fue en aquel instante, ante aquella respuesta, cuando tuve claro que ni iba ni venía; que acaso todo aquello de vivir había consistido en eso mismo; que el movimiento del tren era imparable; que el mundo que habitaba aquel espacio se dividía; unos se daban cuenta de lo que ocurría y no hacían nada por evitarlo; otros veían la situación y se ponían a salvo, o creían ponerse a salvo, con urgencia y viejos usos y acaso a lo salvaje; otros, los más, seguían dejándose llevar confiando instintivamente en que todo era normal; simplemente se trataba de no observar, de no deducir, de no preguntarse; unos pocos sabían sobradamente que no pretendían llegar a parte alguna, y tampoco les preocupaba, sino que además la conciencia de aquel estado les justificaba y lo admitían como quien admite una vida en la locura; estos al menos lo aceptaban y de ahí que les acompañara un humor siniestro, una actitud vaporosa y desprendida de lógica; al hablar con ellos desvirtuaban los términos de los objetos, del paisaje, de la situación, del recorrido; y sorprendentemente, si bien no liberaban toda mi inquietud, al menos no añadían más desasosiego a mi preocupación creciente; todo se escindía allí dentro; si mirabas al exterior solo percibías las imágenes de tus recuerdos, las vagas apetencias prácticamente diluidas, los sonoros alardes hechos añicos de cuanto había quedado atrás; cualquier otro intento de contemplar el exterior me estaba negado; era como si la materia física hubiera desparecido de nuestra vista, incluso las temperaturas, los colores, los sonidos, las sensaciones; la oscuridad no es objeto de prospección; no se ha hecho la oscuridad para avanzar por ella; nos habían dicho que era el contrapunto en cada jornada; pero acabó resultando ser la protagonista, el territorio, lo que se nos deparaba; was sollen wir tun?, fue la exclamación que acució mi cerebro; ¿qué debemos hacer?; fue en aquel instante, ante aquella respuesta implícita que yo ya sabía, pero que el último rendido dejó caer concisamente, cuando tuve claro que ni iba ni venía; que acaso no merecía la pena seguir probando control alguno porque ya no era posible controlar nada; nunca lo fue; nunca hubo sino fantasías y vanas ilusiones; y esto de ahora, incalificable, difícil de asumir porque siempre habíamos vivido creyendo que vivíamos para algo, nos despojaba de toda otra posibilidad de respuesta; o nos aportaba la única respuesta;
(A propósito de una lectura de El túnel, de Friedrich Dürrenmatt. Fotografía del griego Stelios Tsagris)
Vivir para algo...bueno, tal vez el secreto está en cambiar la preposición: vivir por algo. Lo que sea.
ResponderEliminarPor eso el único sentido de todo está en el Amor, en la capacidad para vernos en los ojos del otro que a la vez implica el ser capaces de ponernos en el lugar del otro, lo que nos "devuelve" la libertad; lo único que "devuelve" la cordura a Segismundo fue la misma "locura" (disfraz) de Rosaura, por eso en realidad los únicos locos son los que no aman, los que se autocondenan a la propia autoextinción.
ResponderEliminarBesos
(más que me gustó, como casi siempre)
Francesca, está bien tu observación. Las preposiciones juegan un papel interesante. Depende de cómo las coloquemos en nuestras conductas así nos irá. Pero el tema de vivir no es baladí, y no es fácil dejar de sentir la negrura en la que estamos precipitados (al menos leyendo a Kafka o a este Dürrenmatt de El túnel)
ResponderEliminarCaray, Sofía, te embarga cierta mística. Pero voy a considerar tu opinión. El Amor al prójimo es un elemento o idea muy antiguo, pero si no se le dota de apellidos y de compromisos responsables se vuelve tan etéreo que se apunta todo quisqui, como se puede observar en el entorno. En nombre del Amor se han cometido tantas tropelías...
ResponderEliminarVaya, y yo que creía que los locos eran precisamente los que amaban o al menos no cesan en su empeño por lograrlo...
Todo está popr hacer, aunque nadie se esfuerza en verlo.
ResponderEliminarFalta hambre para tantaa comida, conmida adulterada, hambre de siempre.
Un abrazo
Gene. Eso y bastante más. Pero el pasadizo resulta cada vez más angosto, más desapacible...
ResponderEliminarSe ve que con respecto a la cordura y la locura tenemos diferentes puntos de vista, Fackel...;)
ResponderEliminarBesos