viernes, 30 de diciembre de 2022
Zambullida entre dos aguas
miércoles, 28 de diciembre de 2022
Crónica de un jugador de tlachtli
lunes, 26 de diciembre de 2022
Lo que va de ayer a hoy
viernes, 23 de diciembre de 2022
Yo fui tú, tal vez tú nunca seas yo
No se aburre, sino que recuerda. Le dan ganas de contárselo. ¿Sabes que una vez yo fui tú? Aunque se lo dijera el niño no le va a entender. El niño está a lo que está. Inquieto y confuso. Expectante y temeroso. Es 1953 y las cosas no están boyantes en casa pero hay que tener entretenido al chico. Edward, llévale a que vea al tío John ganándose una extra a las puertas del gran almacén. Al fin y al cabo no le va a reconocer envuelto en su disfraz. Procura que no se acerque mucho para que no note el aliento a alcohol barato del tío John. Ah, Edward, ponle el abrigo elegante, el de los domingos, que no nos sobra pero no hay que causar la impresión de que estamos peor que otros. Y de camino le puedes prevenir de que no se haga ilusiones, que no le van a regalar ningún juguete de lo que exponen allí. Que aquello está de adorno. La tarde hastía al tío John. No faltan niños pero recitar la misma cantinela con cada uno y sin poder echar un bendito trago es agotador. Menos mal que este trabajo dura dos días, piensa el actor. Se apoya en su codo y le pregunta a la criatura su nombre. ¿Cómo te llamas? El niño duda, se traba, se paraliza. Ya sé, exclama con voz aguardentosa la humanidad del tío John revestido de personaje de cuento. Te llamas Jim. El niño se sorprende, incluso se asusta. ¿Cómo lo sabrá? ¿Lo sabrá todo sobre mí? Luego afirma con la cabecita y tentado está de echar a correr. Si sabe mi nombre sabe más de mi casa. De las broncas entre mis padres. De los trabajos de mierda que a veces consiguen y en los que apenas duran. De lo ebrio que llega el tío John un día sí y otro también. De que le siso a mi madre algunos peniques para dulces. De que si no pagamos el alquiler nos echarán de la casa de Clerkenwell y tendremos que cambiar de barrio. Ahora me preguntará cuántos años tengo y qué quiero pedir. El viejo se lo pregunta. Jim calla y se queda con ganas de responder que si lo sabe todo sobre él mejor será que le evite respuestas tontas. Mira las barbas desastradas de aquel personaje, su gordura excesiva, la pose campechana, la ahíta indolencia con que recibe a toda la fila. Y ahora saldrá con aquello de que si he sido bueno y si voy a seguir siéndolo. Lo de siempre. Se lo espera, preferiría que no le chantajease, pero no hay pregunta comprometedora. Dile a tu tío John que se porte bien y que eche una mano a tus padres, dice de pronto el longevo supuestamente llegado de no se sabe bien qué país del frío. Jim se queda en blanco. Mudo, desasosegado, su rostro es el del espanto. Vámonos, me da miedo, dice a su padre que le observa a distancia. Sale de la fila dejando plantado al ilustre. Su padre respira hondo, pensando que qué bien, que tendrá tiempo todavía de pasar por la taberna de Chuck antes de llegar a casa. Si te parece compramos un trozo de plum kake y nos lo comemos mientras paseamos. ¿De muchas frutas?, salta el niño. El que más confitado tenga, responde Edward.
(Fotografía de John Chillingworth, 1953)
miércoles, 21 de diciembre de 2022
Va de cuento inacabado que se puede leer como si no lo fuese
En un país multicolor...¿se acuerdan de la canción? Algunos se empeñaban en que aquel país fuera de un solo color, como ya anteriormente lo había sido para desgracia y perdición de sus pobladores. ¿Lo querían blanco, azul, verde, naranja, morado, amarillo...? La paleta plástica es tan inmensa como deslumbrante y creativa...¡Qué va! Concentraban todos sus esfuerzos en que fuera negro, simplemente negro, totalmente negro. Negro de oscuridad de ideas. Negro de atropello. Negro de uniformidad. Negro de indefensión. Negro de perspectivas. Negro de corrupción. Negro de enfrentamiento. Utilizaban todos los recursos a mano para que sus peones colocaran palos en las ruedas de la evolución. ¡Como si los cambios y las transformaciones se pudieran parar! Querían ser fieles herederos de una trayectoria histórica egotista y propietaria. Y mientras, las ratas pululaban por aquí y por allá. Eso sí, resultaba que las ratas eran pardas, muy pardas. A ver, ¿a qué me recuerda eso?, se preguntaban muchos ciudadanos.
domingo, 18 de diciembre de 2022
El día que Wolf Erlbruch dejó de ser pato
viernes, 16 de diciembre de 2022
Miedo. Recuerdos
Los recuerdos son cómodos. La memoria es una cuna donde vuelve a crecer lo perdido. Te refugias en la comodidad que su ejercicio proporciona para paliar los miedos del presente. ¿Que sumergirse en el recuerdo es ambivalente? Por supuesto, permite perspectiva y acaso una valoración de los viejos acontecimientos que antes no había sido posible. Pero también es abrigo donde ponerse a salvo de responsabilidades que no se quieren asumir.
Max es contundente cuando tras una noche insomne combina cansancio con una dosis de creciente adrenalina.
No responsabilizarse uno de las cosas del día a día, se tenga la edad que se tenga, ¿no es acaso una huida?, le replico con suavidad. Tal vez, dice. Ahí radica la cuestión. El monstruo acecha y sucede que todo aquello que nos debería dar más seguridad, porque sabemos más, porque hemos velado muchas armas, porque creemos distinguir el bien del mal, porque presumimos de conocernos con cierta profundidad los unos a los otros, se torna asustadizo. Hay días, amigo mío, que no solo se teme a lo imprevisto sino también a las circunstancias a las que nos hemos acostumbrado pero que, sin saber por qué, se vuelven desasosegantes, cuando no obsesivas.
Entiendo por lo tanto que recurras a los recuerdos para sortear los miedos, infundados o no, le comento con prudencia. Tú también practicas el ejercicio de fuga al pasado, me contesta Max airado e implacable. Que no quieras aceptarlo es otro tema. Pero es allá atrás donde buscamos consuelo. Es en los tiempos redivivos de la inexperiencia donde nos bañamos para purificarnos del pánico y la inseguridad que sentimos cada jornada al despertar. Es en la lejanía pretérita, que nos cuesta cada vez más reconstruir mentalmente, donde nos convertimos en eremitas de nuestros fracasos. Esta última opinión me altera, no puedo dejar de objetarla. ¿Crees que no ser capaces de superar los miedos es un fracaso? Por supuesto, insiste. Pero no se admite. Es una especie de ingrediente sustancial de la soledad. Algo que se oculta ante los demás para no parecer más frágiles de lo que somos.
(Pintura de Peter Birkhäuser)
martes, 13 de diciembre de 2022
Rescate y presencia, ahí Pompeya
Me ha pasado una cosa curiosa, puramente instintiva, con esta fotografía. Por un momento he pensado que la persona agachada estaba incorporada de alguna manera a los estucos pintados. No sé por qué. Acaso la trenza, el pañuelo en diadema, la camisa aligerada, la hechura equilibrada del cuerpo y algo que sujeta en la mano esta restauradora, como si se tratara de una oferente, me ha provocado una asociación de ideas subconsciente que me ha trasladado al imperio romano.
Podría limitarme a admitir que tengo ya un nivel de despiste elevado, o de desconcentración o de miopía avanzada, o simplemente que la visión cinematográfica se mezcla con la real en mi mente, pero prefiero orientar la explicación de otra manera.
Como se trata de la poderosa Casa dei Vetti de Pompeya, que van a inaugurar para la visita del público dentro de unos días, creo que por un instante me han abducido sus paredes de color almagre y me he hallado sumergido en aquel ámbito dedicado al dios de la prosperidad, Príapo. Sí, el de monumental falo en permanente erección, que se hacía contrapesar en uno de los platillos de la balanza con el otro platillo donde se representaba la riqueza, y por lo tanto, el bienestar. Bueno, esta fue la idea vengativa y con sarcasmo de los propietarios encumbrados de aquella finca, como respuesta a la envidia que habían suscitado.
Hasta qué punto la influencia de lo que consideramos inmóvil y desaparecido -siglos de ruina y ocultación bajo tierra y lava- sitúa nuevas miradas y nos arrastra a un pasado sobre el que nuestra curiosidad no renuncia. En alguna ocasión se lo tendré que preguntar al espíritu de Winckelman.
Leído en la web archeologiavocidalpassato:
domingo, 11 de diciembre de 2022
El instante intenso en que Ingrid Bergman se apodera de Ilsa Lund
viernes, 9 de diciembre de 2022
Cosas de Neo, la ingeniosa
martes, 6 de diciembre de 2022
Tarde de día festivo con Giacomo Casanova
Me he pasado la tarde leyendo algunos episodios de la vida de Giacomo Casanova, y me lo he pasado en grande. No solo por los episodios en sí, sino por sus reflexiones. Y como no se me ocurre nada que escribir hoy de mi propia cosecha no me resisto a copiar y pegar aquí una parrafada del veneciano, que es más jugosa que mis ocurrencias. Está tomada de Mi fuga de las prisiones de Venecia.
"Quienes sostienen que los sufrimientos morales son más graves que los males físicos que afligen a nuestro cuerpo se equivocan por completo, pues las enfermedades del espíritu solo atacan al espíritu mientras que las del cuerpo minan lo físico y destruyen lo moral. El verdadero sapiens, el sabio, es siempre y en todas partes más feliz que todos los reyes de la tierra, nisi quum pituita molesta est *. Por lo demás, no es posible vivir mucho tiempo sin que nuestros órganos se consuman; creo incluso que si se mantuviesen exentos de todo deterioro, sentiríamos el golpe de la muerte con mucha mayor fuerza, pues la materia no puede resistir el paso del tiempo sin perder su forma: singula de nobis anni praedantur euntes**. La vida es como una amante a la que queremos demasiado y a la cual siempre terminamos por dar todo lo que nos pide con tal de que no nos abandone. Desvarían quienes han dicho que hay que despreciarla; es a la muerte a la que hay que desdeñar y no a la vida. No es lo mismo. Son dos ideas completamente diferentes: amando a la vida me amo a mí mismo y odio a la muerte porque es su verdugo. El sabio, sin embargo, debe limitarse a despreciarla porque el odio es un sentimiento que incomoda. Quienes la temen son un poco necios, pues es inevitable; y quienes la desean son cobardes, pues todo el mundo puede procurársela cuando quiera".
* Salvo cuando la pituitaria me atormenta (Horacio)
** Cada año que pasa nos roba a todos alguna cosa (Horacio)
Independientemente de los conceptos y de la visión de las cosas que tenía Casanova hace doscientos treinta años largos, pues al fin y al cabo era hijo de su tiempo, creo que no eran nimiedades lo que pensaba. Y en cierto modo no hacía sino repetir lo que los clásicos ya concluían dos milenios antes.
La cita está tomada de la edición de la Editorial Valdemar.
lunes, 5 de diciembre de 2022
Ante el 6 de Diciembre: Aquel Juan Genovés que muchos llevamos dentro y nunca debemos olvidar
Del distanciamiento...
viernes, 2 de diciembre de 2022
Nunca quedó París
Dime que no me la vas a jugar otra vez, volviendo a abandonarme. Bien sabes que nuestro amor será eterno, querido. La eternidad dura tan poco. Pero es eterna mientras permanece. No me basta. Tampoco podemos cambiar el destino, mi cómplice. Un destino que hemos elegido, ¿no crees? Solo en parte, querida, solo en parte, aquella que creemos controlar. Tú lo dices bien, y nuestro margen es reducido, tanto en tiempo como en capricho. ¿Piensas que amarse es un capricho? Por supuesto en cierto modo, un capricho adaptado a la necesidad. Pero la necesidad es maleable y cambiante. De ahí que siempre debemos considerar la aproximación de dos personas como algo efímero o, si prefieres, circunstancial. Habría que ser extremadamente frío para verlo de esa manera y tú mismo, aunque lo dices no lo eres. Pero es así. Cada individuo evoluciona en sus propio territorio, aunque comparta ideas, afectos y obligaciones con otros. ¿Por qué en el amor iba a ser de otra manera? Te falta decir que el amor es como cualquier otro negocio. Me da apuro reconocerlo, pero ¿acaso no lo es? O como los pensamientos que uno tiene, que mutan y se alteran, a veces renovándose, en ocasiones aferrándose a planteamientos sin salida. Pero los afectos tienen salida, querido. Y a veces son callejones contra una pared, o como dicen en París, cul-de-sac. Tal vez cuando alguien se da cuenta de que todo se ha estancado haya que utilizar otros recursos. ¿Como el alejamiento mutuo, por ejemplo? O simplemente un escape temporal. Si lo vivido entre ambos fue profundo y nos ha marcado es parte de nuestra continuidad en la vida, estemos con quien estemos. No me es suficiente. Pero se puede vivir con ello y resulta incluso estimulante. Ya, entiendo, eso de llevar cada uno en la memoria y el deseo propios al otro, pero sin tocarse. Es que la caricia es una losa si no hierve el anhelo y se dota de cierta estabilidad. ¿Si te dijera que incluso en el tiempo que estuvimos apartado el uno del otro seguí acariciándote? ¿Si te dijera que yo lo intuía y que me dejaba? El problema es que ya no podremos volver nunca a París y me temo que estoy harto de seguir en Casablanca. Entonces hagamos del día una eternidad reencontrada. Y también de la noche.
(Ambos ríen estruendosamente mientras el coche acelera hacia el reencuentro del calor)
lunes, 28 de noviembre de 2022
Antígona: No he nacido para compartir el odio, sino el amor.
"No he nacido para compartir el odio, sino el amor".
Sófocles. Antígona, verso 523.
Aunque considero la utopía un engaño, si bien circunstancialmente la concebimos como acicate, uno quisiera verse alentado siempre por las buenas intenciones. Pero amor y odio, como éros y tánatos cotidianos, no pueden vivir sin necesitarse. Max llega hoy con el eco del filósofo de almohada. ¿Has descansado mal o es resaca?, le interpelo mientras le ofrezco un café bien cargado. Ya sabes, amigo mío, que me emborracho con mis propios devaneos, me replica endulzando su voz. Cuando leo a los clásicos me doy cuenta de que ahora no decimos nada que no lo hayan dicho ellos antes. Incluso sus búsquedas, aderezadas por aventuras utópicas, han cumplido su papel. Pero no sé si en nuestro tiempo todo resulta más complicado y arduo. Le doy cancha. ¿No volverías a tus ansias y anhelos de juventud, aun sabiendo que de nuevo errarías el tiro? Por supuesto. Siquiera porque tendría toda la vida por delante otra vez, y de esta manera las grandes posibilidades. Las de equivocarme pero también las de acertar y, sobre todo las de experimentar. Se vive de hechos, indudablemente, pero probablemente aún más de deseos que no se materializan jamás pero que nos invitan a sobreponernos a las adversidades. Antígona lo tenía claro.
viernes, 25 de noviembre de 2022
El farero que fui (Memoria interrumpida)
lunes, 21 de noviembre de 2022
¡Paso!
¡Paso! ¡Paso! Que no llego a la meta. ¿Y cuál es la meta? Toma, la de todos. Ah, pues entonces no corro. Te quedarás el último. Y qué, mira, ya hace tiempo que me propuse ser el farolillo rojo. Acaso me ha beneficiado en esta absurda competición de no llegar a ninguna parte. ¿De verdad que no has ganado nunca ninguna carrera? De verdad. Arrancaba demasiado pronto y me cansaba demasiado pronto. Me iba quedando atrás. Te descalificarían. No, pero casi; me dejaban seguir. Total, sabían que no iba a recuperar ni los tiempos ni las posiciones. ¿No te deprimía no ser siquiera del montón? No, si del montón he sido siempre, pero como nunca aceleré para adelantar a nadie ni di codazos me fui quedando atrás. Debía ser aburrido. ¡Qué va! Aprovechando ese último puesto paraba donde quería, me solazaba donde me daba la gana, y dejaba que me jaleasen, no sin sorna, desde el público que ya se iba a casa pensando que habían pasado todos los carreristas. Darías pena. No sé, eso de las penas y las lamentaciones son cosas de los que salen a ver la vida como espectáculo. Pero tú también te veías inmerso en el espectáculo. Digamos que siempre he montado mi propio show para mí. Pero nunca me he dado pena, porque, sabes, uno tiene su propio secreto. ¿Cuál es?...¡brrrum, brrrum! No te oigo. ¿Cuál es? Maldito ruido el de la moto.
domingo, 20 de noviembre de 2022
Conmigo que no cuenten
Conmigo que no cuenten. Ni el espectáculo, ni el negocio, ni la política totalitaria, ni la televisión, ni la prensa, ni la política que mira para otro lado, ni el aficionado de sillón y cerveza, ni la selección española de fútbol, ni el repugnante silencio colectivo, ni los beneficios empresariales...ni ni ni...
Ni los que lanzan consignas bienintencionadas pero ingenuas, que casi nadie va a seguir. Conmigo que no cuenten. Sé a qué atenerme.
miércoles, 16 de noviembre de 2022
La notte (Habla Buonarroti)
Doblegas al día, aun sabiendo que este va a liberarse de tu pie firme. Yo, aquí abajo, te contemplo entregado a tanta exuberancia. Aplástame, soy un fervoroso tuyo que reclama de ti voracidad generosa. En tu afán dadivoso me entregas esos hijos que son los sueños. Yo te devuelvo el favor tallando cada palmo de tu cuerpo, puliendo sus redondeces, disponiendo que los miembros sobre los que te recoges sean capaces de madurar las horas. Te recreo como noche pasajera que algún día será eterna. Algunos dicen que te he exaltado con un cuerpo hercúleo, con ecos de virilidad que ceden a los atributos más frutales. Retorcida sobre tu propio regazo ¿duermes o permaneces en disimulada vigilia? No representas el cansancio propio, porque no lo tienes, sino el de todos los hombres, de cuyas limitaciones no siempre son conscientes. No eres tú quien se sumerge en el silencio, sino ellos, cualquiera de nosotros que solo vemos en ti el don del descanso y pocas veces la virtud de la belleza. La belleza no tiene por qué ser siempre activa. La pasividad de las horas con que nos obsequias contiene una hermosura misteriosa. Alguien dijo que así es el encanto de las tinieblas. Y sin embargo los hombres anhelan huir de ellas, a pesar de que constantemente recurren desbocados a sus tentadoras promesas. ¿Es el extravío el precio de la búsqueda? Si te quiero magnífica en tu exultante abandono es para que los hombres comprendan tu valor impagable. Unos no desearían salir de ti jamás. Otros te rehúyen como si solamente en el día les fuera la vida. No soy tu artífice, soy tu servidor. Que haya incorporado en tu proximidad la imagen del relevo, cegado por la luz exterior, es para que cuantos te contemplen perciban las diferencias. ¿Te gustaría que tal alternancia no existiera? Entonces, ¿qué sería de la vida y las obras de los hombres? ¿Qué sería de ti misma?
- Atiéndame, maestro, que le veo abstraído. ¿No le parece que simula el día caído en lugar de la noche en auge?
- Tú pule y calla, que sé lo que me traigo.
* La noche, representada en la tumba de Julio de Médicis. Sacristía Nueva de la Basílica de San Lorenzo, en Florencia. Obra de Miguel Ángel Buonarroti.
martes, 15 de noviembre de 2022
sábado, 12 de noviembre de 2022
Aux espagnols...O la caída. Y también Baltasar Lobo
jueves, 10 de noviembre de 2022
La noche
Llegas hasta aquí, apagándote, y dices: soy la noche. ¿Cómo sé que eres la noche, la verdadera noche?, te pregunto. Mírame y si me ves, replicas, me desdeciré. Entonces yo agudizo la mirada y digo: no te veo, no veo nada. Déjame probar con otro sentido; tal vez no todo sea tan oscuro. Lo aceptas. Extiende las manos si quieres, y si rozas algo sabrás si te estoy engañando y si solo se trata de un juego. Alargo los brazos, trazo con mis manos rutas invisibles, mis dedos bailan con frustración en medio de un espacio que no reconozco. Quiero percibir con mi olfato tu presencia, insisto. Si llegas desde el mar olerás a sal, si desde la selva me invadirán fragancias múltiples, si bajas de una nube ventilarás mis pulmones con el renovador aroma del ozono. Prueba, pero no me culpes si te decepcionas, te muestras comprensiva. Ningún olor denota presencia alguna. Aún puedo indagar con la capacidad de mi gusto si llevas en ti la textura del cereal o la dulce esencia de la vid o la sólida calidez de unos labios, digo vergonzante. Pero mi boca está acre y seca. He aquí mi pensamiento, que te elige y te distingue, y me dice que no eres la noche, afirmo como último recurso. Entonces las ideas transcurren laberínticas y me confunden. Tú te compadeces: no hay sentidos que puedan captar la materia de la noche, no te esfuerces más. Al menos te oigo, salto ocurrente; tú me hablas y yo escucho cómo cortas, cauta y mesurada, el silencio; luego no eres la noche. Solo una suplantadora. No, no me oyes, elevas firme la voz. Solo te escuchas a ti mismo, perdido y sin retorno. Fugado más allá de donde terminan todos los anhelos.
lunes, 7 de noviembre de 2022
Miedo. Miedos
Descubrimos en la edad más temprana al compañero de viaje. Sin duda la brusca salida del hogar en que nos estuvimos horneando ya nos lo diera a conocer. La que nos abrió la puerta trató de ahuyentarlo con su arropamiento, su palabra dulce, sus miradas deleitosas, su sonrisa letificante, su ubre generosa y cálida, su regazo siempre ardoroso, sus cuidados. El compañero de por vida jugó a salir y a esconderse. A vestirse con nuestra piel y a apropiarse de nuestras emociones. Unas veces habrá sido una señal. Otras, un espectro turbulento y obsesivo. Las más de las ocasiones una sombra. Si la criatura no reaccionaba a estímulos alternativos el compañero podría convertirse en su enajenación.
A medida que afrontamos la vida descubrimos que se trata de un compañero plural. Aunque singularicemos para cada paso concreto nos parece que hay tantos acompañantes como pasos. No nos engañemos. Es el mismo aunque se revista con una imagen diferente para cada ocasión.
Ese compañero vitalicio es conocido como Miedo. ¿Tiene historia el Miedo? ¿Son capítulos de esa historia individual -y ojo, también colectiva- los Miedos? Nacemos y sucumbimos con un compañero de viaje al que sorteamos constantemente. Que nos acecha, nos acosa, nos maltrata, nos acompleja. Nos reduce. Quedará huérfano cuando ya no estemos. En su desamparo, egoísta mas equivocado, presumirá irónico: cuánto me echaréis de menos. ¿O él a nosotros, a fuerza de haber perseguido siempre que nosotros hubiéramos sido solo él?
(Pintura de Peter Birkhäuser)
viernes, 4 de noviembre de 2022
Diálogo equino
martes, 1 de noviembre de 2022
El cuentista
De aldea en aldea, el hombre de las greñas iba contando cuentos. Llegó a una de ellas, en la linde de aquel desierto que no tenía intención de retroceder y atemorizaba a muchas tribus.
Reunió primero a los niños y a los ancianos. Aquellos, excitados. Los ancianos, escépticos. Todos expectantes.
Los adolescentes de ambos sexos se mantenían primero a distancia para reafirmar que no pertenecían ni a una edad ni a otra, pero luego se sumaban al grupo con prepotencia juvenil y no escasa curiosidad.
Era la hora del ocaso. Las mujeres se compinchaban para no ir a la zaga y asegurarse su propio espacio de suelo. Los hombres regresaban de la caza. Los perros se movían inquietos, ilusionados por ver reunida a toda la aldea en torno a la fogata.
Soy el cuentista de la piel de leopardo, comenzó el hombre recién llegado. No he venido a narrar nada que yo me invente, sino a escucharos a vosotros que sois los verdaderos hacedores de las historias de la vida.
El público quedó desconcertado. Se suponía que era el cuentista de la piel de leopardo quien les tenía que traer el espectáculo. Porque ellos, todos los habitantes del pueblo, ya se habían contado unos a otros infinidad de experiencias. Se conocían lo suficiente como para no verse como objeto de narración alguna.
Entonces, ¿no nos vas a contar nada nuevo?, le interpelaron con malhumor varios vecinos. ¿No nos vas a hablar de otros territorios y de las costumbres que allí tienen sus moradores? ¿Nada nos vas a decir sobre los riesgos y vicisitudes que padecen cuando tienen que salir de caza o sufrir las consecuencias de las tormentas? ¿Ni siquiera podemos saber cómo son los sueños de quienes habitan a distancias alejadas? El cuentista sonrió. ¿Qué creíais? ¿Que mis historias son consecuencia de mis propios sueños? ¿Que lo que he visto en otros lugares es muy diferente a lo que veis vosotros todos los días? ¿Qué otros sueñan lo que vosotros no soñáis?
Hagamos un pacto, les dijo. Aquel de vosotros, no importa la edad ni si es mujer u hombre, que tenga algo que relatar con interés o que nunca se lo haya dicho a nadie, que lo exponga aquí. Yo tomaré nota y le daré forma de cuento.
Aquella propuesta levantó suspicacias. Se suponía que no había secretos entre los pobladores y que todos sabían todo de todos con naturalidad. Además, ¿quién podría abrir la boca sin quedar en entredicho? ¿Quién iba a revelar los pensamientos y deseos díscolos, si es que los tenían, sin ser objeto de la burla general?
Pasó un tiempo breve que a todos les pareció larguísimo y nadie habló. Bien, dijo el hombre de la piel de leopardo. Vuestro silencio me ha sugerido un cuento nuevo. El pueblo que no quiso hablar, lo titularé. O bien: los pobladores del silencio. O acaso: los nativos que desconocían los secretos. Y lo iré relatando por ahí. ¿Os gustaría que en otras partes os conocieran como los mudos?
Es que aquí los secretos no existen, exclamó de pronto el que parecía tener autoridad en la aldea. El cuentista lo interrogó enérgicamente con la mirada. Puede no llover, dijo. Puede no haber caza. Puede no vivirse una vida larga. Pero los secretos anidan en el corazón y mientras se alimentan, aunque no seáis conscientes de ello, cada individuo está a salvo de que los peligros de la vida destruyan el alma única que tenéis cada cual.
Entonces, uno de los hombres de mediana edad musitó algo que no alcanzaron los demás a escuchar, pues fue cortado de inmediato por el viajero. Hacéis bien en callar. Los secretos no se pueden traicionar. Contarlos sería traicionarse a uno mismo. El secreto pone a prueba la fidelidad que cada cual debe preservar y la integridad con la que debe corresponder. Es, a su vez, un escudo protector. Os voy a narrar ahora una historia sobre el hombre que vendió sus secretos, pero que ya no pudo vivir en paz.
Ni un movimiento, ni un murmullo. En ese instante solo se escuchó el crepitar de las llamas. Ningún perro ladró.
* Máscara de una sociedad secreta del Reino de Oku. Museo de Arte Africano. Fundación Alberto Jiménez-Arellano Alonso. Universidad de Valladolid. Palacio de Santa Cruz.
domingo, 30 de octubre de 2022
Visita al museo
Observen, estimados visitantes, el cuadro de la vieja del maestro Massys. Ahora permítanme el exceso. ¿Se siente alguno de ustedes representado en el gesto de rabia que es sinónimo de desesperación? Olviden por un momento que es anciana, que está ajada por lo tanto, que sus fuerzas flaquean pero no pierden instinto, y piensen para sí si no han caído alguna vez en una conducta de maltrato corporal con ustedes mismos. Por supuesto, tal vez hayan preservado sus cabellos y no se hayan abofeteado ni golpeado con el puño a una pared. Pero ¿acaso no hay golpes en que no son los músculos ni los nervios exteriores los que actúan sino un estado de excitación íntimo que puede dejarlos maltrechos? Bien, ahorren el pensamiento interior y echen mano del cajón de sastre. La locura. Está loca, concluirán ustedes sobre la vieja. ¿Piensan cuando se sienten desbordados que también ustedes pueden estar locos? Ya digo, un saco roto este donde cabe cualquier comportamiento repentino sin control. Pero...toda actitud tiene su proceso. Por ejemplo, ¿han desatado con frecuencia la ira? ¿Les carcome la envidia porque se acomplejan con lo que consideran su propia infelicidad ya que les parece que no les persigue a otras personas? ¿Les traiciona el orgullo, esa excesiva y relativa fortaleza de la que se hallaban tan correspondidos? ¿Hacen de los pequeños fracasos cotidianos un castillo desmochado o una nave al pairo? Un pequeño fallo en su vida más o menos afortunada, y quiero pensar que equilibrada, ¿ya les hace sentir desgraciados hasta extremos de desear un mal a otros o bien sentirse frustrados en mayor medida por el pequeño incidente que les ha llevado por deseos turbios? Seguramente algunos de ustedes, sagaces visitantes, han captado el alma perturbada de la vieja. Aprovechen al contemplar la violencia ajena y hagan de la imagen un acto de contrición de sus personales desavenencias. No aspiren a que la imaginación predeterminada, ya saben, ese mundo de las ideas que a todos se nos ha impuesto y que tanto nos condiciona, convirtiéndonos en sumisos cuando no carentes del ejercicio del libre albedrío, les pase factura. El desvarío es dejar de seguir pretendiendo ser, que es tanto como recortar un camino que, no se engañen, tampoco conduce ni al edén ni al infierno. Al menos no necesariamente, si sabemos medir los pasos. ¿Qué digo? Demasiada ansia nos conduce a la ansiedad. Excesiva prepotencia nos depara pequeñez. Reacciones airadas sobre otros o contra nosotros solo provocan desequilibrio. Sufrir celos por los logros ajenos, porque nos parece que los nuestros son deficientes, acaba enfermándonos.
Atónito por el sermón el grupo de visitantes contiene la respiración. ¿Meditan o temen? La señora McMillan hace un aparte y le susurra al oído a su esposo. Pero este tipo, ¿qué es? ¿Un guía del museo, un psicoterapeuta, un moralista, un vendedor? Señor guía, levanta el dedo la señora McMillan. Disculpe si le interrumpo, pero ¿no se está saliendo del tema central del cuadro? El cicerone hace una mueca prepotente. Ah, el tema del cuadro. ¿Usted querría que hubiera empezado por ahí? Le complaceré, ya que usted no es exigente y prefiere una interpretación sencilla. Sí, simplemente se trata de una vieja tirándose de los cabellos, cuyas razones desconocemos. ¿Le basta? ¿Quiere que nos traslademos a otro cuadro? La señora McMillan ha salido contestataria. ¿Y si la intención de la anciana hubiera sido tan solo asear a fondo la cabellera?
* Vieja mesándose los cabellos. c. 1525/1530. Atribuido a Quinten Massys. Museo Nacional del Prado.