Cuando la radio habla de las conquistas de nuestros soldados, mamá se pone a llorar. Ella no entiende que los hombres tengan que ir forzados a lugares extraños a jugarse la vida. Y cuando está rabiosa dice que de allí no vuelven. Yo sé que lo que dice no es pensando sólo en papá. Un día recibió una carta de una isla lejana y no era de papá. Estuvo mucho rato callada y se marchó a la huerta. Al volver tenía la cara rígida y la encontré triste.
Algunas veces me explica a su manera lo de la guerra. Me cuesta entenderla pero la creo. Los chicos del pueblo defienden las invasiones, alardean de los combates de nuestras tropas, bendicen al emperador. Yo nunca sé qué decirles. Mamá me ha dicho que no tenga opinión, que les diga que sí con la cabeza a todo.
- ¿Tú sabes qué es una conquista, danzarín?
Mi amigo el danzarín se detiene entonces, se agacha y permanece en cuclillas dispuesto a escucharme. Ha abierto tanto los ojos que me da miedo.
- Dime, ya que recorres la aldea y los caminos, ¿tú sabes dónde está mi padre? ¿Dónde han ido el hijo del barquero, y el adoptado por el carpintero, y los gemelos del forjador, y la hija enfermera de la viuda que vive en la última casa?
No va a contestar, pero noto su estremecimiento. Su pecho se comprime, veo sus ojos llorosos. Aprieta los puños, tanto que se debe estar clavando las uñas. Se pone de pie, abre las manos, las levanta y me muestra sus palmas, arañadas, sangrantes. Hace bailar sus dedos largos y delicados. No comprendo su mirada, casi velada, ausente. Enseguida salta y se pierde.
(Fotografía de Eikoh Hosoe)
Es cierto, Fackel, uno escribe y nunca tiene realmente claro hacia dónde se dirigen las líneas, uno sabe que tiene que escribir, más nada, uno no es capaz de medir el efecto que las palabras escritas tienen en el que lee, algo así como un lectómetro, qué se yo. Tomo nota de lo que sugieres, también aclaro que no tengo autoridad moral ni académica para leer con un cuchillo entre los dientes, pero si tengo alguna observación que hacer la haré, tanto si es agradable como si no lo es. Aprecio que mantengas una actitud abierta al respecto, igual aplica para tí cuando leas mi blog, total licencia para apuntar y puyar el texto como mejor creas conveniente. Ahora, sobre esta parte de la serie digo lo mismo que vengo comentando: me gusta la sencillez en el manejo del lenguaje, me gusta tu forma de enfocar la historia y cómo se va perfilando a medida que pasan los fragmentos. Espero leer más. Un saludo.
ResponderEliminarEsa línea sensorial, intuitiva y tanteadora de la escritura, Susan, es la única que me guía. A lo limitado y pequeño que hago le trae al pairo lo de las autoridades morales y académicas, jaj. Lo que me interesa es la sinceridad colaboradora, ya que te brindas a ello. Nada hay que perder. Ni siquiera somos dueños de las palabras, como el molinero no lo es sino de sus carencias y penurias. Partimos del vacío, progresamos en el vacío, ignoramos metas. Yo, al menos. Así que tienes licencia para cargar contra las palabras.
ResponderEliminarBuena noche (de aquí)