Cuánto me gusta esta fotografía de W.Eugene Smith. La pose de una persona que la define mucho más que los hábitos que viste. El gesto bien de sorpresa, bien de pasmo. No sabemos ante qué. Por supuesto no debe ser a causa del estupor deparado por el fotógrafo que, en plan aquí te pillo y aquí te mato, da al clic. Ella mira hacia una elevación. Desde luego, la celestial no es; la celestial se encuentra más arriba. ¿Más arriba que las nubes? Más. ¿Más arriba que la exosfera? Más. Pero ella mira hacia un plano que es más interior que exterior. Exhibe una mezcla de pudor y pizca de picardía acaso. Si bien puede ser un gesto estudiado o una actitud frecuente y refleja en ella. Un estado particular y espontáneo que la enajena de su Dios y de los hombres. No es su dulzura juvenil lo que más me camela. Ni esa posición de situarse contra corriente, ya sean viandantes en un cruce o militares despidiéndose para una gesta de muerte. La seducción reside en ese ademán de colocarse la mano ante la boca. ¿Qué es lo que contiene con ese gesto? ¿Qué le aturde? A mi me aturden los dedos de su mano. Por supuesto, la posición, esa actitud de dedos separados, prolongación de un dorso huesudo y frágil. Unos dedos alargados en que a uno se le antoja reconocerse, por aquello de que una parte de la familia los tiene de esa condición. No puedo evitarlo, hago tabla rasa del resto de la foto y percibo la movilidad de esos dedos. Su delicada y sugerente belleza. La dinámica de la que están dotados. La capacidad simbólica que despliegan. Con ellos puede enseñar en una pizarra, referirse al Altísimo o llamar la atención de los que sienten tocados por una corporeidad preservada. Anne los tenía así, incluso antes de llamarse públicamente Anne, siendo aún sor Eloise. No voy a contar ahora cuánto me gustaban los dedos de Anne y cómo me gustaba juguetear con ellos. O mejor, tejer la urdimbre de unas caricias que soldaban nuestras manos. Pero eso fue hace mucho tiempo. Si no fuera por la foto de Smith no me habría acordado.
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Hace 30 minutos
hay fotos que nos llaman tanto la atención que no solo las miramos, sino que las estudiamos. Una vez fui a una exposici´çon de fotografia y una foto en concreto me llamó la atención poderosamente. Un dia en un blog común escribí sobre ello
ResponderEliminarhttp://gritodelobos.blogspot.com/2011/04/anos-60.html.
Me ha gustado mucho tu entrada y la forma de ver la mirada y las manos.
Unas manos que también lo dicen todo.
Saludos.
Tan lindo ¿verdad?. En ciertas situaciones todo adquiere mejor textura, mejor sabor. Las manos son bellísimamente expresivas, la mueca, según el lenguaje corporal (habría que comprobarlo)se corresponde a la algún tipo de ocultación aunque aquí podría decirse que estupor. De dice que cuando alguien se tapa la boca instintivamente está ocultando algo.
ResponderEliminarJe, en este caso, una dulce y joven monjita, cómo no iba a ocultar algo, al menos su inexperiencia inicial.
Mira tu por donde me ha recordado una imagen de la quinceañera que me habitó, las manos quedaron bien retratadas por mi primo en blanco y negro. ¿Sweet fifteen? También pero en mi caso también ¡Ambitious 15!. Bs.
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ResponderEliminarMe gustan mucho las fotos imprevistas y leer a través del gesto que al fin y al cabo es otro tipo de lenguaje.
ResponderEliminarA mí lo que me desconcierta es el tamaño de la mano, una mano adulta cómplice de un gesto adolescente.
Sobre todo, los gestos me inspiran historias.
Una mano en la boca siempre me sugirió curiosidad. Duda quizás. La señorita retratada por Eugene, dios mío, cuánto tiempo hacía que no veía una fotografía suya, pues parece sí interrogar más allá de las nubes. Tal vez esté pidiendo ayuda para no pedir ayuda. Pues su mirada me parece algo perpleja, rodeada del gentío apelotonado intentando descubrir su lugar.
ResponderEliminarDe sus manos no quiero opinar, pues me parecen excesivamente hermosas.
Gracias, Josep, por tu presencia. En efecto hay imágenes, y muchas más de las que nos pensamos, que son una expresión de vida abierta.
ResponderEliminarYa ves, que uno no se resiste a decir algo, a interpretar lo que le habla de manera tan directa.
Un abrazo.
Emejota, no te fíes de la inexperiencia inicial, que las sabidurías son muy de cada casa, jaj. La verdad es que es una foto dual: hace gracia y se presta al chiste, por una parte, pero el objeto en sí (objeto fotográfico, se entiende) es tan expresivo en todos los sentido. Un W.E.Smith era un observador extraordinario.
ResponderEliminarAcaso, Isabel, el gesto no sea tampoco tan adolescente. Y eso que dices de que las fotos te inspiran historias...te entiendo a la perfección, a mí también. Al menos situaciones, escenas. Y sucede también con la pintura.
ResponderEliminarGracias por opinar. Un abrazo.
C.C.Rider, tu interpretación también puede ser acertada. Mecanismos de autoayuda, reflejos, resortes de protección o de ganar tiempo...o simplemente candor, ¿por qué no? Reivindico el candor de esta mujer, la sinceridad, el aturdimiento momentáneo. ¿De los candorosos será el reino?
ResponderEliminarMuy bueno, a veces de lo hermoso mejor no opinar: solo disfrutar (una visión, una apreciación, un roce)
Entonces ¿no se capta mi ironía? Tendré que mejorar el estilo.
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