jueves, 29 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (Amaneceres)
martes, 27 de febrero de 2024
El selfi impúdico de las vencedoras
sábado, 24 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (Crepitación)
jueves, 22 de febrero de 2024
miércoles, 21 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (Necesidad)
El viajero lo encontró en el árido camino.
lunes, 19 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (Fugacidad)
Una vez pregunté al poeta paseante:
sábado, 17 de febrero de 2024
Bertolt Brecht lo tenía claro: A los que vendrán después
Esta entrada con el poema de Bertolt Brecht es en memoria del asesinado líder opositor ruso Alekséi Navalny.
A los que vendrán después
I
II
III
(De Bertold Brecht, Poemas – 1913–1956, 1986) Traducción: A. Marcos (Tomado del blog https://paulatinygriego.wordpress.com/)
jueves, 15 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (Palpación)
lunes, 12 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (a Nausícaa)
sábado, 10 de febrero de 2024
La clase muerta, de Tadeusz Kantor, y una conversación mañanera con mi amigo Max
¿Morimos cuando dejamos atrás los pupitres, querido amigo?, me interrumpe Max. En cierto modo, le digo, pero no del todo, porque, ¿no es en la edad provecta cuando más rememoramos aquella etapa? Cierto, cierto, me replica. Max viene hoy sereno. Su tono es constructivo, se podría decir que estoico si no fuese porque no le gusta sentirse estoico. La actitud estoica solo sirve para resignarse y entregarse a los oportunistas, me ha repetido más de una vez. Continua su mirada analítica de esta mañana fría. Suele criticarse de mala manera a los ancianos por hablar con frecuencia de sus tiempos de infancia o juventud, ya sabes, acusándoles alevosamente de ser nostálgicos. ¿Desde cuándo la nostalgia es un vicio, un delito o un comportamiento destructivo? No tengo a estas horas ganas de polemizar pero lo aclaro. Siempre que se tengan claro los límites la nostalgia no perjudica. Ya sé, dice Max. Te refieres a no traspasar el ejercicio regocijante de la memoria para caer en la melancolía. Exacto. Mira, Max, los humanos llevamos a cuestas, como una mochila en la espalda, al niño que fuimos, al escolar que se pasó horas repitiendo infinidad de términos inútiles y algunos pocos interesantes. Y estos decisivos, masculla mi amigo. Pero trasportamos también o sobre todo en esa mochila las emociones, los sentimientos, el instinto de curiosidad que cada cual sabe si los ha desarrollado y qué importancia han tenido en su vida adulta. Max, asiente. Me gusta su tranquilidad reflexiva. De hecho, matiza, conozco mucha gente mayor que ha sido dura y adusta toda su vida y que en la etapa final se tornan más sentimentales y afectuosos, por no decir desbordantes de cariño, que nunca. Debe ser el peso o, mejor dicho, el bagaje de la mochila, que nunca se lo quitaron de encima, ¿no crees, Max?
miércoles, 7 de febrero de 2024
Ejercicios de instinto (Mirada)
lunes, 5 de febrero de 2024
Crímenes contra la humanidad
A estos los abandonó el mundo, es decir Occidente, sus potencias supuestamente democráticas.
(Fotografía en campo de exterminio nazi. Segunda Guerra Mundial)
A estos los abandonó el mundo, es decir Occidente, es decir el Oriente árabe, sus potencias supuestamente democráticas y las falsamente democráticas.
(Fotografía de muerte y destrucción por mano israelí en la ciudad de Khan Younis, Gaza. Actualidad)
sábado, 3 de febrero de 2024
Un hombre pequeño tras una boca enorme
Oh, vosotros los que...
(la voz se precipitó sobre el auditorio; el silencio se impuso; un sobrecogimiento colectivo se extendió con un tono de culpabilidad expectante)
...vosotros los que habéis nacido para llevar una vida pacífica y sin embargo os abandonáis a que otros os sojuzguen...
(los rostros del público se contuvieron; al veterano centurión lisiado que tenía al lado se le cayó el bastón, pero nadie se esforzó en recuperarlo; la meretriz culta que me había presentado Catulo cubrió con la gasa de su vestido el perfil dionisíaco de sus labios; el carnicero de mi barrio se miraba nerviosamente las manos como si de ellas se desprendieran rastros de su oficio)
...porque no llegasteis de la nada a través de designio alguno, ni los dedos ungidos de una divinidad os proporcionó el lugar que ocupáis...
(a medida que la voz se iba elevando, ampliada como si aquella boca fuese la entrada a una caverna, la concurrencia se paralizó aún más; ni una tos, ni el carraspeo de un gargajo forzoso al ser tragado, ni un pataleo, si bien la desazón era latente)
...y ya que estáis estrenando las nuevas calendas, advertid, quienes pretendéis que vuestro tiempo es vuestro y suponéis también eterno, advertid, digo, todas las señales alarmantes y oscuras que agitan nuestros días...
(los espectadores se movieron inquietos en las gradas; las palabras de aquel desmesurado hocico rebotaban en el teatro; yo permanecí cual estatua yerta; la frialdad del asiento era mi propia frialdad; es temible vivir pendiente de las voces del más allá, aun sabiendo de sobra que esto es una farsa, pensé con pensamiento no menos pétreo)
...¿no habéis comprobado nunca que la comodidad de estar dominados tiene un precio, que reduce la capacidad de vuestros cuerpos, que nubla vuestra inteligencia hasta anularla y aleja los anhelos que no cesáis de perseguir...?
(aquellas palabras brotadas de la entraña de la tierra golpeaban a los que estábamos presenciando el espectáculo; empecé a ver huecos en el graderío; no parecía que nadie se hubiera movido y sin embargo la masa asistente iba mermando; el tribuno que se había sentado delante de mí de pronto había desaparecido; tampoco veía ya al prestigioso Vatinio, que está pintando los frescos en la villa del recaudador Curio Licinio; ni al senador Celio Calvo, de visita estos días en casa de uno de los príncipes de la ciudad; el decurión recién retornado de campaña, con el que había estado hablando a la entrada, también había abandonado su asiento; yo mismo palpé con disimulo mi túnica ceñida para asegurarme de que seguía allí)
...mas no debéis desalentaros cuando ya casi nada esperéis ni os parezca que no hay nadie en quien confiar, pues es sabido que no obstante el vacío que os amenaza mientras haya un ciudadano ímprobo y sobre todo ingenioso...
(me sentía huérfano, de acompañantes y de fortaleza; al entrar había sido golpeado por el agobio de la masa; ahora la vaciedad del teatro me asustaba; se suponía que aquella farsa debía ser divertida, pero el público no reía; no me atrevía a preguntar; no debía moverme; no sabía separar mi mirada de aquella máscara, cada vez más hipnótica; ni lograba cerrar mis oídos al tronante actor que desde un oscuro espacio había convertido al público en una asistencia invisible)
...dejad, pues, conciudadanos, que la nueva calenda decida por vosotros, que la palabra profética os indique el camino, que el sonido de las trompetas anuncien liberación y no derrumbe...
(me resultó desagradable la mención de las trompetas, porque estas ¿qué suelen traer? ¿victoria o sometimiento?; me descompuse: ¿acabaría yo también fuera de la grada?; el espanto me tenía aturdido; a cada momento captaba menos el eco desgañitado de un indescifrable personaje oculto tras la careta; no lograba entender el argumento de su actuación, ni si se trataba de un episodio de ficción o de un sermón colérico que nos predisponía ante mayores males; de repente este intérprete fatídico enmudeció; el actor y su máscara fueron retrocediendo del proscenio; la grotesca máscara se desplomó; quedó en el suelo dirigiendo su gesto inalterable al cielo; logré otear que al fondo, medio caído junto a la fachada de la escena, un hombre pequeño y sudoroso hacía un corte de mangas dirigido a la cávea, quejoso de que nadie le aplaudiera)
* Máscara de una exposición en el Museo Ara Pacis, de Roma.