Te gustaban los juegos concéntricos, como los llamabas. Juegos que se reproducían sobre sí mismos, multiplicando el efecto de su imagen. Mirarte en el espejo, contemplarte en un charco, surgir desde una ventana o una pared, confundir la sombra difusa y la nitidez…Toda imagen se mira a sí misma, eso ¿cómo llamarlo?, era tu comentario. Justificabas tus representaciones más absurdas: No soy yo la que inventa, solo advierto aquello que está en la oscuridad de una imagen. Tenías que sacar la imagen de la imagen. La que hay detrás y ponerla en primer plano y a su vez traer otro plano de donde fuera para desplazar la última. Ni siquiera cuando acabábamos de estar juntos te comportabas como una mujer. No cedías al tiempo de lasitud que se desea interminable, y yo pensaba: mientras hemos estado, ¿habrás estado? Siempre me quedó la duda de si te evadías de ti para ser más que tú misma. Esa duda me hacía comprenderte. Sabía de tus idas y venidas, de tus plantes, de tus cambios. Para otros eran insolencias o anomalías, incluso locuras. Pero ya sabes que la gente no se para demasiado a comprobar cómo es el otro; y menos a aceptarlo por las buenas. La gente quiere ver al prójimo como un elemento ordenado que no le suscite inquietud. Tú inquietabas, incluso a mí me sorprendías. Y ahí la red: tu atracción poderosa, llevarme a tu juego, ser parte de tu inapelable fuerza concéntrica. Nadie me va a creer que nunca me sentí abandonado por ti, aun cuando repentinamente te fueras o permanecieras un tiempo en silencio. Insistías: en lo concéntrico no hay peligro de disolución, porque uno no deja de ser nunca. Francesca en busca de Francesca, a cualquier precio, te decía yo ironizando.En tu mirada deslizante que me llegaba como sacacorchos nunca vi apartamiento de ti. Era tu manera de engancharme. Un día, ¿por qué dijiste aquello?: Cuando no esté estarás tú. Y yo lo interpreté: deberás prolongar el movimiento aun cuando no haya materia. Pronto me di cuenta de que si la materia precisa se nos va de las manos, la dinámica se extraviará por mundos que no serán ya los nuestros.
Haz feliz al perro; no cuesta nada.
Hace 2 minutos
Un texto excepcional que comparto. Inteligente, profundo y maravillosamente poético. ¡Gracias!
ResponderEliminarGracias por ese estímulo que suponen tus palabras, Carlos. Es que Francesca era mucho.
EliminarSalud y cordialidad.
esa fuerza concéntrica, te inspira, o te aspira...no sé
ResponderEliminarsaludos, me resultó buena lectura
Ambas cosas, supongo. Omar. Gracias.
EliminarEsa fuerza te aspira sin lugar a dudas, y de esta manera a su ves, te inspira, por que estas inexorablemente obligado a tenerla presente.
ResponderEliminarVaya, Anónimo, es la recóndita presencia.
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