la otra noche se hundió en la cama con una pesadez y un cansancio que prometían un sueño reparador; no haberse despertado durante la noche le hace sospechar; presiente que algún súcubo le ha tentado; pacto improvisado y secreto: se ha dejado tomar a cambio de que le alejara de la realidad; un súcubo sibilino y dulce que le ha permitido el descanso de la mente consciente por el precio de convertirse en su propia persona; un súcubo apasionado que ha agitado despiadadamente su cuerpo; le decía: te tomo para que conozcas otro mundo; te arrastro para que sientas los placeres que no sientes; te alejo provisionalmente del dolor aun cuando no podrás evitar que te vuelva el dolor cuando me marche; me sentirás y me verás y desgranarás tus apetitos, le dijo el súcubo, incluso cuando te sientas saciado; aun cuando al escaparme de ti se engendre de nuevo en tus entrañas la privación; y el súcubo poseyó al hombre hasta la extenuación, y al despertarse se encontró que había sido abandonado en el olvido; tales son los usos de un súcubo; y mientras el hombre se palpa la tensión y la tortura de sus vértebras superiores, una idea avanza en su interior; un objetivo onírico se empeña en abrirse paso: traer a esta orilla de su ser al súcubo rebelde; se frota el cuello con ambas manos, mientras un ligero mareo le acosa;
(Fotografía de
Jorge Molder)
¿Y el íncubo? Besso
ResponderEliminarTambién tiene su víctima, evidentemente. Pero no era el caso.
ResponderEliminarBuen día, Emejota.