Tanto le pasaron por los morros aquel color que acabó por no distinguirlo. Pasaba, por ejemplo, los semáforos cuando circulaban también los automóviles. Y al hacerse una herida no comprendía bien de qué se trataba aquel líquido viscoso y salado que le escurría. Cuando escampó la otra tarde, tras una tormenta de estío purificadora, se quedó doblemente boquiabierto; el cielo trazaba un arco iris generoso, pero le parecía que faltaba en él un color importante, que siempre había estado ahí. Al tomar por la mañana café en el bar y ver en televisión escenas de una fiesta de toros en una ciudad del Norte se sorprendió de que la vestimenta de los mozos hubiera cambiado y toda fuera uniformemente blanca. Estuvo a punto de comentarlo con los parroquianos, pero estos parecían abducidos por el espectáculo de carreras de una masa humana que asustaba a las bestias y se calló. Cuando pasó a saludar a su amigo, el panadero de la última tahona artesana que quedaba, y vio crepitar las llamas del fuego que calentaba el horno de barro, le preguntó qué tipo de fuego era aquél que no parecía fuego. En el mercado se extrañó por unas modalidades de pimientos, guindas o tomates que no había visto jamás. Tanto se preocupó por esa percepción ausente que se dirigió a sus libros y buscó uno sobre el pintor ruso que utilizaba aquel color que ahora no veía por ninguna parte. Aquel autor pintaba jóvenes desnudos sobre espléndidos e intensos corceles surcando las aguas de la orilla de la playa. Mas le pareció que debía tratarse de otro pintor, porque los animales se disolvían en el color malaquita de las aguas, perdida su identidad cromática. Con todo y con eso lo que le preocupaba fundamentalmente era que cuando se situaba sobre la terraza de su casa a ver el crepúsculo no lo percibía en su intensidad, tan sólo demediado. Y hubiera dudado de que fuera el ocaso de no haber sido por la posición oriental y decadente del sol. Este extravío de la fidedigna puesta del sol le parecía sacrílega. Tanta fue la ira y tanto el sentimiento que puso al pensar en el color perdido que lloró. Cuando las lágrimas bañaron sus ojos hasta cegarlos, sucedió lo que parecía ya imposible. Lo vio emerger de nuevo en su deslumbrante vigor, como algo propio. En toda su plenitud y significado. Aquel sí que era el color de la belleza, de la energía y del sentido que tanto había abanderado las aspiraciones de su alma inquieta a lo largo de su vida. Él simplemente quería que existiera de nuevo. En su justa ubicación y medida. Permaneció inmóvil sin abrir los ojos.
Una hermosa fábula en los días de la roja...
ResponderEliminarGracias, Ramón. Cuesta no dejarse afectar por la desmesura de los días que nos tocan vivir.
ResponderEliminarCuanto tiempo sin pasar por aquí, ando desconectada de las redes..
ResponderEliminarMe gusta el texto, y tirando para mi terreno lo asemejaré a la pérdida de las percepciones (en este caso un color en concreto)...Interesante forma de expresarlo.
En cuanto a lo de las etapas, solamente hay un final y un principio evidentes en algún que otro aspecto que puede precisarse con mayor o menor exactitud, pero este aspecto siempre condiciona y arrastra consigo todo lo demás. Ahora que, por suerte suelen ser buenos cambios..
Saludos
Gracias por aparecer y manifestarte, InSilence, y aquí andamos con nuestras contramanías. Nunca me gustó que nos secuestraran los colores y menos para dogmas, adoraciones y obligados cumplimientos. Hoy día lo mediático casi cumple el papel raptor y represor de otro tiempo. Pero hemos sobrevivido, aunque a algunos les cuesta quitarse la camiseta o la tela del balcón. Se ve que le han cogido el gusto.
ResponderEliminarMe gustaría saber más de eso que llamas la pérdida d elas percepciones, según lo que consideras en tu terreno.
Salud-os.
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
LA ANTORCHA DE KRAUS
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DEL FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.
José
Ramón...
Naturalmente, José Ramón. Me ha gustado mucho tu estilo y tu entrada a pecho descubierto. Una tarjeta de presentación, donde lo importante es que nos sigamos visitando.
ResponderEliminarUn abrazo, me pasaré por tus Horas y por tu Aula.
Salud siempre.
Muy interesante tu alegoría. A veces no percibimos lo rojo de la vida porque hemos reprimido algo en nuestro interior.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu texto
Abrazos
Ay, has ido a dar con una metáfora muy personal, cuyo significado deambula todavía por el interior del autor. Gracias por llegar a él.
EliminarVuelvo con gusto a este texto que me parece buenísimo.
ResponderEliminarUn beso grande
Gracias por entretenerte en él.
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