiero quedarme sentada y si no le gusta écheme. Le he aclarado que cualquier postura suya me resulta útil. Que en cualquier posición me interesa captar no solo los perímetros de los cuerpos, sino las perspectivas que generan. No le entiendo bien, baje de su mundo, se ha puesto regañona conmigo. ¿Cómo le explico a esta mujer, he pensado, que un cuerpo no es dos veces el mismo? ¿Que cada movimiento de ella, esté estirada o recogida, en posición tensa o relajada, genera una visión diferente llena de sugerencias? ¿Que es el mismo movimiento el que alimenta la belleza de cada zona, sin importar gorduras ni delgadeces? ¿Que incluso en una parada y reposo está mostrando algo nuevo? He acabado diciéndole: cuando termine de dibujarte en esta postura tranquila que has elegido te lo explicaré. Se ha sosegado pero me ha trasladado a mí su inquietud de antes. Esa manera de mirarme todo el rato me ha martirizado.



(Dibujo de Egon Schiele)

domingo, 16 de abril de 2023

Diario de Egon. Anja.

 


Hoy no ha podido venir Vera. Como no ha querido que mi jornada estuviese perdida me ha enviado a Anja. Lo primero que me ha dicho Anja al llegar nerviosa al estudio es que jamás había posado. Se ha sorprendido cuando le he dirigido una sonrisa complaciente. Al aclararle que la prefiero inexperta se ha calmado. Es poco habladora pero sabe escuchar. Su espalda no es como la de Vera, pero la flacidez exhibe ángulos que siempre voy buscando. En un cuerpo lo interesante no es lo más superficial y visible sino otros planos, ordinariamente ocultos, que son generados por posiciones imprevistas. Aliadas con la propia contextura, por supuesto. ¿Quiere decir, preguntó Anja, que no me va a permitir estar quieta? Admirado por su perspicacia asentí. Y añadí lacónico: más o menos. No tuve que darle más indicaciones. Para mi estupor, la mujer tomó la iniciativa en improvisadas poses. Cuando una de ellas me estaba pareciendo más significativa y precisa un gesto mío bastaba para que detuviese su ejercicio. Los cabellos ocultaban a veces el rostro, ofreciendo otra perspectiva. ¿O acaso era imaginación mía? Me agradan las distorsiones espontáneas de su cuerpo. ¿Cómo sabes moverte con tanta gracilidad?, se me ocurrió. No sé, dijo Anja. Puede que así usted me vea de una manera que no me consigo ver yo. 


  


(Dibujo de Egon Schiele)

sábado, 15 de abril de 2023

Diario de Egon


 

Allá donde se expande una espalda abunda un recorrido. No, no te muevas, aguanta un poco más, le he dicho a Vera. He conseguido que de un solo trazo continuo su cuerpo se recoja en el pliego. Qué tiene un dorso que me recuerda un territorio vasto. Si es cálido pienso en el desierto. Si gélido, una estepa. Al contemplarlo y medir con mis ojos su extensión tengo la sensación de que  no tiene principio ni finitud. Mientras esbozaba he podido alterar sus límites. Pero me gusta respetarlos. Hay tanta expresión en una espalda desnuda. Sea robusta o delgada, consistente o frágil, siempre me embelesa. Vera se quejaba, no sin razón. ¿Voy a tener que estar así mucho tiempo? Le he respondido que ya casi había terminado. Pero no era verdad. Ni el lápiz era capaz de acabar de perfilar su perímetro inagotable ni mi mirada deseaba abandonar aquella duna tan sugerente.



(Dibujo de Egon Schiele)

viernes, 14 de abril de 2023

Siempre nos quedará el artista (Cuento efímero)

 



Una vez, hace muchos años, que aun siendo bastantes acaso no han sido tantos, un pájaro alegre vino y se posó entre nosotros. 




Abrimos la mano y se acogió en su palma.



Durante un tiempo revoloteó, contento y esperanzado, pero no sin dificultades.




Cuando más ilusión tenía por disfrutar del horizonte gente aviesa decidió acabar con él.



No es necesario que explicite cómo acabó la historia. Aunque, al decir de los historiadores sesudos y honestos, la historia no termina jamás. Acaso fue solo un capítulo el que se cerró. Y el pájaro nunca murió del todo. 

Y a pesar de que malévola y falsamente digan algunos que nada de aquello sucedió siempre nos quedará el artista que levante acta de las ilusiones o, mejor dicho, de las aspiraciones. Agradecido a Manolo Sierra por sus dibujos irrenunciables, tan irrenunciables como él mismo.





martes, 11 de abril de 2023

Eternidad

 



Usted y yo coincidimos. Usted estaba allí, yo estaba allí, ambos llegamos desde diferentes procedencias, nos miramos o lo hizo usted primero. Más adelante usted diría que me miraba porque yo la miraba. Pero en aquel instante, en que no emitimos palabra, me pareció que el pacto visual se ofrecía como una invitación a la eternidad. Una muestra de eternidad, si prefiere, pues algo tienen  los momentos intensos que detienen el tiempo. Yo la miraba, usted me correspondía, sin intención alguna de cejar en el empeño, sin dejarnos afectar por la reclamación de nadie. Solo quien mira y es mirado comprende la extraña conexión entre quienes se sienten atrapados en una relación intemporal. Usted apuraba lentamente el sorbo de la copa, yo inhalaba un cigarrillo Egyptian con una parsimonia inhabitual en mí. Aquella complicidad persistía, ajena al cuchicheo del entorno, y yo me preguntaba si usted tomaría otra copa al terminar la anterior, y usted pedía con una señal inefable, solo identificable por mí, que yo encendiera otro egipcio. Como si cualquier acto móvil de nuestras manos o de nuestros labios no fuera sino parte de la complicidad con la parada del mundo en que habíamos incurrido usted y yo. ¿Veía usted desde el extremo más alejado de su retina la mirada perpleja que se emitía desde la mía? Usted no me pedía nada, yo no la reclamaba nada. Ni siquiera se trataba de una observación mutua que extrajera conclusiones acerca de la vida de uno u otro. Ninguno de los dos atendimos voces próximas que dispersaran el momento casual. Si aquel pulso era eterno, como nos estaba pareciendo, era imprescindible el silencio. La marginación del ambiente, la desconcentración del acto al que habíamos acudido, la distancia entre nuestros cuerpos. ¿Tentó usted un pensamiento especial sobre mi imagen próxima mientras no apartaba la mirada? ¿Fui capaz yo de dibujar en mi mente el perímetro de su figura atrayente? Nada se definía, porque habíamos decidido erigir el lenguaje secreto de los ojos en una vía de comunicación abstracta. No había más explicación. Algo nos decía que aquel encubrimiento mutuo se había transformado en pulsión. Un tiempo después usted admitió que una mirada, por permanente y asombrosa que sea,  nunca es un espacio vacío. Reconoció que el silencio y la abstracción exigían un paso más decidido que hablara otros lenguajes, atravesando caminos pedregosos. Pero ni usted ni yo, eso me confirmó, quisimos ir más allá de aquel momento en que coincidimos. ¿Hubiera sido posible?, le pregunto ahora. Hubiera podido ser, me responde, pero lo dejamos todo en aquella prolongada y acogedora eternidad.




* La actriz Louise Brooks en Tagebuch einer Verlorenen, Diario de una perdida, 1929.

domingo, 9 de abril de 2023

La bojiganga actúa de nuevo (y una referencia en El Quijote)

 



En este año electoral a varias bandas, según, donde el riesgo de polarización política parece haberse asentado, para irracionalidad de unos, necedad de otros y escepticismo de bastantes, y ojalá la cordura ajena se imponga y me corrija, probablemente vamos a ver desfilar a muchos cómicos, y espero que no todos lo sean o al menos no actúen con escasa honestidad. 

De ahí que rescate una imagen de la compañía teatral de siglos pasados, la bojiganga, que ofrecía al deleite de las masas su visión satírica y mordaz para bien llevar y mejor comprender los aconteceres a que sus existencias eran sometidas. Uno de los personajes de la bojiganga era un diablo que, esgrimiendo un palo en cuyo extremo iban atadas una vergas de vacuno, azuzaba bien a otros actores por mor del guion bien al público al que quería cómplice de la representación. Para mejor alegrar y sobrellevar los sinsabores y penurias de la vida cotidiana. 

Atentos, pues, al juego que las bojigangas de nuestros días nos inviten. Mejor practicar la chanza, no obviando cuanta verdad pueda mostrarse entre promesas vanas, y llevar del mejor y racional modo posible las suertes de la interpretación, asumiendo los límites del argumento y no pidiendo peras al olmo.

En un capítulo de El Quijote (Capítulo XI, de la Segunda Parte) aparece la bojiganga y el travieso demonio -que acabó con el rabo entre las piernas- contra el que está dispuesto a reaccionar nuestro más insigne, cuerdo y real caballero que jamás hayan tenido y seguimos teniendo en nuestra idiosincrasia los españoles.


"...Estando en estas pláticas, quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bojiganga, con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas; el cual moharracho, llegándose a don Quijote, comenzó a esgrimir el palo y a sacudir el suelo con las vejigas y a dar grandes saltos, sonando los cascabeles, cuya mala visión así alborotó a Rocinante que, sin ser poderoso a detenerle don Quijote, tomando el freno entre los dientes, dio a correr por el campo con más ligereza que jamás prometieron los huesos de su notomía. Sancho, que consideró el peligro en [que] iba su amo de ser derribado, saltó del rucio y a toda priesa fue a valerle; pero cuando a él llegó, ya estaba en tierra y, junto a él, Rocinante, que con su amo vino al suelo: ordinario fin y paradero de las lozanías de Rocinante y de sus atrevimientos. 

Mas apenas hubo dejado su caballería Sancho por acudir a don Quijote, cuando el demonio bailador de las vejigas saltó sobre el rucio y, sacudiéndole con ellas, el miedo y ruido, más que el dolor de los golpes, le hizo volar por la campaña hacia el lugar donde iban a hacer la fiesta. Miraba Sancho la carrera de su rucio y la caída de su amo, y no sabía a cuál de las dos necesidades acudiría primero; pero, en efecto, como buen escudero y como buen criado, pudo más con él el amor de su señor que el cariño de su jumento, puesto que cada vez que veía levantar las vejigas en el aire y caer sobre las ancas de su rucio, eran para él tártagos y sustos de muerte, y antes quisiera que aquellos golpes se los dieran a él en las niñas de los ojos que en el más mínimo pelo de la cola de su asno. Con esta perpleja tribulación llegó donde estaba don Quijote, harto más maltrecho de lo que él quisiera, y ayudándole a subir sobre Rocinante, le dijo:

—Señor, el Diablo se ha llevado al rucio. 
—¿Qué diablo? —preguntó don Quijote. 
—El de las vejigas —respondió Sancho. 
—Pues yo le cobraré —replicó don Quijote—, si bien se encerrase con él en los más hondos y escuros calabozos del infierno. Sígueme, Sancho, que la carreta va despacio, y con las mulas de ella satisfaré la pérdida del rucio. 
—No hay para qué hacer esa diligencia, señor —respondió Sancho—: vuestra merced temple su cólera, que según me parece, ya el Diablo ha dejado el rucio, y vuelve a la querencia.

Y así era la verdad; porque habiendo caído el Diablo con el rucio, por imitar a don Quijote y a Rocinante, el Diablo se fue a pie al pueblo y el jumento se volvió a su amo."






(Personaje de bojiganga. Grabado de Tony Johannot)


viernes, 7 de abril de 2023

Duško Gojković se fue y nos dejó Bem-Basha

 


Duško Gojković (Jajce, 1931- Munich, 2023) se fue anteayer. Pero nos dejó Bem-Basha, de su disco Swinging Macedonia, de 1967. Disfrutemos de la interpretación.





martes, 4 de abril de 2023

La prometida

 


La acaban de componer. Una presencia que va a ser reclamada. Alguien exclama discretamente: se ve muy hermosa. Otra mujer, muy bajo: él no se la merece. Una voz que se aproxima replica, en tono más apagado todavía, que el negocio de la unión será la salvación de la familia. 

Traen la túnica que van a sobreponer a la joven. No cesa el cuchicheo. En principio, señala un recadero, no era la intención de la familia prometerla de niña, pero el destino es cruel. El mal estado de la hacienda, la presión tributaria y las malas cosechas les ha obligado a cambiar de criterio. 

La joven se refugia en la elegancia para ocultar su inseguridad. No es una inseguridad de hacer frente al evento, sino la que provoca hacer algo que no desea. Y que teme. ¿Viviré de ahora en adelante siempre insegura?, es un pensamiento que la mortifica. En el ensayo de compostura se mueve de un lado al otro de la habitación. Se aproxima al ventanal y observa las nubes, que interpreta de mal agüero, con pesadumbre. Abajo, en la explanada, unos niños detienen sus juegos para mirarla. Tiene la impresión de que se compadecen de ella. Busca con sus ojos al mensajero de quien se encaprichó hace tiempo y que le habla constantemente de otros mundos. Sospecha que lo han despedido o le han enviado a alguna misión lejana. 

La mujer trata de reprimir su ira. Se abstrae, se deja alisar los cabellos, reprime la molestia de los tirones. Se complace en contemplar el tocado ante el espejo. Me voy a casar conmigo misma, se propone en lo más íntimo. Mantendré las apariencias. Que todo el mundo se sienta satisfecho a mi costa. Al novio, al que no he tratado todavía, le daré largas. Pero qué puedo hacer, si lo que ambas familias desean es que les dé un sucesor de sus bienes y sus negocios. Como la sementera, así me quieren ver. ¿Acaso he nacido únicamente para la fecundidad? ¿Para que mi cuerpo beneficie a otros? ¿Para que mi futuro muera hoy mismo?

En las familias se han engañado siempre con su presencia discreta y elegante. Con su actitud sumisa y de no poner reparos a nada que se la solicita u ordena. Es la muchacha idónea para sus planes. La han mimado con tal intención. La han manipulado, considerando sus silencios como aquiescencia natural, cumplidora de los preceptos de la fe. 

Ella ha sabido controlar sus formas hasta extremos inusitados y ha podido sortear, en una especie de clandestinidad sibilina, los límites. Si supiesen lo del mensajero me matarían, ríe solo para sí. Sus padres la han proporcionado una educación formal, de mínimos, que hacía hincapié más en el saber estar que en el conocer. Una educación que no puede ser concebida para ningún otro papel que no sea el de una mujer doméstica y de su familia. Lo que ignoran es que, con ayuda de una criada cómplice, que hace de intermediaria, lee por las noches. Que en esas lecturas aprende a distinguir que el bien y el mal son características universales, cuya lucha ni la consuela ni la tranquiliza, sino que más bien la subleva. Que más allá de los compromisos y promesas pactadas existen afectos por los que se rigen libremente muchas personas. Que hay mujeres que no se han resignado a lo que planearon para ellas, ya fuesen de familias nobles o de ambientes humildes, y han elegido caminos alternativos. 

Piensa que al menos esta realidad es certeza, no engaño. Cuanto ha leído lo ha hablado también con su confidente amoroso. Pero las horas avanzan y la suerte parece echada. Se refuerza con sus pensamientos rebeldes en ese tiempo que se va desgranando hacia un desenlace que la va a sentenciar de por vida. Ha estirado en exceso la cuerda del disimulo, pero ahora el riesgo es quedarse paralizada. Secretamente ha urdido una salida que solo conoce la fiel servidora. Pedirá retirarse a la capilla, excusándose con que precisa estar bien preparada para asumir el sacramento nupcial. Si supieran que mis nupcias ya han tenido lugar con el heraldo, ríe malévola.

En la capilla, sin ventanal alguno y apenas con una luminaria que envuelve aquel ámbito en tristeza, intenta aplacar el nerviosismo. Mira la imagen de escuela borgoñona que compró alguno de sus antecesores en un mercado extranjero. O que tal vez es producto de rapiña, una práctica permitida ampliamente a los guerreros. No tiene voz para plegaria alguna. No dedica pensamientos devotos. No se siente contrita ante la previsible traición a sus padres. No pide la presencia de un páter que la reconcilie con sus culpas, porque se siente a gusto con ellas y se eleva como mujer por encima de ellas. Hasta advierte una mirada pícara en aquella virgen policromada que le parece más una diosa que la esclava del Señor. Si salgo de aquí por las buenas, piensa, entraré para siempre en una servidumbre de hembra reproductiva. No soy la causante de las desdichas materiales de mis padres y mis hermanos, concluye virulenta. Su fámula y ella tienden el puente de una mirada larga, osada, decisiva. Ambas se sienten anhelantes de vida. Han cerrado la puerta con llave. Es el momento de pasar a la acción, dice la novia en un arrebato de romancero.




* Retrato de dama. Rogier van der Weyden. National Gallery of Art. Washington DC.

sábado, 1 de abril de 2023

Pero qué culpa tenemos (Coloquio de los leones del Congreso)

 



León uno a león dos. Pero ¿qué culpa tenemos? ¿Qué hemos hecho o no hemos hecho? 

León dos a león uno. ¿Por qué se indignan con los de fuera en lugar de con los de dentro, si hubiera lugar y motivo?

León uno a león dos. ¿Tú qué crees, que será mejor hablar o no hablar de quienes nos han teñido alocadamente? 

León dos a león uno. Si por lo menos su gesto hubiera tenido un simbolismo serio. 

León uno a león dos. Yo no quiero hablar de los niños bien que con acciones gamberras y facilonas creen que salvan el mundo, o en este caso el planeta entero. 

León dos a león uno. Yo tampoco les citaré, solo señalaré que esto no es sino una acción estúpida y baldía. 

León uno a león dos. O acaso no sirva sino para dar juego a los que con ideas extremistas y tendencias veladamente violentas nos atacan cada día dentro del hemiciclo. 

León dos a león uno. Pues he oído que antes esta pandilla u otra parecida echó salsa de tomate sobre Los girasoles de Van Gogh y puré de patatas contra Les Meules de Monet. 

León uno a león dos. Yo también lo he oído, y que en Masacre en Corea de Picasso o La joven de la perla de Vermeer pegaron sus manos. 

León dos a león uno. En esos casos no se conformaron con la agresión física sino también la verbal. 

León uno a león dos. ¿La verbal? ¿Insultaron acaso a los cuadros y sus temáticas o a los autores? 

León dos a león uno. Lanzaron un sórdido grito de guerra que decía: ¿Qué vale más, el arte o la vida? 

León uno a león dos. La asnería, y que me perdonen los animales que llevan a bien pertenecer a la especie equina, ciega a algunos humanos. 

León dos a león uno. Es reflejo de la necedad que a su vez es hija de la ignorancia, hermano. No saben que las falsas disyuntivas confunden e incentivan la barbarie. No alcanzan a ver que el arte es expresión de vida. O que el diálogo parlamentario, en lo que nos incumbre a nosotros, no obstante sus trampas, cambalaches, deficiencias o límites, también es expresión de entendimiento y convivencia.

León uno a león dos. Expresión que a veces ni los de dentro de la cámara ni los de fuera en esa sociedad contradictoria de nuestros paisanos saben mantener sana y fecunda.

León dos a león uno. El arte del pasado habla de una manera de entender la vida en todas sus manifestaciones. ¿Qué culpa tienen las obras heredadas? El mercado y el poder, o ambas manifestaciones, que con frecuencia van de la mano, han sido vehículos e incluso promotores de la creación artística, algo que se da desde los albores de la civilización.

León uno a león dos. Y los artistas se han sometido a ellos. Tenían que comer, tenían que seguir manteniendo medios para continuar sus trabajos. Probablemente la capacidad creativa y la genialidad no emergerían, o al menos no cundirían, sin recursos y concesiones de quienes pagan, aunque suene muy bruto.

León dos a león uno. Me parece, hermano, que estamos concediendo demasiada cancha a una acción fuera de tono, propia de gamberrismo, y que solo pretende que su mano ejecutora tenga sus penosos y efímeros días de gloria. 

León uno a león dos. Este tipo de tonterías de niños de sociedad cómoda -ignoro si así mismo serán de familias bien- no ayuda a nadie a tomar conciencia de nada. Estupidez, simplona pero agria estupidez. Cierta gente se aburre. Con el bien que harían ayudando a reconstruir a pie de destrucción Mosul o Palmira o tesoros de Afganistán...Aquellas herencias históricas y su medio ambiente, donde unos bárbaros y fanáticos actuales dejaron también la huella de su cruel estupidez.

León dos a león uno. ¿Sabes que te digo? Que somos muy mayores y tenemos muchos callos en el culo como para dejarnos impresionar, ¿no crees?