Decía Sartre que
Dios es la soledad de los hombres. Yo era muy joven cuando leí esta frase y, aunque entonces ya no me significaba la ideología cristiana, no la entendí. Me faltaban algunas travesías del desierto que recorrer. Sin embargo, los años, es decir, lo vivido, te hacen ver. No sé tampoco si lo que te enseña la vida es la verdad. Creo que te enseña sobre todo la mentira. Pero tener claro cómo y de qué manera se manifiesta la mentira es un punto de inflexión interesante para seguir viviendo con dignidad. Naturalmente, con la mentira se puede sobrevivir, obviamente, mucha gente lo hace, pero creo que te conduce a la muerte en vida. Y vivir sólo con esa idea de que lo importante es tener algún año más y dejarse llevar, al precio que sea, nunca me llenó. Tal vez el aprendizaje de la mentira es lo que conduce a otra alternativa, a la cual denominamos verdad, aun cuando sea relativa. ¿Será la verdad la comprobación de la mentira?
Ahora que veo la oposición totalitaria que ejerce el Episcopado español a cualquier decisión (o indecisión) de un cada vez más timorato Gobierno socialdemócrata, entiendo muchas cosas. Incluso la frase de Sartre. La Iglesia argumenta (suponiendo que sean argumentos sus doctrinas inamovibles) entre otras cosas demenciales que la ley que se tramita para una muerte digna no menciona el derecho a solicitar la presencia de los funcionarios de Dios en la agonía de un individuo. La jerarquía hipócrita de la Iglesia lo tiene más claro que su clientela. Dios se puede manifestar como concepto supersticioso en el estado final de los moribundos del seno del catolicismo. Lo cual no significa que sea expresamente reclamado por cada uno de los que se enfrentan con la experiencia de la muerte. La muerte, como el nacimiento, no sabe de ideologías, sino de estado y ciclos naturales. De realidades que solo se poseen a sí mismas. Si un moribundo reclama un consuelo, ¿qué busca? ¿La supuesta verdad divina, que no le va a salvar de morir? Un moribundo, lo que busca es cualquier cosa que alivie su final. Si ese moribundo pertenece al ámbito cultural, ideológico y supersticioso del cristianismo, puede que reclame al agente de Dios en la tierra o puede que no (conozco casos muy allegados que no lo han hecho) Creo que la Iglesia subestima al individuo, sobre todo al anciano. Sartre tenía razón: el ser humano puede encontrarse muy solo en su final, de la misma manera que a lo largo de la vida lo está. Pero estar solo mientras se vive lleva implícitas las posibilidades de supervivencia. En el final, la soledad es rotunda y decisiva. El mismo estado, pero sin solución. El que reclama de un dios en el instante de sus estertores reclama su soledad. No se atreve a llamarla por su nombre, y acaso utiliza un intermediario ideal. Nadie puede ofrecerle nada, salvo la mentira. La verdad adquiere tintes de certeza y se llama dejar de existir. Ruego a los obispos y demás clerecía de esos pagos que se retiren del oficio de ejercer presión sobre la mente de los hombres. Que no jueguen a política para vivir del cuento. Ellos son los primeros que no creen en lo que predican. También tendrán que afrontar su propia soledad irresoluble.
(La imagen es de una obra del escultor renacentista castellano Alonso Berruguete)
Bien cierto y muy bien expresado. Coincido con la apreciación de la verdad que haces.
ResponderEliminarLo que me parece debe ocurrir con ese tipo de personas de instinto "seguidor" y con necesidad de cuerpos compañeros (ojo solo cuerpos) es que no necesitan más que una estructura simple y sencilla como referencia a la cual seguir. De otro modo no se explicaría el fenómeno "fan" o "moda" en nuestra sociedad. Los que piensan suelen ser los menos y además el resto los puede percibir como amenaza. Beso.
A mí me gusta la de "vivir sin dios".
ResponderEliminarHemos tenido que aprender a vivir sin dios, porque a los que nos han comido el coco desde pequeños, cosa que no hemos hecho con nuestros hijos; cambiar todo esa comedura, no ha sido empresa facil.
El dios proveerá les ha venido muy bien a los predicadores, éstos para ser proveídos y a los demás para escaparse de la responsabilidad de tener que elegir
Estamos en la más estricta soledad y en ella no quiero que entre ningún dios que me diga cómo tengo que vivir.
Saludos
Emejota, o dicho de otra manera: dejarse llevar, que es más fácil y cómodo. ¿A precio de qué?
ResponderEliminarBesos.
Isabel. Hemos tenido que aprender a vivir sin dios, sin patria, sin estructura clara de identidad de grupo, sin...tantos conceptos. Era necesario desalojar los conceptos y las palabras huecas de nuestro interior. El esfuerzo, al menos en mi experiencia, ha merecido la pena. Sé que pasaré así hasta el fin de mis días y no me importa. Desconfío de lo que parece seguro y definitivo, y busco la confirmación por mí mismo y por cuantos escudriñan como yo.
ResponderEliminarEn ese sentido sienta bien y da firmeza renovar los conceptos. Por ejemplo, el de soledad. Más profundo e identitario con nuestro Yo que todo lo que nos han metido a cristazo limpio.
Un abrazo.
Me ha gustado lo que ha dicho, mi krausista camarada, ahora bien, la mentira no, gracias, pero, dígame, ¿cuál es la verdad?
ResponderEliminarY por otro lado, como usted sabrá cuando Sartre habla de la soledad se está refiriendo, cómo no, al problema de la libertad.
Si para usted la religión es algo exclusivamente cultural, ideológico o supersticioso, si no encuentra nada más que eso, es tan sencillo como que usted no entiende qué es la religión. Se lo dice un ateo. La palabra trascendencia, tiempo, eternidad, todo eso para usted será un batiburrillo de terminología oscurantista. Hay que saber cuándo no hablar de asuntos que no se alcanzan a comprender.
y por último, ¿es que tiene usted algo en contra de que el hombre, enfrentado al abismo cuando va a morir, prefiera una dulce mentira final (la eternidad) antes que la certeza de su extinción? Si es así, es usted un totalitario.
En fin, que está usted muy visto. Tanto como el discurso de un beato en época de Franco.
Salud mientras tanto!!
"Con las tripas de último Papa ahorcaremos al último rey"
ResponderEliminarGaribaldi
Estimado Juan C. Habla usted con tal vehemencia, aplomo y seguridad que no puedo por menos sino admirarme y respetar sus criterios, a mi modo de entender errados. Por mi parte, no voy polemizar con usted sobre lo que no he dicho. Y usted es muy libre también de mantener sus apreciaciones sumamente arriesgadas sobre lo que usted cree que soy o manifiesto en pensamiento. Las figuraciones e impresiones equívocas no se deshacen por las buenas. Necesitaríamos algunos cafés de por medio. No se inquiete.
ResponderEliminarCordialmente.
Stalker. La frase sabia (pertenece al acervo popular) que adjuntas y que adjudicas a Garibaldi (no me cabe duda) ¿no sería pronunciada ya antes, cuando la Revolución Francesa, o incluso antes, cuando lo de Cronwell de 1640? Ya sabes que la historia se repite con viejos ropajes, e incluso sus expresiones verbales...
ResponderEliminarSí, conviene recordar el acervo cultural y dejar constancia.
Un abrazo.
Muy interesante la reflexiòn: dificil partir con un dualismo: verdad y mentira, porquè luego es muy dificil establecer cual es "la verdad" si es que existe una sola o son muchas , etc, etc..
ResponderEliminarLa Frase de stalker era menos precisa; igualmente violenta y sangrienta, mas decìa de: ahorcar al ùltimo cura con las tripas del ùltimo noble.. (o viceversa, siempre en modo simpàtico), sin discriminar a ninguno de èstas clases.
un saludo
Blas
Blas. Bien señalas el dualismo, una constante en que nos movemos, como bien/mal, por ejemplo. ¿Cuesta más definir la verdad que la mentira? ¿Acaso porque la misma verdad, o lo que creemos tal resulta inverosímil, increíble o costosa de aceptar? ¿Hay una verdad o muchas? ¿Hay una absoluta (personalmente creo que no) o muchas relativas? ¿Has verdad objetiva o verdad interesada? Etc.
ResponderEliminarCada cual debe saber si se queda con la duda antes de aceptar la categorización y el axioma.
Buena noche, ítalo.
Tu blog tiene premio. Pásate por el mío y lo recoges.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo creo que solo cuando te llegan las cosas las entiendes. La muerte, por ejemplo. Cada uno tiene derecho a la suya. A vivirla a su manera. Sin Dios o con Dios. Otra cosa es como vive uno la muerte de los demas. La mía no sé hasta que me enfrente a ella y la transite, si con desesperación o deseo, con fe o sin ella.
ResponderEliminarNaturalmente, Francisco. Me alegra saber de ti, aunque sea porque mis letras te han picado (espero que no herido) La libertad personal implica tanto ficción como realismo crudo. Que cada uno elija. En el fuero interno y en el momento final ¡vaya usted a saber qué operará en la mente de cada uno! Eso debe ser el sálvese quien pueda. No cuestiono eso. Cuestiono la ingerencia de los intermediarios, que hacen establishment del control de la mente del individuo. Ya me entiendes. Pero bueno, si el individuo quiere incluso a esos personajes...que al menos los quiera libremente. Mi padre era un cristiano honesto y cabal, pero escéptico como buen castellano viejo. Yo sé que habló consigo mismo y con sus conceptos. Pero nunca pidió que le llevara un intermediario en sus escasos tres días de agonía. Era de los de afrontar en vivo y en directo la vida. Y ese momento final de ésta. Me encantó.
ResponderEliminarNo pases mucho calor por la orilla del Guadalquivir, hermano. ¿O vas al Norte? (OJo, no sucumbas mucho a las nostalgias de estos días, jaj)
Como siempre, un abrazo. A tu disposición.
CMG, tomo nota de tu delicada atención. Un abrazo de domingo.
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