Max se me presenta sin ímpetu. No es el mismo. No sé si detrás ha tenido un sueño placentero o es que se está volviendo abúlico. Mientras vierte café en una taza yo le escucho expectante. Hay mañanas en que te levantas y piensas: opinar ¿para qué? Observo un rictus de rendición en el rostro, más allá de sus palabras, y me preocupa. ¿Tuviste alguna revelación negativa en tus sueños?, le digo bromeando. Sorbe de la taza. Puede ser, replica lamiéndose los labios. Los sueños saben traducir lo que la razón de la conciencia a veces nos bloquea. ¿No será a la inversa?, le objeto. Puede ser también, me concede.
Se muestra tan lacónico que temo alguna incidencia. A ver, ¿qué te ha sucedido que no te pasara el día anterior? Permanece manso, autocontenido pero sin esfuerzo. Eso es lo peor de todo, dice, que no hay más que una sucesión de lo que parece irremediable. La incomprensión de los acontecimientos que vives. La desapacibilidad producida por la degeneración de la convivencia. El temor a la propia fragilidad a medida que los años avanzan y ya no eres el que fuiste una vez. El abandono del diálogo tranquilo tal como aprendimos a fecundar en otros tiempos no menos duros. El desasosiego por no saber hilar con más paciencia la racionalidad que este mundo complejo nos exige. ¿Sabes? Sería más fácil si claudicase uno y se entregara de nuevo a utopías obsoletas, a religiones que prometen mundos en los que ya no existes, a magias esotéricas que te endulzan el instante pero no el momento siguiente, a contemplaciones estéticas que te extasían pero que te conducen a plantearte nuevas preguntas sin fin. Y si hay que elegir, yo elijo esta última opción.
Hay un reposo en las palabras de Max. Lo aprovecho. Podrías plantearte reverdecer la pasión, amar nuevamente, no eres tan viejo. He debido poner cara risueña porque Max arranca en una carcajada que de pronto corta en seco. Podría, dice. Pero ¿como flor de un día? ¿Como una senda laberíntica donde nunca llegas a nada? ¿Como una maraña en la que no es difícil entrar pero de la que no sale indemne?
Max señala la cafetera. Con o sin tu permiso, me sirvo otra taza. Tal vez necesito ponerme nervioso para aguijonear la indiferencia. Tú, ¿indiferente?, le ataco. No te imagino. Max sorbe y mira a la mesa desordenada. ¿Qué estás leyendo estos días?, pregunta.
*Grabado de José Hernández
Opinar, o divulgar las opiniones de otros, cuantas más mejor.
ResponderEliminarSaludos.
Pero cada vez se vuelve uno más escéptico al respecto, porque ¿opinar, para quién? ¿Quién quiere escuchar?
EliminarAl fin y al cabo, escribimos u opinamos para nosotros mismos.
EliminarSí, creo que sobre todo es para eso.
Eliminar¿Para que opinar?, creo que el menos se es onepto contigo mismo, siempre y cuando no te engañes o quieras engañarte que es peor, estar informado es básico y saber elegir fundamental.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo, pero estar informado es complejo y supone mucho esfuerzo, lo que hoy parece mañana no, y aunque opinar es algo instintivo una de dos o soy muy exigente o cada vez me pregunto si es útil o se queda en simple desahogo o algo convencional, como hacen muchos.
EliminarJolín, honesto. Esto de tener prisa.
EliminarLa vorágine nos vence, Emilio.
EliminarOpinar ¿para qué?
ResponderEliminarEl viejo que me habita dice que opinar era una de las artes no clasificadas. Que pasó a la historia y ahora, ya no es arte, sino deporte y que, como competición, resulta estúpida y destructiva.
Dice el viejo: procura opinar para tus adentros, porque si lo haces en voz alta, alguien se sentirá agredido.
Mierda de mundo que habitamos.
Hay aún arte de opinar en algunos casos, y ciertos articulistas de opinión o simplemente amigos están en esa onda, pero no es ni arte ni opinión cualquier comentario. Por mi parte no me interesa ni la competición ni lo deportivo, me quedo con lo que dice el viejo o bien lo que expongo por este blog, aun acechándome la duda de si seguir en estos trances.
EliminarCurioso este mundo, no obstante la basura, la mala intención y otras maldades que en él habitan.
El café no será suficiente. Miéntele y dile que estas leyendo uno que él te desaconsejo violentamente.. es una mentirijilla piadosa, no ofende al quinto mandamiento.
EliminarAbrazooo
Puede que lo haga, saludo.
EliminarNo renunciemos nunca a opinar. Cuentan con eso los negadores de la vida, la esperanza y las pasiones positivas que nos hagan caminar. Hay en la opinión atinada, un mecanismo sutil de contagio que -si cae en tierra fértil- tiene el innegable poder de movilizar. Un abrazo
ResponderEliminarPero la opinión: 1) tiene que ser fundada y argumentada. 2) tiene que emitirse para ser recepcionada. Y flaquean el 1 y el 2.
EliminarEn un recinto en el que constantemente se confunde petanca con retranca y Salamanca con salamandra, no me extraña que tu polémico y heterodoxo Max se haya vuelto abúlico, distraído y sin empuje. Pero se repondrá.
ResponderEliminarChiloé
No le veo muy convencido.
EliminarChiloé
ResponderEliminarSalud.
EliminarMuy bien elegido ese grabado de José Hernández, un virtuoso de las puntas, el aguafuerte y el dibujo para acompañar a estas reflexiones entre amigos.
ResponderEliminarCreo, que la obra de Hernández nos hace imaginar a Max, mayor pero sin claudicar con dedo irónico apuntando a no dejar de pensar más allá de la abulia propia del paso del tiempo, porque hasta en esa abulia su cabeza no para en la búsqueda incesante de encontrar una salida.
No?
Me gusta mucho Hernández, tengo La metamorfosis de Kafka ilustrado por él e impacta tanto como el texto o más. Lo complementa, digamos.
EliminarRespecto a la explicación que haces sobre Max me parece sumamente acertada. Nunca hay que perder la perspectiva de una salida, otra cosa es que esta sea posible o/y probable y favorable, naturalmente. Un abrazo.
Lo sensato sería emitir opinión cuando haya algo que merezca la pena aportar. Jamás por quedar bien delante de otros con que se sabe de un tema.
ResponderEliminarAnder
Cierto, pero también nos retratamos por nuestras insensateces expresivas, Ander. Y así también nos conocen. Nada, estoy de acuerdo contigo.
EliminarApresentar a nossa opinião sobre um determinado assunto é essencial...
ResponderEliminarMas também é essencial estar bem informado... e estar preparado para responder, porque há opiniões diferentes...
Muitas vezes, ter uma opinião diferente significa zangas, afastar-se de amigos e famílias... E a minha pergunta é: o que é mais necessário?
Beijos e abraços
Marta
Es que hay mucho encono y visceralidad al hablar, primero que las personas no siempre se escuchan, después que cada cual tiene configurado un cuadro de ideas o creencias que si no se sabe dialogar enfrenta en lugar de ayudar a avanzar en la visión de los temas a las dos partes. Depende dónde te informes, con quién elabores pensamiento se podrá avanzar en causas comunes, es decir en la convivencia y la colaboración mutua. Hoy tenéis elecciones en Portugal. A ver qué se manifiesta. La gente se deja llevar demasiado por medios informativos poco informativos y sí elaboradores de confusión. Y en esa senda están muchos políticos. Obrigado.
EliminarEsencial más que opinar es saber escuchar y saber a quién escuchas, entonces, quizás, valga la pena opinar.
ResponderEliminarSin duda alguna, Pilar, y no es nada fácil saber escuchar.
EliminarAl margen de la repercusión que pueda ocasionar una opinión, es necesario manifestar lo que se piensa sobre esto o sobre aquello.
ResponderEliminarSaludos cordiales
Pero se escuchan tantas opiniones infundadas...hay tanto ruido irresponsable...
Eliminar