Eres la estructura, la casa, la fortaleza,
el territorio, la patria, la ciudad, la nación,
o, simplemente, los elementos más naturales,
los que se transmiten con tu cuerpo, con tu mirada, con tu sonrisa difícil;
y en tu escala posible, en tu humilde limitación te entregas
como los recursos más primigenios y eficientes:
el cobijo, el alimento, la seguridad,
y sobre todo el calor:
el calor que protege de la lluvia, que guarece de la intemperie,
que consuela del abandono;
y eres también el frescor:
allí donde el sol se ceba en los tuyos, donde el fuego de los hombres se ensaña
con tu progenie, donde la destrucción de los malvados
pretende tajar la base sobre la que te sustentas casi por azar,
donde el olvido de los otros hombres que, aunque no lo sepas bien,
habitamos el resto del mundo,
allí aparece el don de tu apacibilidad.
¿Qué más se puede pedir de esta construcción
que se eleva sobre sí misma?
¿Qué arquitectos de la moral serían capaces de alzar otra edificación
más potente y suntuosa?
¿Qué estadistas podrían garantizar otro territorio más extenso?
¿Qué militares dotarían de mayor seguridad que la que tú ofreces?
¿Qué materia de las entrañas de la tierra y de las potencias del cielo
se mostraría más sólida?
Los dioses desaparecidos y en trance de extinción enmudecen ante tu despliegue.
Después de ti no habrá ni uno más.
Los ídolos, en su multiplicidad de símbolos, se derrumban a tu paso.
Y nadie estará justificado para levantar otros.
Las castas religiosas se avergüenzan de Oriente hasta Occidente
y en su falso pudor callan y se descomponen hasta desaparecer.
Los mitos se vacían: tú toda eres carne de tu carne, sangre de tu sangre,
sabiduría de tu conocimiento, posesión de la riqueza íntima
que los demás no poseemos porque la vendimos al mercado.
Los traficantes de conciencias caen a tus pies
pues reconocen que tus lágrimas contenidas y tus sentimientos preservados
son aderezados con la fecundidad de la calma.
Los ciudadanos del bienestar se consumen en su insignificancia
ante la dimensión que proyectas.
Las filosofías se empobrecen hasta escurrirse por las rendijas de la inutilidad.
Los logros materiales de las sociedades modernas se resquebrajan
devoradas por su propia inconsistencia.
Ella, tú, la gran diosa. ¿Quién dijo que las diosas habían desaparecido?
Ella, tú, la gran matria. ¿Quién pretendió imponer equívocamente la autoridad sobre la naturaleza y sus hijos?
Ella, tú, la gran virgen. ¿Quién restaría una pequeña parte de tu hermosa voluntad
esforzada y pura?
Ella, tú, la gran hacedora. ¿Qué creación existiría en tu entorno
si no activaras la resistencia?
Ella, tú, el gran amor. ¿Qué sentido tendría el suelo que pisamos
de carecer de tu instinto que deviene en conciencia de superviviente?
Ella, tú, el gran abrigo. ¿Cómo no sentirse tomado en tu regazo?
Ella, tú, la gran belleza. ¿No oís cómo se agrietan los cánones que hemos adorado?
Ella, tú, la gran roca. ¿Se atrevería alguien a dudar que procedes del magma?
Ella, tú, el limo y sustancia de esperanza. ¿Podría ignorarse
la fuerza vivificadora que tus pies humedecen?
Ella, tú, la refrenada pasión de la ira. ¿Nos escandalizaríamos si deseases
ejecutar la dulce satisfacción de la venganza?
En nombre de tu existencia: no nos perdones jamás.
(HOMENAJE A LA MUJER DE SOMALIA)
Enmudecida me hallo. Sobran palabras ajenas. La imagen me conmueve tanto. Beso.
ResponderEliminarA mí me enmudece lo que está pasando. Y me da profundo asco lo que no hacemos y los despliegues idolátricos que hay en derredor nuestro. Mientras, ellas en el olvido.
ResponderEliminarHay un tic, un guiño particular en este post que no ha interesado apenas. Ayer la religión católica celebraba una de sus exaltaciones principales a la Virgen María, al menos en España (curiosamente mi padre y otras gentes la llamaban a secas la Virgen de Agosto) A mí se me antojaba contraponer la imagen de la mujer somalí al mito vacío, por todas las razones que en el texto expongo.
Gracias, Emejota.
He interpretado perfectamente, desde el principio ese TIC. Está clarísimo, al menos desde mi perspectiva.
ResponderEliminarMe ha parecido harto ingenioso, lo que ocurre es que no he dicho nada por prudencia, ya ves, unas veces me paso y otras no llego. Aghhhhh.
EJota, lo suponía en ti, pero tenía que aclararlo por otros. Ya ves qué paradojas se le ocurren a uno.
ResponderEliminar