lunes, 4 de julio de 2011
Terraza en julio
…hoy los he visto. Sólo conocía a tres de ellos, pero ninguno me ha causado una impresión grata. Dos han tomado refrescos, otros dos pidieron agua de seltz y solamente uno ha solicitado un licor del lugar. No sé, tanta abstemia en un grupo de hombres curtidos en su profesión me ha parecido extraña. Las fiestas ponen a la gente contenta y muchos incluso se pasan en desmesura. Pero este grupo es como si permaneciera ausente, como si la vida de la ciudad no fuera con ellos. Yo estaba en una mesa próxima. La algarabía dominaba, como es habitual en las terrazas de verano. Y más en estas fechas. Pero ellos no sobrepasaban la voz. Más bien utilizaban de vez en cuando un tono bajo, casi confesional. Si en alguna ocasión alguno hablaba más alto y con cierta euforia, el que parecía ser el dominante se encargaba de hacer un gesto con la mano para que atemperase sus palabras. Pero ese gesto se producía muy excepcionalmente. Daban la impresión de estar aleccionados previamente. No eran los mismos que otras veces han confraternizado más con la gente, alternando bromas y parabienes. Aunque, en honor a la verdad, nunca han sido muy campechanos. Cuando ha llegado el reportero uno ha mantenido la altivez, el resto el aplomo. Hubo quien ni siquiera se giró hacia la cámara. Pero todos mantuvieron el tipo. El reportero se mostró un tanto servil al despedirse, pero el grupo apenas le hizo caso y siguió a lo suyo. Se oyen demasiadas cosas estas últimas semanas, pero cuándo no se han oído. Es un país de rumores permanente. Se vive en un estado de acechanza verbal que nunca ha acabado hasta ahora como el cuento del lobo. De ahí que nadie se cree ya nada, y eso que las opiniones de la ciudadanía están cada vez más radicalizadas. Es rara esta gente. Sin embargo, están sometidos a autoridades superiores y tendrán que aceptar las órdenes. Al fin y al cabo es su oficio. Pero, ¿y si llegara un momento en que no las respetasen? Me intriga tanto silencio, sus ceños, esos rostros hueros, los ademanes aparentemente frágiles y prudentes en quienes no lo son…
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No es fácil librarse del agua mansa. Me ha encantado la descripción, me trajo a la memoria los relatos del hermano menor de mi madre sobre el bisabuelo, que era comunista y se reunía de vez en vez, me parece que los cubría la misma densidad de procedencia dudosa, un algo difícil de palpar en esas reuniones. En fin, que me ha encantado la entrada. Un abrazo.
ResponderEliminarSusan, me alegra que comentes. Y recojo tu breve testimonio. Mas esa gente de la fotografía no son precisamente comunistas, sino en las antípodas. Y con gravísimas responsabilidades entre sus manos. Lo aclararé en su momento, salvo que haya ya alguien que caiga de qué va la reunión (aparentemente amistosa) que concita rostros tan graves y severos. ¿Qué se traerían entre ellos? Una foto antigua, no muy conocida, pero muy sugerente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gran arte el tuyo para sugerir. Una pena tener tan mala memoria para los rostros. Lo que me ha hecho gracia es el comentario anterior, curiosa nuestra forma proyectiva de enfocar las cuestiones que se nos presentan. Beso.
ResponderEliminarNo es una foto muy conocida, EJ, así que es lógico que los rostros no los recordemos, salvo para el narrador que hace ficción (sobre una base)
ResponderEliminarBuena tarde.