"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez





viernes, 28 de agosto de 2020

En el principio fue la mirada (Admiración por Tell Brak)



ORIENS on Twitter: "#Ídolos de los Ojos hallados en el Templo de los Mil  Ojos, en la ciudad de Tell Brak, #Arqueología en #Mesopotamia.… "


En el principio fue la mirada. No la palabra. La palabra fue al final. El final que estamos recorriendo todavía. Llámese, si se quiere, desenlace. Que generará otra actividad. Que dará pie a otros desenlaces. Que probablemente no tenga fin.


Unique Mysterious Figurines With Enormous Eyes (Eye Idols of Tell ...


Tras la mirada, o junto a ella, fue el adiestramiento. 
Hacer y procurar.
Adecuarse y transformar.
Comprobar y decidir.


Tell Brak - Wikiwand


Lentamente tuvo lugar la adquisición de un método. De la inicial supervivencia instintiva al afianzamiento de un plan estable. Acaso era que el instinto padre daba lugar a la conciencia hija. Pero fuera de cualquier argumento, porque no eran tiempos, aún, del lenguaje explícito. Mas ¿no iría este incubándose paulatinamente en el útero del propio hacer? Y el hacer, que procuraba, transformaba y decidía tuvo lugar:

Seleccionando lo útil.
Desechando lo inservible.
Relegando lo insuficiente


TELL BRAK, CIRCA 4TH MILLENNIUM B.C. -A SYRIAN MARBLE DOUBLE 'EYE ...


Aquella mirada, una y múltiple, anterior y actual en cada momento de la especie, se fue afinando.

Distinguió.
Eligió.
Sitúo los términos del territorio.

Midiendo la necesidad y valorando la posibilidad.


A SYRIAN MARBLE 'EYE IDOL' Tell Brak Region, Circa 4th Millennium ...


La vida de los hombres fue compleja desde sus primeros vagidos sobre la Tierra. Complejidad heredada en parte de especies anteriores desde las que provinieron las humanas. Complejidad añadida por las nuevas miradas.

Mirada de curiosidad.
Mirada de indecisión.
Mirada de reconocimiento.


Tell Brak Stone Eye Idol by Artemis Gallery - 1299004 | Bidsquare


Lo complejo sumó valor a la capacidad instintiva. Y esta halló recursos, revolviéndose contra sí misma, esto es, contra sus limitaciones, a pesar de sus posibilidades. Revolviéndose contra los otros mundos: las demás especies coetáneas, las catástrofes, los ciclos alternos de extremas temperaturas, algunos milenarios. A veces demorando la vida. Mermando la vida. Siempre arriesgando la vida.


Syrian eye idol, Tell brak region. | Arte primitivo, Culturas ...


La mirada, ejercicio del órgano ojo amalgamado con el órgano cerebro, se fue convirtiendo en mil miradas. Todavía se multiplicó más cuando llegó el tiempo del lenguaje. Todavía fue más allá cuando se activó con amplitud la conciencia. Acaso cuando lo mirado exigió una expresión para justificar y explicar la relación del hombre con el todo. El arte.


Ídolo de ojos con niño, Tell Brak, de marmol, altura 5,8 cm - Catawiki

Tras la mirada, el objetivo más sublime.

La persecución del conocimiento, el instinto de saber. El dónde. El cómo. El por qué. El para qué.


 TELL-BRAK Mármol Idol - 9.6×4.1×5.8 cm - (1) - Catawiki


En Tell Brak, hoy nordeste de Siria, se encuentran las ruinas de una ciudad mesopotámica de seis milenios de antigüedad. En lo que fue uno de sus templos se hallaron infinidad de figuras de pequeño tamaño -ídolos, exvotos- representando a humanos. Su abstracción corporal solo es rota por los ojos centrados, bien abiertos, expectantes. Afirmación de una presencia, probablemente reclamando la atención y el favor de los dioses. Afirmación a través de una exaltación especial del órgano de la mirada. La mirada, la primera maestra del hombre, adquiere aquí un aire de eternidad.




(Fotografías tomadas de forma aleatoria de internet)


miércoles, 26 de agosto de 2020

Entre el shakuhachi y el shamisen.



La noche en que hice un alto en la ruta Tokaido la pasé en una casa de té. Fui atendido con exquisita entrega por parte de las geishas. Allí conocí a Kanae, apenas aprendiz de oficio cuyo protocolo me interesaba menos que su natural actitud. Mi cuerpo y mi mente se hallaban sumamente cansados. Mis músculos y huesos se quejaban del largo e incómodo viaje. Mi pensamiento estaba turbado por la misión delicada que me llevaba lejos de la corte. Del éxito del cometido dependía mi futuro profesional y acaso vital. Debió ser por ello que aquella noche solo me apeteciera relajarme, huyendo de esfuerzos. No me atraía tampoco beber en exceso, prefería otras maneras de evasión. Una de las mujeres dominaba el shakuhachi. Aquellos sones extremadamente alargados y de una profundidad aguda tal que competían con el viento hicieron más por mi búsqueda de recuperación que cualquier otra propuesta. Las conversaciones se desarrollaban concisas y en voz baja, algo que me agradó, porque no es lo que siempre abunda en una casa de té. Fue Kanae la que me dedicó hermosas composiciones con su shamisen. Con lo joven que eres, ¿cómo es que dominas de este modo el arte de la cuerda?, la pregunté. Viene de familia, se limitó a responder. Me impresionó la mirada fija de la joven, que realmente era introspectiva, y los compases melódicos que me brindó parecían tender un puente de seguridad y bienestar con mi estado físico. Qué discreto cuidado la de esta mujer, pensé. Con qué medidas formas procura sobre mi persona. No parecen convencionales las pautas de su comportamiento. ¿En qué crisol, que no es esta casa, se ha ido forjando su personalidad? Tal vez eran pensamientos escasamente fundamentados los que me embargaban. A medida que fui desconectando de mis preocupaciones y sintiéndome más descansado mantuve agradable charla con la joven. Yo fui reservado respecto a mis quehaceres, aunque anécdotas no me faltaron. Ella me habló de sus escasas vivencias, a las que calificó, no obstante, de intensas y muy ilustrativas.  Fue entonces cuando me contó el encuentro reciente con un peregrino a Nikko cuyo retorno del santuario estaba esperando.



***Se puede saber  de esta última historia en Chitón.

Adjunto un par de vídeos para admirar la belleza del shakuhachi y del shamisen, admirablemente interpretados.


(Ilustración de Balbi López Santos)





sábado, 22 de agosto de 2020

Cuentos indómitos. Revelaciones del juez















Las fantasías pueden trastornar a un hombre. Jacinta, que no se había sobresaltado cuando el juez entró en su casa, se sorprendió al escuchar aquella frase. A mí me sucedió una vez y estos días he vuelto a percibir aquellas sensaciones, añadió Ordóñez. ¿Me trae noticias sobre mi marido?, inquirió ella templadamente. No me ha sido posible aún saber nada nuevo, ni de Pallarés ni del agrimensor ni de la supuesta aparición de aquella joven a la orilla del río. Jacinta ya se había dado cuenta enseguida que el juez no venía a informar de nada. Le noto inquieto, le dijo. Como si fuera usted otro hombre. El juez cogió el guante. Siempre he sido otro hombre, precisaría incluso que también otro hombre, pero solo he podido mostrar uno de ellos. Me ha perseguido la sensación de que uno controlaba al otro, lo desplazaba, lo ocultaba incluso. Solo muy ocasionalmente el otro hombre que hay dentro de mí ha roto el cerco del aparente y entonces han sucedido cosas. Jacinta agradeció la confianza. ¿Como cuales?, se atrevió. Ordóñez no se sintió incómodo, más bien se reconoció afortunado al ser escuchado con interés. Cuando aquel enamoramiento ciego de hace años en París, reveló para estupor de Jacinta, que me mostró mis indecisiones. O recientemente, en que la lectura de un libro  adquirido en Asunción ha revelado mis límites.

Ambos se sentaron. Jacinta, dispuesta a seguir oyendo las cuitas y acaso revelaciones del hombre juez. Le ofreció un mate bien frío. Se agradece tomar un tereré con este bochorno que tenemos, se justificó. Luego continuó alimentando la conversación. Mire, juez, a todos nos han pasado cosas así, aunque supongo que quienes han visto mundo disfrutarían de experiencias diversas que les habrá permitido conocerse un poco mejor a sí mismos. A Ordóñez le gustó el razonamiento sincero de la mujer. Pero todo disfrute implica también un cierto grado de padecimiento, acotó. Lo que parece que atrae y te eleva puede venirse abajo y entonces sufres. Es lo que tienen los enamoramientos, ¿verdad?, le interrumpió Jacinta. No sé si siempre, aseveró él, pero ese componente doble, de lleno primero y de vaciamiento después, es inevitable. Solo que no se quiere aceptar cuando el lado más gratificante parece ascender y ascender como si nunca fuera a tener límite. Pero también suceden otras cosas, relacionadas o no con las experiencias exultantes. ¿Sí? ¿Como cuales?,  volvió la mujer a apremiar al juez. Cosas graves unas veces, que aparecen y desaparecen, precisó él. Tal lo acontecido con las personas que andamos investigando dónde han ido a parar, y créame que no temo por su propio marido, hombre cabal como pocos, y que son situaciones que o se disuelven o se resuelven. Pero también hay fenómenos insignificantes que se nos muestran de pronto como meros habitantes del pasado y se rescatan con un golpe de memoria o por asociación de ideas o simplemente a través del hallazgo de unos papeles u objetos que encuentras sepultados en algún cajón olvidado y que hablan locuaces.

Jacinta no se atrevió a contarle a Ordóñez que su marido había sido abducido por unos escritos que se había reservado, hurtados al sumario, y que ella misma releía con frecuencia. Sacar a relucir papeles es siempre arriesgado, dijo conteniendo su propio secreto. Dígamelo a mí, replicó el hombre. A lo largo de mi vida profesional he tenido acceso a documentos privados, escritos, comunicaciones, todo ello convertido en algo horroroso que llamamos pruebas. Pero más allá de la vertiente de la investigación, digamos, los escritos contenían relatos de vivencias, confidencias, diarios íntimos, vida, al fin y al cabo, a la que yo apenas prestaba otra atención más allá de ver qué relación tenían con el proceso de una causa. 

Ordóñez se encontraba desatado. Imagine que yo mismo en el pasado hubiese cometido un crimen u otra clase de delito, y que la autoridad hubiera dado con mis apuntes personales. ¿Atendería esta a la comprensión objetiva del individuo o buscaría solo cómo probar mi depravada acción a través de confesiones que no eran sino introspecciones sinceras para desahogarme? Escribir es siempre muy peligroso. Nunca se sabe dónde y a quién van a parar tus palabras. Porque a las que se emiten oralmente, salvo que haya testigos que las transmitan, se las lleva el viento. Lo escrito y más si se guarda es una acumulación de pruebas contra uno mismo. Yo, una vez, de joven, escribí, ¿sabe usted?. Leí y escribí mucho. Luego fue el abandono, la dejadez, el repudio a seguir ejercitando otra cosa que no fuera sino mi profesión, a veces odiosa.

Jacinta se sintió diferente al escuchar aquellas confidencias. Como si otro mundo desconocido se aproximase veloz a ella. Fue atrevida. Diga que soy curiosa si quiere, pero no me resistiría a leer lo que hubiera salido de su imaginación. Ordóñez percibió aquella petición indirecta como un halago. Tal vez, pensó, he estado necesitado de testigos gran parte de mi vida. De testigos personales, que me señalaran en mis obras o en mis deficiencias, que me criticaran y me propusieran, y que yo no he aceptado. Entonces, miró a los ojos a Jacinta, respiró hondo y con decisión la dijo: puede que le deje leer o lea para usted viejas anotaciones de un tiempo fugado.





(Fotografía de Jorge Molder)
   
   

jueves, 20 de agosto de 2020

Mensaje a mí mismo





a veces uno tiene la

ingenua sensación de

haberse llevado el

tiempo por delante,

cuando en realidad es

el tiempo el que le

lleva a uno de la mano

hasta que un día

le apetezca ¡zas!

soltársela de repente


martes, 18 de agosto de 2020

Federico: el tiempo pasa, pero no tu canción

 

Federico García Lorca.


Hay quien dice que si no es por tu muerte trágica y las desdichadas circunstancias del país (1936) tu fama no habría cundido. Miente.

Hay quien dice que te lo buscaste, por ser como eras y pensabas y por cantar cuanto cantabas. Miente, pero no del todo.

Hay quien dice que tanto amor a la vida destruye antes o después. Miente algo, pero no va descaminado.

Hay quien dice que ser humano, con todas sus consecuencias y sensibilidades, aboca a un fin temprano. Miente, a medias.

Hay quien dice esto o lo otro sobre ti sin haber leído nada de lo que escribiste, pero ¿cómo va a saber de la vida quien no ha probado jamás la sustancia de tus palabras?

Hay quien huye de tu fantasía -nunca hubo fantasía tan tangible en la poesía- por temor a no saber interpretar la vida. Se equivoca.

Hago míos tus versos de aquel Madrigal:


"Yo te miré a los ojos

Cuando era niño y bueno.

Tus manos me rozaron

y me distes un beso".


Porque tu obra y la memoria de tu existencia nos acompañe hasta el fin de los tiempos, Federico.


(Hoy se cumplen 84 años del asesinato del poeta Federico García Lorca por los insurrectos contra el gobierno constitucional y legítimo de la nación)


domingo, 16 de agosto de 2020

Tras los shungas del pintor detallista

 


Algunos jóvenes del barrio donde se encuentra el estudio del pintor van como locos buscando los grabados eróticos. Para ellos está fuera de sus posibilidades económicas hacerse con uno de esos trabajos y el artista solo trabaja por encargo. No obstante basta con que uno de los jóvenes sepa que un familiar ha adquirido alguna de las ilustraciones para que aprovechen la ausencia de este y accedan a la vivienda. El pequeño grupo de adolescentes contempla los trabajos en profundo silencio. Nadie quiere interrumpir las escenas reflejadas. Todos tienen la misma sensación de estar invadiendo un terreno muy intimo. Incluso uno de ellos considera que es sagrado. Este grabado lo dice todo, exclama. Pero otro le corrige. No, no, solamente sugiere. Y un tercero expone sus dudas: ¿será así realmente? En ese arrebato propio de transgresores su curiosidad no se sacia, sino que pide más. ¿Y si pudiéramos entrar en el taller del pintor?, propone alguien. Pero tal osadía sería como penetrar en alguna de las pagodas de Nikko sin el respeto debido y sin que se nos permitiera el paso, se objeta. Sería una profanación. Hay matices. No lo es si mantenemos el mismo respeto que en cualquier recinto de culto. ¿O es que no os parecen estas escenas de los shungas que contemplamos de lo más sacro y profundo que hayamos visto jamás?


Sobre el tema hay un cuento en Chitón, para quien desee leerlo.

https://ehchiton.blogspot.com/2020/08/las-pinturas-secretas.html


 (Grabado de Hokusai)


martes, 11 de agosto de 2020

Cuentos indómitos. Reencuentro con lo perdido






"Hay ojos que solo miran el sueño; y, cuando
el sueño se disipa, se quedan ciegos".

Nuno Júdice, Viaje.



Se levantó con los músculos agarrotados, febril e indeciso. El juez, tan acostumbrado a resoluciones judiciales y por lo tanto a dictar sentencias, no sabía empero establecer conclusiones sobre su vida  sin abandonar las oraciones interrogativas. Preguntarse a uno mismo, se obtengan o no respuestas, es una forma de establecer un desarrollo lógico, tal vez un método. Incluso en un juez. ¿O acaso está más obligado a ello un magistrado? 

Mientras apuraba el café, ya de retorno en su casa de San Joaquín, el juez siguió dando vueltas al relato de su vida afectiva. Tal vez esta se resumía en un episodio excepcional, una experiencia incisiva que le marcó. Pero la capacidad razonadora de un hombre exige, por simple inercia, establecer ciertas deducciones. Por ejemplo, pensó Ordóñez, la pérdida del amor es la más profunda si no desgarradora de las pérdidas. Ah, pero no es la única, en absoluto, añadía a continuación. Perder el trabajo o los propios bienes, verse expulsado de un territorio habitado desde siempre o ser privado de la libertad, son pérdidas decisivas, amargas, irreparables. Bien lo sabía y no solamente por las noticias acerca del mundo que leía de corrido en los periódicos. Los procedimientos judiciales que él había orientado situaban a muchos hombres ante la deriva vital más angustiosa. Las sentencias que había emitido sin contemplaciones condenaban al apartamiento de muchos reos de la vida ordinaria. Sin embargo, había comprobado tiempo después que bastantes de aquellos desgraciados habían superado la prueba y él, movido por un extraño y confuso sentido de la compasión, había accedido a revisar causas y a amortiguar condenas. Pero, ¿por qué, sin embargo, perder el amor puede ser tan autodestructivo?, se preguntaba, obviando la diferencia de penas entre unas adversidades y otras.

Sobrecargó de café la taza. Necesitaba el incentivo que le abriera de par en par las zonas del cerebro donde deben operar las claves del entendimiento. Las claves. Toda su existencia transcurría buscando claves, y estas se presentaban de improviso, con actitud caótica, pero como destellos que iluminaban espacios tradicionalmente en penumbra. Cuanto más viejo va siendo uno más pretende interpretar. ¿Por nostalgia? ¿Por conciencia del desconocimiento de uno mismo? ¿Por percepción de que vivir es en parte sobrevivir y en parte representar una ficción que nos aleja de comprender de una manera natural las cosas? Ahora que ha pasado tanto tiempo de aquella relación antigua, que debería mantener archivada como una simple experiencia y no más, me caigo con revisar un dolor aparentemente superado, pensó desdeñoso. ¿Por qué interiorizamos tanto las vivencias amorosas? Muchos creen que amamos como expresión de nuestra bondad. El amor como entrega. Suena tan bien. Parece tan inocente. Se ha escrito tanta literatura sobre el tema que quien más o quien menos tiene una dosis reglada que se empeña en conservar. No sé quién me dijo una vez: somos un campo en barbecho que solo sabemos roturar adecuadamente cuando alguien dice que nos necesita. Trampas del lenguaje. Adornos. Artificios.  

Giróvago de sus propios pensamientos el juez Ordóñez se encontró de pronto removiendo viejos papeles. Cuadernos sepultados en el fondo de un cajón del trastero, con apuntes de aquel curso en París. Entre lo lectivo, pequeños billetes, que dirían los franceses, con mensajes de la mujer. Algunas cartas, tres o cuatro libros dedicados, varias cuentas de restorán, entradas picadas de museos, algún vaso o taza timbradas con el nombre de un bar. Tenía tanto afán coleccionista de objetos sin valor. Pensó: de objetos que superan el valor. Objetos como huellas que entonces me conducían a ella. Insignificantes cosas que si se guardan es porque nos hablan a dos voces, las que emiten las propiedades más intensas de nuestro Yo. ¿Es en ese ejercicio cuando desarrollamos herramientas emocionales que nos indican de lo que somos capaces, como si estuvieran dirigidas a cultivar los mejores dones de nosotros mismos? Y sin embargo, ahora que  lo medito con más profundidad y distanciamiento, acaso a través del amor y sus consecuencias, incluido el posterior abandono, es cuando estamos cerca de librarnos de esa vertiente del Yo más engreído y egoísta, tan estúpidamente suficiente. Tan absurdo y ciego. Pero todo es más sencillo. Se trata de instinto, simple instinto con lenguajes preferentes y escogidos, cuyos tactos y sabores hay que probar alguna vez en la vida.

¿Por qué había descendido el juez Ordóñez al pasado? Era lo que estaba haciendo al revisar de manera aleatoria su caja de recuerdos. Caja de Pandora, se dijo no sin estremecerse. ¿Qué necesidad tengo de abrirla a estas alturas? La memoria no repone lo que hubo. Cualquier intento de hurgar en los recuerdos es deslizarse por la fantasía arriesgando el desenlace amargo de una melancolía fútil y peligrosa. Es entrar en el mundo de los sueños, del eterno e inalcanzable territorio de los anhelos que tuvieron su tiempo y su ubicación. Pero Ordóñez no dejaba de inspeccionar aquellos trazos que le conducían a lo extraviado. Como si leer cartas, tocar pequeños regalos o contemplar alguna fotografía le proporcionaran el mismo placer que las caricias, recuperaran el húmedo sabor de los besos y le embargase con realismo el calor de las emociones vividas.




viernes, 7 de agosto de 2020

Haciendo novillos en el puente de Nihon-basi, contado por un niño

 

Cuando hacemos novillos mis amigos y yo solemos acercarnos a la zona de los almacenes que dan al río. Sabemos que nos espera un castigo al día siguiente pero Hiroshi dice siempre que se aprende más en un día observando el trasiego de mercancías y trabajos que repasando la geometría. Hiroshi, que es el compañero más decidido de la clase siempre lo proclama. Para gramática, aritmética o historia, lo mejor es darse una vuelta por los alrededores del puente Nihon-basi. Allí oímos hablar con acentos diferentes y en dialectos incomprensibles. Presenciamos los cálculos precipitados, pero seguros, de los proveedores de mercadería. Pegamos la oreja a algún grupo de mayores y nos enteramos de historias que nadie nos habría contado ni en la escuela ni en casa. ¿Qué más se puede pedir? Aunque no es la zona donde vivimos el puente está en la confluencia de la ruta Tokaido y es asombrosa la cantidad de gente que puede pasar por allí a cualquier hora. La mayor parte está trabajando o son viajeros en tránsito, pero muchos ociosos acuden a matar las horas. En la escuela nos llaman la pandilla del puente. Hiroshi, que es el más receptivo a lo que ve y oye, anda fantaseando como siempre y nos propone a los otros tres escondernos en algún carromato para llegar hasta Kyoto. Yo he dicho que eso es meternos en una aventura peligrosa. Que ya llegará el día en que salgamos de esta ciudad y que me conformo con que viajemos a través de las experiencias que la gente que pasa por aquí narra entre sí. Hoy hemos estado atentos a la conversación que se traían un ocioso de nacimiento, que es tanto como decir un tipo que no ha trabajado en su vida, y un monje. Otra clase de ocioso contemplativo. Pero qué digo, al paso que va mi pandilla haciendo novillos podemos acabar como ellos. Aunque supongo que antes nos molerán a palos nuestros padres.



Chitón cuenta la historia de los ociosos.

https://ehchiton.blogspot.com/2020/08/ajetreo-vista-de-ociosos.html


(Grabado de Hokusai) 

jueves, 6 de agosto de 2020

広島市 y 長崎市 Oración por ellos y por todos nosotros.


hiroshima

nagasaki





Hoy se cumplen 75 años del horror de Hiroshima 広島市 y el día 9 de Nagasaki 長崎市


Yo recuerdo a los inocentes.

Me conmuevo con ellos.

Me espanto por el hecho de que siempre sea la sociedad civil la que sufra las consecuencias de las decisiones de los gobernantes.

Me revuelvo contra los criminales.

Que no suceda de nuevo.
Que no nos pase a nadie.
Que se desactive el uso destructivo de la energía nuclear.

Convivencia, Compasión y Bondad.



Parque Conmemorativo de la Paz de Hiroshima (2020).




sábado, 1 de agosto de 2020

Cuentos indómitos. El juez y las voces del pasado




"Una palabra tuya para no caer, para poder dormir, para salir de este callejón. Una palabra tuya para tanto desasosiego. Un signo, una brújula, una señal de humo; para seguir tu estela, para saberte vivo. Mis palabras buscan un nido entre tus brazos. Una palabra a galope. Una palabra relincha a lo lejos. Una palabra sacude mi cuerpo. Una palabra de tierra. Tu palabra suspendida en los postes de la luz. Hay hierro en tu palabra. Tú me sobrevuelas. Una palabra tuya bastará para sanarme." 

Victoria Díaz, poeta recóndita.



Al leer una novela se corre el riesgo de traspasar sus límites. Es decir, no solo de entrar más o menos a fondo en ella y husmear por sus rincones, sino de desvanecernos en su argumento. Dejamos de ser el que somos en nuestra vida ordinaria y vivimos la vida de otros, habitamos sus ámbitos, nos desplazamos con ellos por otras geografías, disfrutamos de los placeres y participamos de las angustias que embargan a sus personajes. Esa extraña sensación había calado en el juez Ordóñez al leer la novela adquirida donde el flaco Gortari. Tanto tiempo he estado huérfano de imaginación que me ha engatusado el libro, sacó en conclusión no sin castigarse con cierta dosis de ironía mordaz. Pero lo que no había imaginado es que un relato le engullera hasta hacerle retroceder en el tiempo. En su propio, viejo y olvidado tiempo. 

Por la noche tuvo sueños turbulentos. Confundido en las dimensiones profundas y agitado en la duermevela oyó voces antiguas. Eran al principio toques rápidos, sonidos que se elevaban fugazmente, plegarias que se replicaban con otras súplicas. Después, se precipitaron voces y gestos. Una dicción más precisa que sentía familiar, la aproximación de un rostro que no había cambiado, el roce de unos cuerpos, el lenguaje de las risas, el susurro de propuestas libidinosas. Entonces el recuerdo se hizo carne vívida y dolorosa. Aquella obsesión repentina se reveló fecunda, pero arriesgada. Sus palabras existen todavía, se dijo a sí mismo. Luego ella, en alguna parte, existe. Y con ella y con sus palabras, que el tiempo transcurrido acaso ha atemperado, ¿permanece en mí algo más que el eco?

¿En qué mujer pensaba el juez? ¿Era posible que un relato de papel rescatase dentro de él vivencias sentimentales ya olvidadas y con ello actualizara viejas heridas? Vinieron a su mente revuelta y harto desatendida paisajes lejanos. Aquellos años en que abandonó Asunción para un curso de judicatura en París. ¿Dónde la conoció? Ah, sí, estaba de recepcionista en un hotel, impecable y atractiva con su uniforme azul oscuro, la corbata de rayas rojas y blancas cuyo nudo a él le gustaba deshacer lentamente mientras contemplaba su mirada felina y entregada. Y le hacía vibrar aquel acento francés capaz de desdoblarse en otros dejes extranjeros que, no obstante, no perdían la melosidad de su tono más íntimo. Pero según actualizaba aquellas imágenes penetraba de nuevo en los encuentros dispersos con la mujer. Las visitas a algún museo, cuya atracción compartían, los disfrutes en los paseos por los Jardines de Luxemburgo, los coloquios à deux sobre todo lo divino y humano en los almuerzos de bistró. O los intensos encuentros en el pequeño piso de Faubourg Saint Denis, donde ella aceptaba citarse subrepticiamente con él, rompiendo la monotonía de su matrimonio.

Acechado por la vorágine de la memoria, el juez se revolvió con inhabitual excitación en la tórrida noche de Asunción. Sentía que a la humedad ambiente se añadía la supurada por su inquietud. Y a esta le seguía un arañazo melancólico que no sabía contener. Durmió poco y a saltos. Algunas frases que no supo si procedían del sueño o de un deseo que se destapaba agresivo martilleaban cada despertar. Si vas a volver a América yo no habré existido, ¿verdad?, escuchaba de pronto con patetismo de boca de la mujer desaparecida cuyo tono severo contrarrestaba las palabras que anteriormente había urdido con dulzura en sus oídos. Y después: no te dejaré volver, no te permitiré que seas de nadie más, no antes de que hayas descubierto a la mujer turbulenta que llevo dentro y que debes entender. ¿No ves que no puedo por mí misma saciar la curiosidad de la vida? 

Ordóñez permaneció rígido, anonadado, distraído. Él, que apenas recordaba ya las propiedades del don del amor, se fue turbando más y más a medida que escuchaba voces que no llegaban de fuera, sino que salían de su entraña reprimida. Él, que estaba hecho de palabras precisas y rigurosas, pero en absoluto emotivas, giros que son de este mundo si bien del mundo del conflicto, descubría de pronto que desde el sueño era capaz de alzarse sobre otras palabras. Y buscar el enlace con las voces que le reclamaban. ¿Dónde he estado todos estos años en que me he negado a los afectos?, se preguntó con alarma. ¿Tienen que llegar aquellas voces de la lejanía para recuperar al hombre extraviado? No he sabido siquiera soñar con el amor. Si alguna vez me pareció que amaba debía ser más bien el amor quien me soñaba. Después de aquella mujer que me enseñó a amar con las palabras y a obtener placeres entre las palabras, todo fue abandono en mi vida, recapacitó con cierta amargura.

Entonces, el juez tuvo una iluminación. ¿Les habrá pasado algo parecido al agrimensor del que no se ha sabido nada o a mi agente judicial que de pronto se ha evaporado? Algo o alguien que les ha enajenado, pero que estaba dentro de ellos mismos, y que les ha señalado un camino. Y esto mismo ¿es lo que me espera también a mí? ¿Será lo perdido lo que nos pierde? La otra voz, la que solicita y afirma, la que exige y alivia, seguía cruzando las horas de la noche. Convirtiendo el desasosiego en misterio. El hombre permaneció pensativo, insomne, alerta. Los espectros de la noche le sobrevolaban.