Añoraba tanto las máscaras que no cabía en ellas. No sé si de gozo o de dimensión o de piel. Vivía rodeado de máscaras. Carátulas indonesias, senufas, mayas, oceánicas, chikasaw, por citar algunas procedencias, se colgaban de los techos altos, de las paredes emergentes, entre torres de libros y de cachivaches o por el suelo. Todas habían llegado a sus manos debido a los innumerables viajes que había efectuado en el pasado o como obsequio de otros navegantes con los que había trabado amistad y venían de vez en cuando a visitarle. Ahora, ya entrado en la edad provecta las tenía a la vista cotidiana. A todas horas. No para recordar las aventuras vividas cuyo ejercicio, por otra parte, era inevitable consecuencia de los ramalazos de la memoria que le hacían suspirar. Miraba las máscaras para observar qué las aproximaba y qué las diferenciaba unas a otras. Era un juego antiguo en el que acababa perdiéndose. Jamás temió contemplar una máscara. Ni siquiera en los rituales en los que participó en poblados y aldeas del mundo, ajenos a la ignorancia del occidental. Ni siquiera en las noches de tormenta. Ni siquiera en medio de las altas fiebres que dañaron su cuerpo. Pero ninguna le llegaba tan profundamente como aquélla de cartón piedra que encontró en un basurero. Seguramente no estaba pensada para ningún ceremonial, ni para competir en una galería de arte, ni siquiera para decorar estancia alguna. Tal vez era la obra de un esquizofrénico, y esta idea peculiar le excitaba la imaginación. Siempre había oído que los que padecen esa cruz de ser dos o más, sin poder elegir con claridad quiénes quieren ser, son extremadamente creativos. Él mira la careta informe, desigual, de apariencia chapucera y se admira. No sabe si colgarla de la pared o dejar que se consagre como una divinidad doméstica. Ahí, entre los cacharros que recuerdan la tierra y las manos de los hombres. Santificando sus días de mortal rebelde.
Haz feliz al perro; no cuesta nada.
Hace 1 minuto
Hermosísimas máscaras hay en Sargadelos.
ResponderEliminarY, debajo de esa máscara, tienes un recipiente para ajos.
También mi casa está llena de cacharros (entre los libros y lejos de ellos).
Pero, ay, tu lo expresas en poesía. Yo solamente lo vivo y lo disfruto.
Desde luego. En Sargadelos hubo mucha loza y cerámica hermosa, bajo diversas formas. No sólo máscaras, sino juegos de cage, vajillas, figuras diversas con sentido mítico o etnológico. Conozco gente que tiene colección de pequeñas máscaras sagardelianas. No es mi caso.
ResponderEliminarReconozco que durante años la alfarería me privó. Allá por donde iba me hacía con vasijas, cántaros, botijos...Llega un momento que ya no sabes dónde ubicarlas.
La pieza con agujeritos es obra de un alfarero que supongo desaparecido de Coca (Segovia) Se la adquirí junto con un montón más de piezas hace casi treinta años. Es para asar castañas, al menos en esa tierra. La pieza pequeña es una cantimplora; le falta un cordel de esparto para colgar y un corcho para tapar, pero la función es semejante a la del botijo.
Y yo vivo y disfruto la contemplación de esos objetos. Pero eso me lleva a imaginar y, como en este caso, a hacer ficción. Cosas de la vida (y de la manera de ser de uno)
Gracias, María Jesús, por pasarte.
Qué bonitas y misteriosas son la máscaras, como si poblasesn el eco de algo que no es ni humano ni divino.
ResponderEliminarUn placer tu texto.
Das en la clave. Meri Pas. Esa misma sensación o criterio he tenido yo siempre. Y mira que las hay fantásticas. Te paso un enlace donde verás una impresionante, de cuerpo entero...
ResponderEliminarhttp://pillalaciudad.blogspot.com/2009/10/no-es-el-ultimo-extraterrestre.html
Estoy de acuerdo contigo, generan un ámbito que no es ni humano ni divino. ¿Será porque la máscara reside precisamente paralelamente en lo humano y lo divino que es lo Jano de los hombres?
Un abrazo.
Me has dejado intrigada, me gustaría saber el origen de esa máscara tan peculiar, que secretos esconde en sus ojos. Un buen relato.
ResponderEliminarUn saludo cariñoso
Carmela, pues para darte satisfacción tendré que indagar en ello. De momento, estoy poseído por la misma extrañeza que puedes sentir tú.
ResponderEliminarGracias por interesarte. Un abrazo.
Las máscaras rituales nos permiten dar el salto hacia otros planos de la experiencia vital. Cuántas culturas cultivan la elaboración de máscaras.
ResponderEliminarQuizás dentro del ser humano siempre permanece la nostalgia de la máscara...
La encontré en un mercadillo. Es la máscara más rara y deforme que he visto en mi vida. Casi más que las máscaras faciales que ponen algunos humanos ante determinadas circunstancias, jaj.
EliminarTodas las máscaras han elaborado máscaras para rituales o divertimentos. Son proyección de los rostros humanos a los que se conceden determinadas propiedades.
Tengo unas cuantas por esas paredes caseras. A mucha gente y no sé por qué les da yuyu. No sé por qué ese infantilismo miedoso.