Colgado de una estantería, mi fauno bondadoso sonríe. Ya sé que cuando un fauno sonríe está abriendo un abanico de muecas, gestos y guiños. Todo un repertorio de lenguaje no oral, pero al fin y al cabo lenguaje sumamente expresivo. Con ese idioma polifacético dibuja un contorno sorprendente de intenciones. Pero ¿quién conoce las intenciones verdaderas de un fauno? Su fama es sospechosa y no me cabe duda de que equívoca, si bien la realidad es poco conocida. Este ser está sobrecargado de estereotipos y los artistas lo han utilizado con aviesos propósitos. Mi fauno de la biblioteca doméstica es amable y discreto. No es exactamente un guardián ni acecha a pastorcillas que se dejan sorprender a propósito para que les relate una historia. Mi fauno sabe leer, pero prefiere relatar con su voz. Entonces es cuando se impone al gesto. Mi fauno sabe también esperar. Esto no significa que no mude su rostro a lo largo del día. A veces creo incluso que es como mi reflejo. Burlón con mis cuitas y favorable con mis estímulos adopta un aire que acaso ve mejor que nadie cuanto se esboza en mi alma. Mi fauno sabe interpretarme mejor que el espejo, y verme las tripas sin necesidad de que me exhiba acomplejadamente. Pero su reino es el de la noche, cuando los sueños se apoderan de los moradores de la casa. Entonces el fauno se erige en intérprete sereno pero cuidadoso de los otros moradores: los libros y los objetos. Pone orden en sus disputas, los entretiene si se sienten desanimados, permite sus juegos rebeldes, los deja hacer si los afectos prenden entre las estanterías más recónditas. Pero no se limita a las cosas y a los papeles. Cuando me despierto, por mi salida del sueño sé que el fauno ha estado hurgando en mis deseos más acuciantes y revolviendo mis ensoñaciones más traviesas. En ese momento hago que me incomodo y me dirijo hacia su rostro. Sus músculos distendidos me desarman. No sólo no va a estar dispuesto a sufrir regañina alguna sino que además me quita la determinación de encararme con él. Algo tiene el fauno que aligera mis ansiedades y rebaja mi agresividad. No consigo saber cuál es el secreto de mi fauno protector.
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Ha de ser toda una experiencia oir relatar con su voz a tu fauno protector, me la imagino llena de matices...
ResponderEliminarNo será acaso tu álter ego?
La respuesta o casi, Rat, en el post posterior (valga la redundancia), jaj.
ResponderEliminarQué Fauno más misterioso. Siempre he pensado que las cosas tienen algún tipo de alma. Este texto tuyo lo demuestra.
ResponderEliminarImaginación, Ana, imaginación es lo que derrochamos en ocasiones.
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