martes, 29 de junio de 2021
Los beodos y el sabio
sábado, 26 de junio de 2021
Dos titulares, dos mundos, dos visiones
El macrobrote por un viaje de fin de estudios a Mallorca mantiene a miles de jóvenes en cuarentena en todo el país
Las sensaciones acerca de un caso y otro lo dejo al capricho de cada cual. La elección de los exabruptos también.
Heráclito de Éfeso: "Al necio deja estupefacto cualquier razonamiento".
miércoles, 23 de junio de 2021
Carta del anciano duumviro Apolonio Flaco a su amigo Claudio Festo a propósito de los poetas
Días inciertos los que nos tocan vivir, Claudio. Este estío seco y parco en novedades amenaza con arrastrarnos a todos a la abulia total. ¿O serán pensamientos funestos propios de mi edad?
Mi sobrino Valerio ha partido de viaje para honrar al poeta en su tumba. No volverá hasta dentro de unos días. Van a hacer entre varios orates de las letras como él una suerte de justas poéticas. La excusa es homenajear al poeta Publio, pero lo que pretenden es exhibir sus propias habilidades y festejar las virtudes y la benevolencia que proporciona la vida. Recurriendo además, supongo, a los placeres que el lugar y el instante les conceda. Esa confidencia me hizo antes de partir. Se mostraba agitado y no ha levantado cabeza del pupitre durante el último mes. Ha preparado un hatillo frágil en ropa pero abundante en escritos.
Todo su empeño es aprenderse las obras de los grandes y recitarlas allí donde le llamen. Hacer sitio en la memoria para las grandes escrituras es un modo de aprender para guiarte en esto del vivir, remata cuando le hago alguna observación. Me tiene mareado con sus citas. Tú, romano, piensa en gobernar bajo tu poder a otros pueblos. Estas serán tus artes. Y a la paz ponerle normas, perdonar a los sometidos y abatir a los soberbios. Al final yo mismo declamo por inercia versos de la gran gesta que nos transmitió el poeta Publio. Pues ¿a dónde no es capaz de llegar un cantor de las proezas de aquellos hombres legendarios que inauguraron la patria? ¿Cómo negar el valor de sus rimas? ¿Quién puede permanecer ajeno al relato de una epopeya fundacional? ¿O acaso se puede restar importancia a su tratado poético sobre el cultivo de la tierra y el cuidado del ganado, tan fundamentales para una sociedad que se precie de estar a la altura de las conquistas de sus próceres? Y así podríamos decir de otras obras del mismo vate a las cuales me es imposible llegar, porque mi vista cada vez se reduce más y el cansancio merma mis tiempos de lectura.
De ahí que me entusiasme el afán de mi joven sobrino. Aunque a veces le reprendo. Valerio, le digo, todo no consiste en empaparte de las palabras ajenas, por muy edificantes y precisas que te parezcan. ¿O crees que el poeta de tu obsesión, al que adoras como si lo hubieras tenido de maestro, habría escrito lo que escribió de no haber viajado, enriqueciendo su mente con aventuras y experiencias? Un hombre puede pasar a la historia por un solo libro. Pero ese libro no habría tenido acogida en el mundo si no hablara de la historia de los hombres. Un autor vale en cuanto hace de intermediario entre mundos desconocidos y el que habitamos. Un texto nos cautivará si quien lo escribe es cautivador. ¿O creías que la seducción es un arte que remite solo al enamoramiento? No hay arte si no hay fortaleza íntima en un hombre, porque en ella se ejercitan las capacidades y se fraguan las obras que merecen la pena.
A veces le avasallo en exceso con esta clase de razonamientos paternales. Valerio entonces calla y con frecuencia disimula, como si los consejos ajenos, y él joven al fin y al cabo, fuesen un arma arrojadiza que hay que esquivar. Me parece, pues, formidable que Valerio se haya reunido con sus compinches de otras urbes, huyendo del clima tórrido que tenemos en la finca y, en general, en toda Pompeya. Mientras tanto trataré de no consumirme aquí de aburrimiento. A su vuelta desperezaré y recuperaré mi curiosidad, pues un anciano puede hallarse agotado pero siempre queda dentro un rescoldo de curiosidad. La curiosidad es el acicate del conocimiento. Y el saber gratifica con el goce más exquisito. Valerio es un gran estímulo para mí y anhelo su retorno. Pero si decidiera emprender periplos hacia nuevos mundos no me disgustaré. Pues sabré entonces que mis recomendaciones no habrán caído en saco roto. Fraterno Claudio, otro día te escribiré más. El día pesa y un misterioso silencio se va apoderando del entorno.
lunes, 21 de junio de 2021
Un verano más, un verano menos
Hoy el solsticio está aquí, seguiremos aproximándonos al sol para ir poco a poco otra vez alejándonos. Nada se para en el Universo. ¿Y mientras? Sucesión de veranos, relevo imparable de estaciones, caducidad de los propios años que vamos cumpliendo. Todo tiene hoy otra perspectiva, o bien su dosis de resignación, pero creo que aquellas tensiones y pulsiones que nos agitaban y nos daban vida no se han vuelto a repetir. Si acaso en algunos períodos juveniles más avanzados en que sin madurar del todo pretendíamos comernos el mundo. Como mucho construimos uno de ficción. Y valió. Llega hoy un verano más que también será un verano menos. Dualidad de la existencia. Mirémoslo con cierta añoranza y a la vez con humilde compasión. Por lo que nos va tocando.
sábado, 19 de junio de 2021
Leer a pequeñas dosis. Hoy llegando a Wallace Stevens
miércoles, 16 de junio de 2021
Pensando en mi abuela desde el Shinkansen
Me lo contó mi madre, a la que antes se lo había contado la suya. Mi abuela no había sido ninguna viciosa, ni aprovechada, ni intrusa. Al menos ella lo tenía claro. Si la tildaban de algo que iba contra las normas sociales mi abuela no se inmutaba. Aquel episodio de amor en los márgenes que mantenía con su amo, mi abuelo, había sido rompedor. Un amo al que había convertido en esclavo, nada menos. Extraña circunstancia. Increíble capacidad para humanizar a un hombre -¿no suena esto a paradójico?- cuya humanidad, hasta conocer a mi abuela, la sirvienta, había sido la dureza en los tratos comerciales, la sumisión a los funcionarios del Emperador, el apoyo a los ejércitos en sus aventuras, la apariencia en mantener la familia como símbolo de un poder que recubría y justificaba los otros poderes. Los que luego quebraron, qué ironía. Servir al amo era para mi abuela su trabajo. Mi madre me contaba que mi abuela había domesticado al salvaje. No estoy tan seguro. Si no lo logró del todo al menos lo llevó a un territorio muy específico en el que él era el sirviente.
Pensar en ello, por intermediarios, ahora me divierte. Y es uno de mis pensamientos escogidos mientras me desplazo de punta a punta en la Tokaido Shinkansen. Una manera de compaginar la velocidad de los días que me tocan vivir con el tiempo pretérito. El que yo reconstruyo imaginativamente. Aunque sé que mi existencia, concatenada a otra anterior, se la debo al día en que mi abuela expulsó de sus favores al amo para siempre.
Quien desee saber de qué va la historia, recurra a Chitón.
https://ehchiton.blogspot.com/2021/06/el-amo-esclavo-de-la-sirvienta.html
(Fotografía de Yuma Yamashita, tomada de Cultura inquieta)
lunes, 14 de junio de 2021
Fabulosa Eivør Pálsdóttir
viernes, 11 de junio de 2021
Arístides el fabulador
martes, 8 de junio de 2021
Los últimos ideales
De los ideales de viejos tiempos algo me queda. El último paquete de tabaco que fumó mi padre y que decidió abandonar, ya octogenario, no sé si por prescripción médica, por voluntad propia tras haber visto las orejas al lobo o porque ya no le sacaba gustillo a la elaboración. Sospecho que por esto último. Pues si algo acompaña a la ancianidad es el cansancio y el hastío. Y ya no cabe probar cosas nuevas de ninguna clase. Las mermadas fuerzas físicas solo invitan a resistir anodinamente.
Ignoro cuánto habría de tabaco y cuánto de viruta en las elaboraciones nacionales de aquella época. El paquete azul -denominado también caldo- era supuestamente de más calidad que otro con el mismo nombre pero con el papel amarillo en los cigarros. Se les llamaba cigarros porque, aunque se podían fumar tal cual, tenían su grosor y se abrían y se liaban de nuevo. De uno podían salir dos y conocí a un vecino droguero que sacaba tres y agotaba hasta que sus dedos no podían sujetarlos. No sé si para que cundiera más el fumeque o por tacañería.
Mi padre no fumaba ni continua ni compulsivamente. Tal vez por eso nunca padeció mal alguno de los que sentencia el tabaco. Extraía del chaleco su librito de Abadie, formaba un cigarrillo menos grueso que el original, pegaba con la lengua el borde del nuevo papel con una perfección asombrosa que yo jamás aprendí y lo encendía con el chisquero. Curiosamente él abandonó sus Ideales y yo persistí ingenuamente en otro tipo de ideales cuya toxicidad solo alcancé a percibir a medias. La palabra ideal, tan confusa como traidora, es una especie de despliegue en abanico que va generando una evolución que acaba siendo involutiva. Parte de un mínimo concepto de idea, se refugia en el pensamiento por lo tanto, mezclándose con otras ideas fijas, a veces meras ocurrencias, se metamorfosea en arquetipo o modelo y, he ahí el peligro, se sublima con la categoría de un corpus a imitar, a reproducir y en el que persistir obcecadamente con el supuesto objetivo de salvar el mundo, al menos el cercano, o bien preservarlo fanáticamente, aunque los hechos vayan por otro camino.
La gente se refugiaba en mi tiempo de infancia y juventud en sus ideales. No se decía este tiene ideas, yo tengo mis ideas. No estaba bien visto pensar, menos argumentar, y era un osado quien lo intentase. No estaba permitido expresar los propios criterios. Los ideales, para quien los tuviese, eran como dogma. Se aferraban a ellos, incluso desde varias generaciones anteriores. Cuando nos fuimos dando cuenta que lo importante era tener ideas para pensar y no ideales en los que creer empezamos a cambiar, si bien nunca lo hacías del todo. Si he guardado los Ideales tabaqueros es por tener un vínculo material con mi padre. Encontrar de vez en cuando el paquete en un cajón e imaginarme al progenitor en su trance de fumar es todo uno.
Ahora que lo pienso, ¿no tenía también trampa, como todo, aquella denominación de los cigarrillos? Recuerdo que había un café nombrado El ideal nacional y algún periódico encabezado como El ideal. Incluso la utilización pija de lo ideal para definir un objeto, un lugar o una situación fue cundiendo en la década rompedora de los 60. Si me hubiera hecho entonces mod en lugar de mantener aún ciertos ideales mi suerte probablemente hubiera sido otra. Pero algunos empezamos a creer en otro concepto no menos ladino, el de Utopía. Tener lo inalcanzable nada menos. Nada era utópico, no se engañe nadie. Las utopías -nuevo y más moderno formato de ideales- las tratamos de imaginar a base de otro ejercicio y término que se acuñaba: idealismo. Ya ves. De la misma matriz.
viernes, 4 de junio de 2021
Un apunte sensitivo sobre aquel cuento de Tokio
martes, 1 de junio de 2021
Un recuerdo fugaz del que se va y el que se queda
La tarde se había instalado en el crepúsculo. La marea creciente empujaba al silencio a los escasos paseantes. Todo quedó detenido, pendiente de una expectación que no era propiedad de los hombres sino de la luz que se resistía a extinguirse. Cogí la mano del niño y le hablé. No pienses en nada. Que la humedad te haga estremecer. Que la luminosidad que se filtra taciturna te proporcione una visión diferente. Que el oleaje parsimonioso te traiga voces lejanas. Esta es la hora fronteriza. Mañana no será otro día más. Nunca hay un día cualquiera. En cualquier momento llegará un alba donde solo te verás a ti mismo, pero diferente al que eras ayer. Te esperan días rayanos y te parecerá que en algunos de ellos eres un náufrago, sometido a vaivenes y sin saber dónde sujetarte. Pero será una percepción equívoca. Yo no estaré pero tu aprendizaje te dará el apoyo que yo no podré aportar. Yo también viví un crepúsculo agitado una vez y pasó la tormenta. La aurora trajo calor, claridad, quietud. Cuántas veces puede un hombre renacer es lo que más me entusiasma. Y el niño me habló a su vez. No te vayas. Pero debes saber que si te vas recordaré siempre este momento que permanece en el apretón de tu mano.
(Fotografía del Cais das colunas, Lisboa)