No puedo quitármelo de la cabeza. ¿Qué le escribirá mamá a ese hombre de la isla del Pacífico? Es lo que más me intriga, más que saber de quién puede tratarse. Con ser bonitas las cosas que él le dice en sus cartas, de lo que me muero de ganas es de saber con qué palabras le corresponderá ella. No lo sabré nunca, y tal vez no importe. Hace tiempo que tampoco recibe noticias suyas. Es como si el correo de todos los frentes se hubiera paralizado. ¿Qué está ocurriendo?
No hay manera de concentrarme en los deberes de la escuela cuando pienso cosas así. El día es más templado y está la ventana abierta de par en par. De pronto he tenido un susto y el trabajo de caligrafía se me ha emborronado. El danzarín se ha plantado delante. No ha hecho ruido, pero ha ocupado todo el hueco de la ventana. Ha apoyado sus brazos en el alféizar descaradamente. Jamás le había visto tan cerca. No me importa su presencia, pero me quita luz. Creo que espera que le diga algo. Pero me apetece ignorarle. Tampoco él cambia de postura. Parece otro. Como me sorprende su apacible quietud, le miro con disimulo pero con atención. Sí, es otro, sin duda. No logro seguir con las tareas. Al fin, me rindo y me dirijo a él.
- ¿Tienes idea de por qué hace tanto que no llegan cartas, quiero decir carta de papá, danzarín? Estamos inquietas y no sabemos con quién hablar, puesto que el alcalde tampoco sabe nada, y los del puesto de policía son unos inútiles.
Muy despacio, se ha ido poniendo recto y se ha encogido de hombros tímidamente. Al incorporarse le he visto un tatuaje en la parte interior del brazo. Es un kanji, uno de esos pictogramas como los que hay pintados en los abanicos del teatro Kabuki. Se ha dado cuenta de que miraba su brazo y ha reaccionado como si se sintiera descubierto. Ha dado una voltereta y visto y no visto.
(Fotografía de Daido Moriyama)
Me agrada cuando el danzarín aparece, es absurdo, ya sé, pero me recuerda al sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas, no por algo de forma -obvio-, si no de fondo; a veces el cerebro hace las más inclasificables asociaciones sin que uno pueda evitarlo. El personaje, creo, es una piedra angular en la historia -tengo que seguir leyendo más sobre él para decir algo sin que me quede la sensación de estar equivocada-, además, imprime una nota surreal en las anotaciones de la chica. Que mis comentarios te resulten estimulantes es algo que me agrada. Sucede, Fackel, que decir: "me gusta", es muy fácil. Lo usual es que cuando uno dice que algo no le gusta, uno deba justificar porqué, creo que cuando te gusta también es bueno decir porqué te ha gustado el texto. A mí me sirve de ejercicio, para explicarme a mí misma porqué me ha gustado -sé que entiendo, creo o comprendo algo cuando puedo escribirlo, aunque toda palabra sea insuficiente-, y para agradecer la lectura al autor. Lo del personaje que me recuerda al molinero es extraño, creo que ha ido formándose con el tiempo, con capas de sedimento, algún día estará listo para ser escrito, esperemos. Comprendo lo que dices sobre ese dejarse llevar por la intuición a la hora de escribir, para mí es imprescindible, a veces se me largan los textos al carajo y debo poner límites, pero otras veces, casi siempre, da resultados mas o menos aceptables. Lo que yo veo en tu escritura no lo verás tú, yo no conozco el mecanismo interno del texto, no sé a dónde me llevará el hilo de las palabras, por ende voy con mi capacidad de asombro bien dispuesta ante lo nuevo, no sé cuántas palabras o ideas se perdieron en el trayecto de la mente al papel, es probable, por ende, que mis comentarios puedan parecer desproporcionados, pero no lo son, soy franca, simplemente. Un saludo.
ResponderEliminarSusan. Qué valor el tuyo de establecer analogías (por ejemplo lo de Alicia), pero me parece bien. Puede que solo se trate de una excusa lo del danzarín, depende de hasta dónde llegue. Pero me gustaría que fuera como indicas o intuyes. Lo de la nota surreal me interesa. ¿En qué sentido lo dices y te parece?
ResponderEliminarPor otra parte, eres justa en tus apreciaciones sobre comentar lo que se considera bueno y también lo malo, por simplificar. No resulta fácil, no, cuando algo no nos gusta decir el por qué. Acaso porque a veces es mero olfato el que nos lleva a fruncir el ceño cuando algo nos tira para atrás. A mi me pasa mucho. Además, es un asunto que he aprendido muy bien a lo largo de mi vida laboral. Aunque ahí la cosa funciona a la inversa. Si haces algo bien se considera que es lo normal y no se te comenta. Si un día fallas, te cae la furia del superior encima. Las cosas tendrían que valorarse tanto desde una perspectiva como desde otra.
Y no, tus comentarios no son desproporcionados. Pero uno no debe explicar más antes de tiempo. No quiero coartar con impresiones extratextuales el curso de lo próximo que deba parir. Buen día.
Ah, a veces en lugar de perderse las palabras, las ideas, las pretensiones en ese trayecto de la mente al papel lo que sucede es que entran en un paisaje nuevo y en lugar de perderse se encuentran nuevas maneras de expresarlas. Otro tema es que ese trayecto sirva para desalojar lo que consideras innecesario o superfluo, o que no viene a cuento. Lo defines bien: es un viaje poenrse a escribir, independientemente del tema y del interés, y del logro.
ResponderEliminarGracias.