Una noche soñó que los ricos pagaban en función de su riqueza, que no defraudaban al fisco, que los rentistas cedían sus fincas, casas y posesiones múltiples a la ciudadanía, que las instituciones religiosas que aún viven del Estado se buscaban la vida, que los bienes de esos entes se convertían en bienes públicos, que las empresas decidían fabricar sin dañar el medio ambiente, que los bancos relativizaban el valor de cambio del dinero, que los blindajes de los altos cargos desaparecían, que dejaban de contratar mano de obra esclava en el tercer mundo y mileurista en el primero, que distribuían sus ganancias entre todos sus empleados y sólo procuraban en la inversión técnica sobre sus productos, que el mercado de distribución ponía precios al alcance de todos, que las rentas elevadas aportaban suficientes recursos para dinamizar la inversión pública y extenderlos a todas las clases sociales, que reforzaban el sentido redistributivo del funcionamiento social, y se atrevió incluso a soñar que quedaba eliminado el principio de la plusvalía, lo cual equivalía de facto a que los empresarios habían dejado de existir.
Hoy las noticias le despiertan hablando de su sueño o le sumergen todavía más en el mismo o simplemente le invitan al espectáculo, y ya se sabe que todo show lleva una carga onírica inherente.
Las grandes fortunas de Francia piden pagar más impuestos ante la crisis, lee. Y que lo quieren hacer para ponerse en vanguardia de la salvación del déficit. Piensa que acaso es un primer paso, que tal vez las ideas de Marx de que las revoluciones de verdad se producirían en los países desarrollados se empieza a hacer realidad, pero como peina canas y tiene callos en el órgano interno donde radica su desconfianza, se siente amodorrado e intuye que sigue soñando. Sabe que los sueños son contradictorios, variables y negadores de toda realidad. Pero por si no lo fueran, sospecha que el numerito de prestidigitación tiene truco, que hay carta escondida, que la chistera va a sacar animalitos varios que deslumbren a los espectadores. La
grandeur francesa es así, piensa. Puestos a defender sus negocios, su hegemonía particular y su influencia, son
l’avantgarde. Admira su arranque, no tanto su cinismo.
Estas circunstancias suelen darse cuando uno peina canas, o apenas si le quedan apenas para peinar. Beso.
ResponderEliminarQuerido mío, en esa entelequia desafortunada llamada hasta ahora primer mundo también hay esclavos. Refuero mis palabras con las de Ramonet, que tiene más autoridad que una:
ResponderEliminarhttp://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=e12ea20f-b219-4659-a8e5-daff3436763a
A ver si aquí también se aplican el cuento. El problema es que en este país tenemos como deporte nacional ver quién defrauda más a hacienda y encima hacemos gala de ello.
ResponderEliminarEmejota, bueno, era una manera de decirlo. Las canas no significan decrepitud, eh.
ResponderEliminarAtaúlfa, me leo a Ramonet en cuanto tenga un rato. Se está envenenando el ambiente europeo a pasos agigantados.
ResponderEliminarCMG, cierta y desgraciadamente ha sido ésa la tradición histórica. Todo lo que pasa está exigiendo Constitución nueva, pero exige claridad nueva de la ciudadanía, y eso llevaría a ganas y movilización nuevas para rescatar la Política. Pero la nave (tripulación, pasajeros y polizones, o sea, todo quisqui) no parece querer ir con buen rumbo.
ResponderEliminarPodrian significar sabiduría decantada, nunca decrepitud. Ja,ja, por la cuenta que me trae.
ResponderEliminarNaturalmente, MJ, naturalmente. La decantación es lo que queda en el fondo...quintaesencia o veneno, ¿no?, jaj.
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