Jesucristo adoró al diablo, dice Jan con voz templada en la que no se adivina sarcasmo alguno. Sorprende el tono prudente de un individuo que oculta con dificultad tras su constitución asténica a un ser nervioso. Malena y yo no sabemos por dónde va a seguir. Nos invita a salir a la terraza de la casa donde vive en lo alto de la colina. La heredó de su abuelo y, aunque no tiene aquí su tienda de antigüedades, yo diría que sin esta perspectiva él no sería el anticuario de Stare Mesto. ¿Conocéis aquel pasaje del evangelio de Mateo en que es tentado por el demonio?, continua el anticuario. Pues bien, si es cierto lo que cuenta el cronista de que el diablo le ofreció el esplendor de las ciudades más hermosas, no me cabe duda de que el tal Mesías acabó adorando a Satán. Naturalmente, no es la versión que ha interesado a los ideólogos. A los ideólogos siempre les ha horrorizado la belleza. De ahí que presenten de Jesucristo una imagen de resistencia a lo bello. O mejor dicho, de negación de lo bello. En lo hermoso hay referencia, hay sentido, ganas de ir siempre más allá, dentro de esta vida, naturalmente, que es la única posible. No, el demonio no ofreció a Jesucristo tesoros, bienes o poder. Simplemente le mostró la posibilidad del disfrute. La belleza es objetiva siempre, pero incompleta. Si no se produce la aproximación del individuo no se consuma del todo. Su significado no tocaría el alma humana. Y ya digo que el profeta sucumbió. Tal vez fue el precio que tuvo que pagar para que nadie le salvase.
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Hace 26 minutos
Mi buen amigo, como antiguo salesiano que fui, este pasaje representa la tentación del poder. Por otra parte la Iglesia, no repele la belleza, sino todo lo que signifique placer, si bien tiene una atracción morbosa hacia la parte más masoquista del imaginario inicial cristiano, hacia el Cristo de la cruz, y no al que anduvo en la mar, que diría Machado.
ResponderEliminarSimplemente como la simpleza que me acompaña, la belleza más bien me parece una evolución de lo vulgar, o mejor dicho, de lo cotidiano.
ResponderEliminarMe consta que se podrían escribir tomos sobre la cuestión del arte y la belleza. No viene al caso. Un fuerte abrazo.
Carlos, me gustan tus matices. Creo que la Iglesia, que no repele la belleza, en los fueros internos de sus miembros tampoco reprime el placer. Pero hizo teorización dogmática contra el placer y sus modos de manifestarse, como si ello fuera fundamental para la marcha de la humanidad y de las cosas. Y se vuelve continuamente contra la tntación generosa de la carne que padecen sus miembros. De ahí emana, como bien dices, cualquier deriva morbosa, antinatura e insana.
ResponderEliminarRespecto al Cristo que andaba sobre la mar, en un símil solidario con los pescadores...para la Iglesia la imagen debe ser muy contradictoria: donde unos cristianos ven al Cristo pescador, obrero, humilde...la Iglesia prefiere ver al pescador de almas. Muy poético, pero muy falso escucharlo de boca del vaticanismo.
¿Por qué no, Emejota? No está mal reflexionar, imaginar y hasta fantasear con la belleza. Es un tema que viene desde la antigüedad, nos persigue y perseguimos. Naturalmente, habría que matizar sobre sus límites y proyecciones. No es oro todo lo que reluce. Tiene vertientes estéticas y vertientes morales. Se presta el tema a mucho sofisma (siempre se ha hablado en exceso y se han dicho incluso paparruchadas) pero está ahí. Acaso en lo elemental, lo sencillo, lo cotidiano. No necesariamente en la televisión.
ResponderEliminarBusquémosla.
Quise ser breve por mis problemas de conexión. Ciertamente si mi vida no estuviera envuelta en belleza ya no me resultaría útil.
ResponderEliminarEn cuanto a la cuestión del morbo, he llegado a la conclusión, cierta o no, que el morbo mueve más montañas que la voluntad. A la vista está y muchas observaciones de campo realizadas por una servidora. Un fuerte abrazo.
Razón tienes, Emejota, que si no tuviéramos una parte de nosotros más o menos dirigida por la atracción de la belleza todo sería insufrible.
ResponderEliminarRespecto a lo del morbo...habría que hablar lo suyo. Hoy se llama morbo a cualquier cosa. En televisión reina el morbo y se vende como bello, grato, culto, genial, triunfador, dirección única, etc. etc. Señor...Y en efecto, hay que ver cuánto y a cuántos congrega. Y en otras esferas de la vida personal y sus relaciones.
Un abrazo.