"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez
jueves, 2 de agosto de 2007
El guiño
Lo ve todo. Y lo que no ve, se lo apunta. Todas las miradas le parecen pocas. Todo el paisaje que le rodea se le queda estrecho. La máquina es su prolongación. Y un recurso. Lo que observa, le dice. Lo que no aprehende al principio, lo hace después. Cuando no le gusta lo captado, lo altera. Pocas veces. Le guste o no, es noble. Acepta lo que recoge. Si le sigue sin gustar el objeto, prueba nuevas tomas. Fotografiar el infinito. Es lo que se propone. El ojo se abre desmesurado, pero exigente. Se expande sin límites, pero con mesura. Con el objetivo atrapa la invisibilidad; justo ese instante que otros mortales no perciben. Contempla los territorios fugaces, y él se encuentra allí, para que no se vayan del todo. La altura de su mirador es la profundidad horizontal. Juega con las lentes como Dios con los dados. Rescata al caos de sí mismo. La virtud y el vicio se desnudan para él desde la normalidad. Nada de lo que hay de natural en el hombre le resulta ajeno. Nada de lo aparente le espanta. Atrae lo lejano, rasga lo ignoto, desvela lo recóndito. Y a la vez deja permanecer el orden deslizante de las cosas en su propio estado, para que siga aconteciendo. No se trata de transformarlo, sólo de ofrecerlo al observador sincero. No siente la necesidad de preparar la escena. Sabe que las imágenes se están mostrando de continuo. Tal vez se mueve leve. Tal vez permanece en un rincón. Tal vez se apoya en una esquina. Tal vez ejercita giros que buscan. Desearía que la luz fuera siempre su aliada. Pero no se deja vencer por las tinieblas ni por las sombras. Lo desdibujado también se puede atar. Lo amorfo se puede zarandear. Lo opaco se puede volver traslúcido. Jamás tantas dimensiones fueron atraídas como globos a la cercanía de un guiño.
Puede que el guiño de la fotografía sea tan seductor como mentiroso. Hay quien lo considera así. Pero las sugerencias que brinda son infinitas. Como lo son su capacidad perceptiva y su influencia sobre el receptor. Y a Bresson le debemos mucho más que el valor del documento. Bien por reivindicarlo, F. Saludos.
"Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores, privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". Poeta palestino Mahmud Darwish.
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"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
Puede que el guiño de la fotografía sea tan seductor como mentiroso. Hay quien lo considera así. Pero las sugerencias que brinda son infinitas. Como lo son su capacidad perceptiva y su influencia sobre el receptor. Y a Bresson le debemos mucho más que el valor del documento. Bien por reivindicarlo, F. Saludos.
ResponderEliminarBresson es mucho Bresson, Alex. Es lo mínimo que se podía hacer: reconocerle. Saludos fraternos.
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