Cuando un gran músico muere. Y los recuerdos de los tiempos que creímos y sentimos felices nos acechan. Solo queda permanecer en silencio, palparnos la piel y suspirar. Mereció la pena vivir lo que vivimos cuando escuchábamos en grupo sus interpretaciones, despojándonos de nuestras inquietudes y aplazando miradas cómplices, para entregarnos al gran y medido ritmo. A la gran enajenación, de la que salíamos purificados. Nos envolvíamos en los sueños y en los colores de aquellos arpegios. Crecíamos en ellos. La música nos hará nuevos. Y además libres. Gracias, Ravi.
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Hace 4 minutos
Me uno al silencio y recuerdo su actuación de ya hace muchos años, muchos, en el Palau.
ResponderEliminarSalud
en mi país decimos:
ResponderEliminarha salido de gira, y lo escuchamos y tarareamos sus canciones
saludos
Me encanta volver a escuchar a este maestro de la Cítara.Gracias que hay una gran herencia en el flamenco con esta preciosa música.
ResponderEliminarPreciosa esta música es para dejarse envolver.
Saludos.
Francesc, era de esos entrañables con su música...
ResponderEliminarVaya, Omar, ese humor es divino, me ha gustado.
ResponderEliminarBertha, bienvenida. Ravi será siempre un clásico actual y embriagador.
ResponderEliminarMe gustaba Ravi Shankar.. Y su salterio, su amistad con Georges Harrison, su hija Norah Jones y aquellos recitales en el festival pro Bangladesh Desh.
ResponderEliminarCada uno de los que muere se marcha con un pedacín de nuestro pasado.
Un abrazo grande, Antorcha.
Gracias, Freia. No aporto nada sino el recuerdo, hay mucha gente que no se acuerda de él, mucha más que no le ha conocido nunca. Como buen clásico del Raga, imprescindible para escucharle en el momento en que el estado de ánimo nos lo exija. Nos transforma siempre.
ResponderEliminarSí, esos pedacines que vamos perdiendo aparentemente, porque la guardiana Memoria los mantiene, ¿no?
Un abrazo.