domingo, 30 de octubre de 2011
estación término
yo sueño -
¿por qué sueño con tanta frecuencia con penetrar en lo imposible?
¿quizá porque mi sangre es igual al sueño o quizá
porque yo sea la muerte?
Adonis. Singulares.
muere, muérete en mí, se lo dice al oído, quedamente, mientras él evita moverse, ella abrazándose como puede a su espalda, apretada, cubiertos los dos por una manta que huele a sudores, lo hacen imperceptiblemente, hay mucha gente allí, todo su hacer es lento, disimulado, no pueden producir ruido, no deben ser descubiertos, aprovechan los movimientos de los demás cuerpos, los roces inevitables de otras ropas, cualquier arranque de una tos aguda viene bien, o los ronquidos, o algún lamento perdido en medio de la noche, cualquier sonido les favorece, sobre todo el traqueteo del tren cuando cambia de vías, entonces varían de posición, les sirve para hendir más sus cuerpos, para agarrarse a cualquier palmo de la piel, no bajan la guardia sino que afinan el cuidado, jamás ni uno ni otro se había entregado a nadie con esa mezcla de tiento e intensidad, como si interpretaran un acorde delicado que en tono bajo gana en receptividad, no se había dado la circunstancia, de vez en cuando fingen cambios de postura del sueño, no deben producirse jadeos, la mujer le tapa con los cabellos, nadie debe darse cuenta, le oculta, él ahoga sus jadeos en el cuello de ella, mientras la sujeta la cadera, mientras la levanta a hurtadillas, levemente, a la mujer le cuesta contener la palpitación que le sofoca, pone la boca sobre la cabeza del hombre, se esfuerza en resistirse al desvanecimiento, la mujer le hace desaparecer, como si le engullera con su cuerpo, como si entre ella y la manta hubiera un niño que se esconde, o un sueño, o una figura imprecisa, siente que él se disuelve, que sus contracciones contra la pelvis de ella la agitan más, teme la respuesta convulsa del hombre, y a la vez la anhela, soporta la quemazón de la boca del hombre, el afán de éste por no delatarse, ellos allí, en medio de tantos infelices, nur eine kurze Reise werden, les han dicho al partir, sólo va a ser un corto viaje, y ella no quiere que sea un viaje breve, no quiere llegar a ningún lado, ellos no quieren considerarse como los demás, su manera de amarse es también el modo en que rechazan aquello, y niegan el viaje en sí, que es también el frío, la masa de animales humanos extraídos de sus barrios, de sus aldeas, todos amontonándose en el vagón, el miasma que vuelve irrespirable un espacio, los lamentos, la inquietud, el desasosiego, las frases inconexas de los primeros enloquecidos, y el silencio terrible que a ratos les anula a todos, ellos abrazados cautamente, sin apenas saber cómo son sus rostros salvo por el tacto, sospechan del viaje lo que ignoran la mayoría, se diluyen el uno en el otro como una forma de huída, la única posibilidad de supervivencia, haciendo de sus cuerpos su propia estación término, un regate al destino
sábado, 29 de octubre de 2011
sin pérdida
la niebla, las sábanas arrojaban niebla sobre él; luego el suelo, borrando los pasos de sus pies a la intemperie; la ventana es alta, los goznes crujen, se resiste, la abre; arañazo, el perfil afilado del marco de metal en su costado; blasfemia, un desahogo común que le reconforta del impacto; piensa en el sonido contundente de la palabra, luego en el derribo del concepto, en el vacío de las divinidades inútiles; exposición, su cuerpo va perdiendo calor a medida que se entrega a la niebla exterior; se deja herir la desnudez por el frío; más boira al otro lado del arroyo, sorteando los abedules, ocultando la ladera; tos, tose fuerte, repetidamente, punzadas gélidas como bofetadas; ¿seré niebla?, se oyó preguntarse a sí mismo; soy la niebla, le dieron ganas de gritar, pero no le parecía apropiado; la bruma habría ahogado el eco; la niebla si algo tiene de caracteristico es silencio, constata; la humedad de la niebla es el desquite a la sequedad de los hombres, piensa; él se reconoce en el silencio; pero empapado en su ciénaga se constituye como niebla; levantará, pronto levantará, lo sé, se dice; ha bajado y abre el portón de la casa; la niebla le desnuda aún más; conoce la orientación; camina; no se desvía
jueves, 27 de octubre de 2011
ofertorio
correosa te revuelves, alada te escurres, vestal fugada de la crisálida del laberinto, salvas el cansancio de mis días para clavarme al destino, sabes que estoy ahí, te deslizas de puntillas sobre las brasas de mi cuerpo, tanteas cada ángulo, afilas cada perfil, olfateas cada cavidad, aspiras mi aliento, a cambio dejas el tuyo flotante entre mis sabores, te desparramas, te encoges, salpicas con la nieve de tu piel mi superficie desvalida, me ciegas, caes y me ciegas, no sé escapar, no sé pisar ninguna arena que no sea la tuya, no hay lluvia que me cubra desde que no me inundas, apuras en tu boca la fertilidad de mi oasis, dejas caer tenuemente los cristales de tus ojos traslúcidos, me pides que repte para ti, una vez más, me deslizo trazando tu contorno, engullendo cada gemido, sujetando tu textura de alma, te elevas, haces emerger el cráter para mi instinto de saurio, deslumbrándome con la luz que desprendes, enmudezco ante el oleaje de tu mirada de océano, caigo y extravío mi voz, caigo y extiendo sobre ti todo el vegetal del hombre salvaje, en el que están escritas las palabras aún no pronunciadas, las caricias demoradas, las miradas intuidas
(el hombre se levanta grave y herido por la pesadilla; se aprecia legañoso y ronco; las pesadillas desarman una parte de su resistencia; también le alimentan; la claridad cabe esperarla de la oscuridad, se dice; al mirarse en el espejo comprueba que sus escamas brillan más que otros días, los ojos saltones se repliegan y saborea con la lengua bífida la humedad pegada a su barba)
(Imagen de Michal Macku)
lunes, 24 de octubre de 2011
aprovisionamiento
A falta de calor dibujaba una hoguera. Si no corría brisa soplaba despacio sobre la palma de su mano. Condenado a no recibir una caricia recorría con sus dedos el torso y el abdomen sin prever límites en su descenso. No pudiendo partir a navegaciones lejanas construía barquitos de papel que acumulaba por los muebles de la casa o regalaba a los niños del vecindario. Impedido de ver paisajes abría las ventanas de par en par porque, decía, le llegaba el olor a tomillo. Si se sentía pobre en conocimientos soñaba ser el completo Leonardo. No sabía lenguas, pero disponía de una colección de diccionarios, incluido el de marathi y el de tongano. Al recibir el azote del agobio apagaba las luces, cerraba los cuarterones de los ventanales y se echaba en un rincón en posición uterina imaginando que nacía de nuevo. No percibiendo su oído palabras tiernas ni susurros de deseo declamaba a media y baja voz haciendo dos personajes. Ante la privación de una mirada honda recuperaba en el trastero de su memoria los ojos de un amor perdido. Cuando se quedó sin el sentido del olfato se ejercitó en recuperarlo a través del recuerdo, aunque su torpeza le deparase desagradables sorpresas. No asistiendo a películas de estreno en los cines de la ciudad se dedicaba algunos atardeceres a recrear intérpretes y escenas por medio de sombras chinescas. Aquel hombre era muy extraño según criterio de los vecinos, pero no se metía con nadie, ni nada exigía. Se abastecía imaginariamente para compensar sus privaciones. Un día lo encontraron sin vida, no se supo por qué causa, sumergido en la bañera, desnudo, afeitado el vello de todo su cuerpo y con la boca llena de sal. Alguien comentó que el fallecido le había dicho que siempre quiso convertirse en un ser de las profundidades abisales. Lo cual fue interpretado como que halló su forma de llegar al fondo del océano. Hubo quien más simple y realista pretendió que, en su afán por permanecer el hombre al margen de la más elemental de las provisiones, carecía incluso de oxígeno y no había sabido recrearlo. Pero esta última versión no prosperó. El juez se limitó a levantar acta de suicidio, más que nada por la forma de hallar el cadáver y por no haber huellas de agresiones externas, aunque no intuyera el motivo. Mas, ¿quién conoce los verdaderos móviles de un suicida? Cuando los nuevos inquilinos de la vivienda la limpiaron y tiraron los muebles se encontraron con una nota escueta: si un día me encuentran muerto no se gasten en ataúd ni en ceremonia alguna. Pero por favor, no escatimen tierra porque ya no estaré para prever la manera de enterrarme.
(Ilustración de Verónica Leonetti)
domingo, 23 de octubre de 2011
la ausencia de las otras
no consigue ver tras esos hombres enarbolando fusiles a unos liberadores; en todo caso son derribadores; han contribuido a un cambio, se han armado, pero no logra emocionarse con los gestos bravíos; el acompañamiento de gritos, los disparos al aire, la captura de prisioneros; ¿se sienten fuertes o solo vengadores?; ¿buscan futuro o sólo un arreglo de cuentas?; ¿van a seguir liberando elpaís, las conductas, las costumbres, el respeto, el reconocimiento a los demás humanos?; ¿o no cabe en los cálculos de los poderes fácticos que emprendan esa labor?; es probable que ni se lo planteen; su molde mental permanecerá acaso incólume; y la vida cotidiana seguirá en los mismos planos que antes; se pregunta si estarían ahí conquistando un país sin la contribución decisiva de potencias externas; recuerda entonces lo que aconteció con el suyo hace muchos años, cuando parte de las potencias europeas de entonces, supuestamente hermanas por mor de la democracia, abandonaron a su nación y la entregaron a la barbarie; no, no se emociona con las masas en la calle; y le duele la ausencia vital; ¿quién parirá a todos esos guerreros aficionados que convierten su virilidad en violencia?; le duele la ausencia, la mitad de la población ignorada; el otro género apartado, invisible, ajeno, inexistente; sin garantía de que ellas aparezcan en la cosa pública cuando todo se normalice, salvo para dar el beneplácito y seguir el juego de las doctrinas de la esclavitud; pero sin ellas no habrá revoluciones más allá de los disparos y la sangre por la sangre...
(Fotografía de Angela Etoundi Essamba)
jueves, 20 de octubre de 2011
sin auxilio del clemente y misericordioso
ve imágenes de una televisión árabe; inclemencia con los inclementes, se le ocurre; los que invocan al grande y clemente y misericordioso aplican la ley no-ley más antigua al dictador que también invocó al grande y misericordioso y clemente; a ese ser grande y clemente y misericordioso en la sombra le debe suceder como al otro ser también umbroso que es todo grandeza y amor y en cuyo nombre se han cometido siempre tantas tropelías, se le ocurre; personajes recreados y ficticios que se desvanecen ante la ley no-ley más antigua manifestada por los hombres; las no-leyes de la venganza, del ojo por ojo, del ajuste de cuentas, de la justicia por su mano; combate de leyes no-leyes antiguas donde el derecho y la razón se extravían; a la ley no-ley de la opresión le planta cara la ley no-ley de la resistencia; cuando se desbordan todos los lenguajes y se impone el más viejo; cuando todos los pensamientos, las creencias y las normas pierden su entidad para manifestar la crudeza de la bestialidad humana; los dictadores no suelen darse cuenta de que su reinado inicia su propia cuenta atrás desde el día que se consolidan como tales; y que se precipita hacia el fin en relación directa al ejercicio de su violencia institucional que ellos desencadenan para sostenerse; lo demás es cuestión de tiempo; hay algo de gesto ejemplar en la violencia de los oprimidos, piensa cuando ve al otrora poderoso mandatario arrastrado entre sangre por los suelos; hay algo de necesidad de verle asaltado, humillado, malherido y muerto para conjurar los agravios, las humillaciones, los crímenes cometidos por él; para justificar el instinto de la sangre se vierte más sangre; la insaciabilidad humana, piensa; no, acaso un dictador linchado no sea precisamente la imagen del cordero inocente; acaso su sacrificio no servirá para nada, ni para enseñanza de los dictadores de próximas hornadas, que procurarán ser más cuidadosos; eso piensa absorto y repugnado por la conducta humana; el grande y clemente y misericordioso ser etéreo invocado no acude en su auxilio; esta vez se ha puesto del lado del otro, del maltratado por décadas; más adelante se sabrá si los ejecutores de hoy serán cuerdos o encarnarán nuevas violencias de poder; es un juego circular; es un juego sin fin
(Imagen de DGTLK)
(Imagen de DGTLK)
martes, 18 de octubre de 2011
dieciocho de octubre
fue el otro día en la consulta del urólogo, mientras esperaba a ser recibido; fue en esa situación cuando hojeando el poemario le salpicó la revelación de unas letras hermosas: escribo porque un día, adolescente, / me incliné ante un espejo y no había nadie. / ¿se da cuenta? El vacío; aquella poeta mejicana lo decía con claridad y desparpajo, simulando las respuestas a las preguntas fingidas de un periodista cualquiera (ésa es la excusa del poema); piensa entonces, trata de recordar, si él también un día de su pubertad contempló un espejo vano, opaco, sin reflejo; si lo contempló, ¿reaccionó de alguna manera?; escribiendo no, desde luego; fácil que se dejó engañar, como tantos, por el espejo y sus connotaciones; se creyó la representación que le devolvía, normalizada, sumisa, siguiendo planes establecidos; pero algo se caía de la imagen; algo no cuadraba; fue así como sintió su primera y profunda perplejidad, la de la encrucijada: un camino cortado hacia el pasado y otro aún bloqueado hacia el futuro; ¿qué más vio en el espejo?; vio la pérdida; el extravío de la noción de tiempo; la rebelión contra un concepto que él creía inaceptable (aún no podía saber de la traición posterior de ese concepto sobre sus pasos); y se sintió desde entonces desenganchado del ritmo obligado, circulando a duras penas; ¿qué mas vio?; la pulpa sangrante de su corazón, no preparado acaso para los duros rituales de exigencias, que iban a ir siempre a más; es curioso contemplar la consulta atestada de hombres en una especialidad tan manifiesta; la espera hace que el libro transcurra entre sus manos; y él olvide para qué está allí y divague;
(La imagen es obra de Jorge Molder)
domingo, 16 de octubre de 2011
dieciséis de octubre
siempre le impresionó este cuadro del gran Brueghel el Viejo; tanto como temor le dió; no es que lo representado sea únicamente morboso, sino que también se trata de una circunstancia terrible; un estado del que nadie está libre; ve infierno en él; ve condena; ve también avisos no escuchados; ve un destino siniestro; ve sentencia física, inapelable; por supuesto que ve en la escena a los ciegos, pero también a los incautos; cuando la metáfora supera la imagen figurativa el cuadro le parece una anécdota; cuando hoy día los acontecimientos desbordan a la metáfora se sobrecoge con la clarividencia del pintor flamenco, que es la prolongación de la parábola; no quisiera que ciertos clamores se convirtieran en meros cantos de sirenas; pero ciertas señales se van imponiendo con tozuda insistencia; qué hacer, se pregunta; qué hacer si la gente no quiere ver...
miércoles, 12 de octubre de 2011
donde no llegó Ulises
¿Qué hay debajo del suelo?, preguntaba
temeroso el niño.
Agua, un océano enorme, le respondían.
¿Y debajo del mar?
Tierra, una montaña de fuego.
¿Y más allá del fuego?
Nada.
¿Ni tú ni yo?, inquiría con angustia
al hombre de manos de hielo.
Nada, salvo tú y yo.
Aral. El mar de Aral.
y este pequeño poema, que leyó no hace mucho tiempo, le viene al recuerdo en una incierta noche y lo busca; ahora que los habitantes de una pequeña isla donde no llegó Ulises se desasosiegan; ahora que los hombres se dividen entre los cuerdos y los locos, y los estúpidos indecisos; ahora que una vez más la conciencia del vacío se muestra implacable en el cerebro humano; esa dialéctica en que han entrado los occidentales de pensar que todo es previsible, improbable y evitable; esa presuntuosidad de que la naturaleza está bajo control; esa distorsión de desvincularse del lenguaje de la tierra cercana, del océano omnipotente, de las especies que les comparten y les soportan, de la materia oculta siempre revelándose; esa parálisis de los viejos regímenes de los hombres y el coletazo del dragón que lo salpica todo; no, su preocupación no es temor ni huída hacia delante ni mudez ni ceguera; la infancia no quedaba tan lejos y ahora se da cuenta; la infancia no era un tiempo, sino una conciencia; la infancia no se trataba de un tránsito, sino que era él mismo; como el poeta, aún se pregunta: ¿quedaremos, al menos, tú y yo?
(La imagen es del pintor Kuzmá Petrov-Vodkin. El poema aparece en http://elmardearal.blogspot.com)
martes, 11 de octubre de 2011
La burbuja
A veces se pregunta qué platillo se inclina más en la balanza de las tolerancias y de las persecuciones. No es un hombre que se conforme con vivir en la burbuja. Ni siquiera cree al cien por cien en ella. Sabe que la tolerancia occidental para con sus territorios y pobladores implica una contrapartida. La cesión de una parte del libre albedrío de los ciudadanos, la conformidad, la aceptación de una reglas de juego que nunca son fijas ni estáticas. Que oscilan, se interpretan y se inclinan hacia un lado. Según la presión de esa parte en fricción permanente con la otra. Porque todo está sometido a un pulso de poderes. Si el ciudadano cede, los poderes efectivos se la cuelan. Y entonces el camino de las restricciones, limitaciones y prohibiciones se amplía. Sospecha que la actual crisis puede traer una merma de derechos y reconocimientos cívicos. Que la crisis es un eufemismo que está ocultando -cada vez menos- una recomposición de los poderes, una emergencia de unos poderes sobre otros, el afianzamiento de unos propietarios sobre los demás. El control más absoluto de la vida y la organización social. Esas urgencias a recapitalizar la banca con dinero público lo deja todo claro. ¿Cómo va a derivar todo eso en la ciudadanía? Teme que se traducirá en pérdidas. No sólo de coste público, condiciones económicas familiares, formas de contratación laboral u obligaciones abusivas como usuarios y consumidores, sino también que serán heridos los derechos y la representación públicos. Pérdidas de dignidad, de libertad, de creatividad. No le gusta el cariz de los acontecimientos, pero los ve imparables. La democracia será cada vez más formal y se exigirá a los miembros de la comunidad unos cumplimientos cada vez más estrictos de las nuevas formas de funcionamiento. El viejo instrumento de coerción, el Estado, seguirá siendo utilizado y adaptado por los poderes triunfantes en su hegemonía. Probablemente modificado. Hace tiempo que la política es subsidiaria de la concentración de poder económico y financiero. Que no se acepta la intervención cívica más allá del corsé de una ley electoral hecha a imagen y semejanza partidista de las dos caras de la misma moneda. ¿Quedará cada vez más ajustada y relegada a los designios de este poder? Le gustaría oír el rescate de lenguajes antiguos, no menos reales. Por ejemplo, que el pulso y la tensión es de intereses de clases, aunque sabe que las clases no son estables y que también se están reconfigurando. Que ya de por sí se encuentran muy diezmadas y que habrá sectores que colaborarán servilmente con el poder establecido y otras que se resistirán a la mengua de sus derechos. Tal vez estos comportamientos se están instalando ya. Una burbuja en la que se vive. Donde el ser humano parece que prefiere definirse -triste ceguera- por un estado de consumo, que pretende apoteosis de bienestar y seguridad. antes que por una organización más equitativa y participativa de la sociedad. La respuesta: un sálvese quien pueda. Donde los valores que alguna vez significaron algo no existen; ya se sabe, aquellos conceptos y palabras tan idealistas como solidaridad, apoyo mutuo, justicia. ¿Existieron ampliamente alguna vez o sólo en la conducta de los idealistas? Aceptación cotidiana de la burbuja, hasta que ésta se diluya o pinche.
Entonces una noticia de última hora le hace pensar en que hay burbujas peores o no las hay. Piensa en la actriz iraní Marzie Vafamehrha, chivo expiatorio del fundamentalismo que es tanto como decir de la intolerancia y la represión más necias. Una condena a un año de cárcel y noventa latigazos por interpretar una película que no es del agrado del gobierno y de la autoridad religiosa. ¿Por qué ella es la condenada y no la productora o el director o el guionista o cualquier otro miembro del equipo? No hace falta mucha sagacidad para obtener respuesta.
domingo, 9 de octubre de 2011
la noche que (no) vio a las dracónidas
Los hombres se pierden cada vez más los acontecimientos extraordinarios. Sobre todo aquellos que están fuera de su control. Los que precisamente por no haber intervenido nuestra especie sobre ellos deberían convocarnos a todos. Si un fenómeno como el de la noche pasada -no es realmente una lluvia de estrellas pero el encantamiento y atracción que los astros producen sobre nosotros nos hace llamarlos así- se da cada equis años, ¿no es para despertar la curiosidad, el instinto natural, el sentido de la belleza y la capacidad de asombro de los seres humanos?
Siempre queda la opción personal de apartarse de una urbe y subir a un cerro. Pero él imagina por un momento que podrían haberse producido otras actitudes. Si no fuera porque los humanos viven encerrados en sus rediles minúsculos, mirándose al ombligo sin obtener respuestas en lugar de contemplar las estrellas, que sí las dan. ¿Por qué ha dejarnos de convocarnos la naturaleza?, se pregunta. Y sin embargo los hombres la siguen temiendo. A las sociedades desarrolladas, que han puesto abundantes medios en práctica, tanto de prevención como paliativos, les alarma como les espanta a los que no pueden ponerse a salvo cuando se producen las furias naturales. Pero estos últimos perecen más. ¿Por qué ese extravío del vínculo con lo natural, ese desinterés, ese volver la espalda a lo que es superior a los hombres?
Se apena por la ocasión perdida. Imagina que la noche pasada todo el mundo se ha parado para contemplar el cielo. Que las luces de las ciudades se han apagado, que los automóviles no circularon, que las televisiones detuvieron sus emisiones. Que la gente subía a las terrazas o se concentraba en la calle para admirar lo real y tangible, no lo virtual. Para ponerse los hombres contentos, para admirarse, para sentirse más llenos de verdad. Pero el animismo no cunde en estos tiempos de olvido de los orígenes. En estos tiempos en que el hombre teme al hombre y piensa que siendo todos de la misma hornada se van a quemar menos. Él no quiere dejar de soñar con que son estrellas, aunque no lo sean. Se tendió sobre la cama, desnudo, mirando el techo, derivando sobre las sombras como si las estrellas cayeran sobre él para fecundarle. Y aun deslumbrándole la interpretación científica él necesita elegir la onírica también. Para humanizarse dos veces. En tiempos de desolación, pensó, mejor mirar el firmamento. Aun el soñado.
(Imagen de Presencia de espíritu)
viernes, 7 de octubre de 2011
el alma del caminante
“Atravesándolo a pie, el hombre transforma el espacio geográfico en morada dominada por él.”
Iván Illich. Energía y equidad.
Un hombre camina. Es el alba, todavía velado, y anda pegado a la pared. Utiliza calles secundarias, a ser posible oscuras. Trata de permanecer al margen del control de las cámaras de vigilancia. Cuando percibe la luz de algún vehículo se pega más a los muros o se introduce en algún portal ocasionalmente abierto. Luego continúa su ruta con prudencia. Se desplaza siempre en guardia. Teme ser observado. Tras una ventana ha visto una sombra que se retira con urgencia. Advierte una figura que dispara un flash. Enseguida se presenta un coche de la policía antipeatonal y le da el tiempo justo de ocultarse. Los agentes de la policía antipeatonal son rigurosos e inflexibles. Fichan enseguida a los caminantes osados. Las leyes han convertido de facto al paseante en una especie a extinguir. Y el Estado ha proporcionado los elementos coercitivos precisos para que la ley se cumpla. Ya no legislan diputados sino el Gran Consejo de Fabricantes, en el seno del cual el sector del Motor y Transporte se manifiesta como uno de los holding más influyentes. Han hecho leyes y normas de circulación dirigidas íntegramente a favorecer la circulación rodada. Sólo se permite caminar a los ciudadanos en un radio pequeño, justo en recorridos a través de los cuales la gente alcance pronto un supermercado cercano. A los niños se deja que se acerquen acompañados si el parque está próximo a su domicilio. En el parque el mobiliario de los juegos simula automóviles, aviones, trenes de alta velocidad. Si es la primera vez que cogen a un ciudadano caminando le aplican sanción meramente administrativa, pero económicamente onerosa. Si la acción es repetida se le aplica la ley penal. Decidir la aplicación de la ley penal provocó discrepancias al principio. Pero en nombre de la creación de los puestos de trabajo, del consumo de carburantes y del combate de la inflación se resolvió que tenía que ser más implacable. También se persigue de modo muy punible a cuantos ciudadanos extiendan rumores sobre los niveles de contaminación. El hombre sabe que va a tener difícil el recorrido. Que conseguir salir de la ciudad por su propio pie puede ser dificultoso y sumamente arriesgado. Pero no menos que intentar cubrir los escasos cuarenta kilómetros que le separan de la ciudad vecina e intentar entrar en ella. Hace años que las ciudades están blindadas al acceso peatonal debido a la tupida red de rondas y autopistas que imposibilitan ser cruzadas a pie. Hay bandas organizadas para ayudar, a cambio de ciertas cantidades de dinero, a los viandantes que han desafiado las leyes a entrar o salir de las ciudades, pero muchas de ellas son señuelos de la policía para atrapar, incluso en los límites, al individuo arrojado que se ha lanzado desesperadamente a la aventura. El hombre se lo ha estado pensando durante bastante tiempo y no ha querido renunciar. Bípedo se ha sentido toda la vida y no desea pertenecer a la nueva condición de la especie, que renuncia a sus extremidades. Ser bípedo le ha permitido sentirse siempre libre. No podría entender la libertad de otra manera, aunque los fabricantes de medios de transporte hayan instaurado su nuevo y supuesto reino de la libertad a través de la biblia de la publicidad dogmática. No puede entender la contemplación del paisaje sin practicar lo que le enseñaron desde niño: a caminar, a parar cuando deseara y a contemplar la naturaleza o las ciudades históricas cuando le complaciera. Recuerda con nostalgia los largos paseos con su padre primero, con los otros chicos de la escuela después. Para él, renunciar a sus pies es renunciar a su pasado. También a su libertad. También a su alma. ¿El alma de un niño? El alma de un ser que dice no.
(Para Stalker)
jueves, 6 de octubre de 2011
aversiones
incorporarse de la enajenación de la noche con un fuerte dolor en las cervicales; contractura le dirá el médico, si persiste la molestia; sin ser paciente se imagina el ritual que siguen los dependientes habituales; siente aversión a ser carne de despacho de recetas; ¿por qué habrá tanta gente que guste de acudir a los consultorios?; la mera imagen de la espera le retrae; el flujo de gente le resulta poco atractivo; alguna vez en que ha acudido por necesidad se ha quedado con los ojos cerrados; para no ver, para permanecer mudo, para hacer como que no oye; una vez se quedó dormido de verdad; cuando pronunciaron su nombre por el altavoz no se enteró y perdió la vez; se consoló de la adversidad pensando que había sido un sueño breve pero excelente; no pidió nueva cita ni volvió a la consulta, y el presunto mal se le pasó; hasta hace poco siempre había creído que mucha gente padece presuntas enfermedades; que se obsesiona con los primeros síntomas; que no tiene paciencia para observarse; óyete a ti mismo, se dice parodiando la máxima socrática; claro que hay ocasiones en que uno no se oye, o se escucha mal, o no quiere aceptar lo que percibe; el estado de alarma sobre el cuerpo recorre una línea que no siempre aparece marcada con claridad; será algo o no será nada; dilema que no sabe resolver, pero que teme que tampoco un especialista se lo resuelva; siempre le preocupó que los titulados le diagnosticaran mal; sobre todo desde aquella situación excepcional en que le extirparon el apéndice sin padecerlo; no es el recuerdo de un sufrimiento pasajero lo que más le irrita, sino que intervinieran sobre su cuerpo tan impunemente, y cerraran el caso con una simple explicación, falseada posiblemente, y sin reconocimiento del error;
(Fotografía de Jorge Molder)
el súcubo
la otra noche se hundió en la cama con una pesadez y un cansancio que prometían un sueño reparador; no haberse despertado durante la noche le hace sospechar; presiente que algún súcubo le ha tentado; pacto improvisado y secreto: se ha dejado tomar a cambio de que le alejara de la realidad; un súcubo sibilino y dulce que le ha permitido el descanso de la mente consciente por el precio de convertirse en su propia persona; un súcubo apasionado que ha agitado despiadadamente su cuerpo; le decía: te tomo para que conozcas otro mundo; te arrastro para que sientas los placeres que no sientes; te alejo provisionalmente del dolor aun cuando no podrás evitar que te vuelva el dolor cuando me marche; me sentirás y me verás y desgranarás tus apetitos, le dijo el súcubo, incluso cuando te sientas saciado; aun cuando al escaparme de ti se engendre de nuevo en tus entrañas la privación; y el súcubo poseyó al hombre hasta la extenuación, y al despertarse se encontró que había sido abandonado en el olvido; tales son los usos de un súcubo; y mientras el hombre se palpa la tensión y la tortura de sus vértebras superiores, una idea avanza en su interior; un objetivo onírico se empeña en abrirse paso: traer a esta orilla de su ser al súcubo rebelde; se frota el cuello con ambas manos, mientras un ligero mareo le acosa;
(Fotografía de Jorge Molder)
lunes, 3 de octubre de 2011
demasiado tarde
Demasiado tarde para leer los libros no leídos. Por supuesto, no piensa tanto en la cantidad como en el interés de algunas obras de cuya existencia se enteró cuando su vida iba de vuelta. Demasiado tarde para llegar a las buenas letras que han convertido su vida en una vorágine más intrincada de lo que ya es de por sí sin leer. Ahora que puede acercarse a ciertas claves, reconocerse en determinadas situaciones narradas, captar las tramas noveladas como si fueran reflejos de las existencias humanas, ahora es cuando no da abasto. No es que su pasión merme, ni que el placer que obtiene rebaje la atracción, ni que pierda interés por la arquitectura de las formas y el engranaje de los argumentos. Es una sensación de desasosiego ante tanta belleza. Una incapacidad de aprehender géneros tan diversos como enriquecidos por las manos que moldean sobre los barros exquisitos con los que se hace la materia narrativa. Ve en toda obra un relato de los sentimientos. Piensa que si no existe expresión de los sentimientos en un poema o en una novela o en un texto inclasificable las letras nacen muertas. Cata en cada libro el descubrimiento de las sensaciones, las que van a servir de vehículo de la afectación interior. Sin sentimientos y sensaciones no hay paisaje que se perciba en todas sus dimensiones. Teme que ese toma y daca entre él y sus lecturas puedan tener los días contados. Muchas noches se queda encendida la lámpara de la mesilla mientras cae rendido. Casi a propósito, como un guiño a su pasión y un desafío a sus limitaciones. Si alguien leyera en sus sueños…
(Fotografía de Gilbert Garcin)
domingo, 2 de octubre de 2011
lo que fue
revolviendo cajones ha dado con una foto rancia; tiene setenta y cinco años de existencia justamente; no reconoce a nadie porque este tipo de fotos, si no hay quien señale y diga éste es mengano y aquél es zutano, parecen fotos de cartón piedra; fotos de ficción, como si los personajes no hubieran existido; y tal es la sensación que tiene cuando recorre con su mirada a cada uno de los personajes de ese tablado de la muerte, que no está seguro si es parte de una obra de teatro o fue una situación real; que se exhiben, no cabe duda; pero el fotógrafo no logra arrancar a ninguno de los presentes ni la más leve sonrisa; teatro no debe ser, puesto que tampoco se trasluce ese gesto relajado que los actores saben poner para que siempre quede claro que la obra es una cosa y los individuos que la escenifican es otra; y esa gravedad de cada jeta, esa severidad conspicua que delata que algo criminal deben estar tramando, esas mandíbulas prietas con las que sujetan sus temores y también sus odios, esas miradas inciertas y escasamente felices predispone a la peor de las interpretaciones; la aparición de armas, de cascos y de uniformes siniestros dan fe de la aventura despiadada y cruel en la que se hallaban embarcados contra otros españoles; ¿qué organizaban? ¿la batida nocturna? ¿una saca y su consiguiente paseo? ¿un ajusticiamiento sumario? ¿el reparto de bienes de los asesinados?; se queda estupefacto; nunca había visto tanta expresividad inexpresiva en una imagen de seres afeados por su opción abyecta; no quiere ni pensar en las aberrantes invocaciones que salieran de sus gargantas para justificar la barbarie; y aún hay gente hoy día a la que no le gusta que se abran las fosas de quienes perdieron la vida por la actitud visceral e inclemente de personajes como los que posan; decide no seguir registrando cajones; ya no hay nada que hacer
sábado, 1 de octubre de 2011
la persiana
al levantar la persiana tiene una corazonada siniestra; imagina que no ha soñado; imagina que ha perdido la curiosidad; imagina que no tiene recuerdos; imagina que desconoce el deseo; imagina que se ha quedado sin imaginación; palpa la superficie de su piel y la halla helada; trata de alcanzar sus cabellos y no los encuentra; intenta olerse y el sudor no le devuelve identidad alguna; provoca una bocanada de aliento y el espejo no se empaña; al ir a mirar sus facciones el cristal no le devuelve ninguna imagen; intenta tragar saliva y siente bloqueada su garganta; emite una retahíla breve de palabras inconexas y no se escucha; sin embargo, percibe otros ruidos; oye el tráfico que llega de la calle; oye los pasos ágiles de gentes que se dirigen a trabajar; le llegan otras voces y la convulsión de una carreras nerviosas que suben la escalera; hay golpes en la puerta, su nombre repetido con insistencia, la manilla que se mueve agitadamente; hay una energía contenida de personas que requiere algo de él y que no logra traspasar el umbral de su habitación; luego, silencio, una especie de abandono, la difusión de los sonidos; más frío; la luz mutante del día que no es como la de todos los días; la noche descolorida que se precipita antes de ser noche; todo se ha convertido en privación y un ligero hilo de pensamiento le devuelve por un instante un nombre; tal vez un aroma, tal vez una sensación, acaso un sentimiento, puede que un estremecimiento; ¿deberá volver a levantar la persiana?
(Imagen de Giorgia Napoletano)
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