Es en este paisaje de apariencia desolada en el que me detengo y me interrogo. Es desde esta visión callada y desnuda desde la que contemplo el mundo. Que es tanto como decir que recorro el perímetro de mi mismo. Aquí el aire erosiona mi piel. Aquí la lluvia forma el lodo que demora mi caminar. Aquí el sol cae implacable y agota mis músculos. Aquí la oscuridad de la noche me enajena, a merced del gélido abandono de sus horas. Todo lo que ha acontecido en mi territorio hasta llegar a este lugar es agua corrida pero vívida, jamás putrefacta, jamás en vano. El agua primigenia derivó en una inerte acuosidad y luego se transformó en corriente. Unas veces, calma; las más, agitada; en ocasiones, oscura. No es el agua y todos sus afluentes y océanos en los que he ido desembocado lo que ahora me parece insuficiente. Es mi sed inextinguible, de la cual moriré. Es la perplejidad de quien desea más cuanto menos tiempo se le dispone. Es la insatisfacción por no llegar, por tener la sensación de que nada basta. Todo aquello que ahora me caracteriza y me dota de una forma de ser inequívoca se hizo desde los primeros sollozos. Nada se ha detenido, nada ha sido más determinante que nada. La memoria no cesa, pero el sentido se agrieta con la presión de los años. Me siento a mirar lo que queda de mi. Alejado de la fe inservible a los hombres y a los dioses que bosquejaron a su imagen y parecido, sólo sé rascar la tierra, arañar las piedras, frotar los guijarros entre mis dedos expósitos. Estos dedos que hollaron la piel oculta de las mujeres se muestran ahora torpes. Esta boca que fue alimentada por los besos de su carne y de su pasión se siente ahora resquebrajada y hambrienta. Permanezco inmóvil, pero no inmutable. Dentro de mi aún se agita un magma. Éste es el tiempo. Ésta es la ocasión. Me paro, pero no ceso. No renuncio.
(Acompaña fotografía del colombiano Leo Matiz)
Me recuerda a los anacoretas estilitas. Un punto inmóvil para mover el interior ignoto...
ResponderEliminarSalve
Simón del Desierto, tal vez...Eterno debate entre la sequedad y la fertilidad. Mirarse para adentro. Y a partir de ahí, reorientar el (tu) mundo.
ResponderEliminarParar...
ResponderEliminarCuántas veces habré deseado parar...
Ahora tengo miedo. Cada vez se hace más patente esa sensación de dejarse ir hacia la nada, de cesar en todos los anhelos. Pero quizá sea necesario detenerse para, como tú dices, encontrar lo que realmente deseo.
Un tibio capullo de seda en un desierto...
Parar para reconsiderar (los quehaceres, las insatisfaccines, las relaciones, las dudas, las aspiraciones, lo blanco, lo negro...): ésa es la propuesta, Lagave. Ése es el sentido de la reflexión personal. Aunque parar no es nada fácil. Habría que abandonar tanto...
ResponderEliminarLa angustia de ir hacia la nada: relativicemos. No apresurarse. Vendrá de igual manera que de la Nada vinimos. ¿Y qué? Eso es inevitable. Pero hay que poblar de sentidos nuestros días. Y el abanico es amplio, cada uno debe saber.
Buen descanso relajante.