jueves, 1 de diciembre de 2011
¿Perdedores o perdidos?
Hay días en que me quedo plantado y boquiabierto ante este grabado que tengo colgado de la pared. Es la imagen de la derrota pura y dura. Pero también es la persistencia en la derrota. Sancho Panza, el siervo del hidalgo, tira de su rucio que carga con su señor Don Quijote, y a su vez tira de Rocinante que va tan molido como su caballero andante y encima tiene que trasladar sobre sus lomos toda la chatarra con la que pretendía llenarse de gloria. Es el final de un capítulo que comienza con que el bueno de Rocinante, dejándose llevar por sus dignos instintos, va hacia unas yeguas con intención de refocilarse con ellas, pero el grupo de arrieros que las trasladan no permiten que se las acerque y la emprenden a estacazos con el animal. Naturalmente, en viéndolo el héroe y su criado, les falta tiempo para ir a enfrentarse a los arrieros ante la tropelía cometida por estos. Error fatal: los arrieros son unos cuantos y Don Quijote tiene la osadía de considerarles villanos y hacerles frente.
- A lo que yo veo, amigo Sancho, estos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea. Dígolo porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos le ha hecho a Rocinante
- Qué diablos de venganza hemos de tomar —respondió Sancho—, si estos son más de veinte, y nosotros no más de dos, y aun quizá nosotros sino uno y medio?
- Yo valgo por ciento —replicó don Quijote. (1)
Tengo la impresión de que ese error de valoración de Don Quijote, que se repite una y otra vez a lo largo de la novela, por más que Cervantes lo disfrace de locuras, no es sino producto de una visión que hoy llamaríamos desenfocada e idealista de la vida. Una visión irracional que conduce una y otra vez al fracaso, al golpe en el lomo y a la eterna condena a unos amos. Cierto que si te ciñes a la novela literalmente podría parecer que se trata de las soberbias de un hidalgo que no ha dado un palo al agua en su vida y se pretende salvador de todo tipo de causas, sin que nadie le solicite que intervenga. Por supuesto, tras el batacazo que se lleva el rocín de nuestro héroe es éste mismo y su fiel criado los que vuelven a llevarse una tunda de palos por pretender parar los pies a un montón de hombres y lo que es peor, sin haber mediado diálogo previo con ellos. Eso explica ese batirse en retirada -ambos hombres y ambos animales agobiados, maltrechos y desmoralizados- del grabado que traigo a colación.
Lo más curioso del resto de este capítulo, y esto acontece, como ya digo, nuevamente en otros, es que el ingenioso hidalgo no da su brazo a torcer y siempre busca explicaciones huidizas, ensoñadoras y disparatadas para justificar sus desatinos. Mientras, Sancho Panza, convertido en la otra voz de la conciencia, la cabal, sensata y razonadora, trata una y otra vez de hacerle ver cómo son las cosas y no como Alonso Quijano quisiera que fueran.
¿No tiene analogías esta enjundiosa novela con nuestro tiempo, nuestra situación y demás circunstancias? No me refiero ya solamente a resultados electorales que parece que no enseñan a los perdedores, sino, en general, a un enfoque de vida que nos involucra a todos los ciudadanos y que parece que seguimos en dirección a estrellarnos. Porque no seamos ingenuos. Cada ciudadano persigue también sus triunfos efímeros, la ocupación de supuestos castillos, el enfrentamiento con pretendidos gigantes y la conquista de dulcineas sin medir el valor de lo real que se va perdiendo: el grado de deterioro del suelo que pisamos, del aire que respiramos, de la demografía que impacta sobre las necesidades del planeta y de las condiciones de vida que nos encierran cada vez más en los estrechos márgenes de la sumisión. No. No se trata de ir de perdedores y de recrearnos a lo masoquista en los golpes que vamos a ir recibiendo. Hay que replantearse la lucidez y por lo tanto llamar molino al molino y venta a la venta y no castillo. Hay que dejarse de lamentos y a su vez de idealizaciones, sin subestimar a los grandes poderes pero tampoco sin acomplejarse por sus medios para doblegarnos. Naturalmente, para ese objetivo hay que mirar con otros ojos y no precisamente a nuestro ombligo. Hay que reconducir la fuerza del cerebro más allá del límite reduccionista del hombre consumidor de nuestro tiempo. Hay que superar el doble desafío de sentirnos perdedores y de andar perdidos. Sin soberbias quijotescas.
(1) Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha. Primera parte. Capítulo XV.
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Mi imagen de la derrota pura y dura es una imagen imaginaria, porque creo que no existen documentos gráficos: el sendero de las lágrimas, el éxodo forzado de los indios norteamericanos de sus tierras.
ResponderEliminarA lo que apuntas en tu último párrafo lo llamo escurrir el bulto.Y, por desgracia, estamos la mayoría incluidos.
No existe actitud más quijotesca que la de empeñarse en reconocer la realidad como algo aleatorio, producto de las diversas aptitudes y actitudes mentales. Llevado al límite te devuelve a la más realidad más cruel y despiadada: la que duele en el cuerpo primero, entonces este es el primero en ponerse a salvo. ¿Quien habla de derrota?diría Quijote, "Tan solo es una escaramuza más de la que aprender y salir reforzado." Solo cuando su cuerpo se despida entrará en razón, pero ya será tarde, tampoco me parece que importe demasiado. Bs.
ResponderEliminarSí, Rat, es probable que la imagen que muchos tenemos de las derrotas sean ante todo ajenas. Ojala no sean jamás propias. Supongo que documentos gráficos de derrotas en masa en los tiempos modernos, incluidos los indios de USA, existen. La Segunda Guerra Mundial aportó abundante material de miserias, sufrimientos, derrotas, icnluso de los que inicialmente se las inflingían a otros. A mí siempre me impactó mucho el Holocausto judío por un dato curioso. Eran gentes como otras de los países donde fueron perseguidos. Eran alemanes o austríacos o polacos o húngaros, es decir, nada advenedizos. Pertenecían a todas las clases sociales. Muchos tenían bienes tan abundantes como los que no eran judíos. Y de pronto, un día, las sacas les separan de sus ciudades, les desprovee de sus bienes, les parte familiarmente, les condena a la detención más infamante y les concede la muerte. Todo se queda corto ante aquella atrocidad. Generada por nuestra cultura cercana, de raíces cristianas y europeas, ¡toma!
ResponderEliminar¿La única atrocidad? Qué va. Si me espanta lo de la shoah es porque parecen seres cercanos a nosotros, como nosotros. Pero, ¿y cuándo los jemeres rojos asesinaron a millones de ciudadanos cmboyanos, pobres la mayoría. Me horroriza por su anonimato, por lo poco que se ha hablado en Occidente del tema, porque nunca los sentimos como nuestros, parecía un asunto lejano, extraño, cosa de la bestia asiática y "comunista". En fin, y cuantos casos así en el tiempo y en la Tierra.
Un beso.
Ah, sí, Rat, en efecto, tienes tanta razón en lo de que vivimos escurriendo el bulto. Me has hecho pensar también en que hay derrotas relativas (pequeños fracasos, caídas, pérdidas que consideramos el no va más) de las que nos elevamos y luego ese tipo de derrotas colectivas, culturales, morales...que verdaderamente hunden.
ResponderEliminarEmejota. No sé si se trata de reconocer la derrota, que sí, o más bien de admitir y ver dónde y por qué cometemos fallos, errores, equivocaciones...lo malo es cuando además a eso se suma una actitud de injusticia. Entonces, apaga y vámonos.
ResponderEliminarCreo que el libro del Quijote es un tratado de saber vivir maravilloso. Alejado de la moral cristiana y sus dogmatismos, por supuesto. Es una invitación permanente a considerar los opuestos y decidir y superar lo que se hace y obra con fatalidad. Desfacer entuertos no es baladí, y Sancho Panza encarna el punto de reflexión genial, de conciencia de la humildad y de la llamada permanente a la sensatez. Mientras que su jefe es precisamente la tentación de la gloria, de la desfiguración, del querer y no poder, de la pretensión vana, del orgullo estéril (es tan español el pobre Alonso Quijano...) ¿No resulta demasiado moderno y actual todo eso?
Bebamos en las fuentes del conocimiento y del placer. Mi experiencia particular es que leer algo del Quijote en momentos bajos o confusos me aporta capacidad de superación. Gracias, Don Miguel, el verdadero.
De jóvenes, en nuestro proyecto de futuro, ¿quién no sueña un palacio, castillo, despacho de arquitectura postbroker o mansión de capo?
ResponderEliminarMientras avanza hacia la aventura, se cree fuerte y capaz. Recibe lanzadas y estocadas pero resiste.
Pasa el tiempo y aquella mayoría belicosa se ve sin casi darse cuenta arrastrando pesados proyectos, hipotecas,acreedores o exesposas.
Decididamente actuales el grabado y la reflexión.
Olga. Lees a la letra, pero de manera acertada y veraz, esto de las ensoñaciones de la vida (aspiraciones dirían solamente otros) Pero hay gente que envejece y aún no se entera de lo que vale un peine la vida. Y se autodesplaza y se siente mal porque las únicas leyes que intentó acatar son las de la competencia, las de la venta de la primogenitura a cualquier precio.
ResponderEliminarGracias por comentar. Bona i substanciosa tarda.