Como tenía los ojos muy cansados no alcanzaba a ver con claridad la felicidad de los otros. Pero como había visto tanto no interpretaba esa expresión sino simplemente como la euforia de quien se entrega a un aliciente exterior en mayor o menor medida, o incluso sin mesura. Él mismo conocía bien ese estado anímico cuando había buscado a través de su disolución en la grey la compensación de un bienestar o la satisfacción de una carencia. Pero siempre acababa mal. La compenetración con la masa no le proporcionaba el sentido adecuado a sí mismo. No le aclaraba de qué estaba formado, ni qué buscaba si no se dejaba exigir por su intuición íntima ni a qué destino le podía conducir. Él estaba acostumbrado más bien a sus propios pero intensos ciclos euforizantes, frecuentes y siempre solitarios. Era producto de su magma interior y los vivía como ingredientes de su construcción. Podía o no coincidir con los procesos colectivos estimulantes, aunque casi siempre se desviara de aquellos. Pero hace mucho que se dio cuenta de que confiar exclusivamente en los golpes de exultación colectivos llevaba al final a los cantos de sirena odiseicos. Sus ojos no están tan cansados como para no saber mirar, ni su mente tan agostada como para no poder interpretar. Por el contrario, su sabiduría no era completa. No resolvía aún su dificultad para evitar ni la curiosidad ni el deseo. Como si confiara en que estas propiedades tan apreciadas se fueran a mantener siempre dinámicas y criadoras, seguía proponiéndose objetivos que ningún espectador podría sospechar. No, no le llevaba al huerto la aparente felicidad de los demás. Sólo cuando hundía sus dedos en el limo de sus pensamientos percibía algo cercano a ese concepto. Entonces se ponía a contemplar el cielo estrellado.
(Fotografía de Joachim&Malik Verlag, http://joachimmalikverlag.blogspot.com)
Qué canto intenso al ensimismamiento, palabra etimológicamene maravillosa y real, real. En estos días de pasiones de masa está bien el contrapunto del canto al mundo interior. La masa te proporciona fe, te proporciona comodidad, identificación, elasticidad, desaparición o quizá mejor reconversión en la otredad humana... pero no empatía, ni generosidad, ni muchísimo menos análisis o conexión social. Eso, justamente, se logra mirando hacia dentro. Y ese es el camino.
ResponderEliminarRamón, qué bien que me hayas interpretado en el justo meollo de mis preocupaciones. Cuanto más siento la actitud de la masa fervorosa (de lo que sea) más me alejo de ella y más me siento yo. Podría estar equivocado, pero me reconquisto interiormente. Estar con la masa, y qué bien lo dices, no expresa conexión social. Ya sabes además qué hay detrás de la masa y de su entrega fiel, anodina y despersonalizada. O mejor dicho, siempre hay alguno/s que persiguen otros (tantas veces oscuros) fines.
ResponderEliminarPD. Que nadie interprete lo mío como elitismo. Pero tengo derecho a mi espacio libre e íntimo, y disidente, por supuesto.
PDdos. Siempre recomiendo leer al respecto "Masa y poder", de Canetti. O sus apuntes, aforismos y demás.
Que un abrazo (me siento arropado, por tu comprensión, sí)