jueves, 2 de agosto de 2007

El guiño



Lo ve todo. Y lo que no ve, se lo apunta. Todas las miradas le parecen pocas. Todo el paisaje que le rodea se le queda estrecho. La máquina es su prolongación. Y un recurso. Lo que observa, le dice. Lo que no aprehende al principio, lo hace después. Cuando no le gusta lo captado, lo altera. Pocas veces. Le guste o no, es noble. Acepta lo que recoge. Si le sigue sin gustar el objeto, prueba nuevas tomas. Fotografiar el infinito. Es lo que se propone. El ojo se abre desmesurado, pero exigente. Se expande sin límites, pero con mesura. Con el objetivo atrapa la invisibilidad; justo ese instante que otros mortales no perciben. Contempla los territorios fugaces, y él se encuentra allí, para que no se vayan del todo. La altura de su mirador es la profundidad horizontal. Juega con las lentes como Dios con los dados. Rescata al caos de sí mismo. La virtud y el vicio se desnudan para él desde la normalidad. Nada de lo que hay de natural en el hombre le resulta ajeno. Nada de lo aparente le espanta. Atrae lo lejano, rasga lo ignoto, desvela lo recóndito. Y a la vez deja permanecer el orden deslizante de las cosas en su propio estado, para que siga aconteciendo. No se trata de transformarlo, sólo de ofrecerlo al observador sincero. No siente la necesidad de preparar la escena. Sabe que las imágenes se están mostrando de continuo. Tal vez se mueve leve. Tal vez permanece en un rincón. Tal vez se apoya en una esquina. Tal vez ejercita giros que buscan. Desearía que la luz fuera siempre su aliada. Pero no se deja vencer por las tinieblas ni por las sombras. Lo desdibujado también se puede atar. Lo amorfo se puede zarandear. Lo opaco se puede volver traslúcido. Jamás tantas dimensiones fueron atraídas como globos a la cercanía de un guiño.


(Cartier-Bresson fotografiado en un guiño)

2 comentarios:

  1. Puede que el guiño de la fotografía sea tan seductor como mentiroso. Hay quien lo considera así. Pero las sugerencias que brinda son infinitas. Como lo son su capacidad perceptiva y su influencia sobre el receptor. Y a Bresson le debemos mucho más que el valor del documento. Bien por reivindicarlo, F. Saludos.

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  2. Bresson es mucho Bresson, Alex. Es lo mínimo que se podía hacer: reconocerle. Saludos fraternos.

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