"...Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto". Claudio Rodríguez
sábado, 7 de julio de 2007
Homenaje
Las madrugadas, frías. La luz, emergente. El sueño de los niños era rasgado sutilmente por una lejana melodía que bajaba de la ciudad. Parálisis. Los más avisados despertaban a los dormilones. Expectación. Un desperezarse improvisado y revuelto. De pronto la música estaba encima. O debajo, justo al pie de los balcones de la enorme venta. Era la diana, apenas media docena de músicos que desde la plataforma de una camioneta bajaban la cuesta del hospital dando la buena nueva. El anuncio diario de la fiesta. A los niños les sobrecogía. A los adultos les emocionaba. Y una agitación se cebaba en ellos. Algo así como la llegada de los Reyes en pleno julio. La diana se repetía infinitamente. Luego seguiría todo el ritual archiconocido que ha devenido en esto masificado de ahora. Pero la eclosión del día era lo más impactante. De aquel tiempo queda una memoria entrañable y potente que es capaz no sólo de desarrollar escenas, sino de traer sonidos, nerviosismos, gestos, olores y percepciones de distinto calado. De aquel tiempo permanece también la vieja churrería del casco viejo que, independientemente de sus transformaciones técnicas y acaso propietarias, ha servido los desayunos de generaciones urbanas. El añorante no es hombre de iglesia. Y la fiesta de ese pueblo tiene todo de sincretismo pagano y religioso. Rescatar ciertos recuerdos. Homenajear lo que nos aportó y preservarse de las nostalgias tentadoras. Temer morbosamente las acechanzas del maligno demiurgo de la melancolía.
Lo que más me gusta es lo auténtica que sigue, al menos en cuanto a fachada. Los churros, supongo que habrán cambiado, pero igual no, quién sabe. Increíble esta supervivencia. Brindo por ella.
"Yo he elegido ser un poeta troyano. Pertenezco decididamente a la facción de los perdedores: los perdedores, privados del derecho a dejar huella de su derrota, privados hasta del derecho a proclamarla. Ahora bien, acepto la derrota, no la rendición". Poeta palestino Mahmud Darwish.
EL PASEANTE VALLISOLETANO
LAS FRANCESAS. UN CLAUSTRO CONVENTUAL DE LUJO DE HACE SIGLOS INCRUSTADO EN LA ARQUITECTURA DE HOY
TÚ, LA EVANESCENTE
El alma condenada. De Bernini a Bartolozzi
CHITÓN
El mar de Aral
LA SILLA DE K
TAKLAMAKÁN
DICHOS Y CONTRADICHOS
LA DAME AU CHIEN
EL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
"-¡Ay! -respondió Sancho llorando-. No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía."
Mira que a mi me suena esa churrería...
ResponderEliminarEsa Mañueta! (esa sí que sigue ahí)
ResponderEliminarLo que más me gusta es lo auténtica que sigue, al menos en cuanto a fachada. Los churros, supongo que habrán cambiado, pero igual no, quién sabe. Increíble esta supervivencia. Brindo por ella.
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