Llegaban los gitanos nómadas y les dábamos regaderas, palanganas, grifos desusados, barreños y otros objetos de cinc que ellos revendían. Y una niña de cabello enmarañado con el que jugaba a hacerse trenzas, que no era ni morena ni rubia, y que no dejaba de mirarme y de ir siempre tras de mí me decía: me quiero quedar aquí contigo porque eres un saltimbanqui como yo.
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