La última tableta de turrón del año. Que nadie piense que es publicidad. Pero es tan rico que no me importa sacar hasta la firma fabricante. Es lo que me queda del vínculo de estos días
obligados con mi infancia. Tras un sabor que se mantiene -bueno, este año lo he percibido con más canela, pero me ha gustado igual- se ocultan una espiral de recuerdos: las vacaciones ansiadas del cole, el belén, la retransmisión de la lotería de Navidad por la radio (por la noche se oía Radio España Independiente, emisión Pirenaica), el TBO extra, la emoción por los Reyes al caer y, naturalmente, este turrón de Jijona que empezó siendo de fabricación absolutamente familiar y casera, y que se mantiene cabal. Ya veis. Detrás de los objetos también hay significados, ¿o tal vez dentro de ellos? ¿O se trata de la relación mutua que se establece entre ellos y nosotros? Evidentemente, todos esos acontecimientos de mi niñez no hubieran tenido su alcance sin el médium más adecuado: mi madre. Ella dotaba de emoción, magia y afectividad cada gesto, cada cosa, cada celebración. Todo se ha evaporado. Me aferro al turrón como el último resorte que me ata a lo perdido. ¿Será por esa razón por la que este año estoy comiendo tanto?
Vaya, un post aparecido en la vuelta atrás...qué sorpresa!
ResponderEliminarEn vez de escribir hoy, escribes anteayer.
O ¿son visiones mías? ¿Será cosa de brujas?...
No sigo. Prefiero comer turrón.
Ay, buen humor, Fackel :)
Y come, come...que el que come, de algo se libra (dicen)
El soniquete de la lotería, es lo único que me apetece escuchar. Ni turrón ni nada de eso. Ni árbol, ni belén, repito, nada. Algún alfajor, un rosco de vino...
ResponderEliminarPrefiero la noche de san Juan, ciertamente.
Me parece que es la relación que se establece entre ellos y nosotros.
ResponderEliminarAsí lo percibo y no solamente en navidades.
No hay palabra ni imagen ni sabor ni olor que afecte a aquellos que viven dentro de nosotros.
ResponderEliminarLas Navidades siempre serán las de la infancia. La sombra que revivimos cada año tan solo es un vano intento de recuperar la niñez pero no proponérselo es todavía más triste que los quilos que ganamos en la tentativa anual.
ResponderEliminarSalud y dieta rigurosa (post natalicia)
Ah, las brujas embrujadas que embrujan cual cosa de brujas con su embrujamiento...Eso, buen humor.
ResponderEliminar¿Es que los españoles no pensáis más que en comer? Peste...jaj.
Lagave, hay que encontrar los encantos de cada solsticio o de cada equinoccio, más allá o más acá de las costumbres, las presiones o las elecciones.
ResponderEliminarA veces, los encantos permanecen sólo en el pasado, por lo tanto en lo inexistente. Mas cada cual tiene su memoria y sabe regodearse en ella. Claro, siempre que los recuerdos merezcan ser recordados gratamente...
Elemental, amigo Watson, digo Aquí. Los objetos giran en torno nuestro para atar experiencias, prácticas o simplemente amabilidades. Y dura todo lo que duremos, al margen de la fiesta occidentaly cristianocomercial al uso.
ResponderEliminarRat. Participo de tu reflexión. Los que viven en nosotros hallarán la vida eterna, ¿no? Pues yo creo que sí.
ResponderEliminarAragonía, das en el clavo pragmático. Después de la infancia nada fue igual en este tema navideño. En la adolescencia empecé a romper con esto y con tantas cosas...Ya nada fue lo mismo.
ResponderEliminarY lo de la dieta no me inquieta, al menos desde el punto de vista de engordar. Soy espíritu puro y no conozco ese pesar. Pero un día de estos me miraré el ácido úrico, por si acaso...