El umbral de la cueva me transmitía una humedad antigua. Los ojos empezaban a ver a través del olor de la profundidad. Allí dentro se derramaban por la piedra de leche chorros de toda clase de coloraciones. Sentí mucha alegría y creo que la roca también. El silencio de los humanos no es el silencio de toda la naturaleza, y llegaban voces muy apagadas de minúsculos seres. Arrodillado ante las charcas inmóviles de la caliza les imploraba que se me revelasen.
Haz feliz al perro; no cuesta nada.
Hace 15 minutos
V.I.T.R.I.O.L
ResponderEliminarCristo ha resucitado de entre los muertos;
ResponderEliminarcon la muerte ha derrotado a la muerte
y a quéllos que yacían en los sepulcros
les ha dado vida.
Ese agua irisada la conozco...
ResponderEliminarSuele pasar inadvertido a muchos, pero las cuevas ni son tan blancas ni son tan negras. Como el resto de las vidas.
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